Operaciones de fuerzas cercadas

La guerra en el este de Europa

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Francis Currey
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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:12 pm

SECCIÓN III. LA DECISIÓN DE HUIDA

A menos de que las fuerzas cercadas hayan recibido órdenes explícitas de permanecer en el lugar, o sean tan débiles que deban ser relevadas desde el exterior, la decisión de romper el cerco debe ser realizada antes de que el enemigo haya sido capaz de establecer un sólido anillo alrededor de la bolsa. Sólo si esto se hace así, y sólo si los preparativos comienzan sin retraso, podrán todas las medidas convertirse en parte de un plan coherente dirigido hacia un único objetivo.
Tales situaciones conllevan una innata agresividad, flexibilidad e iniciativa de un líder innato. La necesidad de decisiones rápidas, sin embargo, no deben permitir entrar en acción sin un plan. La fecha correcta y dirección de la ruptura, por ejemplo, sólo pueden ser determinados tras haber sido contestadas las siguientes preguntas:

a. ¿Cuándo, según la situación táctica, es el momento más adecuado para lanzar el ataque?.
b. ¿Dónde es el enemigo más débil?
c. ¿Cuál es el camino más corto para llegar a las líneas amigas?
d. ¿Qué dirección del ataque implicaría las menores dificultades sobre el terreno?
e. ¿Qué hora del día y qué condiciones climatológicas son las más favorables para el ataque?
f. ¿Deberían ser seleccionadas una o varias direcciones para la ruptura?

Las respuestas a estas preguntas pueden variar según la situación, como se ha podido ver en los apartados anteriores. De hecho, pudo haber situaciones en las cuales –contrariamente a los principios anteriormente mencionados- la dirección para la ruptura no pudo ser fijada demasiado pronto, al menos no hasta que las intenciones enemigas pudieran ser claramente conocidas.

Por lo general, a menos de que la ruptura sea coordinada con la aproximación de una fuerza de relevo desde el exterior, las unidades se abrirán paso a través de la ruta más corta hacia sus propias líneas. En muchas ocasiones, la dirección más favorable por las condiciones del terreno y la resistencia enemiga no puede ser utilizada si no permite la unión con fuerzas amigas en el plazo de tiempo más corto posible. Con tropas en buenas condiciones de combate, el ataque puede ser lanzado de noche; si están agotadas por la batalla, la ruptura puede ser hecha a la luz del día, de manera que se pueda conseguir un mejor control y coordinación.

Una ruptura en varias direcciones ofrece una menor probabilidad de éxito. Se debe intentar como último recurso, con el objeto de obtener una gran dispersión de las fuerzas propias, que deberán actuar en pequeñas unidades que se abrirán paso hacia las líneas propias. Tal intento es más o menos un acto de desesperación – cuando ya no se espera un relevo del exterior y cuando la distancia hacia las líneas amigas más próximas es tan grande que no pueden ser recorridas por la exhausta fuerza de la bolsa.


Traducción: Francisco Medina

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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:13 pm

SECCIÓN IV. PREPARATIVOS LOGÍSTICOS ESPECIALES

Una ruptura exitosa es el resultado de una estrecha planificación y de una sistemática preparación. Es también una de las maniobras de combate más dificultosas que una fuerza militar puede ser llamada a intentar. Este hecho deber ser tomado en cuenta en todas las medidas preparatorias. Antes de la ruptura, por ejemplo, las tropas deben desprenderse de todo el equipamiento innecesario, esto es, de todo el equipamiento que no necesitaran durante los combates de los próximos días. Ello deber ser realizado sin vacilación y sin consideración de su posible futura necesidad, podrán ser reemplazados tras la ruptura. El más simple equipamiento perdido podrá ser reemplazo después, el menor peso deberá ser tenido en cuenta en tales consideraciones. Los comandantes alemanes de la II Guerra Mundial no se les permitía olvidar que cada arma y vehículo eran virtualmente irremplazables. Para otros países, sin embargo, estas limitaciones no eran necesariamente aplicables.
Hasta que la fuerza de la bolsa sea completamente rodeada por el enemigo –excepto tan pronto como el cerco parezca inevitable- la última carretera libre debe ser utilizada para la evacuación de heridos y del personal no esencial. Si todavía hay tiempo, las armas y equipamiento sobrantes deberán ser también evacuadas. El comandante no deberá fallar, sin embargo, en hacer completo uso de su última oportunidad de deshacerse de sus tropas de retaguardia; en un cerco éstas son una carga más pesada que el equipamiento superfluo, el cual puede ser destruido si es necesario.

Los preparativos técnicos en la bolsa comenzarán con lo que puede ser llamada “la gran limpieza”. Todas las armas que no pueden ser completamente dotadas de personal o adecuadamente amunicionadas deberán ser destruidas. Lo mismo es aplicable a todos los cañones pesados que serán un obstáculo en las dificultades del terreno esperadas, como por ejemplo todas las piezas de más de 150 mm de calibre. En general, es mejor destruir un cañón demás, que cargar con un arma que no puede ser empleada.

Principios similares se aplicarán a los vehículos de motor. Exactamente cuántos deben ser destruidos dependerá de la disponibilidad de combustibles y de los requerimientos para el transporte de heridos y de equipamiento necesario; en cualquier caso, la mayoría de los vehículos tendrán que ser destruidos. Duramente afectados por estas medidas radicales serán a menudo los servicios de suministro. Aquí, sólo un oficial vigoroso a cargo de la destrucción será capaz de llevar a cabo su misión satisfactoriamente.

Los documentos oficiales son otra víctima de la limpieza general. Su destrucción es un deber que cualquier soldado cumplirá con diabólico placer. Expedientes, formularios administrativos, voluminosos diarios de guerra, órdenes, regulaciones y directivas serán arrojadas a las llamas –los oficiales deberán asegurarse de que todo sea completamente destruido. Sólo los documentos más importantes, los códigos de radio, y en algunos casos expedientes personales, deberán de ser dejados intactos, siempre que pueda esperarse que puedan ser salvados.
Una regulación efectiva del tráfico es una condición previa para todos los movimientos tácticos dentro de la bolsa. Si existe una adecuada red de carreteras, rutas separadas deberán ser asignadas para el movimiento de unidades de suministro y de tropas de combate, e incluso para blindados e infantería. Los alemanes encontraron provechoso coordinar todo el tráfico en una bolsa mediante la preparación de un horario regular que tenía que ser estrictamente observado.

