José Luis escribió:El Vaticano se pronunció, mediante una directiva, en 1928 sobre el antisemitismo. Aunque no dejó de expresar la ceguerra judía por su no aceptación del Mesías, condenó sin embargo el odio antisemita y deseó su voluntad de proteger a los judíos de todo trato injusto (Phayer, 1-2). Y en consonancia con esta directiva, en 1937 Pío XI publicó su famosa encíclica Mit brennender Sorge, que condenaba el racismo (pero no a Hitler o el Nacionalsocialismo, como se ha afirmado erróneamente).
Yo no diría que Mit Brennender Sorge constituye una crítica al racismo; y desde luego mucho menos, como bien dices,
a Hitler o al Nacionalsocialismo. Tampoco creo que el objetivo de dicha Encíclica tuviera nada que ver con la directiva de 1928 sobre el antisemitismo, ya que nada al respecto se menciona en ella.
Aunque en muchas ocasiones se ha citado y se cita esta Encíclica como "prueba" de una firme oposición de la Iglesia
Católica a la ideología Nazi, y en concreto a su concepción racista del Estado; tal afirmación no puede resistir
un análisis mínimamente detallado.
Para lo que sigue he usado como referencia el texto de la Encíclica que se puede encontrar en la página web del Vaticano
(
http://www.vatican.va). Allí se encuentra la Encíclica en sus versiones en alemán, inglés, español e italiano. Aunque la
versión original de la Encíclica es, según creo, en alemán; he utilizado por comodidad la traducción al español. Al
proceder todas las versiones del Vaticano, entiendo que las traducciones están autorizadas por la Iglesia Católica y
por tanto son todas ellas válidas. Por mi parte he comparado las versiones española e inglesa y son equivalentes.
Pues bien, la Encíclica en cuestión tiene 14 páginas. En dichas páginas la palabra raza (o sus derivados tales como
racismo, racista, racial, etc) se mencionan tan solo cinco veces; lo que no parece mucho para un documento dedicado
a criticar el racismo del sistema Nazi. Como no son muchas las apariciones voy a reproducir las cinco frases en
cuestión:
1
Si la raza o el pueblo, si el Estado o una forma determinada del
mismo, si los representantes del poder estatal u otros elementos
fundamentales de la sociedad humana tienen en el orden natural un puesto
esencial y digno de respeto, con todo, quien los arranca de esta escala de
valores terrenales elevándolos a suprema norma de todo, aun de los valores
religiosos, y, divinizándolos con culto idolátrico, pervierte y falsifica
el orden creado e impuesto por Dios, está lejos de la verdadera fe y de
una concepción de la vida conforme a esta.
2
Este Dios ha dado sus mandamientos de manera soberana, mandamientos
independientes del tiempo y espacio, de región y raza.
3
Solamente espíritus superficiales pueden caer en el error de hablar de
un Dios nacional, de una religión nacional, y emprender la loca tarea de
aprisionar en los límites de un pueblo solo, en la estrechez étnica de una
sola raza, a Dios, creador del mundo, rey y legislador de los pueblos,
ante cuya grandeza las naciones son como gotas de agua en el caldero (Is
40, 5).
4
La revelación, que culminó en el Evangelio de Jesucristo, es
definitiva y obligatoria para siempre, no admite complementos de origen
humano, y mucho menos sucesiones o sustituciones por revelaciones
arbitrarias, que algunos corifeos modernos querrían hacer derivar del
llamado mito de la sangre y de la raza.
5
Revelación, en sentido cristiano, significa la palabra de Dios a los
hombres. Usar este término para indicar las sugestiones que provienen de
la sangre y de la raza o la irradiaciones de la historia de un pueblo es,
en todo caso, causar desorientaciones.
No veo en ninguna de ellas una crítica ni al racismo del régimen Nazi, ni al racismo en general.
En las frases 1 y 2 la raza se mezcla con otros conceptos (pueblo, Estado, tiempo, región ...) y
simplemente se afirma la preeminencia de la idea de Dios y de sus mandamientos. En la frase 3 se
toca el tema de la iglesia nacional. Este es un asunto que tiene poco que ver con la raza, y está
más ligado al hecho de que la Iglesia Católica alemana al depender jerarquicamente de Roma, podía
tener una lealtad u obediencia a poderes externos al Estado Nazi cosa que Hitler detestaba. Hitler
prefería una Iglesia independiente de Roma, y a ser posible controlada por los nazis, un poco como
lo que se intentó con la religión protestante al crear la Iglesia del Reich. La frase 4 vuelve a
contraponer la idea de raza a la de Dios; y la frase 5 es simplemente una cuestión de terminología,
la Iglesia consideraba que Revelación no se debe emplear más que para designar a la palabra de Dios
a los hombres.
