Hitler y la iglesia

La vida cotidiana en la Alemania del Reich

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Hitler y la iglesia

Mensaje por José Luis » Lun Oct 12, 2009 6:07 pm

Artículo 10.- (...) Cualquier sugerencia, queja o reclamación que deseen realizar los miembros y usuarios, deberán dirigirla a través de mensaje privado al Consejo de Administración. La no observancia de este artículo será considerada Falta Grave o Falta muy Grave, a discreción del Consejo de Administración.
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Mensaje por fermat » Lun Oct 12, 2009 6:59 pm

alférez provisional escribió:"El maldito revisionismo". Esa es la cuestión innegable que alienta una pregunta como la que alienta nuestro compañero. Está de moda revisar, criticar y, sin perspectiva, mancillar a la Santa Iglesia Católica.
Si tu crees que ese el caso en lo que se refiere a este debate; entonces, por favor, aporta los datos, pruebas, etc que sustenten tu opinión, y demuestren nuestra falta de perspectiva; y estaremos encantados de debatirlos y, si procede, rebatirlos. De otro modo lo que dices no tiene mucho valor.
alférez provisional escribió:Centrándome en el tema propuesto, considero que si incluso los Gobiernos democráticos del Reino Unido y Francia, el propio Stalin y gran parte de los dirigentes de Estados Unidos de América (basta ver la conducta del patriarca Kennedy) se doblegaron ante la arrolladora política internacional de Alemania, cómo no iba a ser ajena la Iglesia.
No se puede comparar la postura de los gobiernos de Francia y Reino Unido con lo que se está debatiendo aqui (dejo fuera a Stalin, por que creo que es materia de otro debate). Francia y Reino Unido llevaron a cabo una política de apeasement hacia Alemania que a la postre se demostró errónea; pero dicha política tuvo lugar en un marco muy concreto. En principio las amiciones de Hitler podrían parecer razonables: eliminar el Tratado de Versalles, conseguir la paridad en cuanto a armamento, restablecer fronteras anteriores a 1914, etc. Estas reivindicaciones eran algo que no se "veia" mal en casi ningún sitio. De hecho cosas como la paridad en armamentos, la remilitarización de Renania, el Anschluss y la anexión de Memel y los Sudetes las consiguió de forma (más o menos) pacífica. Y casi con toda seguridad las hubiera conseguido de forma totalmente pacífica si hubiera tenido la paciencia suficiente como para soportar la lentitud de la vía diplomática. Sin embargo esa tolerancia hacia Hitler se acabó, en mi opinión, con el desmembramiento de Checoslovaquia y la creación del Protectorado. A partir de ahí (1939) no hubo más cesiones y la siguiente agresión nazi contra Polonia significó un ultimatum por parte de Francia y Reino Unido, y la consiguiente declaración de guerra una vez que el ultimatum fue ignorado. Después de la declaración de guerra no creo que pueda hablarse de doblegamiento ante la política nazi. No obstante la política anterior de apeasement ha sido y es muy criticada y no se dice por ello que exista una conspiración para criticar y mancillar sin perspectiva a los regímenes democráticos occidentales. Otro punto que creo que se debe mencionar es que en la época del apeasement lo peor del nazismo estaba por venir; en esa época aún era un régimen con el que, por desagradable que fuera, aún se podía tratar.
En el caso que nos ocupa; la actitud de la Iglesia y, principalmente, de Pio XII, no se ha hablado prácticamente nada de hechos anteriores a 1940. El debate se ha centrado en la actitud de la Iglesia durante la guerra y ante el Holocausto. En esa época ya muy pocos se dejaban engañar por Hitler, los sucesos en Polonia no dejaban muchas dudas de la clase de régimen que representaba; y como se ha demostrado aquí, el Papa estaba perfectamente informado de todo ello. A pesar de ello su conducta hacia el nazismo no cambió.
Así pues tenemos:
1. Los gobiernos democráticos fueron tolerantes con Hitler hasta 1939. Para entonces los peores crímenes nazis no habían tenido lugar. La Iglesia Católica (especialmente el Vaticano) fue tolerante en todo momento, incluso después de conocer lo que estaba sucediendo en los paises ocupadospor los nazis.
2. Los gobiernos democráticos, sin duda, se equivocaron con Hitler. Pero ¿quien podía saber en 1938-39 hasta donde podía llegar el Führer si no se le frenaba militarmente? Nadie, si exceptuamos las brillantes intuiciones de Churchill. Por contra Pio XII estaba perfectamente informado de lo que estaba pasando en Europa a través de diplomáticos británicos y americanos, de exiliados de los paises ocupados por Alemania, etc. No necesitaba por tanto intuiciones de ningún tipo. Poseía datos objetivos. Aún así decidió no hacer nada.