Sin embargo, el problema de la regulación del tráfico dentro de una bolsa no limitaba los movimientos de tropas. El más cuidadoso sistema de control de tráfico ideado podía ser alterado por una corriente de civiles en fuga que probablemente eran presos del pánico cuando caían en una bolsa. Por lo general, consecuentemente, es imperativo para la seguridad de la fuerza cercada prohibir y prevenir cualquier movimiento de los habitantes locales. Sólo en raras ocasiones pudo ser posible llevar consigo a parte de la población civil durante una ruptura. Entonces, mientras las carreteras son mantenidas despejadas, senderos especiales deberán ser asignados para el transporte de civiles. Particularmente en las grandes bolsas, la cuestión de que si los habitantes masculinos sanos deberían ser evacuados o dejados atrás mereció cuidadosas
consideraciones; sólo podía decidirse en base a las circunstancias locales.
Preparativos extensivos también serán necesarios si una fuerza cercada es suministrada por aire; estos preparativos son descritos con detalle en el Apéndice de este estudio.

Traducción: Francisco Medina

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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:14 pm

SECCCIÓN V. PREPARATIVOS TÁCTICOS

Durante un cerco se debe de hacer un esfuerzo deliberado para incrementar la fuerza efectiva del elemento de combate a expensas de las unidades de servicio. La selección del personal apropiado para ser transferido desde la retaguardia a tareas de combate puede ser un proceso lento, pero es de gran importancia en un momento donde los combatientes activos son más necesarios que cualquier otra cosa. En tales circunstancias, las unidades de servicio –habiendo crecido en más proporción que los elementos de combate- son en su mayor parte innecesarias y de hecho suponen una carga pesada sobre el mando. En el mejor de los casos, constituyen una reserva de efectivos que, tras un minucioso proceso de selección, podrán procurar personal adicional para el combate. No se puede esperar mucho de esta reserva, puesto que aunque se compone de personal militar incluye a pocos soldados con experiencia en combate. Asignar un número excesivo de tropas de retaguardia a actividades de primera línea sólo hinchara el número de elementos de combate sin que con ello incremente su poder de lucha al mismo tiempo. Este procedimiento pierde completamente su utilidad cuando los hombres transferidos de unidades de servicio más que un refuerzo son una carga para los elementos de combate. Las tropas de retaguardia cuyos servicios son superfluos y que no pueden ser evacuados, deberán ser colocados en una única unidad y mantenidos bajo un firme control.

Las demoliciones, que evitan una rápida persecución por parte del enemigo o ralentizan su explotación del territorio abandonado recientemente, serán ordenadas y ejecutadas a tiempo; la munición de artillería abandonada constituye un buen explosivo para este propósito. Es conveniente, sin embargo, limitar las demoliciones a unos cuantos objetivos importantes. La experiencia ha enseñado que por regla general las tropas no tienen ni el tiempo ni la tendencia de llevar a cabo amplias y lentas en el tiempo misiones de destrucción. Por otro lado, el comandante debe tener cuidado de evitar demoliciones en masa sin sentido, fruto de la capacidad destructora característico de las tropas cercadas.
El éxito de una ruptura dependerá primeramente del uso del engaño y del mantenimiento del secreto. Cuantos menos sean los comandantes subordinados informados sobre el plan de huida mayores serán las oportunidades de que el secreto pueda ser mantenido. Sobre todo, las comunicaciones telefónicas y por radio deben ser cuidadosamente precavidas. Al mismo tiempo, la radio ofrece las mejores oportunidades para engañar al enemigo. Ello debe realizarse mediante la transmisión de mensajes ficticios sobre las propias intenciones, llamadas a imaginarias unidades de relevo, informes que confundirán al enemigo sobre los efectivos reales de la fuerza cercada, falsas solicitudes de suministros, e información falsa sobre zonas de lanzamientos y áreas de desembarco. Todas estas tretas reducen con certeza el número de bajas durante la huida.

Fintas tácticas y maniobras de engaño deben ir de la mano de las medidas arriba mencionadas. Mediante el cambio de posiciones cada noche, el lanzamiento de ataques con objetivos limitados desde varios puntos del perímetro y manteniéndose obstinadamente sobre el terreno menos importante, la fuerza cercada puede hacer llegar deliberadamente al enemigo un cuadro falso de su situación y de sus intenciones. Para este propósito también puede servir el mantener una importante columna compuesta por todas las unidades de suministro disponibles moviéndose por el lado de la zona donde finalmente se realizará la ruptura.
El engaño eficaz puede ser siempre logrado concentrando a los blindados en un punto diferente a donde se pretenderá hacer la ruptura. Si estos tanques proceden a ejecutar un ataque de diversión, el enemigo, creyendo haber localizado el punto principal de las fuerzas de ruptura, casi con certeza distraerá al grueso de sus fuerzas hacia el punto amenazado. Los tanques atacantes entonces se dirigirán rápidamente en dirección al punto de ruptura, lo que generalmente tendrá éxito. Tales medidas de engaño a cargo de los tanques, dependiendo por supuesto de las reservas de combustible, se deben utilizar tanto en la defensa del perímetro de la bolsa como inmediatamente antes de lanzar la ruptura. El efecto deseado a menudo puede ser logrado teniendo a un solo tanque conduciendo en círculos durante la noche para dar la impresión de que se está reuniendo una gran unidad acorazada. No importa qué medidas de engaño se utilicen, ya que sólo servirán a su propósito si permiten que la fuerza de ruptura coja al enemigo por sorpresa. En este aspecto, los preparativos para una ruptura no difieren de los preparativos para cualquier otro tipo de ataque. Aquí, como en cualquier acción ofensiva, el secreto, el engaño, y la sorpresa son los elementos básicos del éxito.
Los preparativos tácticos más importantes para la ruptura –aparte de los ataques de diversión- son los que conciernen al cambio gradual del énfasis de la defensa del perímetro a la formación de una fuerte fuerza de ruptura. En cuanto la situación lo permita, cada soldado que pueda ser separado de los sectores puramente defensivos debe de ser transferido –si es posible tras un período de descanso- al área seleccionada para la ruptura.

Esto debilitará la defensa y, en algunos lugares, se hará necesario un recorte de las líneas lo cual puede acarrear riesgos considerables. Las penetraciones enemigas son probables que ocurran, y tales crisis locales, aunque pueden tener poco o ningún efecto sobre la situación general, son usualmente sobreestimadas por los comandantes sobre el terreno. Estas dificultades, por supuesto, se reducen en gran medida si toda la bolsa logra moverse en la dirección principal de la ruptura. Este cambio necesario de posiciones de la fuerza es entonces más fácil de lograr, y las pérdidas menores de terreno en el frente defensivo no constituyen en absoluto un serio contratiempo. La ventaja de mover a la fuerza embolsada en términos de moral es obvio. No provocará la claustrofobia ya que ahorrará a las tropas la sensación de que están en una situación extrema en la bolsa de la cual no hay salida.

