La prueba de la locura
Publicado: Jue Ene 25, 2007 3:04 pm
La prueba de la locura
Dicho artículo es expuesto con la finalidad de documentar registrar y probar que Adolf Hitler yá tenía en sus planes la firme idea de erradicar al pueblo Hebreo de sus planes por forjar una Alemania aria SIN "JUDIOS".Resumió sus intenciones en su Mein Kampf 13 años antes de iniciar la guerra, 7 antes de acceder al poder, y estando la definición del futuro régimen Nazi al alcance del pueblo alemán y los líderes mundiales, durante todo este tiempo no se reparó en su obra.
En el libro que contiene unas 190 páginas (varía según la versión del idioma) se nombra al "judío" unas 130 veces, denigrándolo, insultándolo, despreciándolo y discriminándolo. ¿Ésta no es prueba irreputable de lo que pretendía? ¿Pudo haberse hecho algo antes de que sucediera la tregedia? ¿Cómo la humanidad no se dió cuenta?Si bien existen otros antecedentes ésta es la prueba de la locura.
NOTA: Se citan a continuación las frases en dónde el autor define o nombra al "judío" no es mi intención ofender la sensibilidad de alguna persona, símplemente resumí todo el libro en éstas frases para mí "GENOCIDAS" y no es mi intención hacer un debate político de las ideas del autor.
Me sería difícil, sino imposible, precisar en qué época de mi vida la palabra judío fue para mí por primera vez motivo de reflexiones.
Fue a la edad de catorce o quince años cuando debí oír a menudo la palabra “judío” , especialmente en conversaciones de tema político, y sentía cierta repulsión cuando me tocaba presenciar pendencias de índole confesional.
De la existencia de un odio sistemático contra el judío no tenía todavía idea en absoluto.
Yo seguía viendo en el judío sólo la cuestión confesional y por eso,
fundándome en razones de tolerancia humana mantuve aún entonces mi antipatía por la lucha religiosa.
¿Será un judío?,
Aquella lucha ficticia entre sionistas y judíos liberales, debió pronto causarme repugnancia porque era falsa en absoluto y porque no respondía al decantado nivel cultural del pueblo judío.
¿Había por virtud un solo caso de escándalo o de infamia, especialmente en lo relacionado con la vida cultura, donde no estuviese complicado por lo menos un judío?
Sus críticas glorificantes de teatro estaban siempre destinadas al autor
judío y jamás una apreciación negativa recaía sobre otro que no fuese un alemán.
Sentí escalofríos cuando por primera vez descubría así en el judío al negociante, desalmado calculador, venal y desvergonzado de ese tráfico irritante de vicios de la escoria de la gran urbe.
De este modo, siguiendo las huellas del elemento judío a través de todas las manifestaciones de la vida cultural y artística, tropecé con él inesperadamente donde menos lo hubiera podido suponer:
Gradualmente me fui dando cuenta que en la prensa socialdemócrata preponderaba el elemento judío.
En cuanto folleto socialdemócrata llegaba a mis manos examinaba el nombre de su autor: siempre era un judío.
Claramente veía ahora que el directorio de aquel partido, a cuyos pequeños representantes combatía yo tenazmente desde meses atrás, se hallaba casi exclusivamente en manos de un elemento extranjero y al fin supe definitivamente que el judío no era alemán.
Pero a un judío, en cambio, jamás se le podría liberar de su criterio.
Cuando alguna vez se lograba reducir a uno de ellos, porque observado por los presentes no le había ya quedado otro recurso que asentir, y hasta se creía haber adelantado con ello por lo menos algo, grande debía ser la sorpresa que al día siguiente se experimentaba al constatar que el judío no recordaba ni lo más mínimo de lo acontecido la víspera y seguía repitiendo los dislates de siempre.
Muchas veces quedé atónito sin saber qué es lo que debía sorprenderme más: la locuacidad del judío o su arte de mistificar.
Estudiando la influencia del pueblo judío a través de largos períodos de la historia humana, surgió en mi mente la inquietante duda de que quizás el destino por causas insondables, le reservaba a este pequeño pueblo el triunfo final.
El destino mismo se encargó de darme la respuesta al engolfarme en la penetración de la doctrina marxista para de este modo estudiar minuciosamente la actuación del pueblo judío.
Si el judío con la ayuda de su credo marxista llegase a conquistar las naciones del mundo, su diadema sería entonces la corona fúnebre de la humanidad y nuestro planeta volvería a rotar desierto en el eter como hace millones de siglos.
ASI CREO AHORA ACTUAR CONFORME A LA VOLUNTAD DEL SUPREMO
CREADOR: AL DEFENDERME DEL judío LUCHO POR LA OBRA DEL SEÑOR.
Es claro que una acción contra los judíos sobre una base semejante podía causarles a éstos sólo una relativa inquietud, pues, en el peor de los casos, un chorro de agua bautismal era siempre capaz de salvar al judío y su comercio.
Repugnante me era el conglomerado de razas reunidas en la capital de la monarquía austríaca; repugnante esa promiscuidad de checos, polacos, húngaros, rutenos, servios, croatas, etc. y, en medio de todos ellos, a manera de eterno bacilo disociador de la humanidad, el judío y siempre el judío.
El Estado judío no estuvo jamás circunscrito a fronteras materiales;
Por eso el pueblo judío formó siempre un Estado dentro de otro Estado.
El marxismo, cuyo supremo objetivo es y será siempre la destrucción de todo Estado nacional no judío,debió ver con horror que el mes de julio de aquel año el proletariado alemán al cual tenía cogido en su red, despertó para ponerse hora por hora, con creciente celeridad, al servicio de la patria.
