monastelar escribió:No sé, una cosa es leer y estar muy informado... y otra diferente es vivir en Alemania, tener gente que haya pasado por la segunda guerra.... a mi parecer puedes leer millones de libros, estar al tanto de todo, saberte todas las citas de memoria, ver cuanto documental hay.... pero lo que es seguro que NINGUNO harán que llegues a una verdadera razón de la culpabilidad de otro..... en realidad aquí todo el mundo fué culpable y todo el mundo pecó de inocente.... (no sé si me explico)
Te voy a dar un ejemplo, mi familia es francesa (judia), exiliada en Chile... yo casada con un alemán - húngaro, ambas partes de su familia vivieron la segunda guerra de diferente forma.... luego ya pasaron lo de la Unión Soviética, pero eso es otro tema.
En mi caso, mi familia en Francia, Judia, fue enviada a algunos campos de concentración, para luego ser llevados a campos de exterminio, por otro lado los que sobrevivieron se fueron a Chile... arrancando, con la esperanza de encontrarse con una nueva vida, ya vemos que en CHile 1973, también hubo persecusiones a comunistas, socialistas y campos de concentración... por lo cual un día un tio abuelo mio, nos sienta a todos los sobrinos, nietos, y nos comienza a hablar, de que en un país existan golpes de estado, muertes no es solo culpa de las personas que estan al poder, si no del séquito de personas que sigue sus ideales sin siquiera saber el verdadero porque , sólo porque escuchan dinero, creciente economia ya creen feacientemente.... la culpa no es del cerdo, si no del que le da el afrecho (ya vemos que entonces si es culpa de los alemanes), pero cuando esta teoria, admiración y devoción no pertenece a un sólo país si no que se expande como una pandemia... y crece cada vez más y hay mas personas que temen por su vida y que el terror es el que rige... que harás para salvarte a tí y a tú familia? Seguir o batallar? seguramente ahora sera facil y diriamos BATALLAR!, pero en aquel entonces el miedo y el terror eran indispensables a la hora de ganar mas y mas adeptos.... todos estabamos absortos con sus palabras.... hasta que se saco una bandita que tenia en el brazo.... y nos mostro su marca, su recuerdo, su tragedia.... su numero quemado en Auschwitz.... su nombre que lo identificaba como "nadie" una "raza inferior" y nos dice para uqe nunca mas pase algo así, recuerden, hablen, y comenten que esto no puede volver a ocurrir, y recuerden la culpa no es de uno... es de la gent que lo sigue.
Por lo tanto muchos alemanes eran nazis (claro aqui nació en NS) y estaban de acuerdo a las politicas antisemitas, antipoliticas y todo lo que ello conlleva, pero otras personas simplemente se adherian al partido por miedo, por mejoras laborales, por ayudas (recordemos el tratado de Versalles y la primera guerra fue la catástrofe para Alemania y su economia).....
Por tanto creo que hablar quien tuvo la culpa es dificil.... seguramente los polacos, te diran que los alemanes tuvieron la culpa.... por permitir el ascenso, seguramente los checos te diran que todos porque todos el mundo ayudo a que este hombre llegara al poder.
Simplemente creo que el unico culpable es la avaricia del hombre, querer mas y mas .... el miedo, el pánico, todo suma.... pero explicar este tema mediante un libro o tratar de ser una enciclopedia... no sé.... simplemente UN CUMULO de cosas hacen que una ayude a otra, es una reacción en cadena y no tenemos porque culpar a una nacion cuando al final no fué solo Alemania quien decidió seguir a los nazis.
Saludos cordiales.
Hola Machucagran; el mero hecho de tener contacto personal con un tema no nos hace de por sí más objetivos, es más puede ser una rémora en analizar objetivamente unos hechos a los cuales algunos historiadores han dedicado vidas enteras a ello.