No se menciona en ningún momento nada al respecto de discriminar a personas por su raza, impedirles
desempeñar determinadas profesiones, impedirles el matrimonio o la simple relación con otras personas,
organizar desde el Estado, u organizaciones afines, boicots contra tales personas, etc. Esto era lo
que ocurría en Alemania en aquellos momentos, y era lo que realmente preocupaba y perjudicaba a mucha
gente, y no las disquisiciones teóricas que acabo de exponer.
Ahora bien, si la Encíclica no habla de raza o racismo ¿de que habla entonces? ¿para que se
escribió? Pues muy sencillo, no hay más que ir a la propia Encíclica para averiguarlo. Reproduzco a
continuación el título del documento: CARTA ENCÍCLICA MIT BRENNENDER SORGE DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI
SOBRE LA SITUACIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL REICH ALEMÁN. Así pues desde el principio está claro,
el documento va a tratar la situación de la Iglesia Católica en Alemania. No la situación de los Derechos
Humanos, no la situación de determinados grupos sociales o raciales en Alemania; no, tan solo los
problemas de la propia Iglesia. En la primera frase de la Encíclica se dice de forma más clara aún:
Con viva preocupación y con asombro creciente venimos observando, hace
ya largo tiempo, la vía dolorosa de la Iglesia y la opresión
progresivamente agudizada contra los fieles, de uno u otro sexo, que le
han permanecido devotos en el espíritu y en las obras
Por lo que se ve solo los fieles católicos sufrían opresión en Alemania en 1937, o al menos a la Iglesia
eran los únicos que le preocupaban vivamente. Compárese también esta frase con las vaguedades sobre la raza
que he mencionado antes.
A continuación la Encíclica pasa a tratar el tema del
Concordato. En relación con eso la Iglesia manifiesta
su disconformidad con los incumplimientos de dicho acuerdo por parte del gobierno de Alemania. Asi se puede
leer:
Todo el que haya conservado en su ánimo un residuo de amor a la verdad, y en su
corazón una sombra del sentido de justicia, habrá de admitir que, en los
años tan difíciles y llenos de tan graves acontecimientos que siguieron al
Concordato, cada una de nuestras palabras y de nuestras acciones tuvo por
norma la fidelidad a los acuerdos estipulados. Pero deberá también
reconocer con extrañeza y con profunda reprobación cómo por la otra parte
se ha erigido en norma ordinaria el desfigurar arbitrariamente los pactos,
eludirlos, desvirtuarlos y, finalmente, violarlos más o menos
abiertamente.
Todavía hoy, cuando la lucha abierta contra las escuelas confesionales,
tuteladas por el Concordato, y la supresión de la libertad del voto para aquellos
que tienen derecho a la educación católica, manifiestan, en un campo particularmente
vital para la Iglesia, la trágica gravedad de la situación y la angustia, sin ejemplo,
de las conciencias cristianas, la solicitud paternal por el bien de las
almas nos aconseja no dejar de considerar las posibilidades, por escasas
que sean, que aún puedan subsistir, de una vuelta a la fidelidad de los
pactos y una inteligencia que nuestra conciencia pueda admitir. Secundando
los ruegos de los reverendísimos miembros del episcopado, en adelante no
nos cansaremos de ser el defensor —ante los dirigentes de vuestro pueblo—
del derecho conculcado, y ello, sin preocuparnos del éxito o del fracaso
inmediato, obedeciendo sólo a nuestra conciencia y a nuestro ministerio
pastoral, y no cesaremos de oponernos a una mentalidad que intenta, con
abierta u oculta violencia, sofocar el derecho garantizado por solemnes
documentos.
Es decir a la Iglesia le preocupa la escuela confesional y el hecho de que el gobierno de Hitler no cumpla
con lo firmado en el Concordato.
Después del tema del Concordato, la Encíclica pasa a tratar lo que llama
Genuina Fe en Dios. Aqui se trata
el tema del neopaganismo, de la deificación del concepto de raza (no, insisto, de la crítica al hecho de la
discriminación racial), etc.
A continuación trata la
Genuina Fe en Jesucristo, y aquí defiende la validez del Antiguo Testamento, frente a
aquellas corrientes religiosas de corte nazi, que descalificaban el Antiguo Testamento por su origen judío.