Hasta aquí son 25 referencias del "judío" en sus primeras 50 páginas.Y creo sin temor a equivocarme que la frase;
ASI CREO AHORA ACTUAR CONFORME A LA VOLUNTAD DEL SUPREMO
CREADOR: AL DEFENDERME DEL judío LUCHO POR LA OBRA DEL SEÑOR.
resume hasta ahora todo lo planteado por el autor y no deja cabida a la opinión.
A éste punto yá dá la pauta que el "judío" es excluido de los planes de Dios y él está dispuesto a afrontar la "cruzada" contra ésta población.
Las oficinas estaban ocupadas por elementos judíos; casi todo amanuense* era un judío y todo judío un amanuense*.
*(amanuense: persona que por oficio pone en limpio escritos ajenos, o escribe al dictado)
En el aspecto económico, la situación era todavía peor, pues ahí es donde el elemento judío
había llegado a hacerse realmente “indispensable”.
Mientras el judío esquilmaba a toda la nación y la sojuzgaba, agitábase al pueblo bávaro
contra los “prusianos”.
Yo veía en esa agitación la más genial artimaña del judío para desviar la atención general concentrada sobre su persona.
Nuevamente comencé a asimilar conocimientos y llegué a penetrar el contenido de la obra
del judío Karl Marx en el curso de su vida.
La lucha de represión de los gobiernos alemanes de entonces contra aquella prensa -en su
mayor parte de origen judío- que corrompía paulatinamente al pueblo, no respondía a una línea
recta de conducta ni estaba respaldada por la entereza necesaria, aparte de que, sobre todo, carecía de una finalidad precisa.
El judío era sin embargo demasiado perspicaz para permitir que toda su prensa agrediese
simultáneamente.
En efecto, mientras los periódicos judío-marxistas se lanzaban groseramente contra todo lo que podía ser sagrado para el hombre y combatían del modo más infame al Estado y al Gobierno, instigando, en los grandes sectores del pueblo, a unos contra otros, las gacetas judíos burgo-demócratas sabían cubrir la apariencia de una famosa objetividad.
Pero, precisamente para nuestra medianía intelectual escribe el judío su llamada “prensa de
la inteligencia”.
Frente al principio judío-demócrata de la ciega idolatría por el número, el ejército
matuvo inconmovible el principio de la fe en la personalidad.
El antípoda* del ario es el judío.
*(antípoda:Dícese de los habitantes de un punto de la Tierra, con respecto a los de otro lugar diametralmente opuesto. / Persona de genio contrario al de otra)
Como el judío jamás poseyó una cultura propia, los fundamentos de su obra intelectual siempre fueron tomados de fuentes ajenas a su raza, de modo que el desarrollo de su intelecto, tuvo lugar en todos los tiempos dentro del ambiente cultural que le rodeaba.
Porque si bien el instinto de conservación del pueblo judío no es menor, sino más bien
mayor que el de otros pueblos, y aunque también sus aptitudes intelectuales despiertan la impresión de ser iguales a las de las demás razas, en cambio le falta en absoluto la condición esencial inherente al pueblo culto; el sentimiento idealista.
El espíritu de sacrificio del pueblo judío no va más allá del simple instinto de conservación
del individuo.
Tampoco en esto impulsa al judío otro sentimiento que el del puro egoísmo individual.
Por eso también el Estado judío -debiendo ser el organismo viviente, destinado a la
conservación y multiplicación de una raza- constituye, desde el punto de vista territorial, un Estado sin límite alguno.
El judío no es más que el acervo cultural de otros pueblos, ya corrompido en gran parte en
manos judíos.
Al juzgar el judaísmo desde el punto de vista de su relación con el problema de la cultura
humana, no se debe olvidar, como una característica esencial, que jamás existió ni hoy,
consiguientemente puede existir, un arte judío.
Como el pueblo judío nunca poseyó un Estado con una circunscripción territorial
determinada y tampoco, en consecuencia, tuvo una cultura propia, surgió la creencia de que se
trataba de un pueblo que cabía clasificarlo entre los nómadas.
No, el judío no es un nómada;
El judío fue siempre un parásito en el organismo nacional de otros pueblos, y si alguna vez abandonó su campo de actividad no fue por voluntad propia, sino como un resultado de la expulsión que de tiempo en tiempo sufriera de aquellos pueblos de cuya hospitalidad había abusado.
“Propagarse” es una característica típica de todos los parásitos, y es así como el judío busca siempre un nuevo campo de nutrición.
En la vida parasitaria que lleva el judío, incrustada en el cuerpo de naciones y Estados, está
la razón de eso que un día indujera a Schopenhauer a exclamar que el judío es el “gran maestro de la mentira”.
Para poder vivir como parásito de pueblos, tiene que recurrir el judío a la mixtificación de su
verdadero carácter.
Con el establecimiento de las primeras colonizaciones hace el judío súbitamente su
aparición.
Para evitar por lo menos lo peor, se comienza a proteger el suelo contra la mano avarienta
del judío, dificultándosele la adquisición de terrenos.
El judío hace este negocio con bastante frecuencia para beneplácito,por una parte, de la Iglesia que celebra la ganancia de un nuevo feligrés y, por otra de Israel que se siente satisfecho del fraude consumado.
Pese a los vergonzosos manejos de las Cortes, el pueblo se percata intuitivamente de que el judío es un cuerpo extraño en el organismo nacional y lo trata como a tal.
En el transcurso de más de un milenio ha llegado el judío a dominar en una medida tal el idioma del pueblo que le da hospitalidad, que cree poder arriesgarse a acentuar menos que antes su semitismo y en cambio decantar más su “germanismo”.
La raza no radica en el idioma, sino exclusivamente en la sangre; una verdad que nadie conoce mejor que el judío mismo, el cual justamente da poca importancia a la conservación de su idioma, en tanto que le es capital el mantenimiento de la pureza de su sangre.