El propio historiador Saul Friedländer, con su monumental obra sobre el Tercer Reich y Los Judíos publicadas en dos volúmenes: “Años de persecución y Años de exterminio”, en su introducción deja claro que pertenece a una generación de historiadores cuya comprensión del nazismo y del Holocausto viene claramente condicionada por haber vivido esos hechos, y no pueden ignorar que sus investigaciones estén sujetas a fuerte dosis de implicación emocional – el propio S. Friedländer perdió a sus padres en Auschwitz y fue criado por una familia católica – Es más que humano el poder entender que dichos historiadores no pueden evitar una cierta “transferencia” hacia su pasado, pero al mismo tiempo, la distancia de los hechos y con la abundante investigación histórica que existe puede hacernos ver las cosas con algo más de objetividad.
Te he leído con atención y dejando aparte el aspecto emotivo, la pregunta fundamental de la discusión es si el pueblo alemán sabía o no algo del Holocausto y cómo reaccionó ante dicho conocimiento y qué actitud tomó al inicio de las medidas discriminatorias contra los judíos. No se trata de tildar a los alemanes de asesinos o de insensibilidad moral ante el sufrimiento ajeno en su conjunto como nación, sino el intentar determinar mediante datos históricos qué actitud tuvieron ante uno de los hechos de mayor singularidad de la humanidad como fue el Holocausto. Es cierto que el factor miedo o la propia atmósfera inherente a cualquier dictadura puede paralizar a sus miembros, hoy en día incluso en democracias vemos como a nuestro alrededor pueden haber “indiferencias morales” ante abusos de radicales sobre una minoría, pero la clave es poder determinar si ese factor – miedo a represalias - fue suficiente para permitir las medidas antijudías que finalmente desembocaron en el Holocausto, creo que con los datos en la mano la población alemana tiene mucho que explicar.
Ante la increíble aportación de Jose Luis únicamente manifiestas vivencias personales o el mero hecho de que vives en Alemania y que al no haber vivido todos nosotros esos años como tus antepasados entonces ya no estamos legitimados para opinar del tema, creo que es un grave error de interpretación y para subsanarlo únicamente hacen falta una cosa: los libros de historia. Nadie de aquí ha vivido la época del Imperio romano y no por eso existen más que abundantes estudios que nos describen con detalle sus leyes, costumbres, conflictos, guerras, etc.
Por otro lado te puedo asegurar que el trabajo de leerse no uno, sino decenas de libros sobre el Holocausto, combinar y contrastar opiniones y datos de diferentes historiadores y al exponerlas ubicarlas con sus correspondientes citas como ha hecho Jose Luis no es moco de pavo. Pero si a nosotros nos cuesta imagínate a los diferentes historiadores que pasan buena parte de su vida, con un coste personal y familiar, con el único afán de ponernos a nuestra disposición materiales para entender qué ocurrió en el pasado.
Con la caída del Muro de Berlín y las recientes aperturas de los archivos de la URSS se ha podido tener claro que el concepto de pureza racial tuvo mucho que ver con el genocidio y con las matanzas en la Europa del Este, el racismo nazi fue simplemente eugenesia aplicada a gran escala, desde el punto de vista nazi la guerra estaba relacionada con la sangre y la conquista y fueron dos caras de la misma moneda: la sangre pura y la conquista del mundo por el Herrenvolk “ario” biológicamente la raza superior.
En 1992 se inició un destacado debate académico con la publicación del libro de C. Browning con su libro “Ordinary Men: Reserve Police Batalion 101 and the Final Solution in Poland”, y continuado en 1996 con el libro de Daniel Goldhagen, con Hitler`s Executioners: Ordinary Germans and The Holocaust. Fueron obras que trataban hasta qué punto el pueblo alemán conocía o contribuyó a la matanza de los judíos.
