La última Batalla, condensado del libro de Cornelius Ryan

La guerra en el este de Europa

Moderadores: José Luis, Audie Murphy

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Sab Jul 14, 2007 12:40 am

En el cuartel escondido

El guardia hizo subir la barrera de hierro que cerraba la entrada y, entre una lluvia de saludos militares, el automóvil entró en el cuartel general de Zossen. Era casi como entrar en otro mundo. Pues se trataba, en verdad, de un mundo aparte; un mundo militar secreto, camuflado, identificado por los nombres de "Maybach I y Maybach II".

El automóvil entraba por el campamento Maybach I, donde estaba el cuartel general de la OKH, el alto mando del Ejército a cargo del coronel general Heinz Guderian. Desde aquí, el general dirigía los ejércitos del frente oriental. Un kilómetro y medio más allá estaba el Maybach II, donde quedaba el cuartel general de la OKW, el alto mando de las fuerzas armadas. Era este el cuartel general donde residía la más alta autoridad del mando supremo: Hitler.

El más alto oficial de la OKW, el jefe de estado Mayor, mariscal de campo Wilhelm Keitel, y su jefe de operaciones, coronel general Alfred Jodl, permanecían cerca del Fuhrer siempre, donde quiera que fuese.
Sin embargo, a través del engranaje de las operaciones de la OKW, Keitel y Jodl mandaban los ejércitos del frente occidental y trasmitían las órdenes de Hitler a todas las fuerzas armadas alemanas. Por tanto, Maybach II era el sanctasactórum, tan inaccesible e impenetrable que solo a unos pocos oficiales de Guderian se les permitía entrar en él. Los dos cuarteles estaban separados materialmente por cercas de alambre de púas, vigiladas por centinelas.

Bajo la fonda protectora de la arboleda, el automóvil de Heinrici siguió por uno de los muchos angostos caminos sin pavimentar. Aquí y allá, a distancias irregulares unos de otros, entre los árboles, había algunos edificios de hormigón, y en puntos estratégicos, las jibas de los fortines salían de la tierra. Había más de éstos bajo tierra en Maybach I y en Maybach II que encima de la superficie. Cada edificio de estas instalaciones subterráneas tenía tres pisos conectados entre sí por pasajes. La principal de estas instalaciones era "la Central 500", la más grande estación telefónica, de teletipo y radio, de comunicación militar de Alemania. Completamente equipada, con aire acondicionado, agua, cocinas y habitaciones, se extendía 21 metros debajo del suelo.

No obstante su camuflaje, el campamento de Zossen había sido bombardeado, según pudo Heinrici observar a medida que iba recorriendo la ruta en su automóvil. Por todas partes se veían cráteres y árboles caídos, y algunos edificios mostraban daños.

Continúa...
Próximo capítulo; El fantástico lío en que nos encontramos

Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Sab Jul 14, 2007 12:42 am

"El fantástico lío en que nos encontramos"


Guderian se hallaba sentado ante un gran escritorio atestado de papeles en su oficina espartana. De mediana estatura, ancho de hombros, con muestras de incipiente calvicie y un bigote descuidado, aparentaba tener más de los 56 años que en realidad tenía. El creador de las fuerzas masivas de Panzers de Hitler, el general cuyas tácticas militares habían dado por resultado la captura de Francia en 1940, tan solo en 27 días, y que casi había llegado a hacer lo mismo en Rusia, se hallaba ahora poco menos que impotente. No obstante ser jefe del estado mayor, no tenía virtualmente influencia con Hitler. Por costumbre malhumorado, Guderian sufría estos días violentos ataques de ira.

-Le diré que Hitler no quería dar a usted este mando (confesó a Heinrici). Yo fui el responsable. Le dije a Hitler que usted era el hombre que necesitábamos.

Su voz al principio estaba extenta de emoción. Pero a medida que profundizaba en el tema se iba acalorando y el tono cambió.

-Himmler (se apresuró a decir amargamente) fue el problema más grande. Deshacerse del hombre que usted va a remplazar.

Heinrici se había enterado muy recientemente de la sorprendente noticia de que el Reichsfuhrer Heinrich Himmler había asumido el mando del Ejército del Vístula. Conocía a Himmler como ministro del Interior, jefe de la Gestapo y la SS, y probablemente el hombre más poderoso de Alemania después del Fuhrer. Sin embargo, aunque era también comandante del Ejército de Reclutas, no tenía experiencia como jefe de tropas de combate.

Cuando el frente polaco empezó a derrumbarse antes de que llegase la ola invasora del Ejército rojo, en Enero, Guderian había tratado desesperadamente de convencer a Hitler de la urgente necesidad de formar un grupo de ejércitos que actuara como línea de defensa entre el Oder y el Vístula. Si esa línea se sostenía, se podía contener la avalancha rusa e impedir que llegara directamente al corazón de Alemania.

-Pero (tronó Guderian), ¿A quién pusimos al mando de este grupo? ¡Hitler nombró a Himmler! ¡Al menos indicado de todos, Himmler!

Guderian protestó contra ese "erróneo y absurdo nombramiento", pero Hitler se mantuvo en sus trece. Bajo el mando de Himmler el frente se desplomó casi por completo. El ejército rojo se movilizó a través del Vístula; luego, parte de sus fuerzas marcharon en dirección norte hasta el Báltico, aislando, solamente en la Prusia del Este, de 20 a 25 divisiones. El resto de los ejércitos soviéticos avanzaron forzadamente a través de los rios Oder y Neisse. Por todo el frente Oriental las tropas alemanas se veían superadas, pero ningún sector había cedido tan pronto como el que mandaba Himmler. Su fracaso había abierto las puertas de Berlín y puesto a la ciudad en inminente peligro.
Hacía apenas 48 horas que Guderian había ido a la comandancia del Ejército del Vístula, en Birkenhain, 80 kilómetros al norte de Berlín. Al no ser informado de que Himmler estaba enfermo, había logrado por fin encontrarlo a unos 30 Km de distancia, donde había ido a "Hospitalizarse cobardemente tan sólo para cuidarse un catarro". Guderian le expresó su pesar por hallarlo enfermo y le manifestó que probablemente su mal estado de salud se debía al exceso de trabajo y que debería renunciar a uno de los muchos cargos que tenía, por ejemplo al de comandante del Ejército del Vístula.

Himmler aceptó la propuesta. "Pero", preguntó, "¿cómo voy a sugerirle al Fuhrer?" Guderian le dijo al instante que, si le daba autorización, él mismo se lo propondría. Esa noche, Hitler relevó al agobiado Reichsfuhrer, pero después de mucha oposición a la idea y con bastante vacilación.

