1939 - INVASIÓN DE POLONIA
CORRIERE DELLA SERA
2 de septiembre
SOLUCIÓN FATAL
La tensión de los últimos días ha tenido una solución fatal: esta solución que la acción diplomática de los Gobiernos honestos -entre éstos, primero, el italiano- había tratado de evitar con todos sus esfuerzos, y el nombre de Mussolini surgirá, como de costumbre, iluminado por una nueva luz de humanidad y sabiduría. Pero ninguna sabiduría en el mundo es suficiente para asegurar la paz cuando existen fuerzas maléficas decididas a provocar un conflicto. Tales fuerzas han neutralizados las influencias de la razón y han impulsado a Polonia a realizar el acto más desesperado y, digámoslo, más injustificado que una mente pueda imaginar (...)
Alemania ha sido, en este caso, literalmente obligada a tomar las armas para defender sus propios derechos como nación. El problema de Danzig formaba parte de todo un conjunto de limitaciones a la independencia del pueblo alemán que ya hubieran debido modificarse en interés de la concordia europea. Pero la manera en que se desarrollaron las últimas negociaciones y su inevitable naufragio demuestran cómo esta reconciliación entre los pueblos no estaba realmente en el corazón de los políticos de las potencias democráticas; y cómo éstos, por el contrario, esperaron con ansia esta crisis para humillar a Alemania y llevar a un fracaso clamoroso a su jefe. Por eso la moderación innegable de las solicitudes alemanas, ahora conocidas por todo el mundo, no ha dado furto.
El pueblo italiano (...) debe experimentar hoy hacia la nación alemana, que lucha por su unidad e integridad, la más genuina simpatía. La noticia de la movilización general ordenada en Francia e Inglaterra tiene un significado bastante grave. Sabemos que Hitler nunca pensó en agredir a esas potencias, y sus recientes manifestaciones hacia Francia han estado marcadas más bien por un deseo de paz: basta recordar la noble carta dirigida al señor Daladier; sólo el hecho de haber tomado ya una decisión en Londres y en París puede explicar que no se haya hecho caso a tan leales declaraciones. En lo que nos concierne está claro que, habiendo expresado el Führer su confianza de poder superar por sí solo la prueba de las armas contra los actuales enemigos, Italia debería abstenerse de tomar iniciativas de carácter bélico. Pero el Gobierno fascista ha adoptado medidas de carácter preventivo que ponen a Italia en condiciones de afrontar serenamente los acontecimientos actuales y los que podrían presentarse mañana.
Por otra parte, las repercusiones indirectas de una guerra europea son tales, que imponen a una gran potencia, como es Italia, las más severas precauciones. Qué aportará el porvenir, incluso el inmediato, nadie puede decirlo. Pero el pueblo italiano, alistado detrás de su Duce, espera este porvenir con una serenidad que es por sí misma elemento de seguridad y garantía de victoria.
THE TIMES
4 de septiembre
LA GUERRA DE HITLER
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Hasta el último minuto hubiera sido posible encontrar una solución pacífica y honorable a las divergencias entre Polonia y Alemania, pero Hitler no ha querido comprenderlo", ha declarado el señor Chamberlain. El dictador alemán no ha dejado a los pueblos de Gran Bretaña y Francia otra elección que la de resistir y derrotarlo. Por muy grande que sea el odio del Primer Ministro a la guerra, mayor aún es su amor a la libertad. La alternativa que se plantea ante el hitlerismo es la de rendirse a la brutalidad organizada y la traición (...)
En definitiva, no es posible responder a la fuerza más que con la fuerza, y la respuesta de las naciones libres será dada con la determinación, el espíritu y la inteligencia, que son herencia sólo de los pueblos que tienen el poder y el derecho de actuar libremente. Esta es la
guerra de Hitler; no puede ni debe transformarse en su victoria. Debe preferirse cualquier sacrificio, y a ello estamos dispuestos, antes de ceder lo más mínimo en una lucha en la que están en juego la libertad, la justicia y la ley no sólo para nosotros, sino para cada nación civilizada del planeta. Gran Bretaña afronta la guerra con las manos limpias y con la conciencia de no tener objetivos egoístas que alcanzar. Hemos buscado la paz con Alemania, hemos demostrado nuestro deseo de ser sus amigos y luchamos hoy contra sus dominadores y su política, que mancha el nombre alemán.