Recientemente el historiador Eric Jonson – en 1999 – ha publicado un estudio de campo bajo el título “The Nazi Terror: Gestapo, Jews and Ordinary Germans”, basado en el estudio de los archivos de la Gestapo en tres grandes ciudades, y revela la diferencia de trato que daban los miembros de la Gestapo a los alemanes “corrientes” y a sus enemigos declarados, esto es, judíos y comunistas, y parece que finalmente ha conseguido demoler el mito de que la población alemana vivía con un miedo constante a la Gestapo. Si bien es cierto que dicho autor deja claro que el actual énfasis que se hace sobre la complicidad de los alemanes “corrientes” en los crímenes del régimen “amenaza con subestimar y oscurecer la enorme culpabilidad y la capacidad de liderazgo de los órganos dirigentes del terror nazi, entre ellos la Gestapo y de sobreestimar la culpabilidad de los ciudadanos alemanes corrientes”. Está claro que algunos alemanes fueron más culpables que otros.
Hay muchas historias sobre la maquinaria de persecución y muerte nazi, prestando escasa atención a la sociedad en su conjunto, las actitudes y las políticas nazis no pueden evaluarse plenamente sin el conocimiento de las vidas y los auténticos sentimientos de los propios hombres, mujeres y niños judíos – en palabras de S. Friedländer – “oír sus voces es esencial si queremos comprender el pasado. Porque son éstas las que nos revelan lo que se sabía y lo que se “podía” saber; los suyos son los únicos testimonios que transmiten tanto la claridad de conocimiento como la ceguera total de unos seres humanos enfrentados a una realidad horripilante y completamente nueva”. Por lo tanto se me hace extraño que alguien que tiene un contacto directo como tú con un superviviente del Holocausto no entienda o no quiera ver que las víctimas en una mayoría absoluta hablan de indiferencia moral por parte del resto de la población alemana o de antipatía directa en otros casos sino ya de colaboración cuasi-criminal.
Todos conocemos los factores que moldearon el contexto histórico global en que tuvo lugar el Holocausto, contribuyeron al clima general de la época que facilitó el camino del exterminio; la radicalización ideológica combinado con un nacionalismo ferviente y un virulento antimarxismo – posteriormente antibolchevismo – como ejes principales, que emergieron a la superficie durante las últimas décadas del s. XIX y alcanzaron su clímax tras la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa.
Sin desmerecer dichos factores – y otros que no se mencionan – el papel de Hitler y de su ideología fue importante en la génesis y puesta en práctica de las medidas antijudías del régimen nazi, en las decisiones más importantes del régimen nazi Hitler estaba detrás, especialmente con los judíos el dictador tenía obsesiones ideológicas que no eran más que las calculadas estratagemas de un demagogo que llevó un tipo de antisemitismo de base racial hasta sus límites más extremos y raciales. A este aspecto específico de su visión del mundo lo llamó “antisemitismo redentor”, era un antisemitismo que se diferenciaba del odio antijudío comunes en la Europa cristiana y de las tradicionales corrientes de antisemitismo germano y europeo.
Fue su dimensión redentora en combinación con una furia asesina y de un objetivo “idealista” lo que condujo a la decisión final de Hitler de exterminar a los judíos.
Ahora bien Hitler no tomaba sus decisiones independientemente de las organizaciones del partido y del Estado, sus iniciativas sobre todo durante la fase más temprana del régimen no se vieron únicamente determinadas por su visión del mundo, sino también por el impacto de presiones internas, el peso de restricciones burocráticas, la influencia de la opinión pública alemana e incluso por las reacciones de otros gobiernos y la opinión extranjera.
¿Hasta qué punto el partido y el pueblo alemán compartían la obsesión ideológica de Hitler?. El antisemitismo redentor era frecuente entre la elite del partido, y no era inusual en los agentes que se convertirían en pieza básica de la aplicación de las políticas antijudías, como el servicio de Seguridad de las SS de Heydrich. Esto es, dentro del partido o incluso fuera pero en sus proximidades había centros de antisemitismo a ultranza y radicales, sin embargo, dentro de las elites tradiciones – aristocracia, conservadores – y entre las capas más amplias de la población las actitudes antijudías se manifestaron más bien como tácita aquiescencia o bajo diversos grados de conformidad.