Con voz que temblaba por la ira, Guderian le dijo a Heinrici;
-El lío en que nos encontramos es fantástico. Es increíble la manera en como se está haciendo la guerra. ¡Increíble!
Durante meses, Guderian había tratado de hacer entender a Hitler que era necesario adoptar "medidas energicas". Hizo notar la urgencia de efectuar reiteradas estratégicas en los Estados bálticos y en los Balcanes; reducir las líneas en todos los frentes a fin de trasladar rápidamente algunas divisiones al frente ruso. Los rusos tenían un número de divisiones dos veces mayor que el de los Aliados occidentales; sin embargo, la mayoría de las divisiones alemanes y las mejores de ellas estaban luchando contra los ejércitos de Eisenhower. Pero Hitler se negó a aceptar los hechos basados en las cifras que se presentaron a su consideración.

-Entonces (declaró Guderian) Hitler cometió probablemente su más grave error.

En Diciembre de 1944 lanzó su ofensiva en masa, como una última jugada, contra los Aliados occidentales, a través de los bosques de las Ardenas en Bélgica, y en el Norte de Luxemburgo.
El ataque, alardeaba Hitler, cambiaría todo el curso de la guerra. Contra el centro de la línea aliada lanzó tres ejércitos completamente equipados: veinte divisiones. Tomados por sorpresa, los Aliados se vieron obligados a ceder terreno; pero después, recobrándose, hicieron retroceder a las destrozadas tropas de Hitler hasta detrás de la frontera alemana, en solo cinco semanas.

-Cuando se hizo evidente que la ofensiva había fracasado ( dijo Guderian), supliqué a Hitler que sacara nuestras tropas de las Ardenas para colocarlas en el frente Oriental. Mas todo fue en vano.
Hizo una pausa y haciendo un esfuerzo se serenó. Luego continuó;
-Los rusos nos tienen acogotados. Han suspendido la ofensiva para reagruparse. Calculamos que tendrá usted de tres a cuatro semanas para reagruparse. No importa lo que suceda en otras partes, es necesario impedir que las tropas rusas pasen del río Oder, si queremos sobrevivir. Es nuestra única salvación.
Mostrándole mapas, Guderian informó a Heinrici de la situación. Luego, echando una mirada a su reloj, dijo con disgusto;
-Tengo que volver a Berlín para una conferencia con el Fuhrer a las tres.
El solo pensamiento lo hizo prorrumpir en otra explosión de furia.
- ¡Es imposible trabajar! ¡Dos veces al día tengo que pasarme horas oyendo las imbecilidades de ese grupo que rodea a Hitler! ¡Todo mi tiempo se va en viajar a Berlín o escuchar chácharas!

Continúa...
Próximo capítulo; Se revelan secretos de guerra


Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
Álvaro
Miembro
Miembro
Mensajes: 335
Registrado: Sab Oct 21, 2006 9:24 pm
Ubicación: Tenerife, España

Mensaje por Álvaro » Sab Jul 14, 2007 5:25 pm

Estoy leyendo este libro que conocí gracias a tí y es muy recomendable, sigue así.
…y ahora ellos estarán diciendo ¡***, es el Hijoputa de Patton otra vez!
Y sí, es el Hijoputa de Patton, que ha vuelto.
(George Smith Patton)

Avatar de Usuario
bycicleto
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 733
Registrado: Mié Jul 26, 2006 3:11 am
Ubicación: Valencia (España)

Mensaje por bycicleto » Sab Jul 14, 2007 6:57 pm

¡Es imposible trabajar! ¡Dos veces al día tengo que pasarme horas oyendo las imbecilidades de ese grupo que rodea a Hitler! ¡Todo mi tiempo se va en viajar a Berlín o escuchar chácharas!
Cada vez me cae mejor este Guderian :lol:

Sigue así Shindler, un saludo
Imagen

"¿E irás a Flandes, mi querida Mally?
¿Para ver a los grandes generales, mi preciosa Mally?
Lo que verás serán las balas volar,
y a las mujeres oirás llorar,
y a los soldados morir verás,
mi querida Mally".
Canción de los soldados del duque de Marlborough, principios del siglo XVIII

balatón
Expulsado
Mensajes: 112
Registrado: Vie Jul 06, 2007 4:52 pm
Ubicación: En mi casa.

Mensaje por balatón » Dom Jul 15, 2007 11:27 am

Si no recuerdo mal: Hitler echó a Guderian por decirle en voz alta que retirara las tropas de Curlandia. Y le sustituyó por otro de sus ``adoradores´´, el fanático Krebs.
Una mentira repetida 1.000 veces es una verdad. Joseph Goebbels

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Lun Jul 16, 2007 11:04 pm

Muchas gracias estimados Alvaro y Bycicleto por sus comentarios.
balatón escribió:Si no recuerdo mal: Hitler echó a Guderian por decirle en voz alta que retirara las tropas de Curlandia. Y le sustituyó por otro de sus ``adoradores´´, el fanático Krebs.
Amigo balaòn, si pudieras esperar a que termine mi primer entrega (te recuerdo a ti y a los demàs amigos foristas que èsta transcripciòn es una versiòn condensada para la Reader's Digest del año 1966 que consta de tres partes y recièn voy por la primera parte) en la segunda entrega Los vencedores a las puertas en los capìtulos "Final del raciocinio" y "Increìble mundo subterràneo" (concretamente en èste ùltimo) se confirma que (y no me gusta adelantar :? ) Luego se acercò el meloso teniente general Hans Krebs, sucesor de Guderian(y otras cosillas :lol: ). (y no adelanto màs :? ) se confirman tus sospechas, ademàs recomiendo lean y disfruten èste maravilloso libro. :wink:

Se revelan secretos de guerra


En la antesala, el ayudante de Heinrici, capitán Heinrich von Bila, de 36 años, había estado calculando el tiempo de la entrevista por la cantidad de mapas y planos que se llevaban a la oficina de Guderian. Cuando solo quedaban uno o dos por llevar, miró vagamente el de encima. Era un mapa de toda Alemania y las líneas parecían diferentes. Von Bila lo miró más cuidadosamente. El mapa era extraño y se hallaba impreso en inglés. Estaba, en efecto, mirando un mapa de los Aliados. Era el plan secreto de cómo se proponían ocupar y partir a Alemania.

El original del mapa y los papeles que lo explicaban se guardaban en una caja de seguridad en el cuartel de emergencia del general Jodl. Lo habían capturado a los Aliados en los días finales de la ofensiva llevada a cabo en las Ardenas. De todos los secretos caídos en manos del Servicio de Inteligencia alemán durante la guerra, este era el más brutalmente revelador. El Fuhrer, luego de pasar largas horas una noche estudiando este legajo, lo había clasificado como "secreto máximo de Estado".

Contenía un memorando de 70 páginas que iba acompañado de una carta firmada por el mayor general Sir Francis de Guingand, el jefe del estado mayor de Montgomery. En la tapa tenía escrito el espeluznante título "Operación Eclipse" . Cosidos a su cubierta posterior, había dos mapas, cada uno de 50x45 cm.

Con gruesas líneas los límites estaban delineados en el mapa. Las regiones norte y noroeste estaban marcadas con grandes iniciales U.K.; la zona sur llevaba las iniciales U.S.A.; el resto del Reich estaba marcado U.S.S.R. Berlín quedaba muy en el interior de la zona soviética, pero estaba dividido entre los Tres Grandes.

