Durante la ocupación nazi, salvaron la vida a cientos de judíos
Me siento profundamente honrado de poder entregar las medallas de los Justos en memoria de sor Virginia Badetti y de sor Emilia Benedetti que, en el período de la ocupación nazi de Italia, salvaron a 167 judíos. Éstas fueron las palabras del embajador de Israel ante Italia, Yehuda Milla, antes de entregar la medalla a estas dos religiosas heroicas, en el convento de las Hermanas de Sión, en Roma. La grandeza de su labor -añadió el diplomático- consiste en la sencillez con que ofrecieron su asistencia.
Metchthild Vahle, Superiora de las Hermanas de Sión, añadió que, si bien en este encuentro debería prevalecer la gratitud, experimentamos también el dolor por todos los que no pudieron ser salvados en aquellos terribles años.
Fueron conmovedoras las palabras de los judíos salvados, quienes recordaron cómo, en el momento más triste de su historia, las puertas de las iglesias y de los conventos se abrieron para salvar a todos los perseguidos por la furia nazi-fascista.
Emanuele Pacifici, presidente de la Asociación de amigos de Yad Vashem, recordó que el caso de las Hermanas de Sión no es más que una de las muchas obras de caridad realizadas por héroes desconocidos que, desafiando a la muerte, salvaron a judíos perseguidos. Pacifici citó el recién publicado libro de Antonio Gaspari, Los judíos, Pío XII y la leyenda negra (Planeta-Testimonio), en el que se recogen estos hechos.
Uno de los judíos salvados narró que, a finales de mayo de 1944, los fascistas lograron entrar en el convento, y las religiosas fueron capaces de convencerles de que todo estaba en perfectas condiciones, a pesar de que, en realidad, tenían escondidos a unos 167 judíos. Su padre, tras esta intrusión, huyó movido por el miedo a la embajada de Irlanda, que se encontraba cerca del convento. Fue arrestado. Las religiosas rezaron durante tres noches seguidas hasta que fue liberado. Fue torturado, pero se salvó.
Sor Dora Rutar, que se encontraba en Roma como novicia, ha revelado a Zenit:El 16 de octubre de 1943, cuando se inició la persecución de los judíos, muchas familias se presentaron en la puerta de nuestra casa para pedir asilo. Cada día llegaban más, de manera que pronto fuimos 187 personas. El dormitorio y el locutorio se llenaron. La gente dormía en el suelo, sobre las escaleras, no había un solo espacio libre. La Superiora acogió a todos porque sabía que significaba salvarles la vida. Al inicio se creía que la persecución duraría poco y, sin embargo, estuvimos en aquellas circunstancias durante nueve meses. Cuando comenzamos a tener problemas de alimentación, pedimos ayuda al Vaticano. De este modo, monseñor Bellando, monseñor Montini (futuro Pablo VI) y sor Pascualina (la secretaria privada de Pío XII) organizaron la distribución de la comida. Sor Pascualina nos ayudó mucho. Una vez vino ella misma con una camioneta para traernos los alimentos. Éramos muchos, las tarjetas de racionamiento eran pocas, y por cada una de ellas podíamos pedir 80 gramos de pan al día. Si no hubiera sido por la ayuda del Vaticano, hubiera sido imposible dar de comer a todos.
En un cierto momento -continúa sor Dora Rutar- surgió el problema de cómo impedir posibles irrupciones de los soldados alemanes. La Secretaría de Estado nos había dado una hoja, con el objetivo de impedir toda injerencia, pusimos en la puerta, y organizamos un plan de emergencia. En caso de peligro, el portero debía tocar un timbre escondido. En mayo de 1944, llegaron los alemanes. La religiosa utilizó la hoja del Vaticano para detenerles. Ellos se fueron.
No faltaron los buenos momentos, añade la hermana Rutar. Recuerdo que el 14 de diciembre de 1943, cuando pronuncié los votos, los judíos asistieron a la misa. La capilla estaba llena y muchos cantaron en el coro.
Fuente: http://www.archimadrid.es/alfayome/menu ... mundo4.htm