La población alemana fue testigo claro que las medidas que se iban tomando contra los judíos, tanto legislativas como económicas – en los procesos de arianización de empresas – y no hubo significativos focos de disensión y los pocos que hubo vinieron de las religiones cristianas principalmente. Parece claro que la mayor parte de los alemanes aunque estaban indudablemente influidos por diversas formas de antisemitismo tradicional y aceptaron sin mayores problemas la segregación de los judíos, regían la violencia generalizada contra ellos, y no exigían ni su expulsión del Reich ni su aniquilación física.
Tras el ataque a la URSS, cuando se decidió el exterminio total, los centenares de miles de “alemanes corrientes” (para distinguirlos de las SS) que participaron activamente en la matanza no actuaban de forma diferente a los también numerosos y “corrientes” austríacos, rumanos, ucranianos, bálticos que se convirtieron en operarios bien dispuestos de la maquinaria asesina.
Las persecuciones primero y el exterminio nazi después fueron cometidos por personas normales que vivían y actuaban dentro de una sociedad moderna, los objetivos de esos actos estaban formulados por un régimen, una ideología y una cultura que no eran normales, es esa simbiosis entre lo poco común y lo corriente, la fusión entre la posibilidad criminal compartida ampliamente por una sociedad “normal” lo que hace único la cuestión judía en Alemania.
Uno de los historiadores que ha dedicado buena parte de su vida al estudio de lo que estamos discutiendo es Ian Kershaw – que por desgracia hace poco dijo que ponía fin a dicho campo de estudio – y desde el año 1972 comenzó a publicar ensayos y libros que trataban sobre cómo había respondido el pueblo alemán a la cada vez más salvaje persecución de los judíos y su posterior exterminio. Dicho autor ya en su estudio Popular Opinión and Political Dissent, se sorprendió de lo poco que la persecución de los judíos parecía invadir la vida diaria de la mayoría de la población alemana y lo aparentemente limitado de su impacto sobre la opinión popular.
Lógicamente hubo momentos puntuales como el boicot de 1933, la promulgación de las Leyes de Núremberg de 1935 y especialmente los terribles progromos de 1938, en los que la persecución de los judíos pasó brevemente a ocupar el primer plano de la opinión, pero incluso durante las principales oleadas de actividades antijudías que tuvieron lugar en 1933, 1935 y 1938, la opinión popular estuvo principalmente influenciada por otros factores. El anterior estudio mencionado estuvo enfocado en Baviera y no cubría toda Alemania, pero llama la atención el factor de que en amplias franjas de territorio de Baviera no hubiera judíos. Es decir, la mayor parte de la población no se relacionaba con judíos en su actividad diaria.
Ese estudio influyó considerablemente en Kershaw que posteriormente sacó a relucir sus posteriores conclusiones de “indiferencia letal”, y sugirió que la Cuestión Judía para el pueblo alemán tenía una relevancia menor y menos genuina en la vida diaria de la mayoría de la población alemana, y que la “consecuencia sobre la conformación de la opinión popular fue menos la creación de un odio dinámico que de una indiferencia letal”, una ausencia de preocupación con consecuencias finalmente mortales.
Dicha aproximación a la indiferencia hacia el destino de los judíos fue el elemento que caracterizó – según Kershaw – la postura de la mayoría del pueblo alemán al destino de los judíos, y fue resumida en su genial y conocida frase de que “el odio fue lo que construyó el camino hacia Auschwitz y la indiferencia lo que lo pavimentó”. Mientras millones de judíos eran asesinados durante la guerra de exterminio desplegada por los nazis, la mayoría del pueblo alemán tenía la cabeza ocupada en otros asuntos, “el antisemitismo latente y la apatía bastaron para permitir que el creciente odio “dinámico” criminal del régimen nazi tuviera la autonomía necesaria para poner en marcha el Holocausto”.
Por las mismas fechas en que Ian Kershaw centraba sus estudios en el aspecto social del Tercer Reich, otro autor ya mencionado por Jose Luis, Otto Dov Kulka trabajaba en el mismo asunto – “Public opinión “ in Nacional Socialist Germany and the “Jewis Question”, Zion, nº 40. Kulka se mostró crítico con el cocepto de “indiferencia” sobre todo en referencia a los años de la Solución Final y, junto con Aron Rodrigue escribieron una revisión crítica de la anterior interpretación de Kershaw.