El legajo de la Operación Eclipse marchitó una de las últimas esperanzas de Alemania. Hitler y sus consejeros abrigaban la esperanza de que, una vez que el Ejército rojo cruzara las fronteras del Reich, la alianza de sus enemigos comenzaría a resquebrajarse. El Occidente, creían ellos, nunca permitiría que la Rusia soviética dominara la Europa Central. Pero el legajo de la Operación Eclipse, al estudiarlo, les indicaba claramente que la Alianza estaba claramente intacta... y en Febrero el comunicado oficial de Yalta confirmó el hecho.

Aún más doloroso fue verificar en los documentos el énfasis que se le ponía en una rendición incondicional: se hacía mención de ella una y otra vez. Los alemanes estaban convencidos de que la "rendición incondicional" era mera propaganda de los Aliados para consumo interior. Ahora sabían la verdad. Los Aliados no daban cabida a la esperanza; no había futuro para Alemania. Para Jodl significaba esto que no le quedaba a Alemania otro recurso que pelear hasta el último y amargo final.

Continúa...
Próximo capítulo; Adivinando en la bola de cristal


Gracias por estar
P.D. Disculpen que mis entregas sean un poco tardìas pero el tiempo y el trabajo me traen mal :?
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Lun Jul 16, 2007 11:13 pm

Adivinando en la bola de cristal


Uno de los más grandes mitos creados despué de la SGM es el de que el presidente Franklin D. Roosevelt fue el responsable por las zonas de ocupación. El hecho es que fueron los británicos los únicos responsables.

El 19 de Noviembre de 1943, a las 3 de la tade, el presidente Roosevelt sostenía una conferencia a bordo del buque de guerra Iowa, rumbo al Oriente Medio para las conferencias que los líderes aliados, iban a sostener en el Cairo y Teherán. Rodeado de ayudantes y consejeros, entre ellos los más altos jefes del Ejército, se manifestaba visiblemente disgustado. Los documentos y mapas que tenía ante sí resumían lo esencial de un proyecto llamado Operación Rankin, Caso C, uno de los muchos estudios hechos en conexión con la futura Operación Overlord: la invasión total de Europa. Rankin C trataba de los pasos que se debían dar en caso de que el enemigo capitulara repentinamente. El plan proponía que el Reich y Berlín se dividieran en sectores, y que cada uno de los Tres Grandes ocupase una zona. Lo que disgustaba al Presidente era la zona que había sido escogida para su país.

La Rankin C se había elaborado bajo circunstancias peculiares y una serie de contratiempos. La difícil tarea de tartar de preparar anticipadamente un plan para un comandante supremo de los Aliados en Europa, que todavía no había sido nombrado, y la de planear tanto para una ofensiva cruzando el Canal como para la posibilidad de un repentino colapso alemán, estaba a cargo del teniente general británico Frederick Morgan. Su primer plan de ocupación de Alemania fue preparado, según explicó más tarde, "depués de muchos esfuerzos por adivinar en la bola de cristal". Pero asímismo incluía las recomendaciones de un gabinete creado por el primer ministro adjunto Attlee: incluía tal plan una división tripartita, dando a Gran Bretaña la ocupación de las zonas comerciales e industriales del noroeste. Morgan había dividido en el mapa a alemania en tes partes matemáticas, "señalando tenuemente con lápiz azul los límites de las actuales fronteras de las provincias".

Era obvio que los rusos, viniendo del este, ocuparan el sector este. En cuanto a las zonas e los ingleses y los norteamericanos, sus relaciones de norte a sur parecían haber sido predeterminadas por un factor: desde el principio de la guerra las tropas norteamericanas se habían acuartelado en el sur y el suroeste de Inglaterra; las fuerzas británicas en el norte y el sudeste. Así que las concentraciones de tropas, sus bases de aprovisionamiento y sus sistemas de comunicaciones estaban separados: los norteamericanos a la derecha, los británicos a la izquierda. Según Morgan concebía la "Overlord" (Invanción de Europa), este sistema debía continuar a través del Canal hasta las playas invasoras de Normandía... y era de presumir que por toda Europa hasta el corazón mismo de Alemania. Por tanto, los norteamericanos acabarían ocupando las provincias al sur de Alemania.

-Yo no creo (dijo Morgan más tarde) que nadie en aquel tiempo hubiera podido darse cuenta cabal de las implicaciones finales que tendría esta división en tres partes, la que probablemente fue hecha por funcionarios de jerarquía inferior en la Oficina de Guerra. Pero de allí dependió todo lo demás.

A bordo del iowa, el preidente de los Estados Unidos comprendió el significado de aquello. "No me gusta este arreglo", declaró. Él deseaba para su país el noroeste de Alemania. Quería acceso a los puertos de Bremen y Hamburgo. Y sostenía con firmeza algo más: que la zona de los Estados Unidos debería abarcar todo el Norte de Alemania hasta Stettin sobre el Oder. "Los Estados Unidos deben tener a Berlín", decía. "Los soviéticos pueden quedarse con el sector este".

Las sugerencias del presidente sorprendieron a sus consejeros militares. El estado mayor conjunto de los Estados Unidos creía que los puntos discutidos en la Rankin c estaban ya acordados y que el plan había tenido aprobación en principio, hacía ya tres meses. Ahora, el presidente discutía nada menos que las bases mismas de la Operación Overlord. Porque, si las zonas acoradadas de ocupación se cambiaban, tendría que efectuarse un cambio de tropas en Inglaterra antes de la invasión. Esto tomaría tiempo y por tanto podría perjudicar la ofensiva a través del Canal. Sus consejeros trataron de convencer al Presidente de la inmensa complicación de transportes que entrañaban éstos movimientos, la seriedad de los problemas que un cambio traería consigo.
En su criterio, el costo era prohibitivo. Roosevelt se mantuvo firme.

Por último, echó mano de un mapa de Alemania, de la revista National Geographic, que estaba sobre la mesa. Tazó en él una línea desde la frontera occidental de Alemania hasta Dusseldorf, y hacía el sur a lo largo del Rin hasta Maguncia. Después, con una línea gruesa, dividió a Alemania en dos partes a lo largo del paralelo 50, hacia el este, hasta Asch en la frontera checa. Luego el lápiz siguió marcando hacia el nordeste hasta Stettin sobre el Oder. los norteamericanos tendrían la zona al norte de la línea gruesa y los británicos la zona del sur. El triángulo angosto que quedaba en el este era, parecía obvio, la zona soviética. menos de la mitad de área concedida a rusia en el plan Rankin C propuesto. Berlín quedaba en la línea limítrofe entre la zona soviética y la de los Estados Unidos. Según entendía el general George Marshall, el Presidente quería que Berlín fuese ocupado conjuntamente por tropas norteamericans, británicas y soviéticas. El mapa mostraba sin lugar a dudas lo que el Presidente pretendía; por encima de todo, su determinación de quedarse con Berlín.