Este es el único comentario de la Encíclica ante el antisemitismo del régimen nazi, y ni siquiera lo dice de forma explícita. También para concluir este apartado desliza una crítica al concepto de Führer como autoridad suprema e indiscutible, en lugar de Dios o Jesucristo.
El apartado siguiente se llama
Genuina Fe en la Iglesia. Aqui se tratan cuestiones tales como las campañas del
régimen contra miembros de la Iglesia (procesos por asuntos de abusos sexuales, etc):
La divina misión que la Iglesia cumple entre los hombres y debe
cumplir por medio de hombres, puede ser dolorosamente oscurecida por el
elemento humano, quizás demasiado humano que en determinados tiempos
vuelve a retoñar, como la cizaña en medio del trigo del reino de Dios. El
que conozca la frase del Salvador acerca de los escándalos y de quienes
los dan, sabe cómo la Iglesia y cada individuo deben juzgar sobre lo que
fue y es pecado. Pero quien, fundándose en estos lamentables desacuerdos
entre la fe y la vida, entre las palabras y los actos, entre la conducta
exterior y los pensamientos interiores de algunos —aunque éstos fuesen
muchos—, echa en olvido o conscientemente pasa en silencio la enorme suma
de genuina actividad para llegar a la virtud, el espíritu de sacrificio,
el amor fraternal, el heroísmo de santidad, en tantos miembros de la
Iglesia, manifiesta una ceguera injusta y reprobable.
o las presiones del régimen para apartar a los fieles de la Iglesia:
En vuestras regiones, venerables hermanos, se alzan voces, en coro
cada vez más fuerte, que incitan a salir de la Iglesia; y entre los
voceadores hay algunos que, por su posición oficial, intentan producir la
impresión de que tal alejamiento de la Iglesia, y consiguientemente la
infidelidad a Cristo Rey, es testimonio particularmente convincente y
meritorio de su fidelidad al actual régimen. Con presiones ocultas y
manifiestas, con intimidaciones, con perspectivas de ventajas económicas,
profesionales, cívicas o de otro género, la adhesión de los católicos a su
fe —y singularmente la de algunas clases de funcionarios católicos— se
halla sometida a una violencia tan ilegal como inhumana.
¿Donde se dice que la violencia del régimen hacia los judíos, hacia los que no sintonizan con la política oficial,
etc, etc es tan ilegal como inhumana? En ningún sitio.
El siguiente apartado tiene por título
Genuina Fe en el Primado. Aqui se descalifica la idea de una Iglesia Nacional
Alemana y se defiende la Iglesia de Roma.
El siguiente apartado tiene por título
Ninguna Adulteración de Nociones y Términos Sagrados. Tampoco hay aquí nada
referente al racismo o la raza, si no más bien cuestiones de semántica.
En el apartado siguiente
Doctrina y Orden Moral, se vuelve a tratar el tema de la escuela confesional.
A continuación viene el apartado
Reconocimiento del Derecho Natural. Aquí, al principio, parece que la Encíclica va
a poner el dedo en la llaga. Especialmente cuando habla de que las leyes que está en contra del Derecho Natural
están viciadas de origen, y que la persona tiene derechos recibidos que Dios que han de ser protegidos contra
cualquier intento de negarlos o abolirlos. Sin embargo, cuando concreta un poco más resulta decepcionante:
El creyente tiene un derecho inalienable a profesar su fe y a
practicarla en la forma más conveniente a aquélla. Las leyes que suprimen
o dificultan la profesión y la práctica de esta fe están en oposición con
el derecho natural.
Los padres, conscientes y conocedores de su misión educadora, tienen,
antes que nadie, derecho esencial a la educación de los hijos, que Dios
les ha dado, según el espíritu de la verdadera fe y en consecuencia con
sus principios y sus prescripciones. Las leyes y demás disposiciones
semejantes que no tengan en cuenta la voluntad de los padres en la
cuestión escolar, o la hagan ineficaz con amenazas o con la violencia,
están en contradicción con el derecho natural y son íntima y esencialmente
inmorales.
La Iglesia, que tiene como misión guardar e interpretar el derecho
natural, divino en su origen, tiene el deber de declarar que son efecto de
la violencia, y, por lo tanto, sin valor jurídico alguno, las
inscripciones escolares hechas en un pasado reciente en una atmósfera de
notoria carencia de libertad.
Es decir los únicos derechos cuya negación o abolición preocupa a la Iglesia son los relacionados con ella misma.
Solo las leyes que socaven tales derechos son inmorales, se oponen al derecho natural, o son jurídicamente inválidas.