Kulka y Rodrigue aludieron a algunos informes de 1941 y 1942 que indicaban que una amplia aprobación a la imposición de la “estrella amarilla” y a una “solución radical para el problema judío” en la época de las deportaciones, llegando a la conclusión de que el concepto de “indiferencia”, como ausencia de preocupación es demasiado limitado en alcance y no transmite toda la complejidad de la opinión popular. Se decantaron por sustituir el concepto de “indiferencia” por una “actitud que podría más bien caracterizar de complicidad pasiva” – Otto Dov Kulka y Aaron Rodrigue, “The German Population and the Jews in the Third Reich”, Yad Vashem Studies nº 16, pp. 421 – 435.
De dicho debate intelectual e histórico – que por cierto surgió una buena amistad entre ambos historiadores – Kershaw asumió un poco el concepto anterior y relajó su definición estricta de “indiferencia” añadiéndole la aclaración de que indiferencia no implica neutralidad sino que escondía connotaciones negativas, las de los que se encogen de hombros o dan la espalda al mal por no poder hacer nada al respecto, y la sensación de que hay otras preocupaciones más apremiantes o abrumadoras. No era una postura heroica ni moralmente encomiable, pero probablemente fue una actitud habitual. Así Kershaw transformó su primer concepto de indiferencia en “indiferencia moral”, que era compatible con la creciente despersonalización de los judíos durante la guerra y en el endurecimiento de actitudes hacia la Cuestión Judía entre la población.
La falta de interés por la discriminación contra una minoría que en general despertaba antipatías, emparejada con el antagonismo latente que había existido incluso en condiciones democráticas antes de las incomparablemente mayores dificultades de expresión que se presentaron después de la aparición de la dictadura, proporcionaron un requisito previo para el proceso de genocidio, al permitir que el odio fanático de parte de la población cobrara intensidad sin que nadie le opusiera obstáculos ni impedimentos.
Otros historiadores han avanzado también en dicha exploración de las fuentes de opinión pública y archivos que han ido apareciendo en la década de 1970 y principios de 1980, así son de destacar los estudios de David Bankier plasmados en su libro The Germans and The Final Solution. Public Opinión Ander Nazism, Oxford, 1992; Peter Longerich, “Davon haben wir nichos gewuBt!. Die Deutschen und die Judenverfolgung, 1933 – 1945, Munich, 2006; y la magnífica edición de todos los informes policiales conocidos sobre la opinión pública y la Cuestión Judía realizada por Otto Dov Kulka y Eberhard Jäckel, “Die Juden in den gemí NS-Stimmungsberichten, 1933 – 1945, Dusseldorf, 2004 – ya comentado por Jose Luis incluso con un ejemplo de reacción de uno de los informes – También se puede mencionar el libro de Jeffrey Herf – que espero recibirlo en breve – “Enemigo judío”.
El historiador Bankier hablaba de “insensibilidad moral hacia el “destino” de los judíos” por parte de la población alemana durante las deportaciones y los asesinatos en masa, de los que había amplio conocimiento, añadiendo que “muchos buscaron de manera deliberada evadirse de la toma de conciencia del genocidio” (que implicaba responsabilidad). Aceptaba que el “público no asignó al antisemitismo la misma importancia que le asignaron los nazis”, pero que el sentimiento antijudío preexistente y profundamente asentado hizo que la idea de liberar a Alemania de los judíos se viera ampliamente apoyada, aun cuando los métodos, y en especial la más franca violencia, fueran criticados.
Longerich avanzó en el debate argumentando que los informes del régimen sobre las reacciones a la política antijudía no representaban la verdadera opinión popular, sino una opinión popular “oficial” y “artificialmente producida” y que su papel era documentar que la población con su comportamiento diario, expresaba su aprobación a la política del régimen. Longerich se centró menos en los informes como indicadores de la opinión popular, que en los esfuerzos de la propaganda para conformarla; esfuerzos que admitió sólo consiguieron un éxito parcial. El interés del régimen, argumentaba, era implicar a la población, cuya conciencia de las atrocidades cometidas a gran escala era extensiva, en la complicidad del asesinato en masa, algo que hizo convirtiendo la Solución Final en una especie de secreto a voces.