Continúa...
Próximo capítulo; La iniciativa perdida


Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
HANS LANGSDORFF
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 720
Registrado: Dom May 27, 2007 10:31 pm
Ubicación: ESPAÑA, Cádiz.

Mensaje por HANS LANGSDORFF » Jue Jul 19, 2007 9:00 pm

Hola Shindler, quiero poner en tu conocimiento en particular y en el de todos en general lo siguiente: me estaba encantando tu post tanto que esperaba que pusieras rapidamente el próximo capítulo: pues bien, fui por trabajo a madrid y pasé por la librería gabriel molina buscando unos libros de osprey y casualmente me encontré con este de Cornelius Ryan,a sí que lo compré el martes y me ha gustado tanto que me he cepillado la mitad del libro.

Así que muchas gracias, shindler, porque gracias a ti he podido leer el libro, y selo recomiendo a todos. Un saludo.

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Vie Jul 20, 2007 12:32 am

Hola, gracias a todos por su interés, amigo HANS LANGSDORFF mis disculpas, es que no he tenido mucho tiempo, estoy en pleno trámite de unos papelillos y el trabajo :oops: pero ya me conocen que no tengo miedo a a transcripción :lol: aquí les dejo una parte muy interesante, en breve fnalizaré la primer entrega de este apasionante libro. 8)


La iniciativa perdida

En esta forma se presentó el primer plan concreto de los Estados Unidos para la ocupación de Alemania. Pero había un problema: Roosevelt, a quien se había criticado con frecuencia por actuar como su propio secretario de Relac iones Exteriores, no había comunicado a nadie sus puntos de vista, fuera de sus jefes de estado mayor. Después de la conferencia en el Iowa, el general George Marshall, jefe del estado mayor del Ejército norteamericano, dio el mapa de Roosevelt (la única tangible evidencia del pensamiento del gobierno estadounidense sobre la ocupación de Alemania) al mayor general Thomas Handy, jefe de la División de Operaciones de la Secretaría de Guerra.
El mapa fue archivado.

-Hasta dónde yo sé (dijo Handy más tarde), nunca tuvimos instrucciones de enviar éste mapa a ningún oficial de la Secretaría de Estado.

Fue este apenas uno en la serie de extraños y costosos errores y equivocados juicios de los funcionarios norteamericanos en los días siguientes a la conferencia a bordo del Iowa, los cuales iban a tener una profunda influencia en el futuro de Alemania y Berlín.

El 29 de Noviembre, Roosevelt, Churchill y Stalin se reunieron por primera vez en Teherán. Nombraron a los representantes de la importantísima Comisión Consejera de Asuntos de Europa, encargada de celebrar en Londres los términos de rendición para Alemania, definir las zonas de ocupación y formular los planes para la administración del país por los Aliados. Roosevelt nombró embajador en la corte de St. James a John Winant, pero este no recibió instrucciones concretas.
Entre tanto, los jefes del alto mando, a pesar de sus protestas de no querer intervenir en política, fueron en realidad los arquitectos de la política de los Estados Unidos en la Europa de la posguerra. Para ellos, la capitulación , la partición y ocupación de Alemania eran asuntos netamente militares: las zonas de ocupación serían determinadas, más o menos, por la última posición de las tropas. Como resultado inevitable, se encontraron en pugna con la Secretaría de Estado. Para tratar de coordinar los puntos de vista opuestos, se estableció a principios de Diciembre de 1943 una comisión especial, denominada Comité de Seguridad, integrada por representantes de las Secretarías de Estado, de Guerra y de Marina. En el consiguiente tira y afloja, los funcionarios de la Oficina de Asuntos Civiles de la Secretaría de Guerra ejercieron el veto en forma eficaz. Se perdió definitivamente toda esperanza de que los Estados Unidos llegaran a una política coherente y unificada sobre este asunto. Las discusiones se prolongaron durante todo el mes de Diciembre. Mientras tanto, Winant estaba en Londres sin recibir instrucciones.

El 14 de Enero de 1944, el general Eisenhower, recientemente nombrado comandante supremo, llegó a Londres para asumir su cargo, y toda la maquinaria de planeamiento militar fue puesta bajo su mando.
El 15 de Enero el Plan Rankin C fue presentado formalmente por Sir William Strang, subsecretario inglés de Asuntos Extranjeros, a Winant y al enviado soviético, embajador Fedor Gusev. Los Estados Unidos, por el desacuerdo de sus funcionarios en Washington, habían perdido la iniciativa. Nunca la volverían a recuperar.
El 18 de Febrero, en la segunda reunión de la EAC, en una decisión diplomática que por su rapidez no tenía precedente entre los soviéticos, Gusev, conocido por su obstinación en la mesa de conferencias, aceptó solemnemente, sin la menor discusión, la propuesta británica. Al mismo tiempo presentó una propuesta escrita sobre los términos de rendición para Alemania; la parte referente a las zonas de ocupación era exactamente igual al plan de la Gran Bretaña.

Los rusos se quedarían con casi un 40 por ciento de la superficie de Alemania, con un 36 por ciento de su población y un 33 por ciento de sus riquezas naturales. "La división propuesta parecía tan justa como cualquiera otra", recordaba Stranger más tarde, y si quizá pecaba de excesiva generosidad con la Unión Soviética, eso estaba de acuerdo con el deseo de nuestros jefes militares, que se preocupaban por la escasez de hombres en la posguerra y no querían un área de ocupación más grande que la necesaria.
Existían muchas otras razones. Entre ellas, una era el temor de que Rusia pudiera firmar la paz con Alemania separadamente; otra (y esta preocupaba particularmente a los militares Norteamericanos), era el temor de que los rusos no quisieran unirse a la guerra contra el Japón.

La rápida aceptación soviética del plan británico desconcertó a Washington y al Presidente.
-¿Cuál es la zona propuesta por nosotros? (preguntó Roosevelt). Debo saberlo para que esté de acuerdo con lo que decidí hace meses sobre este asunto.
Los funcionarios de la Secretaría de Estado se quedaron perplejos; ellos ignoraban lo que Roosevelt había decidido.
Hubo una avalancha de llamadas y Roosevelt reaccionó. "No estoy de acurdo con la propuesta de la Gran Bretaña sobre los límites, dijo rotundamente en un memorando enviado a la Secretaría de Estado. Y una vez más expuso su oposición a aceptar la zona adjudicada a los Estados Unidos, repitiendo con mayor vehemencia aún lo que había dicho a sus consejeros militares en la conferencia del Iowa. El memorando del Presidente fue una revelación para los funcionarios de la Secretaría de Estado.