Durante la defensa de la bolsa, las crisis locales son el pan de cada día. El comandante de la bolsa y su Estado Mayor deben estar preparados en cualquier momento para tomar las contramedidas necesarias contra serias emergencias. Realmente, cada hora que pasa puede traer nuevas sorpresas y por lo tanto tener que tomar nuevas decisiones, y no siempre es fácil distinguir entre los acontecimientos importantes y secundarios. El comandante debe tener presente que sus reservas son limitadas y que no pueden ser empleadas a menos que se produzca una gran amenaza en un punto decisivo. Es resultado de la tensión inusual que prevalece en una bolsa que emergencias puramente locales son a menudo exageradas y provoquen demandas urgentes de ayuda. Frecuentemente, tales crisis locales desaparecen al poco tiempo, y la situación puede ser restaurada sin el uso de las reservas –siempre y cuando el comandante de la bolsa no se permita estar innecesariamente alarmado.

En este punto, pocas palabras se pueden añadir concernientes a la actitud que debe ser reflejada por el comandante de la bolsa y su estado mayor. En medio de acontecimientos rápidamente cambiantes, el elemento de mando debe de ser un torreón de fuerza. Las tropas observan cada acción con ojos penetrantes. En este aspecto, incluso la localización del puesto de mando es de particular importancia. Aunque debe de estar ubicado centralmente, su proximidad al centro momentáneo de gravedad es incluso más deseable. Nunca las operaciones de una fuerza cercada deberán ser dirigidas por control remoto, desde un cuartel general en el exterior. Esto resulta ser una imposibilidad, desde el punto de vista práctico y debido a su desastroso efecto sobre la moral de las tropas. Por el mismo motivo, a ningún miembro del grupo de mando se le debe permitir abandonar la bolsa por aire. Reasegurar la información, emitir breves órdenes en un lenguaje claro, y las frecuentes visitas del comandante y de su estado mayor a los puntos críticos a lo largo del perímetro tendrán una inmediata influencia beneficiosa sobre la moral de la fuerza embolsada. Al mismo tiempo, el optimismo exagerado está definitivamente de más. Las tropas quieren saber la verdad y finalmente la descubrirán por ellas mismas. Tienen la certeza de perder confianza si descubren que sus comandantes han estado manipulando los hechos en un intento de hacer que la situación aparezca más clara de lo que realmente es. Por regla general, la verdad contada sin muestra de nerviosismo no deja de tener un efecto reconfortante y podría incluso enardecer a las tropas para un esfuerzo mayor.
Organizadas en su secuencia correcta, las medidas tácticas que llevaran a la ruptura son las siguientes:

a. Énfasis sobre la defensa; todas las armas empleadas en apoyo del combate a lo largo del perímetro.
b. Establecimiento de canales libres de mando.
c. Estabilización de la defensa.
d. Refuerzo del elemento de combate a expensas de las unidades de servicio.
e. Evacuación del personal no esencial; destrucción del exceso de equipo.
f. Cambio gradual de énfasis desde la defensa hacia preparativos para el ataque de ruptura.
g. Formación de una fuerza de ruptura.
h. Acortamiento del perímetro defensivo; reforzamiento del sector seleccionado para la ruptura.
i. Maniobras de engaño que culminaran en un ataque de diversión.
j. Ruptura.


Traducción: Francisco Medina

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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:15 pm

SECCIÓN VI. SUMINISTRO Y EVACUACIÓN

Las reservas de suministros llevadas a una bolsa no deberán ser más de las que la fuerza presumiblemente necesitaran hasta el día de la ruptura. Almacenes considerables no pueden ser mantenidos; deben de ser entregados o destruidos, a pesar de la calidad o cantidad. En tales situaciones, los alemanes encontraron útil preparar los llamados paquetes individuales de suministro que estaban compuestos por toda clase de artículos para ciertas unidades y que podían ser distribuidos por adelantado en los puntos donde los necesitarían más tarde. Las raciones sobrantes podían ser enviadas a las tropas para consumo inmediato, pero si esto era hecho demasiado generosamente probablemente disminuiría su potencia de combate. La población local siempre aceptará agradecidamente todo aquello que las tropas puedan dar.
Si una fuerza embolsada está sin suministros adecuados y, particularmente, si el combustible y la munición requeridos sólo pueden ser traídos por aire, la huida del cerco debe ser consumada tan rápidamente como sea posible. El suministro por aire no puede satisfacer todos los requerimientos de una fuerza cercada; sólo puede remediar algunas de las más importantes deficiencias. Este hecho fue demostrado durante las operaciones descritas en los capítulos precedentes y confirmada por la experiencia personal del autor. Esto no es probable que se altere, incluso si la superioridad absoluta en el aire es asegurada y un número adecuado de aviones pueden ser asignados a la operación.
Uno de los más importantes problemas logísticos es el de la evacuación de las bajas. Si los heridos son llevados consigo o no tiene un profundo efecto sobre la moral de las tropas rodeadas. Cualquier medida de la cual pueda derivar la más leve indicación de que el personal herido debe quedarse atrás inmediatamente reducirá su espíritu combativo, especialmente si se enfrentan a un enemigo como los rusos. En tales situaciones, los comandantes están bajo la fuerte obligación moral de llevar consigo a los heridos y deben doblar los esfuerzos para hacer esto posible. La experiencia alemana ha demostrado que las bajas menores pueden resistir al transporte sobre distancias considerables en vehículos acolchados con paja y tirados por caballos, incluso en un clima muy frío y durante tormentas de nieve. En tales movimientos, los heridos son acompañados por oficiales médicos que les administraran toda ayuda posible durante los frecuentes altos. Las tropas alemanas rodeadas cerca de Kamenets-Podolskly conservaron su convoy de heridos así como su confianza sagrada y combatieron aún más tenazmente para proteger a sus camaradas heridos. Consecuentemente, se logró evacuar a casi todas las bajas durante esa operación. En la bolsa cerca de Cherkassy, la situación era menos favorable. Allí, debido a las condiciones climatológicas más severas y a una confusa situación táctica, los heridos tuvieron que ser dejados atrás al cuidad de doctores y otro personal médico.