La razón por la cual el judío se decide en convertirse de un momento a otro en un “alemán”,
surge a la vista:
Algo más todavía: el judío se hace también intempestivamente liberal y se muestra un
entusiasta del progreso necesario a la humanidad.
A fin de cuentas, gracias a la Bolsa, crece con extraordinaria rapidez la influencia del judío
en el terreno económico.
Para reforzar su posición política, el judío trata de eliminar las barreras establecidas en el
orden racial y civil que todavía le molestan a cada paso.
Los círculos oficiales, del mismo modo que las esferas superiores de la burguesía política y económica, se dejan coger insensiblemente en el garlito* judío por medio de lazos masónicos.
*(garlito: Celada o asechanza)
Con rara perseverancia y suma habilidad sabe el judío apoderarse de la prensa, mediante cuya ayuda comienza paulatinamente a cercar y a sofisticar, a manejar y a mover el conjunto de la vida pública, porque él está en condiciones de crear y de dirigir aquel poder que bajo la denominación de “opinión pública” se conoce hoy mejor que hace algunos decenios.
Mientras el judío parece desbordarse en el ansia de “luces”, de “progresos”, de “libertades”,
de “humanidad”, etc., practica íntimamente un estricto exclusivismo de su raza.
Rara vez el judío se casa con una cristiana, pero si el cristiano con una judía. Los
bastardos de tales uniones tienen siempre del lado judío.
Esto lo sabe el judío muy bien y practica por eso sistemáticamente este modo de “desarmar” a la clase dirigente de sus adversarios de raza.
La etapa final de este desarrollo significa la victoria de la democracia o como el judío lo
interpreta: la hegemonía del parlamentarismo
Mientras la burguesía no se preocupa de problema tan trascendental y ve con indiferencia el
curso de las cosas, el judío se percata de las ilimitadas perspectivas que allí se le brindan para el futuro y, organizando por un lado...
Veamos cómo procede el judío en este caso...
El sentimiento de justicia social que en alguna forma existe latente en todo ario, sabe el judío aleccionarlo...
Así funda el judío la doctrina marxista.
el judío divide la organización de doctrina marxista en dos partes...
el judío, más perspicaz que el burgués, aparenta preocuparse de los oprimidos.
En corto tiempo logra el judío desplazar de ese campo de actividad a todo competidor.
El judío destruye, efectivamente los fundamentos de la economía nacional, sirviéndose de la
organización sindicalista, que podría ser bienhechora para la nación.
El desconocimiento que reina en el seno de las masas acerca de la verdadera índole del judío
y la falta de penetración instintiva de nuestras clases superiores, permiten que el pueblo sea presa fácil de esa campaña de difamación judía.
Mientras las clases superiores, por cobardía innata, se apartan del hombre que resulta
víctima de las calumnias y difamaciones del judío...
Políticamente el judío acaba por sustituir la idea de la democracia por la de la dictadura del
proletariado.
El ejemplo más terrible en ese orden, lo ofrece Rusia, donde el judío, con un
salvajismo realmente fanático, hizo perecer de hambre o bajo torturas feroces a treinta millones de personas, con el solo fin de asegurar de este modo a una caterva de judíos, literatos y bandidos de bolsa, la hegemonía sobre todo un pueblo.
Analizando los orígenes del desastre alemán, resalta como causa principal y definitiva el
desconocimiento que se tuvo del problema racial y ante todo del problema judío.
Según eso, el marxismo internacional no es más que una noción hace tiempo existente y a la
cual le dio el judío Karl Marx la forma de una definida profesión de fe política.
Hasta aqui llegamos a la página 102, y fueron 63 alusiones al "judío", denigrándolo hasta el punto de describirlo y definirlo como un PARASITO, destructor de los estados, incapaz de ser creador, destructor de la economía, bastardo y por sobretodo totalmente opuesto al ario. Y también cabe destacar la negación u omisión del orígen del pueblo "judío".
Y todo se reduce al interrogante de si ella resultará en bien de la humanidad aria o en provecho del judío errante.
Un negro, por ejemplo, procedente de un protectorado colonial alemán, con residencia fija, en Alemania, engendra, según ese criterio, en su hijo, un “ciudadano alemán”, y del mismo modo todo niño judío, polaco, africano o asiático, nacido en Alemania, puede ser declarado, sin mayor trámite, ciudadano de este país.
También la influencia disociadora del judío en el organismo de pueblos extraños al suyo, es imputable, en el fondo, sólo a su eterno empeño de socavar, en las naciones que le dieron acogida, el significado de la personalidad y exaltar en su lugar la importancia de la masa
Así el principio de organización constructiva, peculiar a la raza aria, es reemplazado por el principio destructor que vive en el judío, convertido de este modo en el “fermento de descomposición” de pueblos y de razas y, en un sentido más amplio, en el factor de disolución de la cultura humana.
El artesano alemán, licenciado del servicio militar, pasó a ser su soldado y el intelectual judío a ser el oficial.
El marxismo formó de su material humano poco inteligente, un ejército de soldados políticos, que seguían al dirigente judío con la misma ciega obediencia que otrora a su oficial alemán en el ejército del Reich.
Lo que al marxismo le dio el asombroso poder sobre las muchedumbres, no fue de ningún
modo la obra escrita, de carácter judío, sino más bien la enorme avalancha de propaganda oratoria que, en el transcurso de los años, se apoderó de las masas.
El auténtico organizador de la revolución y su verdadero instigador -el judío internacional había
medido justamente las circunstancias del momento.
Fue el judío el que con asombrosa habilidad, supo lanzar, mediante su prensa, la idea del
“carácter apolítico” de las ligas de defensa, ensalzando y proclamando siempre, con no menos...
Millones de alemanes ingenuos repetían semejante farsa, sin presentir, ni en lo más mínimo, que de ese modo, se desarmaban prácticamente ellos mismos y caían, indefensos, en manos del judío.