Roosevelt continuó sosteniendo su actitud negativa a aceptar el plan propuesto por la Gran Bretaña. Después, en Marzo de 1944, ante la urgencia de la situación y la necesidad de tomar una decisión, luego de examinar una vez más la propuesta de la Gran Bretaña, Roosevelt dijo a George Kennan, el consejero político de Winant, que "tomando en cuenta todo, probablemente esa sería una decisión justa". Aprobó la zona soviética y el plan en general, con una condición: Los Estados Unidos, insistía, deberían tener el sector noroeste.
Antes de exponer tal posición al EAC, el embajador Winant quiso dejar bien sentada cierta cuestión.
Los ingleses no pensaban que el acceso del Occidente a Berlín ofreciera ningún problema, como tampoco lo creía Gusev, el representante soviético. Sin embargo, la Secretaría de Estado norteamericano, buscando asegurarse el acceso directo a la capital alemana, había propuesto un plan mediante el cual se establecería un corredor que uniría a Berlín con las zonas occidentales. Winant juzgaba también que las condiciones relativas a tal corredor (y que garantizaran determinadas vías férreas, aéreas y por tierra) eran esenciales. Con todo, la Oficina de Asuntos Civiles de la Secretaría de Guerra de los Estado Unidos rechazó firmemente aquellas proposiciones declarando que la cuestión del acceso a Berlín era, "en todo caso, un problema estrictamente militar" del que se encargarían los jefes militares locales.

Durante los trascendentales meses ded 1944, a medida que las tropas anglonorteamericanas invadía el continente y se acercaban al Reich, Roosevelt se mantuvo firme en su demanda de que se diera a los Estados la zona noroeste de Alemania. Con la misma tenacidad, Churchill se negaba a cambiar de posición. La decisión final se demoró hasta la nueva entrevista de Churchill y Roosevelt, que tuvo lugar en Quebec, en Setiembre de 1944.
Roosevelt había cambiado visiblemente. Vigoroso de costumbre, ahora estaba débil y pálido, y su enfermedad de parálisis se hacía evidente en la dolorosa vacilación de cada uno de sus movimientos.
Había sido elegido presidente en el año de 1933 y todavía buscaba volver a ser elegido para un cuarto período. La campaña política, los contratiempos y la pesada carga de los años de guerra estaban dejándole visibles huellas. El jefe del estado mayor de Churchill, general Sir Hastings Ismay, quedó seriamente impresionado cuando vió al presidente.
"Había adelgazado tanto que parecía más pequeño", dijo Ismay. "La chaqueta le colgaba sobre los anchos hombros y el cuello de su camisa parecía de una talla mucho más grande. Nos dimos cuenta de que la sombra de la muerte se le acercaba".

Cansado, frustrado, acorralado por las circunstancias y bajo la presión de sus consejeros y de Churchill, el Presidente se dio al fin por vencido y aceptó la zona del sur. Los británicos transaron a su vez: convinieron en dar a Estados Unidos el control de los grandes puertos y las zonas de Bremen y Bremerhaven.
En la crítica conferencia de Yalta, en Febrero de 1945, se tomaron las últimas grandes decisiones de guerra de los Tres Grandes. Entre ellas estaba la de dar completa participación a Francia en la Ocupación de Alemania. La zona francesa y su sector en Berlín se entresacaron de las zonas de Gran Bretaña y los Estados Unidos; Stalin se opuso a dar participación a Francia y se negó a contribuir con parte de la zona que le correspondía a Rusia. El 11 de Febrero de 1945 los Tres Grandes aceptaron formalmente sus respectivas zonas. El plan de ocupación, basado en el proyecto llamado Rankin C, era ya oficial. Y conocido por los militares aliados como Operación Eclipse.


Continúa...
Próximo capítulo; Escapada por tren

Gacias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Vie Jul 20, 2007 5:20 pm

Escapada por tren

Eran cerca de las seis cuando el cansado Heinrici llegó a Birkenhain. Durante las dos horas y media de viaje desde Zossen, había permanecido sin hablar palabra, preocupado y desconsolado. El primer vistazo a su nuevo cuartel lo deprimió aún más. Escondido entre los bosques, el puesto de mando del Grupo de Ejércitos del Vístula consistía en una residencia grandiosa, flanqueada de barracas. El edificio principal era una estructura monstruosa con una fila de columnas de tamaño descomunal en la fachada del frente. Años antes, Himmler lo había edificado para que fuera su refugio personal. A poca distancia de la residencia estaba su tren privado, el Steiermark.

Al llegar Heinrici, lo condujeron al despacho del Reichsfuhrer. Himmler se hallaba de pie ante su escritorio. Era de mediana estatura y más largo de torso que de piernas; cara delgada, barbilla hundida, ojos estrábicos tras lentes en sencilla armadura de metal, bigote pequeño y boca de labios delgados. Tenía manos suaves y afeminadas, y la piel del rostro un poco floja y pálida.

Tras saludar a Heinrici y presentarle a dos de sus ayudantes principales, Himmler dio principio a un largo discurso de justificación personal. Le pareció a Heinrici que "había empezado con Adán y Eva" y luego siguió con una explicación tan alambicada en detalles, "que nada de lo que decía se podía entender". Después unos minutos de teatral perolata, los dos ayudantes se despidieron por tener asuntos urgentes que atender. Heinrici se sentó calladamente, dejando que las palabras lo inundaran. De repente sonó el teléfono. Himmler escuchó un momento; pareció quedarse atónito y luego pasando el teléfono a Heinrici le dijo:
-Usted es el nuevo comandante. Es mejor que atienda esta llamada.
Hinrici se quedó rígido a medida que iba oyendo. El desastre había llegado ya a su nuevo mando. El ejército rojo había descubierto cerca de Kustrin los movimientos de unidades alemanas que pasaban a ocupar posiciones para lanzar una ofensiva; una peligrosa ofensiva que Hitler había ordenado, desoyendo las objeciones de Guderian. Atacando por el norte y por el sur, los rusos habían realizado una maniobra de pinzas, aislando a los defensores de Kustrin en el este del río Oder y habían consolidado dos posiciones en la orilla occidental para formar una cabeza de puente para su ataque a Berlín. Poniendo la mano sobre la bocina, Heinrici, sombríamente, dio a Himmler la noticia. El Reichsfuhrer pareció ponerse nervioso y se encogió de hombros:
-Bueno (dijo), usted es el comandante del Grupo de Ejércitos del vístula.
Heinrici ordenó inmediatamente un contraataque y prometió trasladarse al frente lo antes posible. Al soltar el auricular, himmler continuó su discurso plagado de divagaciones, como si nada hubiese sucedido. Heinrici, muy exasperado ya, lo interrumpió para pedirle su opinión sobre la situación general de Alemania, una pregunta "visiblemente desagradable" para Himmler.

El Reichsfuhrer tomó a Heinrici del brazo y lo condujo a un sofá que se hallaba colocado en el extremo opuesto del salón, donde la taquígrafa de la SS no pudiera oír lo que iba a decirle. Y allí le soltó una bomba:
-Por mediación de un país neutral (le dijo en voz baja) he dado pasos para negociar la paz con el Occidente. (hizo una pausa) Le cuento ésto en estricta confidencia, usted entiende.