Creo que son dos importantes diferencias de actitud.
alférez provisional escribió:Más si cabe, cuando con un más que destacado arrojo y visión de futuro, no plantó cara al poder del Nacionalsocialismo por el bien de sus propios fieles.
En efecto eso es una de las cosas que se ha apuntado aquí. Que Pio XII actuó más como un líder terrenal, como el Jefe de Estado de un país con unos intereses materiales y terrenales, que como un líder espiritual de una institución que pretende ser moral y que predica que todos los hombres son hermanos e Hijos de Dios. Si esa actitud te parece meritoria, lo respeto; pero contradice una buena parte de la Doctrina Católica, y lo mismo que tu la alabas otros podremos criticarla.
Nunca se hace el mal tan plena y alegremente como cuando se hace por motivos de conciencia (B. Pascal)

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Mensaje por José Luis » Mar Oct 13, 2009 9:11 am

¡Hola a todos!

En pura teoría, sería bastante contradictorio poner a un mismo nivel las funciones y objetivos de un gobierno de una nación dada y de la Iglesia (la católica en este caso). En general, los gobiernos deberían estar comprometidos con la política, mientras que la Iglesia debería estar ocupada con la moral que defiende. En otras palabras, el ámbito de la política debería ser la esfera pública, mientras que el de la religión debería ser la esfera privada. Pero esto es pura teoría, porque la práctica y la historia demuestran lo contrario, sobre todo en el caso de la Iglesia.

Además, los principios (sobre todo en políticas interna y exterior) que rigen las actuaciones de los gobiernos pueden ser maleables según las circunstancias. Mientras que los principios básicos (digamos por ejemplo, los mandamientos, como por ejemplo "No matarás") de la Iglesia deberían ser inmutables. Así, la autoridad política de un gobierno de una democracia parlamentaria debería venir dada por la defensa que dicho gobierno hace de los principios democráticos dentro (política interior) y fuera (política exterior) de su país, mientras que la autoridad moral de la Iglesia debería reconocerse por la defensa de los principios morales que le son propios, dentro de ella y en todas las comunidades de católicos.

Dicho en otras palabras, la política está sujeta al mercadeo; la moral de la Iglesia no debiera estarlo.

Y mercadeo o intereses ajenos a los principios morales de la Iglesia Católica es una constante que podemos constatar en su relación con los acontecimientos políticos acaecidos en Alemania desde 1918 a 1945. Ahí tenemos a los obispos católicos alemanes durante la República de Weimar que, en general, eran enemigos acérrimos de la democracia, del liberalismo, de los partidos políticos, de la modernidad, de la libertad religiosa......Y eran antisemitas con la misma fuerza que odiaban esos valores de las democracias liberales, aunque estaban lejos de padecer el odio patológico antisemita de los nazis. En este aspecto, en su desprecio a la democracia y sus valores, no se diferenciaban de la derecha tradicional, del nacionalismo volkish ni del Partido Nazi. Weimar era para los obispos católicos alemanes, en general, una anomalía política, una desgracia.

Hitler, en su campaña hacia el poder, no dejó duda alguna del antisemitismo patológico de su partido, si bien muy pocos podían llegar a imaginarse entonces el grado criminal con que llegaría a materializarse años más tarde, sobre todo durante la guerra, ese antisemitismo nazi. ¿Cómo recibieron la Iglesia católica alemana y el Vaticano la llegada de Hitler al poder teniendo en cuenta su antisemitismo?

