Un espía nazi en La Habana

Todo sobre el mundo de los espías durante la Segunda Guerra Mundial

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sagir00
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Un espía nazi en La Habana

Mensaje por sagir00 » Mié Ene 31, 2007 11:29 pm

Cuba entró en la Segunda Guerra Mundial el 9 de diciembre de 1941, cuando tras el bombardeo japonés a la base norteamericana de Pearl Harbor, ocurrido el día 7, declaró la guerra a Japón, y dos días después, el 11, a Alemania y a Italia. Pero ya para esa fecha Heinz August Kunning estaba en La Habana haciendo de las suyas. Bajo la cobertura de un comerciante hondureño y un pasaporte que lo acreditaba como Enrique Augusto Lunin, llegó a esa capital en septiembre de ese año. Venía de España a fin de establecerse en la Isla y montar aquí un negocio propio.
Tenía entonces unos 30 años de edad. Fotos suyas que se conservan lo muestran como un hombre ligeramente grueso, de perfil afilado y una cabellera abundante de esas que parecen brotar desde la frente misma. Los que lo conocieron lo recuerdan como una persona fría y de pocas palabras, pero amable, bien vestido y de buenos modales. Dominaba el inglés y el español y había sido entrenado cuidadosamente para su tarea, que antes cumplió con éxito en otros países. Desde aquí debía informar al alto mando berlinés sobre la entrada y salida de buques mercantes y de guerra; reportaría asimismo sobre la economía y la situación política y social del país y comunicaría las direcciones particulares de las figuras principales del gobierno.

Para su labor de inteligencia, Kunning disponía de un potente aparato de radio que le permitía recibir y transmitir mensajes, una antena de doble línea y dos manipuladores telegráficos, y como también pasaría información por la vía epistolar, se valdría de tinta simpática invisible.

Imagen
http://www.lajiribilla.co.cu/2011/n524_05/524_15.html

Buscó primero alojamiento en un hotel y se instaló después en una casa de huéspedes ubicada en el segundo piso del edificio marcado con el número 366 de la calle Teniente Rey, entre Villegas y Aguacate, en La Habana Vieja, y estableció su negocio en la calle Industria 314; una casa de modas a la que puso el nombre de La Estampa.

Ya para esa fecha la red de espionaje alemán se extendía por toda la América, incluido Estados Unidos, y es posible que Kunning hiciera contacto con algún agente destacado en la embajada de Alemania, ubicada entonces en la calle H, 408, esquina a 19, en el barrio residencial del Vedado. Pero parece ser que él fue el jefe, o al menos el centro, de la red de espías nazis en la Isla. Muchas de las informaciones que allegó y transmitió le cayeron en las manos con una facilidad pasmosa. Se las suministraban marineros, obreros portuarios y prostitutas a los que, entre trago y trago, se las arreglaba para tirarles de la lengua.

Si en el mar estuvo lo más notable de la participación cubana en la Segunda Guerra Mundial, en el mar Cuba sufrió también las mayores pérdidas. La información suministrada por Kunning desde La Habana dio por resultado el hundimiento de varios de nuestros barcos con la muerte consiguiente de decenas de marineros y la destrucción de casi la totalidad de la flota mercante cubana.

Pero no operaría impunemente el espía por mucho tiempo. Los servicios de contrainteligencia norteamericano y británico establecieron en las Bermudas una oficina que filtraba la correspondencia que salía desde América hacia otros continentes. Una carta remitida en La Habana y dirigida a un connotado falangista español llamó la atención de agentes de esa entidad. Abrieron el sobre y el análisis del papel reveló un mensaje en clave escrito con tinta invisible. Fue entonces que a la sede del Servicio de Investigaciones de Actividades Enemigas (SIAE) sito en la calle Sarabia, en el Cerro, y bajo la dirección del capitán Mariano Faget, llegaron oficiales norteamericanos y británicos que revisaban la correspondencia en busca de mensajes para el enemigo. Un avión equipado para detectar ondas radiales en clave y precisar con mayor o menor exactitud su procedencia, comenzó a sobrevolar La Habana hasta que se concluyó que la señal se emitía en una zona comprendida entre Belascoaín y los muelles.

La contrainteligencia cubana hacía lo suyo y trataba de identificar a todas las personas que en dicha área recibían dinero del exterior. Fue así que el cabo Pedro Luis Gutiérrez, un comunista infiltrado en el SIAE, encontró en la sucursal del Banco de Boston, en Cuatro Caminos, una tarjeta firmada que daba cuenta de un dinero recibido. Se fue con ella al Ministerio de Comunicaciones en el convento de San Francisco, donde también radicaba el Correo Central, y se la mostró a todos los carteros con la esperanza de que alguno recordara la rúbrica. El cartero José Francisco Rojo recordó que aquella firma correspondía a uno de los inquilinos de la casa de huéspedes de la calle Teniente Rey, a quien enviaban dinero de manera habitual. El cabo Gutiérrez pidió a Rojo que le entregara una carta certificada a fin de contrastar la firma del recibo de entrega con la de la tarjeta.Coincidían y con esa certeza lo detuvo. Heinz August Kunning o Enrique Augusto Lunin reconoció su culpabilidad. El 19 de septiembre de 1942 el Tribunal de Urgencia de La Habana lo sentenció a muerte.Cuando vio acercarse a los que lo conducirían al paredón de fusilamiento, en los fosos del Castillo del Príncipe, Heinz August Kunning se puso de pie y pidió a su oponente que accediera a dejar tabla aquella partida de ajedrez que la fuerza de las circunstancias le impediría concluir y, sereno, caminó hacia su destino para situarse en posición de firme ante la escuadra de fusileros que acabaría con su vida. Miró a los soldados y luego su mirada, totalmente inexpresiva, se posó en el oficial que estaba al frente de la tropa y que le daría el tiro de gracia. No pronunció una sola palabra ni pareció inmutarse al escuchar las voces de mando, como si durante los últimos años de su existencia hubiera estado preparándose para un final así. Era el 10 de noviembre de 1942. Días después, el teniente coronel Quirino Uría, supervisor militar de la Prisión de La Habana, mientras refería los detalles del suceso, dijo al poeta José Lezama Lima, entonces secretario del Consejo Superior de la Defensa Social, con sede en el Castillo: Aquel hombre daba muestra de una marcialidad tremenda y a mí, que mandaba el pelotón, me temblaban las piernas. Fuentes que no he podido corroborar aseguran que fue inhumado en la necrópolis de Colón bajo un nombre supuesto, y que sus restos se repatriaron a Alemania en 1953.

http://www.bnjm.cu/librinsula/2005/febr ... nto214.htm
http://www.habanaradio.cu/modules/mysec ... hp?lid=531
http://www.bdi.cu/internet/jrebelde/200 ... espia.html
http://s14.invisionfree.com/lapunTilla/ar/t879.htm (Este escrito tiene muchas más cosas interesantes que pueden dar pié a un buen debate)

sagir00
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Perdón por el olvido

Mensaje por sagir00 » Sab Feb 03, 2007 12:44 am

:oops: Agradezco la sugerencia del colega Jose Luis sobre esclarecer las fuentes de información.
El caso del espía Lunin fue muy conocido en La Habana de la época, la casi totalidad de los periódicos del país comentaron el caso, poniendo, quitando o inventando datos según les convino. Para este trabajo consulté los escritos de Ciro Bianchi, un periodista investigador de la Historia de Cuba, muy serio y competente. Además consulté los archivos de la Biblioteca Nacional.
Si encontrara algo on line publicaré la dirección.

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