Toda oportunidad debe ser utilizada para evacuar heridos por aire. Deben tener prioridad en los aviones de transporte que regresen de la bolsa, y esta prioridad debe de ser asegurada, si es necesario, por la fuerza de las armas. La desesperada lucha por el espacio a bordo de los aviones de transportes en la bolsa de Stalingrado debería de servir como advertencia para situaciones de esta clase.


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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:16 pm

SECCIÓN VII. OPERACIONES DE RELEVO

Las dificultades encontradas por una fuerza embolsada pueden ser considerablemente reducidas si potentes fuerzas de relevo están disponibles en las proximidades de la bolsa. Incluso intentos inadecuados de relevo desde el exterior son mejor que ninguno. La base para el éxito real, sin embargo, es el empleo de tropas experimentadas en la mejor condición de combate que no son propensas a quedar atascadas a mitad del trabajo. La necesidad de relevo desde el exterior depende, por supuesto, de la situación táctica y de la condición física de la fuerza embolsada; es mayor cuando las tropas dentro de la bolsa están agotadas por el combate y muestran signos de debilidad; puede parecer menos urgente en otras situaciones. Pero dondequiera que tropas amigas estén rodeadas por el enemigo, la ayuda desde el exterior es deseable y debe ser proporcionada sin retraso.

Tales operaciones de relevo deben de ser planeadas con el mismo cuidad que el utilizado en preparar cada acción de la fuerza embolsada. Esto se aplica a la selección de la ruta de avance, la elección del momento apropiado para el ataque, y la oportuna fijación de combustible y munición. Una acometida de relevo no puede ser lanzada impulsivamente, y la prisa indebida seguramente se saldará en fracaso. Los preparativos tácticos deben seguir los mismos principios que los de cualquier otro tipo de ataque. Los efectivos necesarios de la fuerza de relevo deben de ser determinados sobre la base de la situación enemiga y la distancia al objetivo. En muchos casos, un apoyo adecuado de blindados y artillería será indispensable. Todas las fuerzas de relevo deben de estar bajo un único mando, incluso si consisten en unidades que eran originalmente partes de dos ejércitos separados.

Las medidas preparatorias en el terreno del suministro y de la administración excederán grandemente a las que deban de ser tomadas para un ataque ordinario, ya que la fuerza de relevo debe de intentar anticiparse a las necesidades de las tropas que escaparan de la bolsa. Toda clase de suministros, especialmente estimulantes, deben de estar preparados en cantidades suficientes; las áreas de rescate y de rehabilitación deben de estar preparadas; e instalaciones deben de ser proporcionadas que mejorarán la condición física y moral de la fuerza embolsada. Entre éstas están cuarteles de tropa (refugios calientes en invierno), instalaciones de baño, de indumentaria, y arreglos para el servicio de correo. Estas medidas jugarán una parte importante para poner de nuevo en forma a la fuerza embolsada y prepararla para un renovado empleo. Los cuidados apropiados para los heridos deben de ser asegurados reuniendo a todo el personal médico disponibles y preparando refugios para las bajas de la bolsa. La información en lo que se refiere al número de heridos dentro de la bolsa deben de ser obtenida por radio.

La decisión en lo que se refiere al momento y lugar para lanzar el ataque de relevo depende de preparativos específicos con la fuerza embolsada. A menos que exista una comunicación por cable segura, tales preparativos sólo pueden ser hechos por radio, en cuyo caso debe ser tomado gran cuidado para mantener el secreto. La distancia a la bolsa puede ser tan grande como para requerir la utilización de tipos especiales de equipos de radio. En tales situaciones, los alemanes utilizaron los llamados por ellos Dezimetergeraet, un aparato de radio por microondas que operaba en frecuencias entre 500 y 600 megaciclos.
Si es posible, el ataque de relevo debe de ser lanzado en un amplio frente. Una sola arremetida confinada a un estrecho frente tendrá poca oportunidad de éxito y sólo es justificada si están disponibles insuficientes fuerzas. La fuerza de relevo, en este caso, tendría sus largos flancos peligrosamente expuestos y difícilmente serán capaces de alcanzar su objetivo. Si tal método de emergencia debe ser utilizado, la operación deberá ser efectuada de noche.

El desarrollo de la operación de relevo debe de estar marcada por un alto grado de flexibilidad. Frecuentemente, un plan planeado de antemano debe ser descartado o modificado debido a una acción enemiga inesperada, particularmente si tal acción es dirigida contra las tropas que intentan escapar de la bolsa. El esfuerzo conjunto de los dos elementos convergentes debe ser orientado hacia las necesidades de las unidades cercadas que siempre están combatiendo bajo circunstancias menos favorables que la fuerza de relevo. Esta última debe ser capaz de reaccionar con veloces y efectivas contramedidas para los cambios imprevistos en la situación.

La batalla al oeste de Cherkassy demostró claramente qué dificultades pueden ser encontradas en una operación de relevo. Allí, todos los esfuerzos fueron frustrados por una combinación de circunstancias desafortunadas. El repentino comienzo de la estación de barro había vuelto el terreno virtualmente intransitable. Las fuerzas de relevo que se aproximaban desde el sur se vieron envueltas en numerosos enfrentamientos locales antes de que pudieran ser reunidas para el ataque principal. Los complicados canales de mando y las direcciones divergentes de ataque añadieron más confusión. Ciertamente, la flexibilidad estuvo ausente en el desarrollo de la operación de relevo desde el oeste. La ruptura, para ser segura, no procedió completamente de acuerdo a lo planeado, ya que la mayoría de las tropas que emergieron de la bolsa se equivocaron de dirección. Aún así siguieron una línea de avance a sólo unas pocas millas al sur de la que había sido acordada anteriormente. Debido a este cambio menor, la fuerza de relevo resultó ser incapaz de enlazar con las fuerzas embolsadas en el punto donde ellas realmente habían perforado el cerco.