Con la característica hipocresía del judío marxista, se quiso incitar de nuevo, por medio de
volantes, a hombres y mujeres, “camaradas del proletariado internacional”, para que otra vez se
lanzasen a la calle.
Hasta aquí van 150 páginas de las 190 y seguimos viendo insultos, agravios y degradaciones del estado hebreo o como el autor los describe "judíos", lo culpa de los grandes desastres, por sus supuestas ideologías políticas y de aparentes "lobos disfrazados de corderos" (es mi opinión)
Demasiado malicioso era el judío, para no haberse dado cuenta, ya entonces, de que la
infame campaña de explotación que él mismo había organizado contra el pueblo alemán, bajo la
capa de los comités, de aprovisionamiento, provocaría y debía provocar resistencia.
El judío internacional, Kurt Eisner, comenzó a intrigar en Baviera contra Prusia.
Así como antes de la revolución de 1918, el judío supo desviar de sus comités de
aprovisionamiento o mejor dicho de sí mismo, la atención pública, aleccionando contra Prusia...
Más tarde, gracias al impulso del movimiento nacionalsocialista, se abordó el problema judío de
manera activa, ante todo, porque sacando este problema de la esfera limitada de círculos burgueses, se supo hacer de él, el motivo propulsor de un gran movimiento popular. Pero tan pronto como esto fue posible, el judío empezó a organizar su defensa.
En todo caso, el judío alcanzó el objetivo deseado: católicos y protestantes habían entrado en reñida controversia y el enemigo mortal del mundo ario y de la cristiandad toda, se reía ante sus mismas narices.
Millares de nuestros conciudadanos pasan como ciegos ante el hecho del emponzoñamiento de nuestra raza,practicado sistemáticamente por el judío.
El marxismo creó con ello el arma que emplea el judío internacional para destruir la base
económica de los Estados nacionales, libres e independientes...
Así es como el judío se ha constituido actualmente en el más grande instigador de la
devastación alemana.
Saltan a la vista los razonamientos del proceder judío.
En Alemania, son las ideas más o menos “cosmopolitas” o pacifistas, en una palabra, las tendencias internacionales, las que utiliza el judío en su lucha por el poder...
...enemigo secular de nuestro pueblo, y no menos, al frío cálculo del judío que, de este modo,
quiso dar comienzo a la bastardización del continente europeo...
Aquello que Francia comete hoy en Europa, estimulada por su sed de venganza y
sistemáticamente guiada por el judío...
La prensa judía, en nuestro país, supo concentrar siempre la animadversión sobre Inglaterra y más de un buen ingenuo alemán cayó en el ardid judío.
Con todo esto no hacía otra cosa que suministrar el material que luego el judío bellaco se encargaba...
Aquí debo mencionar particularmente un tema del cual el judío sabía servirse en aquellos
años con extraordinaria habilidad: la cuestión del Tirol sur.
¿Sería imaginable que los representantes de los verdaderos intereses de aquellas naciones
que están en situación de pactar una alianza con Alemania, logren imponer su criterio frente a la
voluntad del judío que es el enemigo mortal de los Estados nacionales y autónomos?
En este país de la “democracia liberal” por excelencia, ejerce el judío una dictadura casi absoluta...
En los Estados europeos de hoy, el judío no ve más que instrumentos suyos a quienes
sojuzgar, sea por el medio indirecto de la llamada democracia occidental o, directamente la
dominación del bolchevismo ruso.
Demasiado bien sabe el judío que, gracias a sus milenaria adaptación puede socavar pueblos
europeos y bastardizarlos, pero comprende, al propio tiempo, que nunca llegaría a someter a la
misma suerte a un Estado nacional asiático de la índole del Japón.
El judío, en Inglaterra, se ha vuelto pues insubordinado.
Además, los tiempos han cambiado desde el Congreso de Viena: ya no son los príncipes y sus“maîtresses” los que hoy regatean fronteras: es el inexorable judío cosmopolita el que ahora lucha para imponer su hegemonía sobre los pueblos.
En su lugar, se ha impuesto el judío.
El judío mismo no es elemento de organización, sino fermento de descomposición.
El judío se da cuenta mejor que nadie de la trascendencia de este proceder, para su futuro.
Fuera de todo esto, no debe olvidarse jamás que el judío internacional, soberano absoluto de
la Rusia de hoy, no ve en Alemania un aliado posible, sino sólo un Estado predestinado a la misma suerte política.
Ciertamente, que la actualidad, tenemos que ir contra la corriente de la opinión pública sugestionada por el ardid judío, que, sabe explotar la ingenuidad alemana...
Esta fue la finalidad por la que luchó la Francia chovinista, si bien es verdad, poniendo a su pueblo en manos del judío internacional.
Finalmente lo culpa de la derrota o devastación alemana, lo trata como dictador absoluto de Inglaterra, lo vé como carente de toda comprención posible hacia la formación del estado y lo llama el mismo Estado "Judío".
En fin el libro MI LUCHA demuestra fielmente sus mas oscuros pensamientos hacia el pueblo hebreo, enfermizamente trata de imponer su pensamiento, sin darse cuenta de sus propias contradicciones, lo insulta ininterrrumpidamente, lo degrada incluso por debajo de las bestias (animales), lo cataloga de bastardos y se olvida de sus propios orígenes, pienso que ésta es otra prueba de que Adolf Hitler estaba obsesionado con una idea que no tenía bases sólidas y por ende una idea totalmente absurda.