La infalibilidad del Papa en cuestiones de fe y moral quedó definida en el Concilio Vaticano I (1870), pero este dogma de infalibilidad jamás fue utilizado oficialmente por los papas en la cuestión del antisemitismo hasta el Concilio Vaticano II (1962-65) con su declaración Nostra Aetate, primera condena oficial del antisemitismo por parte del Vaticano.

Es cierto que Pío XI, durante su pontificado, intentó resolver esta contradicción cristiana (surgida del mandato de Jesús, un judío, de amar al prójimo, incompatible con odiar a los judíos), pero su desgraciada muerte se lo impidió. Pío XII cambió radicalmente esa tendencia iniciada por Pío XI.

El Vaticano se pronunció, mediante una directiva, en 1928 sobre el antisemitismo. Aunque no dejó de expresar la ceguerra judía por su no aceptación del Mesías, condenó sin embargo el odio antisemita y deseó su voluntad de proteger a los judíos de todo trato injusto (Phayer, 1-2). Y en consonancia con esta directiva, en 1937 Pío XI publicó su famosa encíclica Mit brennender Sorge, que condenaba el racismo (pero no a Hitler o el Nacionalsocialismo, como se ha afirmado erróneamente). La encíclica afirmaba las raíces de la cristiandad en el Antiguo Testamento, pero señalaba la crucifixión del Salvador por los judíos (Phayer, 2). Un año más tarde, en 1938, Pío XII afirmaba ante una perigrinación de católicos belgas que los cristianos eran hijos de Abrahán, lo que hacía del antisemitismo algo odioso; los cristianos tenían que aprender de la fe de Abrahán. Pío XI también declaró: "No es posible para los cristianos participar en el antisemitismo" (Phayer, 3).

A la luz de estos pronunciamientos de Pío XI, sobre todo su directiva de 1928, el Concordato de 1933 entre el Vaticano y la Alemania de Hitler es, cuando menos, contradictorio por parte del Vaticano. Aunque el Concordato fue violado continuamente por el régimen nazi (razón por la que Pío XI quiso romper relaciones con Alemania), el significado del mismo para muchísimos católicos alemanes fue un espaldarazo de la Iglesia al estado nazi. Es más, pese a las continuas violaciones del gobierno nazi, los obispos alemanes continuaron diciendo a sus fieles que acataran la autoridad establecida. Aquí estaban tomando claramente partido político, ignorando la moral. Von Galen, en un sermón de septiembre de 1934, echó mano de la leyenda de la "puñalada por la espalda" y les recordó a sus fieles que nadie deseaba regresar al sistema de Weimar (Polelle, 33). Pero la actuación de Pío XI fue mucho más decidida y contundente que la de sus obispos en Alemania (véase el enlace que he dado en mi primera intervención en este hilo). Y si su encíclica Humani Generis Unita no se hubiese frustrado por su muerte en febrero de 1939, salvo que cambiase algunos de sus contenidos, Pío XI habría expuesto al mundo su condena explícita del racismo y del antisemitismo racial. Según el borrador, se tenía pensado unir el racismo antisemita alemán con el racismo anti-negro americano, declarando que esta situación impedía que la Iglesia se convirtiese en la "casa de Dios......para todas las razas" (Phayer, 4). En cuanto al silencio de Pío XI sobre la "Noche de los Cristales Rotos" de noviembre de 1938, más que los intentos de Pacelli por persuadir al Papa de que no denunciara ese crimen, Phayer es de la opinión que Pío XI esperaba zanjar esa cuestión con su Humanis Generis Unita.

La llegada de Pacelli como Pío XII puso un abrupto fin a la política de Pío XI con respecto al antisemitismo. En vez de una política de enfrentamiento con el Tercer Reich y denuncia pública de sus crímenes, Pío XII optó por el mantenimiento de las relaciones con la Alemania de Hitler, poniendo la diplomacia por encima de la moral cristiana. Con esa actitud se puso al mismo nivel que los gobiernos políticos de las diferentes naciones, donde eran más importante la táctica y la estrategia que los principios, y donde no siempre había una relación directa, sino contrapuesta, entre las primeras y los sergundos. Con ello Pío XII y el Vaticano, por voluntad propia, legitimaron la crítica, no sólo desde dentro de la Iglesia, sino también desde fuera.