Cuando la suerte de la guerra se volvió en contra de Alemania, todo esto cambió y el régimen se esforzó en eliminar cualquier discusión sobre el asesinato de los judíos. Temerosa de las futuras consecuencias la población se mostró menos dispuesta que nunca a preocuparse por los detalles del genocidio y tendió cada vez más a anular cualquier conocimiento que sobre el mismo pudiera tener.
En su detallado estudio de la propaganda sobre la Cuestión Judía en tiempos de guerra, Jeffrey Herf ofrece una versión sensata en forma de advertencia para los que desean extraer consecuencias sobre la actitud popular a partir de fuentes tan problemáticas como los informes del SD – que sin desmerecerlo son una gran fuente de datos – pero dicho autor incide que en referencia al conocimiento del Holocausto y a cómo la gente de a pie respondió al aluvión de agitación antijudía, destaca que “el principio de sabiduría en estos asuntos es una cierta contención y mucha menos certidumbre en referencia a lo que los alemanes de a pie hicieron de la propaganda nazi”.
Según dicho historiador una minoría fanática – que no pequeña – incluida o próxima en torno a las principales organizaciones nazis quedó completamente convencida por la propaganda radical de que los judíos eran los responsables de la guerra, y de esos fanáticos estaban rodeados por una sociedad en la que ciertas formas leves de antisemitismo estaban perfectamente extendidas.
Los trabajos de Kulka y de Jäckel difieren de los demás en que se una seria recopilación de los informes nazis sobre las actitudes hacia los judíos, en un ensayo posterior publicado por Kulka dicho autor dio un giro más de tuerca en cuanto a la interpretación de la “indiferencia” y expuso su valoración en cuanto al silencia extensivo sobre la Solución Final y la despersonalización de los judíos que aparece en los informes contrastó el concepto de “pasividad general” como “el resultado de la indiferencia, de no saber o no querer saber, o de una represión de dicho conocimiento”, con la “pasividad general”, como la “expresión de un amplio consenso respecto a la política del gobierno, una especie de acuerdo tácito sobre la no necesidad de adoptar una postura activa respecto al tema”. Extendiendo su consideración a las declaraciones de aprobación al antisemitismo del régimen aparecidas en las encuestas de opinión posteriores a la guerra llevadas a cabo por norteamericanos en la Alemania ocupada, Kulka concluye:
“Es evidente que la interpretación de que la población alemana era en general indiferente a la política genocida contra los judíos no supera la prueba de confrontación con las fuentes adiciones. Queda también suficientemente claro que la identificación con la Solución Final estaba extendida entre la opinión popular durante el Tercer Reich” – ( Otto Dov Kulka, “The German Population and the Jews: State of Research and New Perspectivas).
El historiador I. Kershaw duda de que esas encuestas tras finalizar la guerra tengan la validez suficiente para sostener una afirmación tan rotunda, según las cifras de Kulka el 20 % estaba de acuerdo con Hitler en cuanto al tratamiento de los judíos, y un 19 % estaba en general a favor pero tenía la sensación de que había llegado demasiado lejos.
No sé, los dos últimos años he intentado recopilar la mayor cantidad de libros sobre dicho tema, y creo que como dice Kershaw es casi imposible tener certidumbres totales, es casi imposible determinar si la pasividad de la mayoría de la población alemana ante el sufrimiento judío reflejaba indiferencia moral, mala conciencia, anulación de un conocimiento incómodo, miedo a las consecuencias o una aprobación tácita de lo que se estaba haciendo, antes y durante la guerra con los judíos. Pero lo que parece claro es que hubo conocimiento y pasividad de una mayoría abrumadora de la población alemana.
PD: Las notas bibliográficas provienen del capítulo introductorio del libro de I. Kershaw - "Hitler, los alemanes y la solución final".
Saludos desde Benidorm.