RECUERDE CADA PALABRA "JUDIO" QUE APARECE EN ROJO EN ESTE ARTICULO LE COSTO LA VIDA A UNAS 47 MIL PERSONAS
Fuentes de consulta:
"Mi Lucha" de Adolf Hitler
Diccionario enciclopédico ilustrado de la lengua española
Planeta libro "www.planetalibro.com"
Dicho artículo es expuesto con la finalidad de documentar registrar y probar que Adolf Hitler yá tenía en sus planes la firme idea de erradicar al pueblo Hebreo de sus planes por forjar una Alemania aria SIN "JUDIOS".Resumió sus intenciones en su Mein Kampf 13 años antes de iniciar la guerra, 7 antes de acceder al poder, y estando la definición del futuro régimen Nazi al alcance del pueblo alemán y los líderes mundiales, durante todo este tiempo no se reparó en su obra.
En el libro que contiene unas 190 páginas (varía según la versión del idioma) se nombra al "judío" unas 130 veces, denigrándolo, insultándolo, despreciándolo y discriminándolo. ¿Ésta no es prueba irreputable de lo que pretendía? ¿Pudo haberse hecho algo antes de que sucediera la tregedia? ¿Cómo la humanidad no se dió cuenta?Si bien existen otros antecedentes ésta es la prueba de la locura.
NOTA: Se citan a continuación las frases en dónde el autor define o nombra al "judío" no es mi intención ofender la sensibilidad de alguna persona, símplemente resumí todo el libro en éstas frases para mí "GENOCIDAS" y no es mi intención hacer un debate político de las ideas del autor.
Me sería difícil, sino imposible, precisar en qué época de mi vida la palabra judío fue para mí por primera vez motivo de reflexiones.
Fue a la edad de catorce o quince años cuando debí oír a menudo la palabra “judío” , especialmente en conversaciones de tema político, y sentía cierta repulsión cuando me tocaba presenciar pendencias de índole confesional.
De la existencia de un odio sistemático contra el judío no tenía todavía idea en absoluto.
Yo seguía viendo en el judío sólo la cuestión confesional y por eso,
fundándome en razones de tolerancia humana mantuve aún entonces mi antipatía por la lucha religiosa.
¿Será un judío?,
Aquella lucha ficticia entre sionistas y judíos liberales, debió pronto causarme repugnancia porque era falsa en absoluto y porque no respondía al decantado nivel cultural del pueblo judío.
¿Había por virtud un solo caso de escándalo o de infamia, especialmente en lo relacionado con la vida cultura, donde no estuviese complicado por lo menos un judío?
Sus críticas glorificantes de teatro estaban siempre destinadas al autor
judío y jamás una apreciación negativa recaía sobre otro que no fuese un alemán.
Sentí escalofríos cuando por primera vez descubría así en el judío al negociante, desalmado calculador, venal y desvergonzado de ese tráfico irritante de vicios de la escoria de la gran urbe.
De este modo, siguiendo las huellas del elemento judío a través de todas las manifestaciones de la vida cultural y artística, tropecé con él inesperadamente donde menos lo hubiera podido suponer:
Gradualmente me fui dando cuenta que en la prensa socialdemócrata preponderaba el elemento judío.
En cuanto folleto socialdemócrata llegaba a mis manos examinaba el nombre de su autor: siempre era un judío.
Claramente veía ahora que el directorio de aquel partido, a cuyos pequeños representantes combatía yo tenazmente desde meses atrás, se hallaba casi exclusivamente en manos de un elemento extranjero y al fin supe definitivamente que el judío no era alemán.
Pero a un judío, en cambio, jamás se le podría liberar de su criterio.
Cuando alguna vez se lograba reducir a uno de ellos, porque observado por los presentes no le había ya quedado otro recurso que asentir, y hasta se creía haber adelantado con ello por lo menos algo, grande debía ser la sorpresa que al día siguiente se experimentaba al constatar que el judío no recordaba ni lo más mínimo de lo acontecido la víspera y seguía repitiendo los dislates de siempre.
Muchas veces quedé atónito sin saber qué es lo que debía sorprenderme más: la locuacidad del judío o su arte de mistificar.
Estudiando la influencia del pueblo judío a través de largos períodos de la historia humana, surgió en mi mente la inquietante duda de que quizás el destino por causas insondables, le reservaba a este pequeño pueblo el triunfo final.
El destino mismo se encargó de darme la respuesta al engolfarme en la penetración de la doctrina marxista para de este modo estudiar minuciosamente la actuación del pueblo judío.
Si el judío con la ayuda de su credo marxista llegase a conquistar las naciones del mundo, su diadema sería entonces la corona fúnebre de la humanidad y nuestro planeta volvería a rotar desierto en el eter como hace millones de siglos.
ASI CREO AHORA ACTUAR CONFORME A LA VOLUNTAD DEL SUPREMO
CREADOR: AL DEFENDERME DEL judío LUCHO POR LA OBRA DEL SEÑOR.
Es claro que una acción contra los judíos sobre una base semejante podía causarles a éstos sólo una relativa inquietud, pues, en el peor de los casos, un chorro de agua bautismal era siempre capaz de salvar al judío y su comercio.
Repugnante me era el conglomerado de razas reunidas en la capital de la monarquía austríaca; repugnante esa promiscuidad de checos, polacos, húngaros, rutenos, servios, croatas, etc. y, en medio de todos ellos, a manera de eterno bacilo disociador de la humanidad, el judío y siempre el judío.
El Estado judío no estuvo jamás circunscrito a fronteras materiales;
Por eso el pueblo judío formó siempre un Estado dentro de otro Estado.
El marxismo, cuyo supremo objetivo es y será siempre la destrucción de todo Estado nacional no judío,debió ver con horror que el mes de julio de aquel año el proletariado alemán al cual tenía cogido en su red, despertó para ponerse hora por hora, con creciente celeridad, al servicio de la patria.