Heinrici pensó: eso era traición. ¿Estaría Himmler diciendo la verdad? ¿O sería un ardid para hacerle cometer una indiscreción? Himmler, hombre ambicioso, era capaz de cualquier cosa, aun de cometer traición, a fin de ganar el poder. De súbito se abrió la puerta y apareció un oficial de la SS.
-Reichsfuhrer (dijo el oficial), el personal se ha reunido para decirle adiós.
A las 8 de la noche, Himmler, sus oficiales de la SS y guardaespaldas se habían ido. Se llevaron todo lo que pudieron, inclusive, como pudo comprobar Heinrici poco rato después, hasta los cubiertos y la vajilla. Y a bordo de su lujoso tren particular, Himmler avanzaba velozmente esa noche hacia el occidente.

La repugnancia y la ira de Heinrici aumentaron a echar una mirada a su nuevo cuartel general: la oficina y todo lo que allí había era blanco; la alcoba estaba totalmente decorada en verde suave: cortinas, alfombras, tapices, hasta los cobertores y colchas. Uno de sus ayudantes comentó con tono ácido que todo aquello parecía "más apropiado para una dama elegante que para un soldado que trataba de conducir un ejército".
Más tarde en la noche, Heinrici llamó a su anterior jefe de estado mayor que estaba ahora en Silesia. Había decidido no mencionar la revelación que le había hecho Hommler. Hablando con su colega le dijo;
-Himmler no veía la hora de salir de aquí, pues no deseaba tener el mando a su cargo cuando se produzca el derrumbamiento. Para eso, él prefiere un simple general... y yo seré el chivo expiatorio.

Continúa...
Próximo capítulo; Brillante desfile.

Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
HANS LANGSDORFF
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 720
Registrado: Dom May 27, 2007 10:31 pm
Ubicación: ESPAÑA, Cádiz.

Mensaje por HANS LANGSDORFF » Vie Jul 20, 2007 5:53 pm

Discúlpame tu, Shindler, no pretendía decirte que tardabas demasiado, ni mucho menos, simplemente que estaba interesantísimo el relato y claro como con todo lo que está interesante, se hace esperar. Pero para nada pretendía meterte prisa, estás haciendo un trabajo increible, sigue así.

Un saludo.

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Lun Jul 23, 2007 6:32 pm

Amigo HANS LANGSDORFF no tienes de que disculparte :wink:

Brillante desfile


Después de meses de discusión entre jefes militares de la Gran Bretaña y los Estados Unidos, la estrategia aliada parecía haber llegado a un buen acuerdo. Los planes del general Dwight Eisenhower, aprobados en Enero de 1945 por los jefes de los cuerpos de estado mayor aliados, establecían que el 21 Grupo de Ejércitos, al mando del mariscal de campo Sir. Bernard Law Montgomery, iniciara el avance principal por el Rin y al Norte del ruhr. Habiéndoles dado máxima prioridad y reforzado especialmente para acometer la ofensiva, las fuerzas de Montgomery llegaban casi a un millón de hombres distribuidos en unas 35 divisiones y unidades adjuntas, que incluían al Noveno Ejército norteamericano. Las fuerzas norteamericanas cruzarían el río por el sur y se dirigirían a Francfort: un avance complementario que podría convertirse en línea principal de ataque si la ofensiva de Montgomery fallaba.

El 23 de Marzo, viernes, el primer ministro Winston Churchill había viajado a Alemania con el fin de presenciar con el general Eisenhower la fase inicial del ataque por el río. mientras contemplaba desde la ribera el desenvolvimiento de la monumental ofensiva, Churchill dijo a Eisenhower:
-Mi querido general, el alemán está derrotado. Lo tenemos en nuestras manos. Está completamente acabado.

Entre tanto, las unidades del general George Patton, del Tercer Ejército norteamericano, habían opacado el triunfo de Montgomery cruzando el Rin a la carrera la noche anterior y se dirigían a Francfort. La resistencia enemiga resultó sorprendentemente débil a medida que las tropas norteamericanas y más tarde las británicas avanzaban hasta el propio corazón de Alemania. A los cinco días las fuerzas de Montgomery avanzaban rápidamente por el Elba, y el camino a Berlín parecía estar completamente abierto. También estaba abierto políticamente. Nunca se había discutido entre los Tres Grandes quien tomaría la ciudad. Berlín era una presa fácil que esperaba ser capturada por el primer ejército aliado que llegara.

A 250 m de altura, el desfile de tropas, tanques y vehículos parecía interminable. Asomándose por la ventanilla de su avioneta de reconocimiento, Duane Francies miraba hacia abajo fascinado. Desde que el último de los ejércitos cruzó el Rin, Francies había estado observando el formidable espectáculo. Ahora, el 28 de Marzo, el gran río quedaba muy atrás, y por todas partes hasta donde alcanzaba la vista, a la derecha e izquierda, se contemplaba un vasto panorama de uniformes color caqui.

Francies descendió, movió las alas de su avioneta y vio que las tropas contestaban a su saludo; luego se dirigió en dirección este, adonde era su deber ir en su misión de "ojos" de la columna delantera de tanques de la Quinta División Blindada. La victoria se aproximaba, estaba seguro. Nada podría detener este avance. Le pareció a este jóven piloto de 24 años que "la misma corteza de la Tierra" se había desprendido y corría a toda prisa hacia el Elba, la última barrera importante de agua, antes de Berlín.
Durante días, desde el sur de Holanda hasta casi la frontera suiza, el torrente humano de 560km de ancho, con equipo y maquinaria, fluía hacia el este, rumbo a las llanuras de Alemania. Se efectuaba la última y gran ofensiva. Se componía de tres grandes grupos de ejércitos: en el norte Montgomery, al mando del 21 Grupo de Ejércitos, al centro el 12 Grupo de ejércitos a las órdenes del general Omar Bradley, y al sur el 6to Grupo de Ejércitos, mandado por el general Jacob Devers. Estos grupos estaban integrados por siete poderosos: 85 grandes divisiones (cinco de ellas aéreas y 23 blindadas) formaban el grueso de las inmensas fuerzas aliadas de 4.600.000 hombres. A medida que invadían el Reich para el golpe final, banderas de rendición improvisadas, hechas de sábanas blancas, toallas, trapos, colgaban de todas partes. En las aldeas y poblaciones, aturdidos alemanes se quedaban mirando, desde las puertas y ventanas destrozadas de sus casas, el vasto poderío que inundaba su nación.