Saludos cordiales
JL
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Mensaje por José Luis » Mié Oct 14, 2009 11:57 am

¡Hola a todos!

Me gustaría rematar mi intervención en este hilo, si no se producen otras ajenas, considerando por qué la Iglesia Católica, o segmentos importantes de la misma, reaccionan con tanto encono ante las críticas racionales al papel de Pío XII durante guerra en sus acciones o inacciones ante el Holocausto. Esa tendencia general a identificar esas críticas como ataques se me antoja una posición fanática que no contribuye en absoluto al debate constructivo y al consenso. Pues es incuestionable que hubo luces y sombras (y no se trata fundamentalmente de cuantificar unas y otras, sino de reconocerlas) en la actuación de Pío XII durante la IIGM (y después). Puedo comprender, porque yo mismo la siento, la indignación que provocan en quienes conocen la historia o la han sufrido, las negaciones de la realidad del Holocausto, que es un hecho conocido (incluso judicialmente) e incuestionable. Pero una defensa in toto de Pío XII en el tiempo de su pontificado es injustificable, o si se quiere de otra forma, las críticas a su papel durante la IIGM tienen fundamento y están justificadas y legitimadas.

Se ha hablado en este hilo, al criticar el libro de John Cornwell, de una campaña orquestada contra la Iglesia Católica. Me parece una exageración desmedida. Si de campañas hemos de hablar (y hablaremos más adelante), y si tales campañas realmente existen más allá de nuestra imaginación, me merece más crédito -en cuanto a campaña- la desproporcionada cantidad de críticas que se han vertido contra el autor del Hitler's Pope. Por no hablar de la rabia o el desprecio que muestran algunas de esas críticas. El relato de Cornwell no es equilibrado, en tanto en cuanto pasa por alto muchas de las acciones postivas de Pío XII ante el Holocausto (y ante la guerra), concentrándose, en cambio, en sus silencios o su antisemitismo (que no desmuestra postivimante). También adolece de inexactitudes históricas y peca de interpretaciones subjetivas. Pero esas fallas no justifican, a mi juicio, el ataque, por parte de segmentos de la Iglesia o autores afines a ella, tan acerado y enconado del que ha sido objeto. Este ataque es más parecido a una campaña pro-católica que la campaña anti-católica que se atribuye al libro de Cornwell.

Quien primero hizo campaña, y esta vez de verdad, por la Iglesia Católica fue la misma Iglesia Católica. Ya inmediatamente acabada la guerra, los católicos alemanes fueron retratados como auténticos héroes, como un baluarte de la resistencia al régimen nazi. El obispo Johannes Neuhäusler de Munich publicó un relato en 1946 donde, sin matiz alguno, describió una Iglesia Católica alemana resistente a Hitler desde principio a fin, víctima de su persecución. Y no hacía falta ser católico, para quien quisiera recordar entonces los doce años de régimen nazi, que ese aserto estaba lejos de dar cuenta de toda la historia. También el Vaticano bajo Pío XII afirmó haberse opuesto a Hitler y haber ayudado a los judíos, sin más. Fueron las primeras manifestaciones de posguerra y -fuera de las críticas que se dieron, dentro y fuera de la Iglesia, durante la guerra- pasaron años hasta se comenzaron a desafiar tales declaraciones.

En Alemania, la primera respuesta contra esa imagen positiva de la Iglesia Católica vino en 1961, cuando Ernst-Wolfgang Böckenförde escribió un artículo para el respetado periódico católico Hochland. En él describía la cooperación y complicidad de la Iglesia Católica con Hitler en 1933. Este artículo levantó una ola de indignación y protestas dentro de los círculos católicos alemanes, y algunos académicos acusaron a Böckenförde de realizar un trabajo "patentemente poco serio" o "basado en métodos extraordinariamente primitivos”. Pero dos años más tarde, Hans Müller publicó un libro de documentos que daba mucha más credibilidad al trabajo de Böckenförde que al relato de Neuhäusler. Este proceder marcó la tónica del debate futuro en los círculos católicos alemanes: cualquier crítica seguía de un ataque furibundo.