Traducción: Francisco Medina

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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:17 pm

SECCIÓN VIII. LA RUPTURA

Una vez que la fuerza embolsada ha comenzado su huída en dirección a las líneas amigas, debe aplicarse los mismos principios tácticos y estará sujeto a las mismas contingencias que cualquier otro tipo de ataque. Una dificultad particular reside en coordinar este esfuerzo con el de la fuerza de relevo, con el objeto de logran una unión de las dos puntas de lanza convergentes tan pronto como sea posible. Las experiencias alemanas disienten en lo que se refiere a lo que sería la formación de ataque más deseable para una ruptura. Ya que la respuesta a esta cuestión depende grandemente de la situación local, no pueden ser ofrecidas reglas definitivas. En cualquier caso es aconsejable adoptar una formación mixta compuesta de unidades motorizadas y no motorizadas apoyadas por tanques y todas las armas adecuadas para el ataque. Las unidades blindadas deben de ser sujetas con rienda estrecha a fin de impedirles que rebasen a la infantería. Sólo debe permitirse que avancen por trechos, con algunos blindados mantenidos en retaguardia. Esta es una precaución necesaria para evitar profundos avances por unidades blindadas individuales que no pueden ser de ventaja para el progreso de la fuerza principal. Órdenes específicas deben ser enviadas a ambas para la integración oportuna de todos los elementos restantes para ser retirados desde los sectores defensivos y para el desarrollo de acciones de retaguardia para cubrir el ataque de ruptura.

Una gran crisis surgirá durante la ruptura tan pronto como el plan original, por alguna razón, no pueda ser seguido y la improvisación deba de tomar su lugar. Por regla general esto sería el resultado de alguna acción enemiga imprevista. Con tropas que están severamente abrumadas por el duro combate en la bolsa, tal crisis podría fácilmente conducir al pánico. El grito “cada cual por su cuenta” es la señal para el desorden general marcado por inútiles intentos de soldados individuales por abrirse paso hacia las líneas amigas. Esto sólo puede ser evitado por un liderazgo firme y un control estricto, y tomando medidas previas que se anticiparán a tales emergencias, como por ejemplo mantener una reserva móvil, compuesta por blindados y armas antitanques, que pueda ser empleada con un alto grado de flexibilidad. Incluso unos cuantos tanques empleados en el momento apropiado pueden servir de una manera muy efectiva para superar una crisis local.

Las capacidades de las tropas deben ser cuidadosamente sopesadas y son la base para el desarrollo de toda la operación. Si las tropas están cansadas por la batalla y si la ruptura se espera que involucre un largo y duro combate, la operación debe ser desarrollada en varias fases para proporcionar descanso entre los períodos de movimiento o combate. Por razones de seguridad, especialmente en el caso de las bolsas pequeñas, todos los movimientos deberán ser llevados a cabo durante la noche. El control de las tropas se facilitará grandemente si el combate puede ser reducido al día.

Si una ruptura debe ser ejecutada sin relevo simultáneo desde el exterior, debe ser seleccionada una nueva posición en la cual la liberada fuerza embolsada podría poder congregarse y enfrentarse al enemigo perseguidor; en la mayoría de las instancias no será más que una línea diseñada en el mapa donde las tropas serán reorganizadas tras su escapada exitosa del cerco

Traducción: Francisco Medina

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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:18 pm

SECCIÓN IX. SUMARIO

Las lecciones aprendidas por los alemanes durante la II Guerra Mundial sobre el valor relativo de las bolsas dejadas atrás de las líneas enemigas podrían ser resumidas como sigue:
a. Como un método de combate defensivo diseñado para sujetar sustanciales fuerzas enemigas, la posición deliberada de una fuerza cercada raramente logra el resultado deseado.
b. La creación deliberada de una bolsa y la insistencia de su defensa continuada sólo puede ser justificada si la fuerza cercada consiste en tropas experimentadas y bien disciplinadas que puedan hacer frente a las dificultades inusuales que implican esta clase de combate. De otro modo, el precio será excesivo ya que las tropas cercadas usualmente se perderán e incluso quienes logren escapar con certeza permanecerán inadecuadas para el combate por mucho tiempo.

c. Cada vez que fuerzas amigas son aisladas y rodeadas por el enemigo, los pasos para asegurar su liberación deben ser tomados sin retraso. El comandante en jefe de las unidades cercadas debe ser inmediatamente autorizado para forzar la ruptura. Es mejor emitir una orden permanente al comienzo de las hostilidades que hará obligatorio al comandante de una fuerza cercada huir tan pronto como sea posible. Sólo entonces podrá haber cualquier esperanza de salvar a las tropas rodeadas sin sufrir excesivas pérdidas. El Alto Mando Alemán durante la II Guerra Mundial sobrestimó demasiado el valor defensivo de tales bolsas. Las órdenes para la ruptura del cerco fueron emitidas o demasiado tarde o nunca. Esto resultó ser un grave error táctico que no podría dejar de tener un efecto desastroso sobre el completo desarrollo de las operaciones en el frente ruso.


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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:19 pm

APÉNDICE. APOYO AÉREO DE FUERZAS CERCADAS.

SECCIÓN I. PRINCIPIOS GENERALES.

El apoyo aéreo disponible para una fuerza cercada normalmente determinará la viabilidad de una ruptura y la manera en la cual ésta deba ser ejecutada. Por regla general, dependerá de la disponibilidad de cobertura aérea si las marchas y acciones de combate deben tener lugar durante el día o durante las horas de oscuridad cuando implican muchos más riesgos y dificultades. Ya que una ruptura a gran escala necesariamente incluirá acciones que sólo pueden ser llevadas a cabo de día, tales como ataques frontales sobre terreno difícil o asaltos contra posiciones enemigas bien defendidas, una poderosa concentración de poder aéreo, al menos durante estas fases, es indispensable para el éxito de toda la operación. En un extenso teatro de guerra, donde las fuerzas aéreas tienen que cumplir muchas misiones diversificadas contra objetivos ampliamente separados, hay siempre el peligro de una disipación de los efectivos aéreos. Por consiguiente, será responsabilidad del mando a más alto nivel de la fuerza aérea crear a tiempo los prerrequisitos tácticos y técnicos para empleos masivos temporales de poder aéreo en puntos del esfuerzo principal. Ello se cumplirá estableciendo y manteniendo instalaciones terrestres adecuadas en todas las áreas cruciales a fin de que el rápido desvío de las unidades adyacentes de la fuerza aérea (al menos durante un día de operaciones) no presente serías dificultades.