Avanzando por todos los caminos iban los convoys de tanques, cañones motorizados, artillería pesada, carros blindados, carros de artillería, transportes de municiones, ambulancias, camiones de gasolina, gigantescos transportes diésel que remolcaban otros carros cargados con secciones de puentes, pontones, excavadoras blindadas y hasta lanchas de desembarque. Y en la oleada tras oleada, invadiendo todos los caminos, marchaban las tropas: en camiones, sobre vehículos blindados, caminando a los lados de las columnas motorizadas, o abriéndose paso a través de los campos adyacentes. Formaban un raudo y brillante desfile en el cual se veían banderas de batalla e insignias que habían hecho historia. Entre ellos iban granaderos británicos que cubrieron la retirada durante la evacuación de Dunkerque; comandos barbados con desteñidas boinas verdes, veteranos de la brigada de Lord Lovat, que habían invadido las costas de la Europa ocupada en los más penosos años de la guerra; rudos canadienses de la famosa segunda División que habían desembarcado en Dieppe, en el sangriento ensayo de la invasión a Normandía. En las columnas blindadas, con banderolas e insignias, marchaban unos cuatos de los singulares "Ratas del desierto" de la Séptima División Blindada que habían participado en la derrota de Rommel en las arenas de Libia.

En las falanges norteamericanas figuraban divisiones con leyendas pintorescas: "Los Belicosos 69", "Los Romperrieles" de la 84 de infanttería, los "Infernales sobre Ruedas" del Segundo Blindado. Allí estaba también la Primera División, llamada "La Gran Roja", que tenía la marca de haber llevado a cabo más desembarques de asalto que cualquiera otra división norteamericana; la Primera y la División 29, llamada "Azul y Gris", cuando todo parecía estar perdido, habían resistido en una estrecha faja de las playas de Normandía, llamada Omaha.
Una unidad, la ilustre 83 de Infantería, había sido apodada recientemente "El Circo Rag-Tag". Su ingenioso comandante, mayor general Robert Macon, había dado órdenes de aumentar el equipo de transporte con cualquier cosa que rodara, no importa lo que fuera. Ahora avanzaba utilizando una fantástica colección de vehículos capturados a los alemanes, repintados a toda prisa: jeeps de la Wehrmacht, automóviles oficiales, motocicletas, autobuses. Al frente, con soldados de infantería colgando de todas partes, venía uno de los apreciados carros de bomberos. En el parachoques de atrás ondulaba una gran bandera con esta leyenda: "Próxima parada: Berlín".

La determinación de Hitler de pelear al occidente del Rin, en lugar de retirar sus menguadas fuerzas a posiciones preparadas en la orilla del este, había costado a Alemania el equivalente a 20 divisiones completas; cerca de 300.000 soldados habían sido hechos prisioneros y 60.000 habían muerto o habían sido heridos. Quedaban ahora, escasamente, 26 divisiones completas al oeste y estaban desorganizadas, faltas de pertrechos y medios de comunicación y con gran escasez de combustible y vehículos de transporte. El ejército alemán era incapaz de detener, o siquiera demorar, la furiosa embestida de las fuerzas de Eisenhower.

Continúa...
Próximo capítulo; Atacar y avanzar


Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Lun Jul 23, 2007 10:29 pm

Atacar y avanzar

Iniciada la ofensiva del Rin hacía escasamente una semana, los Aliados, que se dirigían velozmente al este, se acercaban ya al último fuerte de Alemania: el valle del Ruhr, fuertemente defendido, fuente principal de la industria en Alemania. Tres ejércitos giraron de pronto en una maniobra envolvente. Por el norte, el Nuevo Ejército de los Estados Unidos (que formaba parte del Grupo de Ejércitos a cargo de Montgomery) cambió del este al sudeste la dirección que debería seguir, mientras que al sur los ejércitos Tercero y Primero (al mando de Bradley) dieron la vuelta y se dirigieron al nordeste para formar entre todos un cerco.

En el plan general de derrotar a Alemania se había considerado siempre el cruce del Rin y la toma del Ruhr como esenciales y formidables objetivos. La cuenca del Ruh, con sus minas de carbón, sus refinerías de petróleo, sus fábricas de acero y de armamentos, formaba un sector de aproximadamente 110 km de largo por 90 km de ancho, casi 10.500 km cuadrados en total. Se había calculado que la captura de este sector podría tardar meses. Pero eso fue antes de ocurrir el desastre alemán del Rin. La maniobra pinzas (estratagema del callado y tranquilo Omar Bradley, oriundo del Estado de Missouri) se ejecutaba con tan pasmosa rapidez que los jefes de divisiones hablaban de completar el cerco en cuestión de días. Quedaría cercada una fuerza alemana no menor de 21 divisiones... más hombres y equipo que los capturados por los rusos en Stalingrado. Una vez que el Ruhr estuviese en poder de los Aliados, a los alemanes les quedaría poca fuerza para impedir el avance. Aun en esta fecha, el enemigo estaba ya tan destrozado que eran muy pocos los combates que había.

Imagen

La Segunda División Blindada de los Estados Unidos había avanzado más de 80 km por la ribera norte del Ruhr, en tres días escasamente, con el teniente coronel Wheeler Merriam a la cabeza de su 82 Batallón de Reconocimiento. El 28 de Marzo Merriam hizo una parada para informar sobre su posición; sus tanques se alinearon a ambos lados de una línea central del ferrocarril este a oeste. Mientras el operador de radio trataba de comunicarse con el puesto de mando. Merriam oyó el pito de un tren. De pronto, un tren alemán que transportaba soldados y arrastraba vagones de plataforma cargados con vehículos blindados y cañones, pasó resoplando sobre los rieles, a través de las fuerzas de Merriam. Los norteamericanos y los alemanes se miraron unos a otros, pasmados de asombro. Ni una bala fue disparada de un lado nio de otro.

Por fin, Merriam echó mano al radioteléfono. En cuestión de minutos, la 92 División de Artillería dee Campo, acantonada unos kilómetros más al oeste, disparó una salva que partió el tren exactamente en dos mitades; los soldados capturados en el tren informaron que creían que el enemigo estaba todavía al oeste del Rin.
Las unidadess aliadas se adelantaban en muchas ocasiones a sus mapas. Los ingeniosos exploradores del Batallón 82 de Reconocimiento usaban mapas de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, hechos de seda y d el tamaño de un pañuelo, que se les había dado a todos los aviadores combatientess a principios de la guerra. Confirmaban sus posiciones confrontando sus mapas con las señales en las carreteras alemanas. El teniente Arthur Hadley, de la Segunda División Blindada, estaba usando los mapass de una viejísima guía Baedeker para turistas. Y el capitán Francis Schommer, de la 83 División, sabía siempre dónde estaba con su batallón. Todo lo que hacía para ello era agarrar al primer alemán que encontraba, amenazarlo con la pistola y pedirle en buen alemán que le dijera en dónde se hallaba. Hasta entonces no le habían dado una sola respuesta incorrecta.

Las serpenteantes líneas que avanzaban, se desviaban, rodeaban o atravesaban por entre las aldeas y los ejércitos alemanes, ofrecían un ejemplo clásico de las tácticas militares más eficaces. Según opinión del teniente coronel Clifton Batchelder, que mandaba el Primer Batallón del 67 Regimiento Blindado, "Todo lo que hacemos es atacar y la audacia de las grandes operaciones de caballería de la Guerra de Secesión. "Nadie come ni duerme", escribía el teniente Gerald Leibman, de la Quinta División Blindada. "Todo lo que hacemos es atacar y avanzar, atacar y avanzar". Muchos estaban alborozados por habérseles dicho que este sería el último empuje y que el objetivo final era Berlín.