Sin embargo, quien provocó las mayores repercusiones internacionales sobre el tema fue el dramaturgo alemán Rolf Hochhuth con su Der Stellvertreter (El Vicario). Esta obra se representó por primera vez en Berlín en febrero de 1963 y después en varias capitales europeas hasta su llegada a Nueva York un año más tarde. La complejidad de la misma quedó desvirtuada por el corte en la representación: de seis a ocho horas que necesitaría el texto escrito se pasó a tres horas de representación. Hochhuth retrata a Pío XII como un frío diplomático más preocupado por los comunistas que por los nazis, que no quiso condenar públicamente los crímenes contra los judíos cuando se le rogó que lo hiciera. Cuando se estrenó la obra, la reacción del público fue turbulenta, con grandes griteríos y formación de piquetes en el teatro. Una parte importante del mundo católico la consideró un flagrante ejemplo de prejuicio anti-católico, aunque muchos otros católicos en Europa y Estados Unidos recibieron con aplaudos la obra de Hochhuth.

Desde entonces hasta hoy el debate continúa. Pero habría que desechar completamente el término campaña anti-católica de las críticas a las obras, especialmente las académicas (que no son pocas), que han cuestionado y cuestionan la figura de Pío XII al respecto de lo que hablamos aquí. Sobre todo si tenemos en cuenta que muchas de esas críticas a Pío XII provienen de católicos (teólogos e historiadores). Véase, sin ir más lejos, el debate que suscitó entre el campo católico la publicación en 1998 del texto vaticano Nosotros Recordamos: Una Reflexión Sobre La Shoah.

Creo que la única forma constructiva de abordar este debate es el análisis desapasionado y documetado del papel que jugó Pío XII en la IIGM, dejando completamente al margen las posturas partidistas o las creencias personales.

Saludos cordiales
José Luis
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Mensaje por fermat » Mié Oct 14, 2009 7:39 pm

José Luis escribió:El Vaticano se pronunció, mediante una directiva, en 1928 sobre el antisemitismo. Aunque no dejó de expresar la ceguerra judía por su no aceptación del Mesías, condenó sin embargo el odio antisemita y deseó su voluntad de proteger a los judíos de todo trato injusto (Phayer, 1-2). Y en consonancia con esta directiva, en 1937 Pío XI publicó su famosa encíclica Mit brennender Sorge, que condenaba el racismo (pero no a Hitler o el Nacionalsocialismo, como se ha afirmado erróneamente).
Yo no diría que Mit Brennender Sorge constituye una crítica al racismo; y desde luego mucho menos, como bien dices,
a Hitler o al Nacionalsocialismo. Tampoco creo que el objetivo de dicha Encíclica tuviera nada que ver con la directiva de 1928 sobre el antisemitismo, ya que nada al respecto se menciona en ella.
Aunque en muchas ocasiones se ha citado y se cita esta Encíclica como "prueba" de una firme oposición de la Iglesia
Católica a la ideología Nazi, y en concreto a su concepción racista del Estado; tal afirmación no puede resistir
un análisis mínimamente detallado.
Para lo que sigue he usado como referencia el texto de la Encíclica que se puede encontrar en la página web del Vaticano
(http://www.vatican.va). Allí se encuentra la Encíclica en sus versiones en alemán, inglés, español e italiano. Aunque la
versión original de la Encíclica es, según creo, en alemán; he utilizado por comodidad la traducción al español. Al
proceder todas las versiones del Vaticano, entiendo que las traducciones están autorizadas por la Iglesia Católica y
por tanto son todas ellas válidas. Por mi parte he comparado las versiones española e inglesa y son equivalentes.

Pues bien, la Encíclica en cuestión tiene 14 páginas. En dichas páginas la palabra raza (o sus derivados tales como
racismo, racista, racial, etc) se mencionan tan solo cinco veces; lo que no parece mucho para un documento dedicado
a criticar el racismo del sistema Nazi. Como no son muchas las apariciones voy a reproducir las cinco frases en
cuestión:

1 Si la raza o el pueblo, si el Estado o una forma determinada del
mismo, si los representantes del poder estatal u otros elementos
fundamentales de la sociedad humana tienen en el orden natural un puesto
esencial y digno de respeto, con todo, quien los arranca de esta escala de
valores terrenales elevándolos a suprema norma de todo, aun de los valores
religiosos, y, divinizándolos con culto idolátrico, pervierte y falsifica
el orden creado e impuesto por Dios, está lejos de la verdadera fe y de
una concepción de la vida conforme a esta.