El siguiente apartado lleva por título
A la Juventud. Aquí se leen cosas como estas:
Sabemos que muchísimos de vosotros, por ser fieles a la fe y a la
Iglesia y por pertenecer a asociaciones religiosas, tuteladas por el
Concordato, habéis tenido y tenéis que soportar trances duros de
desprecio, de sospechas, de vituperios, acusados de antipatriotismo,
perjudicados en vuestra vida profesional y social.
Si el Estado organiza a la
juventud en asociación nacional obligatoria para todos, en ese caso,
dejando a salvo siempre los derechos de las asociaciones religiosas, los
jóvenes tienen el derecho obvio e inalienable, y con ellos sus padres,
responsables de ellos ante Dios, de exigir que esta asociación esté libre
de toda tendencia hostil a la fe cristiana y a la Iglesia; tendencia que
hasta un pasado muy reciente y aun hasta el presente angustia a los padres
creyentes con un insoluble conflicto de conciencia, por cuanto no pueden
dar al Estado lo que se les pide en nombre del Estado, sin quitar a Dios
lo que a Dios pertenece.
Con una indiferencia rayana
en el desprecio, se despoja al día del Señor de su carácter sagrado y de
su recogimiento que corresponde a la mejor tradición alemana. Esperamos
confiados que los jóvenes alemanes católicos reivindicarán explícitamente,
en el difícil ambiente de las organizaciones obligatorias del Estado, su
derecho a santificar cristianamente el día del Señor; que el cuidado de
robustecer el cuerpo no les hará olvidar su alma inmortal.
Es decir, los únicos que en la Alemania de 1937 tenían que soportar desprecio y sospechas; y se veían perjudicados
en su vida profesional y social eran los fieles católicos. Ni una sola palabra para otros grupos mucho más perseguidos.
Hay que exigir que las Juventudes Hitlerianas no difundan ideas anticristianas, pero del antisemitismo, del odio
racial, etc, etc ni una palabra.
Por último, un asunto preocupante era que los jovenes alemanes no pudieran ir los domingos a misa...
Una vez más la Iglesia se ocupa solo de lo que a ella le afecta.
El siguiente apartado
Sacerdotes y Religiosos es un mensaje de ánimo y apoyo a los eclesiásticos alemanes. Es
interesante por que en él se cita por primera y única vez la existencia de campos de concentración. Asi se dice:
A todos aquellos, que han
conservado para con sus obispos la fidelidad prometida en la ordenación, a
aquellos que en el cumplimiento de su oficio pastoral han tenido y tienen
que soportar dolores y persecuciones —algunos hasta ser encarcelados o
mandados a campos de concentración—, a todos ellos llegue la expresión de
la gratitud y el encomio del Padre de la Cristiandad.
Es decir que en ocasiones la Iglesia no ocultaba la realidad, y no dejaba de señalar algunos de los aspectos más
negativos del régimen. Pero parece que dichos aspectos: persecuciones, discriminaciones, campos de concentración,
etc solo fueran criticables en tanto en cuanto afectasen a los católicos, y no en general.
El último apartado
A los Fieles Seglares es una muestra de apoyo a los fieles católicos alemanes, y un nuevo recordatorio de los derechos a la escuela confesional y la educación católica (un asunto que la Encíclica trata
con mucha más extensión que el racismo).
En conclusión, esta Encíclica está dirigida exclusivamente a manifestar el rechazo de la Iglesia al incumplimiento del Concordato, y a las dificultades de las escuelas confesionales y de la educación católica.
Si el régimen se hubiera limitado a cumplir con lo acordado en el citado Concordato, lo más probable es que esta Encíclica nunca se hubiera escrito, a pesar de las continuas agresiones a otros sectores de la sociedad, que al Vaticano parecían no preocupar en demasía.
Si alguien es capaz de encontrar en esta Encíclica una condena clara y explícita al racismo, le ruego que me lo señale por que yo no he sido capaz de encontrarlo.
Puede que, a lo mejor, el lenguaje empleado en la Encíclica sea tan críptico que haya que ser muy perspicaz para encontrar críticas soterradas, semiocultas, etc. En tal caso, yo me pregunto porque al tratar de la escuela confesional, o de los problemas para practicar la religión, no se usa ese lenguaje críptico sino que por el contrario se es muy claro y concreto. Por último recomendaría que se leyese, del mismo Papa y del mismo año, la Encíclica
Divini Redemptoris (sobre el comunismo ateo) para que se vea como, cuando quiere, la Iglesia sabe ser clara y explícita en sus condenas.