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"Iniciaban la retirada hacia la vieja ciudad de Fumes, una localidad de sólidos edificios de ladrillo rojo, atravesada por un brazo del Canal. El temerario comandante del 2.° Batallón, el teniente coronel Jack Lloyd, pensaba realizar una visita de reconocimiento.Junto con los oficiales de su compañía, el mayor Dermont Pakenham y el capitán Christopher Jeffreys, comenzó a pasar revista al sector del canal perteneciente al 2.° Batallón.
Los franceses debían permanecer en sus trincheras de la otra orilla, situada más al sur. Sin embargo, no se avistaba el menor rastro de franceses y las únicas muestras de tropas británicas eran un par de camiones, cargados con soldados del regimiento de Middlesex.
De pronto, un sargento de zapadores que acertó a pasar junto a ellos, les advirtió:
—No sigan adelante. Hay francotiradores.
Lloyd dejó pasar cinco minutos antes de tomar una decisión.
—Bueno, nosotros vamos a echar un vistazo, Bill. Tú quédate aquí.
En la débil claridad de la atardecida, Kingsmill les observó mientras se adentraban por el camino de sirga, sin siquiera tomar la precaución de inclinarse, inspeccionando los sectores asignados a las distintas compañías. Transcurrieron tres minutos, cinco minutos, diez minutos. Habían arribado ya al extremo final del frente y se disponían a regresar. Tres disparos, silbando al unísono sobre el agua, atravesaron el canal.
Boquiabierto, Kingsmill vio caer a los tres hombres. Rehecho de su sorpresa, se apresuró a tomar el primer fusil que encontró a mano y gritó al teniente Tony Jones:
—Ve por el otro lado, Tony. Procura alcanzarles y ponerlos a cubierto.
Centímetro a centímetro, comenzó a arrastrarse sobre su vientre a lo largo del camino. Sonó otra descarga y desde su posición en el suelo, distinguió cómo los soldados del Middlesex, sucios y cansados, abandonaban sus camiones en busca de refugio. Intentó localizar la procedencia de los disparos y descubrió el tejado de pizarras rojas de un edificio aduanero, a unos quinientos metros de la otra orilla del canal. Se distinguía el hueco oscuro de una teja arrancada, era una buena guarida para un francotirador.Kingsmill levantó su fusil y apretó el gatillo. No cesó de disparar hasta que consumió el cargador.Nadie contestó ya a su fuego"