Hasta aquí son 25 referencias del "judío" en sus primeras 50 páginas.Y creo sin temor a equivocarme que la frase;
ASI CREO AHORA ACTUAR CONFORME A LA VOLUNTAD DEL SUPREMO
CREADOR: AL DEFENDERME DEL judío LUCHO POR LA OBRA DEL SEÑOR.
resume hasta ahora todo lo planteado por el autor y no deja cabida a la opinión.
A éste punto yá dá la pauta que el "judío" es excluido de los planes de Dios y él está dispuesto a afrontar la "cruzada" contra ésta población.
Las oficinas estaban ocupadas por elementos judíos; casi todo amanuense* era un judío y todo judío un amanuense*.
*(amanuense: persona que por oficio pone en limpio escritos ajenos, o escribe al dictado)
En el aspecto económico, la situación era todavía peor, pues ahí es donde el elemento judío
había llegado a hacerse realmente “indispensable”.
Mientras el judío esquilmaba a toda la nación y la sojuzgaba, agitábase al pueblo bávaro
contra los “prusianos”.
Yo veía en esa agitación la más genial artimaña del judío para desviar la atención general concentrada sobre su persona.
Nuevamente comencé a asimilar conocimientos y llegué a penetrar el contenido de la obra
del judío Karl Marx en el curso de su vida.
La lucha de represión de los gobiernos alemanes de entonces contra aquella prensa -en su
mayor parte de origen judío- que corrompía paulatinamente al pueblo, no respondía a una línea
recta de conducta ni estaba respaldada por la entereza necesaria, aparte de que, sobre todo, carecía de una finalidad precisa.
El judío era sin embargo demasiado perspicaz para permitir que toda su prensa agrediese
simultáneamente.
En efecto, mientras los periódicos judío-marxistas se lanzaban groseramente contra todo lo que podía ser sagrado para el hombre y combatían del modo más infame al Estado y al Gobierno, instigando, en los grandes sectores del pueblo, a unos contra otros, las gacetas judíos burgo-demócratas sabían cubrir la apariencia de una famosa objetividad.
Pero, precisamente para nuestra medianía intelectual escribe el judío su llamada “prensa de
la inteligencia”.
Frente al principio judío-demócrata de la ciega idolatría por el número, el ejército
matuvo inconmovible el principio de la fe en la personalidad.
El antípoda* del ario es el judío.
*(antípoda:Dícese de los habitantes de un punto de la Tierra, con respecto a los de otro lugar diametralmente opuesto. / Persona de genio contrario al de otra)
Como el judío jamás poseyó una cultura propia, los fundamentos de su obra intelectual siempre fueron tomados de fuentes ajenas a su raza, de modo que el desarrollo de su intelecto, tuvo lugar en todos los tiempos dentro del ambiente cultural que le rodeaba.
Porque si bien el instinto de conservación del pueblo judío no es menor, sino más bien
mayor que el de otros pueblos, y aunque también sus aptitudes intelectuales despiertan la impresión de ser iguales a las de las demás razas, en cambio le falta en absoluto la condición esencial inherente al pueblo culto; el sentimiento idealista.
El espíritu de sacrificio del pueblo judío no va más allá del simple instinto de conservación
del individuo.
Tampoco en esto impulsa al judío otro sentimiento que el del puro egoísmo individual.
Por eso también el Estado judío -debiendo ser el organismo viviente, destinado a la
conservación y multiplicación de una raza- constituye, desde el punto de vista territorial, un Estado sin límite alguno.
El judío no es más que el acervo cultural de otros pueblos, ya corrompido en gran parte en
manos judíos.
Al juzgar el judaísmo desde el punto de vista de su relación con el problema de la cultura
humana, no se debe olvidar, como una característica esencial, que jamás existió ni hoy,
consiguientemente puede existir, un arte judío.
Como el pueblo judío nunca poseyó un Estado con una circunscripción territorial
determinada y tampoco, en consecuencia, tuvo una cultura propia, surgió la creencia de que se
trataba de un pueblo que cabía clasificarlo entre los nómadas.
No, el judío no es un nómada;
El judío fue siempre un parásito en el organismo nacional de otros pueblos, y si alguna vez abandonó su campo de actividad no fue por voluntad propia, sino como un resultado de la expulsión que de tiempo en tiempo sufriera de aquellos pueblos de cuya hospitalidad había abusado.
“Propagarse” es una característica típica de todos los parásitos, y es así como el judío busca siempre un nuevo campo de nutrición.
En la vida parasitaria que lleva el judío, incrustada en el cuerpo de naciones y Estados, está
la razón de eso que un día indujera a Schopenhauer a exclamar que el judío es el “gran maestro de la mentira”.
Para poder vivir como parásito de pueblos, tiene que recurrir el judío a la mixtificación de su
verdadero carácter.
Con el establecimiento de las primeras colonizaciones hace el judío súbitamente su
aparición.
Para evitar por lo menos lo peor, se comienza a proteger el suelo contra la mano avarienta
del judío, dificultándosele la adquisición de terrenos.
El judío hace este negocio con bastante frecuencia para beneplácito,por una parte, de la Iglesia que celebra la ganancia de un nuevo feligrés y, por otra de Israel que se siente satisfecho del fraude consumado.
Pese a los vergonzosos manejos de las Cortes, el pueblo se percata intuitivamente de que el judío es un cuerpo extraño en el organismo nacional y lo trata como a tal.
En el transcurso de más de un milenio ha llegado el judío a dominar en una medida tal el idioma del pueblo que le da hospitalidad, que cree poder arriesgarse a acentuar menos que antes su semitismo y en cambio decantar más su “germanismo”.
La raza no radica en el idioma, sino exclusivamente en la sangre; una verdad que nadie conoce mejor que el judío mismo, el cual justamente da poca importancia a la conservación de su idioma, en tanto que le es capital el mantenimiento de la pureza de su sangre.