2 Este Dios ha dado sus mandamientos de manera soberana, mandamientos
independientes del tiempo y espacio, de región y raza.


3 Solamente espíritus superficiales pueden caer en el error de hablar de
un Dios nacional, de una religión nacional, y emprender la loca tarea de
aprisionar en los límites de un pueblo solo, en la estrechez étnica de una
sola raza, a Dios, creador del mundo, rey y legislador de los pueblos,
ante cuya grandeza las naciones son como gotas de agua en el caldero (Is
40, 5).


4 La revelación, que culminó en el Evangelio de Jesucristo, es
definitiva y obligatoria para siempre, no admite complementos de origen
humano, y mucho menos sucesiones o sustituciones por revelaciones
arbitrarias, que algunos corifeos modernos querrían hacer derivar del
llamado mito de la sangre y de la raza.


5 Revelación, en sentido cristiano, significa la palabra de Dios a los
hombres. Usar este término para indicar las sugestiones que provienen de
la sangre y de la raza o la irradiaciones de la historia de un pueblo es,
en todo caso, causar desorientaciones.


No veo en ninguna de ellas una crítica ni al racismo del régimen Nazi, ni al racismo en general.
En las frases 1 y 2 la raza se mezcla con otros conceptos (pueblo, Estado, tiempo, región ...) y
simplemente se afirma la preeminencia de la idea de Dios y de sus mandamientos. En la frase 3 se
toca el tema de la iglesia nacional. Este es un asunto que tiene poco que ver con la raza, y está
más ligado al hecho de que la Iglesia Católica alemana al depender jerarquicamente de Roma, podía
tener una lealtad u obediencia a poderes externos al Estado Nazi cosa que Hitler detestaba. Hitler
prefería una Iglesia independiente de Roma, y a ser posible controlada por los nazis, un poco como
lo que se intentó con la religión protestante al crear la Iglesia del Reich. La frase 4 vuelve a
contraponer la idea de raza a la de Dios; y la frase 5 es simplemente una cuestión de terminología,
la Iglesia consideraba que Revelación no se debe emplear más que para designar a la palabra de Dios
a los hombres.
No se menciona en ningún momento nada al respecto de discriminar a personas por su raza, impedirles
desempeñar determinadas profesiones, impedirles el matrimonio o la simple relación con otras personas,
organizar desde el Estado, u organizaciones afines, boicots contra tales personas, etc. Esto era lo
que ocurría en Alemania en aquellos momentos, y era lo que realmente preocupaba y perjudicaba a mucha
gente, y no las disquisiciones teóricas que acabo de exponer.

Ahora bien, si la Encíclica no habla de raza o racismo ¿de que habla entonces? ¿para que se
escribió? Pues muy sencillo, no hay más que ir a la propia Encíclica para averiguarlo. Reproduzco a
continuación el título del documento: CARTA ENCÍCLICA MIT BRENNENDER SORGE DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI
SOBRE LA SITUACIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL REICH ALEMÁN. Así pues desde el principio está claro,
el documento va a tratar la situación de la Iglesia Católica en Alemania. No la situación de los Derechos
Humanos, no la situación de determinados grupos sociales o raciales en Alemania; no, tan solo los
problemas de la propia Iglesia. En la primera frase de la Encíclica se dice de forma más clara aún:

Con viva preocupación y con asombro creciente venimos observando, hace
ya largo tiempo, la vía dolorosa de la Iglesia y la opresión
progresivamente agudizada contra los fieles, de uno u otro sexo, que le
han permanecido devotos en el espíritu y en las obras


Por lo que se ve solo los fieles católicos sufrían opresión en Alemania en 1937, o al menos a la Iglesia
eran los únicos que le preocupaban vivamente. Compárese también esta frase con las vaguedades sobre la raza
que he mencionado antes.