Cuántas unidades de la fuerza aérea son requeridas para apoyar a una fuerza cercada debe ser determinado sobre la base de los efectivos enemigos conocidos, el tamaño y vulnerabilidad de la bolsa, y su distancia de las líneas amigas más próximas. Cuánto apoyo aéreo puede ser proporcionado dependerá esencialmente de la capacidad de los aeródromos, la situación del suministro, y la intensidad del combate en otros sectores. Los efectivos aéreos realmente necesarios en tales situaciones pueden ser difícilmente sobrestimados. Tienen que compensar las deficiencias críticas que siempre agravan la situación en una bolsa (escasez de munición de artillería, fuertes pérdidas de armas y tanques, etc.) y apuntalar la moral de las tropas cercadas durante su dificultosa lucha. Además, ya que la proximidad inmediata de una bolsa es usualmente escena de grandes concentraciones enemigas, las unidades aéreas de apoyo encontrarán numerosas oportunidades para debilitar las fuerzas del enemigo. Aquí, incluso más que en la mayoría de otras situaciones, una adecuada reserva de efectivos aéreos debe estar disponible, específicamente por las siguientes razones:

a. La defensa de una bolsa a menudo toma un giro inesperado y puede precisar el rápido empleo de apoyo aéreo adicional que sólo puede ser proporcionado si amplias reservas están disponibles para su uso instantáneo.

b. La posibilidad de fuertes pérdidas en aviones debe ser tenida en cuenta, particularmente como resultado de ataques de bombardeo enemigos sobre los aeródromos amigos.

c. La crisis más seria en una ruptura puede repentinamente surgir en una fase final de la operación. Esto aumentará automáticamente la necesidad de protección aérea inmediata, y sin reservas adecuadas tal apoyo aéreo adicional no estará disponible en el momento decisivo.

d. Unidades completas de la fuerza aérea pueden repentinamente quedar en tierra debido al tiempo desfavorable y a las condiciones del terreno tales como densa niebla y pistas de aterrizaje profundamente enlodadas.

Los pronósticos meteorológicos de largo alcance cubriendo una ancha área deberían de estar disponibles para el mando de las fuerzas terrestres. Tales datos pueden ser de gran importancia para seleccionar el momento más favorable para una ruptura, especialmente si incluyen un pronóstico acertado de períodos de mal tiempo durante los cuales la fuerza aérea enemiga será incapaz de operar. Incluso las condiciones meteorológicas locales y temporales pueden tener una relación directa en las decisiones tácticas. Es concebible que una fuerza embolsada pueda aprovecharse de disturbios temporales climáticos sobre bases aéreas enemigas, los cuales pueden tener como consecuencia dejar en tierra al grueso del apoyo aéreo local enemigo, mientras que existan condiciones meteorológicas más favorables tras las líneas amigas, permitiendo a las unidades aéreas propias llevar a cabo sus misiones.
El mando sobre todas las unidades de la fuerza aérea en un área donde estén tropas terrestres cercadas por el enemigo debe estar en manos de un comandante de la fuerza aérea, quien deberá tener también el control táctico sobre las formaciones aéreas de sectores adyacentes cada vez que sean empleadas en apoyo de la fuerza embolsada. Además, todas las unidades antiaéreas en el área deben estar bajo su mando. [Nota del Editor: Debe recordarse que en la organización alemana la mayoría de las unidades antiaéreas eran parte de la Luftwaffe]. En el caso de un cerco a gran escala con pistas de aterrizaje adecuadas e instalaciones de suministro existentes dentro de la bolsa, es aconsejable nombrar un comandante especial de la fuerza aérea para el área de la bolsa, que deberá estar localizado en las proximidades inmediatas del puesto de mando de la bolsa. Este oficial de la fuerza aérea deberá recibir sus órdenes del comandante de la fuerza aérea responsable de toda el área.

Traducción: Francisco Medina

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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:20 pm

SECCIÓN II. MEDIDAS PREPARATORIAS

Todos los preparativos para el apoyo aéreo deben ser llevados a cabo tan discretamente como sea posible. Debe tomarse gran cuidado en encubrir las intenciones de la fuerza embolsada y, específicamente, evitar ofrecer cualquier pista en lo que se refiere al momento y lugar del inminente ataque. Las operaciones aéreas de suministro deben ser iniciadas en el momento más temprano posible, para asegurar que las necesidades de munición y combustible de las tropas para los días de la ruptura puedan ser adecuadamente cubiertas. Con escasas excepciones el suministro por aire es indispensable para el éxito de una fuerza embolsada intentando perforar el cerco enemigo. Aún bajo las más favorables circunstancias, el suministro por aire sigue siendo una medida extremadamente antieconómica. Por lo tanto, cuando el cerco parezca inevitable, todo esfuerzo posible debe ser hecho por adelantado para acumular una adecuada reserva de suministros, al menos de artículos pesados y voluminosos; incluso después de que el cerco se convierta en un hecho, esto debería aún ser hecho por un convoy de suministro fuertemente armado abriéndose paso hacia la bolsa.

Si una fuerza es obligada por órdenes específicas de someterse a un cerco por el enemigo, debería buscar resistir en un área que contenga al menos un aeródromo utilizable. El tipo y la condición del terreno pueden prestar dificultades extremas para lograr la construcción de nuevas pistas de aterrizaje con la mano de obra limitada disponible. Al menos uno y si es posible dos o más aeródromos para el uso de aviones de suministro –preferiblemente con planeadores de transporte- deben estar operativos tan pronto como sea posible. En este caso, las tropas terrestres deben proporcionar la mano de obra necesaria para operaciones de nivelación. En algunas situaciones, debe ser imperativo lograr un ensanchamiento de la bolsa mediante ataques locales, con objeto de capturar un aeródromo adecuado o situar una pista existente más allá del alcance de la artillería enemiga.

Para operaciones nocturnas, las cuales por regla general no pueden ser evitadas, cada aeródromo debe tener un radiofaro, un faro ligero, y un adecuado suministro de bengalas de señales. Todos los aeródromos dentro de una bolsa deber estar bajo el mando de oficiales enérgicos apoyados por personal experimentado, un número considerable de técnicos, y una adecuada fuerza de trabajo para la descarga, hacinamiento y rápida distribución de los suministros.

En bolsas donde no existan aeródromos adecuados desde el principio y no puedan ser construidos, el suministro por aire está limitado al uso de planeadores de transporte. Aunque el volumen de suministros, en este caso, será considerablemente más pequeño, las instalaciones sobre el terreno, excepto por la longitud de las pistas de aterrizaje, tendrán que ser virtualmente las mismas que las descritas arriba.

El lanzamiento de suministros en contenedores de entrega aéreos es un procedimiento sumamente antieconómico. Las pérdidas por extravío o por rotura tras el impacto se extenderán a más del 60%; pueden ser tan elevadas como el 90% si los contenedores son lanzados en las ruinas de una ciudad destruida. Todavía, en el caso de bolsas muy pequeñas, ésta puede ser la única posibilidad de avituallar a la fuerza embolsada por aire. En ese caso, el punto de lanzamiento debe ser fijado por preparativos específicos con las tropas embolsadas ya que el enemigo hará cualquier intento para confundir a los aviones aproximándose y provocar que lancen sus cargas sobre territorio ocupado por el enemigo.