La razón por la cual el judío se decide en convertirse de un momento a otro en un “alemán”,
surge a la vista:
Algo más todavía: el judío se hace también intempestivamente liberal y se muestra un
entusiasta del progreso necesario a la humanidad.
A fin de cuentas, gracias a la Bolsa, crece con extraordinaria rapidez la influencia del judío
en el terreno económico.
Para reforzar su posición política, el judío trata de eliminar las barreras establecidas en el
orden racial y civil que todavía le molestan a cada paso.
Los círculos oficiales, del mismo modo que las esferas superiores de la burguesía política y económica, se dejan coger insensiblemente en el garlito* judío por medio de lazos masónicos.
*(garlito: Celada o asechanza)
Con rara perseverancia y suma habilidad sabe el judío apoderarse de la prensa, mediante cuya ayuda comienza paulatinamente a cercar y a sofisticar, a manejar y a mover el conjunto de la vida pública, porque él está en condiciones de crear y de dirigir aquel poder que bajo la denominación de “opinión pública” se conoce hoy mejor que hace algunos decenios.
Mientras el judío parece desbordarse en el ansia de “luces”, de “progresos”, de “libertades”,
de “humanidad”, etc., practica íntimamente un estricto exclusivismo de su raza.
Rara vez el judío se casa con una cristiana, pero si el cristiano con una judía. Los
bastardos de tales uniones tienen siempre del lado judío.
Esto lo sabe el judío muy bien y practica por eso sistemáticamente este modo de “desarmar” a la clase dirigente de sus adversarios de raza.
La etapa final de este desarrollo significa la victoria de la democracia o como el judío lo
interpreta: la hegemonía del parlamentarismo
Mientras la burguesía no se preocupa de problema tan trascendental y ve con indiferencia el
curso de las cosas, el judío se percata de las ilimitadas perspectivas que allí se le brindan para el futuro y, organizando por un lado...
Veamos cómo procede el judío en este caso...
El sentimiento de justicia social que en alguna forma existe latente en todo ario, sabe el judío aleccionarlo...
Así funda el judío la doctrina marxista.
el judío divide la organización de doctrina marxista en dos partes...
el judío, más perspicaz que el burgués, aparenta preocuparse de los oprimidos.
En corto tiempo logra el judío desplazar de ese campo de actividad a todo competidor.
El judío destruye, efectivamente los fundamentos de la economía nacional, sirviéndose de la
organización sindicalista, que podría ser bienhechora para la nación.
El desconocimiento que reina en el seno de las masas acerca de la verdadera índole del judío
y la falta de penetración instintiva de nuestras clases superiores, permiten que el pueblo sea presa fácil de esa campaña de difamación judía.
Mientras las clases superiores, por cobardía innata, se apartan del hombre que resulta
víctima de las calumnias y difamaciones del judío...
Políticamente el judío acaba por sustituir la idea de la democracia por la de la dictadura del
proletariado.
El ejemplo más terrible en ese orden, lo ofrece Rusia, donde el judío, con un
salvajismo realmente fanático, hizo perecer de hambre o bajo torturas feroces a treinta millones de personas, con el solo fin de asegurar de este modo a una caterva de judíos, literatos y bandidos de bolsa, la hegemonía sobre todo un pueblo.
Analizando los orígenes del desastre alemán, resalta como causa principal y definitiva el
desconocimiento que se tuvo del problema racial y ante todo del problema judío.
Según eso, el marxismo internacional no es más que una noción hace tiempo existente y a la
cual le dio el judío Karl Marx la forma de una definida profesión de fe política.
Hasta aqui llegamos a la página 102, y fueron 63 alusiones al "judío", denigrándolo hasta el punto de describirlo y definirlo como un PARASITO, destructor de los estados, incapaz de ser creador, destructor de la economía, bastardo y por sobretodo totalmente opuesto al ario. Y también cabe destacar la negación u omisión del orígen del pueblo "judío".
Y todo se reduce al interrogante de si ella resultará en bien de la humanidad aria o en provecho del judío errante.
Un negro, por ejemplo, procedente de un protectorado colonial alemán, con residencia fija, en Alemania, engendra, según ese criterio, en su hijo, un “ciudadano alemán”, y del mismo modo todo niño judío, polaco, africano o asiático, nacido en Alemania, puede ser declarado, sin mayor trámite, ciudadano de este país.
También la influencia disociadora del judío en el organismo de pueblos extraños al suyo, es imputable, en el fondo, sólo a su eterno empeño de socavar, en las naciones que le dieron acogida, el significado de la personalidad y exaltar en su lugar la importancia de la masa
Así el principio de organización constructiva, peculiar a la raza aria, es reemplazado por el principio destructor que vive en el judío, convertido de este modo en el “fermento de descomposición” de pueblos y de razas y, en un sentido más amplio, en el factor de disolución de la cultura humana.
El artesano alemán, licenciado del servicio militar, pasó a ser su soldado y el intelectual judío a ser el oficial.
El marxismo formó de su material humano poco inteligente, un ejército de soldados políticos, que seguían al dirigente judío con la misma ciega obediencia que otrora a su oficial alemán en el ejército del Reich.
Lo que al marxismo le dio el asombroso poder sobre las muchedumbres, no fue de ningún
modo la obra escrita, de carácter judío, sino más bien la enorme avalancha de propaganda oratoria que, en el transcurso de los años, se apoderó de las masas.
El auténtico organizador de la revolución y su verdadero instigador -el judío internacional había
medido justamente las circunstancias del momento.
Fue el judío el que con asombrosa habilidad, supo lanzar, mediante su prensa, la idea del
“carácter apolítico” de las ligas de defensa, ensalzando y proclamando siempre, con no menos...
Millones de alemanes ingenuos repetían semejante farsa, sin presentir, ni en lo más mínimo, que de ese modo, se desarmaban prácticamente ellos mismos y caían, indefensos, en manos del judío.