Continúa...
Próximo capítulo; Ataque por sorpresa


Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Mar Jul 24, 2007 5:20 pm

Ataque por sorpresa

El miércoles, 28 de Marzo, un ataque tomó a los defensores de Berlín por sorpresa. Poco antes de las 11 de la mañana aparecieron aviones...¡Venían del este! Las baterías emplazadas en toda la ciudad hicieron fuego inmediatamente y las sirenas anunciaron la incursión aérea. Estos aviones no eran norteamericanos; pues ellos acostumbraban atacar a las 9 de la mañana y al mediodía y llegaban del oeste. Atacando a la altura de los techos de los edificios, docenas de cazas rusos ametrallaban las calles.

En la plaza Potsdamer, la gente corría en todas direcciones. En la Kurfursendamm, los que iban de tiendas se guarecían en los portales, corrían buscando las entradas del ferrocarril subterráneo, las ruinas protectoras de la iglesia a la memoria del Kaiser Wilhelm. Pero algunos berlineses que habían formado las colas durante horas para comprar su ración semanal de alimentos, se negaron a moverse. Gertrud Ketzler e Inge Ruhling, amigas de muchos años, aguardaron serenamente con otras personas frente a una tienda de víveres. Ambas tenían pensado suicidarse si los rusos llegaban a Berlín, pero ninguna de las dos pensaba en eso ahora. Querían hacer un pastel para la Pascua florida, y durante días habían estado comprando y guardando los ingredientes que podían conseguir.
Durante los ataques aéreos Erna Saenger se preocupaba siempre por "papá", su esposo Konrad, que se negaba obstinadamente a refugiarse en el sótano de Zehlendorf. Como de costumbre, Konrad caminaba rumbo a su restaurante favorito, el Alte Krug, situado en Konigin-Luise Strasse. Ningún ataque aéreo había sido capaz de impedir a este ex-combatiente de 78 años que fuera todos los miércoles a encontrarse con sus camaradas de la primera guerra. Ni tampoco hoy se lo impediría.

Un berlinés estaba realmente divertido con el ataque aéreo: Rudolf Reschke, usando un viejo casco militar, corría de allá para acá, de la puerta de su casa en Dahlem al centro de la calle, saludando con las manos y mofándose deliberadamente de los aviones. Uno de ellos bajó en picado para darle alcance. Al salir corriendo Rudolf, una serie de disparos lo persiguió por la acera. Para Rudolf esto era nada más que un juego. La guerra le parecía lo mejor que le había sucedido en sus 14 años de vida.

Oleada tras oleada de aviones atacaban la ciudad. El número de muertos era grande. Muchos civiles resultaban heridos no por las balas enemigas sino po el fuego defensivo. A fin de alcanzar a los aviones rusos, que volaban muy bajo, las baterías antiaéreas tenían que disparar sus cañones casi a la altura de la copa de los árboles, regando metralla por toda la ciudad.
En 20 minutos el ataque concluyó. Aquí y allá, por todo Berlín empezaban a levantarse negras cortinas de humo de los incendios producidos por las balas incendiarias. Con la misma rapidez con que se habían quedado vacías las calles, volvieron a llenarse de gente. A la entrada de los mercados y tiendas, aquellos que habían dejado sus filas trataban de reconquistar el puesto que antes tenían.

Continúa...
Próximo capítulo; Esperando la orden de ataque


Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Mar Jul 24, 2007 8:12 pm

Esperando la orden de ataque

En todo el frente del este, los ejércitos rusos se organizaban para la ofensiva. Los generales estaban malhumorados por el retraso. El río Oder constituía una barrera formidable y los deshielos de la primavera no llegaban: el río estaba todavía cubierto en parte por una capa de hielo. Más allá estaban las defensas alemanas: las trampas, los campos sembrados de minas, las zanjas contra los tanques y las posiciones subterráneas de artillería. Día a día los alemanes se hacían más fuertes.

Nadie estaba más ansioso de comenzar la marcha que el coronel general Vasili Chikov, de 45 años, comandante del excelente Octavo Ejército de Guardias y famoso defensor de Stalingrado. Chuikov culpaba a los Aliados de la demora. Después del ataque alemán en las Ardenas, había pedido a Stalin que, para aliviar la situación, diera órdenes al Ejército rojo de atacar desde el este. Stalin había accedido, y lanzó la ofensiva rusa contra Polonia antes de lo proyectado. Fue tan rápido al avance soviético que al llegar los ejércitos al Oder habían dejado atrás sus líneas de abastecimiento y comunicaciones. "De lo contrario" , afirmó Chuikov, "hubiéramos podido continuar avanzando con miras a llegar a Berlín en Febrero". Pero ahora, la necesidad de reorganizarse y prepararse, le había dado a Alemania casi dos meses de tiempo para organizar su defensa. Chuikov estaba muy disgustado.

El coronel general Mikhail Katukov, que mandaba el Primer Ejército de Tanques, estaba igualmente ansioso por iniciar la ofensiva; sin embargo, se sentía agradecido por la demora. Sus hombres necesitaban descanso, y los soldados encargados del mantenimiento tenían que disponer de tiempo para reparar los vehículos blindados.

-En línea recta los tanques han viajado quizá 570 kilómetros (le dijo a uno de sus generales, Andreya Getman). Pero sus velocímetros muestran más de 2000.Un hombre no tiene velocímetro y nadie puesde saber por tanto el daño y desgaste que haya sufrido.
Getman estuvo de acuerdo.
-El abc de la guerra, camarada general (le dijo a Katukov), dice que la victoria no se alcanza capturando ciudades sino destruyendo al enemigo. En 1812 Napoleón olvidó eso. Y perdió a Moscú. No podía hacerse ilusiones de la desesperada batalla que les iba a tocar librar. Los mariscales Zhukov, Rokossovskii y Koniev habían recibido espeluznantes informes. Su Servicio de Inteligencia calculaba que el cuerpo de defensa alemán estaba compuesto por más de un millón dee hombres y que podría esperarse que hasta tres millones de civiles ayudaran a la defensa de Berlín. Si esto era verdad, el número de hombres del Ejército alemán sobrepasaría al del Ejército ruso en proporción de tres hombres a uno.
¿Cuando se llevaría a cabo la embestida? Hasta ahora los mariscales no lo sabían. Lo que más les preocupaba era la rapidez con que avanzaban las tropas angloamericanas del Rin. Si Moscú no les daba pronto la orden de tomar la ofensiva, los británicos y los norteamericanos podrían llegar antes que el ejército Rojo a Berlín. Pero hassta ese momento la orden de ataque no salía de los labios de José Stalin.

Continúa...
Próximo capítulo final; El ocaso de los dioses


Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Responder

Volver a “Frente oriental”

TEST