Dado que el término de esta guerra ha de aportar el restablecimiento del orden, del progreso y de la unidad en Europa, el hitlerismo deber ser extirpado. (...) La victoria y la paz son pues objetivos inseparables. No habrá paz sin la victoria, no habrá victoria sin la paz. Ésta es la garantía que ofrecemos al pueblo polaco y a todos los pueblos que ayer aceptaron el desafío del nazismo. Mientras Hitler y el hitlerismo sigan existiendo, ningún pueblo puede considerarse a salvo de la afirmación de los "derechos" alemanes, sostenidos por el uso combinado del perjurio y de la violencia que, como bien saben los checos y los polacos, pueden ser utilizados según la conveniencia nazi.
DEUTSCHE ALLGEMEINE ZEITUNG
4 de septiembre
INGLATERRA INFRINGE LA NEUTRALIDAD. CONTINÚA LA LUCHA ARMADA
Desde las 11 del domingo por la mañana, Gran Bretaña se considera "en estado de guerra contra Alemania". Lo ha querido Gran Bretaña. Londres, con su política de nuevo cuño, ha emprendido este camino, según un plan preestablecido. Ha adoptado, en las últimas 24 horas, la más grave decisión, haciendo fracasar la acción de paz de Mussolini (...)
El memorándum alemán del 3 de septiembre, que rechazaba el ultimátum británico, es la comprobación de que el Gobierno inglés "ha rechazado la propuesta de Mussolini que hubiera podido salvar la paz en Europa, ya que el Gobierno del Reich alemán había anunciado su predisposición a negociar sobre la base de la propuesta del Duce".
Nunca olvidaremos ésta última fase en la que Gran Bretaña ha demostrado claramente que prefería la guerra. De tal manera, por segunda vez, estamos en guerra con ese pueblo, justamente con el que la nueva Alemania quería vivir en paz en un plano de igualdad (...)
Los ingleses lo han querido de otra manera. Muchas veces, en los últimos seis años, nuestro periódico ha puesto en evidencia que, en determinados períodos, existía el peligro de una guerra europea mientras Gran Bretaña no renunciara a la funesta fórmula de una política tradicional mantenida con orgullo. Es la política que desembocó en las grandes guerras mundiales de Inglaterra, contra Holanda, contra la Francia de Luis XIV, contra la Francia de Napoleón, contra la Alemania guillermina. La vieja doctrina inglesa, según la cual cada potencia continental que emerge debe ser abatida, precipita también al continente en la guerra de 1939 (...)
Gran Bretaña no sólo ha visto emerger una nueva potencia continental, sino también un nuevo mundo. Y Londres, prisionera de la concepción de su imperalismo plutocrático, no ha sabido hacer otra cosa con este nuevo mundo que tratar de ahogarlo, cercarlo. Los ingleses no podían acostumbrarse a la idea de que una potencia continental, capaz de resisitir el bloqueo, persiguiera sus propios intereses sin sentirse dependiente respecto a Inglaterra. Y Londres no se ha dado cuenta de la gran ocasión que representaba este hecho, y no ha aceptado que la nueva potencia continental pusiera, de manera explícita, sus intereses vitales fuera de la influencia inglesa.
De esta manera, Londres ha puesto en juego a Polonia. No hemos sido nosotros, sino los ingleses, los que han hecho de esa situación (que ellos mismos declararon intolerable innumerables veces) un banco de prueba para su Imperio.
Los ingleses, con su carta en blanco a Polonia, han hecho imposible una solución pacífica y razonable. Cuando, en los últimos meses, reprochamos repetídamente a Inglaterra que habíamos captado perfectamente su desafío, recibimos como respuesta ingenuas y presuntuosas seguridades. Querían hacernos creer que, cuando hablábamos de cerco, veíamos fantasmas. A causa de este cerco, tuvimos que firmar el pacto con Moscú y entonces responder a toda acción agresiva de Inglaterra con las mismas armas e idéntico procedimiento. El pueblo alemán no renunciará a su futuro a causa de una vieja doctrina británica. Todos sabemos cuál es la apuesta en juego, y sabemos también cuáles son los sacrificios que exige una guerra, que serán afrontados con espíritu de superación.