Con la característica hipocresía del judío marxista, se quiso incitar de nuevo, por medio de
volantes, a hombres y mujeres, “camaradas del proletariado internacional”, para que otra vez se
lanzasen a la calle.
Hasta aquí van 150 páginas de las 190 y seguimos viendo insultos, agravios y degradaciones del estado hebreo o como el autor los describe "judíos", lo culpa de los grandes desastres, por sus supuestas ideologías políticas y de aparentes "lobos disfrazados de corderos" (es mi opinión)
Demasiado malicioso era el judío, para no haberse dado cuenta, ya entonces, de que la
infame campaña de explotación que él mismo había organizado contra el pueblo alemán, bajo la
capa de los comités, de aprovisionamiento, provocaría y debía provocar resistencia.
El judío internacional, Kurt Eisner, comenzó a intrigar en Baviera contra Prusia.
Así como antes de la revolución de 1918, el judío supo desviar de sus comités de
aprovisionamiento o mejor dicho de sí mismo, la atención pública, aleccionando contra Prusia...
Más tarde, gracias al impulso del movimiento nacionalsocialista, se abordó el problema judío de
manera activa, ante todo, porque sacando este problema de la esfera limitada de círculos burgueses, se supo hacer de él, el motivo propulsor de un gran movimiento popular. Pero tan pronto como esto fue posible, el judío empezó a organizar su defensa.
En todo caso, el judío alcanzó el objetivo deseado: católicos y protestantes habían entrado en reñida controversia y el enemigo mortal del mundo ario y de la cristiandad toda, se reía ante sus mismas narices.
Millares de nuestros conciudadanos pasan como ciegos ante el hecho del emponzoñamiento de nuestra raza,practicado sistemáticamente por el judío.
El marxismo creó con ello el arma que emplea el judío internacional para destruir la base
económica de los Estados nacionales, libres e independientes...
Así es como el judío se ha constituido actualmente en el más grande instigador de la
devastación alemana.
Saltan a la vista los razonamientos del proceder judío.
En Alemania, son las ideas más o menos “cosmopolitas” o pacifistas, en una palabra, las tendencias internacionales, las que utiliza el judío en su lucha por el poder...
...enemigo secular de nuestro pueblo, y no menos, al frío cálculo del judío que, de este modo,
quiso dar comienzo a la bastardización del continente europeo...
Aquello que Francia comete hoy en Europa, estimulada por su sed de venganza y
sistemáticamente guiada por el judío...
La prensa judía, en nuestro país, supo concentrar siempre la animadversión sobre Inglaterra y más de un buen ingenuo alemán cayó en el ardid judío.
Con todo esto no hacía otra cosa que suministrar el material que luego el judío bellaco se encargaba...
Aquí debo mencionar particularmente un tema del cual el judío sabía servirse en aquellos
años con extraordinaria habilidad: la cuestión del Tirol sur.
¿Sería imaginable que los representantes de los verdaderos intereses de aquellas naciones
que están en situación de pactar una alianza con Alemania, logren imponer su criterio frente a la
voluntad del judío que es el enemigo mortal de los Estados nacionales y autónomos?
En este país de la “democracia liberal” por excelencia, ejerce el judío una dictadura casi absoluta...
En los Estados europeos de hoy, el judío no ve más que instrumentos suyos a quienes
sojuzgar, sea por el medio indirecto de la llamada democracia occidental o, directamente la
dominación del bolchevismo ruso.
Demasiado bien sabe el judío que, gracias a sus milenaria adaptación puede socavar pueblos
europeos y bastardizarlos, pero comprende, al propio tiempo, que nunca llegaría a someter a la
misma suerte a un Estado nacional asiático de la índole del Japón.
El judío, en Inglaterra, se ha vuelto pues insubordinado.
Además, los tiempos han cambiado desde el Congreso de Viena: ya no son los príncipes y sus“maîtresses” los que hoy regatean fronteras: es el inexorable judío cosmopolita el que ahora lucha para imponer su hegemonía sobre los pueblos.
En su lugar, se ha impuesto el judío.
El judío mismo no es elemento de organización, sino fermento de descomposición.
El judío se da cuenta mejor que nadie de la trascendencia de este proceder, para su futuro.
Fuera de todo esto, no debe olvidarse jamás que el judío internacional, soberano absoluto de
la Rusia de hoy, no ve en Alemania un aliado posible, sino sólo un Estado predestinado a la misma suerte política.
Ciertamente, que la actualidad, tenemos que ir contra la corriente de la opinión pública sugestionada por el ardid judío, que, sabe explotar la ingenuidad alemana...
Esta fue la finalidad por la que luchó la Francia chovinista, si bien es verdad, poniendo a su pueblo en manos del judío internacional.
Finalmente lo culpa de la derrota o devastación alemana, lo trata como dictador absoluto de Inglaterra, lo vé como carente de toda comprención posible hacia la formación del estado y lo llama el mismo Estado "Judío".
En fin el libro MI LUCHA demuestra fielmente sus mas oscuros pensamientos hacia el pueblo hebreo, enfermizamente trata de imponer su pensamiento, sin darse cuenta de sus propias contradicciones, lo insulta ininterrrumpidamente, lo degrada incluso por debajo de las bestias (animales), lo cataloga de bastardos y se olvida de sus propios orígenes, pienso que ésta es otra prueba de que Adolf Hitler estaba obsesionado con una idea que no tenía bases sólidas y por ende una idea totalmente absurda.
RECUERDE CADA PALABRA "JUDIO" QUE APARECE EN ROJO EN ESTE ARTICULO LE COSTO LA VIDA A UNAS 47 MIL PERSONAS
Fuentes de consulta:
"Mi Lucha" de Adolf Hitler
Diccionario enciclopédico ilustrado de la lengua española
Planeta libro "www.planetalibro.com"