Traducción: Francisco Medina

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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:22 pm

SECCIÓN IV. AVIACIÓN DE CAZA.

Si las tropas terrestres embolsadas están en posesión de instalaciones adecuadas y suministros, puede ser obtenida una considerable ventaja teniendo parte de la fuerza de cazas operando desde aeródromos dentro de la bolsa o al menos utilizando estos aeródromos como pistas de aterrizaje avanzadas para operaciones diurnas. Mientras mayor sea la distancia del área de la bolsa de las principales bases aéreas, mayor será la importancia de tales medidas para el mantenimiento de la bolsa.
Como se puede esperar que el enemigo emplee potentes unidades aéreas en su intento principal para aniquilar a las tropas rodeadas –especialmente si ha reconocido sus preparativos para una ruptura- las fuerzas de cazas amigas tendrán eventualmente la oportunidad de atacar a las formaciones aéreas enemigas que están confinadas en un área pequeña, y de derribar a una cantidad relativamente grande de aviones enemigos.

SECCIÓN V. APOYO CERCANO DE ACCIONES TERRESTRES.

El empleo de cazabombarderos (Schlachtflieger) tiene un significado particular en la defensa de una bolsa donde, por regla general, hay escasez de munición de artillería y una necesidad aumentada de ocultar y salvar los efectivos de las tropas rodeadas. El apoyo aéreo táctico cercano es especialmente necesario durante el reagrupamiento de la fuerza embolsada justo antes de la ruptura. En tal momento, la aviación de apoyo cercano debe tener asumido el papel y desarrollar las misiones de la artillería. Para evitar una disipación de efectivos, el esfuerzo de cazabombarderos debe ser concentrado sobre unas cuantas áreas objetivo de mayor importancia. Al mismo tiempo, debe ser tomado gran cuidad en revelar las intenciones de las tropas terrestres embolsadas. La fuerza y proceder de las unidades de cazabombarderos empleadas inmediatamente antes de la ruptura, por ejemplo, deberán ser mayormente las mismas que en los días precedentes. Los objetivos seleccionados no deberán permitir ninguna indicación de cual es la dirección real del inminente ataque. Si es necesario neutralizar ciertas áreas en el camino de la ruptura, esto debe ser hecho ya sea suficientemente por adelantado o tan pronto como el ataque sobre el terreno haya comenzado. Además de proporcionar apoyo directo a la fuerza atacante de ruptura, los cazabombarderos son también empleados para evitar que el enemigo lleve reservas y que reagrupe a sus fuerzas con el propósito de bloquear el intento de ruptura.

Como regla general –principalmente por razones de suministro- los aviones de apoyo cercano deben operar desde bases fuera de la bolsa. Las bombas y otras municiones apropiadas que puedan estar disponibles en las pistas de aterrizaje dentro del cerco deberán ser salvadas para un esfuerzo aéreo máximo en el día de la ruptura. Ya que las posiciones a lo largo del perímetro están usualmente dentro alcance del enemigo y son difíciles de identificar desde el aire, se debe utilizar gran cuidad en las sesiones informativas de las dotaciones aéreas operando sobre el área. Esto se aplicará particularmente cuando son utilizados aviones de largo alcance desde sectores de combate adyacentes, un procedimiento que de otra manera llevaría a serias pérdidas entre las tropas terrestres amigas. Dichos aviones deberán ser primero transferidos a aeródromos cercanos al área de empleo donde las tripulaciones podrán ser apropiadamente instruidas e informadas de los cambios locales en la situación.

SECCIÓN VI. EMPLEO DE UNIDADES ANTIAÉREAS.

Los cambios visibles en la disposición de unidades antiaéreas antes de la ruptura pueden proporcionar al enemigo pistas definitivas en lo que se refiere a las intenciones de la fuerza embolsada. Los cañones antiaéreos y otro equipamiento antiaéreo relacionado deberán ser por lo tanto dejados en sus posiciones (o reemplazados por instalaciones falsas) hasta el mismo día de la ruptura. El suministro antiaéreo y los elementos de servicio deben ser reagrupados en una fase anterior, pero sin atraer atención indebida. Igualmente, la protección antiaérea de las tropas terrestres durante su reunión antes de la ruptura debe ser dispuesta en lo que se refiere a provocar el cambio menor posible en el patrón existente de las posiciones antiaéreas. Al mismo tiempo, una concentración ostentosa de unidades antiaéreas o de posiciones falsas en un área no relacionada con el esfuerzo principal podría ser concebiblemente utilizada como un modo de engañar al enemigo.

Si están disponibles reservas de munición, las cuales deberán ser dejadas atrás, o si la fuerza de ruptura está sin un adecuado apoyo artillero, entonces puede ser aconsejable emplear algunas unidades antiaéreas en apoyo directo del ataque sobre el terreno. Estas unidades deberán ser trasladadas durante la noche anterior a la ruptura hacia posiciones de doble propósito desde las cuales podrán participar en la fase inicial de la operación proporcionando fuego directo sobre importantes objetivos terrestres además de proporcionar protección antiaérea.

La reagrupación general de las unidades antiaéreas antes de la ruptura deberá tener lugar tan tarde como sea posible y con vista a proteger a los elementos terrestres de avanzada, unidades de flanco, posiciones artilleras, y puntos críticos tales como puentes y desfiladeros. A estas alturas es usualmente imposible evitar despojar a las restantes unidades terrestres e instalaciones de sus defensas antiaéreas. El éxito en llevar a cabo estas medidas depende en la mayoría de los casos en el grado de movilidad retenido por las unidades antiaéreas.

En todos estos preparativos es esencial mantener en mente que los principales objetivos en el empleo de unidades antiaéreas son la protección contra ataques aéreos enemigos a baja altura y contra todos los ataques aéreos que no puedan ser prevenidos por las fuerzas de cazas amigas. Particularmente, cuando la protección ofrecida por la aviación de caza es inadecuada, deber ser usado un gran cuidado en coordinar los esfuerzos de las unidades antiaéreas y de cazas.
Para la fase de ruptura deben de hacerse planes específicos para regular el desplazamiento hacia delante de unidades antiaéreas y su prioridad de movimiento durante el avance, proveyéndoseles de todo lo posible para anticiparse en los diversos movimientos que podrían convertirse en necesarios.

SECCIÓN VII. EVACUACIÓN POR AIRE.

Deben de hacerse planes detallados por la fuerza aérea para utilizar aviones de suministro que regresen de la bolsa para la evacuación de heridos, personal y equipo excedentes, y para ayudar al mando terrestre a llevar a cabo otras medidas de evacuación (incluyendo, en algunos casos, la extracción de equipo industrial). El Ejército, por otra parte, es responsable de proporcionar instalaciones médicas adecuadas en las bases aéreas a las cuales son evacuados los heridos. Ya que las bajas deben esperarse que ocurran en una alta tasa durante ciertas fases de la operación, sería necesario encargarse de grandes cantidades de heridos en el tiempo más corto posible.

Traducción: Francisco Medina

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Mensaje por Francis Currey » Mié Oct 05, 2005 2:23 pm

SECCIÓN VIII. APOYO AÉREO DURANTE LA RUPTURA

En vista de las grandes dificultades normalmente encontradas durante una ruptura, las tropas terrestres necesitan protección contra ataques persistentes desde el aire, así como un continuo apoyo aéreo táctico. Ambos son indispensables para el éxito de toda la operación. Esto es particularmente cierto para la mayoría de las fases críticas de la ruptura que ocurren, primero, durante el ataque inicial; segundo, cuando el enemigo emplea sus reservas contra los flancos y la retaguardia de la fuerza embolsada; y, finalmente, cuando trata de alcanzar y bloquear a las tropas retirándose de la bolsa. Durante estas fases, el comandante de la fuerza aérea debe concentrar todas las unidades aéreas disponibles y ejercer firmemente una constante presión en los puntos críticos. En los intervalos entre estos esfuerzos principales, él tiene las misiones de evitar interrupciones en el avance sobre el terreno, y de mantener a sus unidades en vuelo en el estado de disposición más alto posible. Es, por supuesto, imposible idear un procedimiento operativo estático para el apoyo aéreo durante una ruptura, ya que no hay dos situaciones iguales. No obstante, los siguientes principios básicos deben ser recordados.
Durante la fase inicial todas las unidades aéreas disponibles deben ser empleadas en apoyo directo de los elementos terrestres en vanguardia. Los ataques aéreos sobre objetivos terrestres, comenzando con un fuerte golpe de apertura y continuado en sucesivas oleadas, debe ser estrechamente coordinados con el plan de fuego de la artillería. Los blancos de los cazabombarderos comprenderán objetivos que no pueden ser observados desde el terreno (posiciones enemigas de artillería, áreas de reunión, reservas tácticas); también las posiciones enemigas que ofrezcan una resistencia particularmente fuerte, movimientos de enemigos aproximándose al área de combate, y elementos hostiles amenazando los flancos de las puntas de lanza avanzando. Las reservas de relevo de cazabombarderos, dando círculos a cierta distancia o, aún mejor, a una altitud considerable sobre el área de combate, deben ser empleadas para eliminar cualquier resistencia enemiga reanimada y para reducir a los recién identificados puntos fuertes enemigos. Su presencia en el aire fortalecerán grandemente la moral de las tropas terrestres atacantes. La experiencia enseña, además, que cuando estos aviones aparecen sobre el campo de batalla, las baterías enemigas cesarán de disparar, para evitar ser identificadas desde el aire. Al mismo tiempo, aviones a baja altura a menudo serán atacados desde posiciones enemigas hasta ahora sin identificar que estarán por eso expuestas a la acción de la artillería. Otra medida practicable puede ser la colocación de pequeñas cortinas de humo para cegar a la observación de artillería enemiga.

Para evitar alcanzar a las tropas terrestres amigas, los bombarderos deben operaran en la profundidad de la zona de avance contra posiciones de artillería enemigas, áreas de reunión, y objetivos similares. También pueden ser empleados para arrojar grandes cortinas de humo, específicamente para eliminar la observación enemiga desde terreno elevado fuera de los flancos o desde el terreno dominante delante de las tropas que avanzan. Los objetivos importantes en el área de penetración deber ser reducidos antes de la ruptura mediante ataques de bombardeo, a fin de aligerar la tarea de las tropas terrestres durante la fase inicial de la operación. Esto no puede ser hecho, sin embargo, si tales ataques son probablemente para revelar los planes de la fuerza de ruptura. Ni esta regla se aplicará a los puestos de mando enemigos; éstos deben ser atacados en el momento más oportuno, inmediatamente después de la ruptura, cuando la confusión resultante entre el enemigo retribuya en una ventaja mayor para la fuerza atacante.

El reagrupamiento de unidades enemigas, que, según la experiencia alemana en Rusia, podría tener lugar entre seis y diez horas después de que una ruptura haya comenzado, debe ser reconocido y reportado por la aviación de reconocimiento amiga tan rápidamente como sea posible. Desde entonces, el enemigo deberá ser mantenido bajo constante observación aérea.

En operaciones de ruptura de larga duración, las fuerzas de cazas disponibles son usualmente incapaces de proporcionar cobertura aérea efectiva todo el tiempo. En ese caso, sus esfuerzos deben ser concentrados en apoyar aquellas fases de la ruptura que, en términos de terreno y resistencia enemiga, se espera que impliquen las mayores dificultades y el mayor grado de exposición a ataques aéreos enemigos. Entre estos períodos de máximo esfuerzo aéreo –que deben ser utilizados para completa ventaja de las tropas terrestres- será a menudo necesario restringir el empleo de aviones de caza, principalmente debido a limitaciones logísticas tales como la munición insuficiente y el suministro de combustible. No obstante, una reserva adecuada de cazas debe estar siempre preparada para despegues inmediatos con objeto de defender el avance de las tropas terrestres contra inesperados y fuertes ataques aéreos enemigos. Mientras más oscura sea la situación aérea enemiga, más grande debe ser los efectivos de la fuerza de caza mantenidos en reserva.

El apoyo aéreo para una fuerza de relevo que está avanzando en la dirección de una bolsa debe ser, por regla general, mantenido al mínimo, con objeto de asignar la cobertura aérea más fuerte posible a las tropas que están emergiendo del cerco enemigo. Las fuerzas aproximándose desde la línea principal del frente están usualmente en una mucho mejor posición para compensar este deficiencia mediante el uso aumentado de la artillería y de las armas antiaéreas. En tales situaciones, el fuego de apoyo de aviones amigos debe ser cuidadosamente regulado para evitar inflingir bajas entre las tropas terrestres que avanzan, especialmente justo antes del enlace de las dos fuerzas convergentes. Incluso después de que la unión haya sido efectuada, la anterior fuerza embolsada podría precisar protección aérea especial, al menos mientras su reorganización y rehabilitación están siendo consumadas.

Traducción: Francisco Medina

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