A continuación la Encíclica pasa a tratar el tema del Concordato. En relación con eso la Iglesia manifiesta
su disconformidad con los incumplimientos de dicho acuerdo por parte del gobierno de Alemania. Asi se puede
leer:

Todo el que haya conservado en su ánimo un residuo de amor a la verdad, y en su
corazón una sombra del sentido de justicia, habrá de admitir que, en los
años tan difíciles y llenos de tan graves acontecimientos que siguieron al
Concordato, cada una de nuestras palabras y de nuestras acciones tuvo por
norma la fidelidad a los acuerdos estipulados. Pero deberá también
reconocer con extrañeza y con profunda reprobación cómo por la otra parte
se ha erigido en norma ordinaria el desfigurar arbitrariamente los pactos,
eludirlos, desvirtuarlos y, finalmente, violarlos más o menos
abiertamente.


Todavía hoy, cuando la lucha abierta contra las escuelas confesionales,
tuteladas por el Concordato, y la supresión de la libertad del voto para aquellos
que tienen derecho a la educación católica, manifiestan, en un campo particularmente
vital para la Iglesia, la trágica gravedad de la situación y la angustia, sin ejemplo,
de las conciencias cristianas, la solicitud paternal por el bien de las
almas nos aconseja no dejar de considerar las posibilidades, por escasas
que sean, que aún puedan subsistir, de una vuelta a la fidelidad de los
pactos y una inteligencia que nuestra conciencia pueda admitir. Secundando
los ruegos de los reverendísimos miembros del episcopado, en adelante no
nos cansaremos de ser el defensor —ante los dirigentes de vuestro pueblo—
del derecho conculcado, y ello, sin preocuparnos del éxito o del fracaso
inmediato, obedeciendo sólo a nuestra conciencia y a nuestro ministerio
pastoral, y no cesaremos de oponernos a una mentalidad que intenta, con
abierta u oculta violencia, sofocar el derecho garantizado por solemnes
documentos.


Es decir a la Iglesia le preocupa la escuela confesional y el hecho de que el gobierno de Hitler no cumpla
con lo firmado en el Concordato.
Después del tema del Concordato, la Encíclica pasa a tratar lo que llama Genuina Fe en Dios. Aqui se trata
el tema del neopaganismo, de la deificación del concepto de raza (no, insisto, de la crítica al hecho de la
discriminación racial), etc.
A continuación trata la Genuina Fe en Jesucristo, y aquí defiende la validez del Antiguo Testamento, frente a
aquellas corrientes religiosas de corte nazi, que descalificaban el Antiguo Testamento por su origen judío.
Este es el único comentario de la Encíclica ante el antisemitismo del régimen nazi, y ni siquiera lo dice de forma explícita. También para concluir este apartado desliza una crítica al concepto de Führer como autoridad suprema e indiscutible, en lugar de Dios o Jesucristo.
El apartado siguiente se llama Genuina Fe en la Iglesia. Aqui se tratan cuestiones tales como las campañas del
régimen contra miembros de la Iglesia (procesos por asuntos de abusos sexuales, etc):

La divina misión que la Iglesia cumple entre los hombres y debe
cumplir por medio de hombres, puede ser dolorosamente oscurecida por el
elemento humano, quizás demasiado humano que en determinados tiempos
vuelve a retoñar, como la cizaña en medio del trigo del reino de Dios. El
que conozca la frase del Salvador acerca de los escándalos y de quienes
los dan, sabe cómo la Iglesia y cada individuo deben juzgar sobre lo que
fue y es pecado. Pero quien, fundándose en estos lamentables desacuerdos
entre la fe y la vida, entre las palabras y los actos, entre la conducta
exterior y los pensamientos interiores de algunos —aunque éstos fuesen
muchos—, echa en olvido o conscientemente pasa en silencio la enorme suma
de genuina actividad para llegar a la virtud, el espíritu de sacrificio,
el amor fraternal, el heroísmo de santidad, en tantos miembros de la
Iglesia, manifiesta una ceguera injusta y reprobable.


o las presiones del régimen para apartar a los fieles de la Iglesia:

En vuestras regiones, venerables hermanos, se alzan voces, en coro
cada vez más fuerte, que incitan a salir de la Iglesia; y entre los
voceadores hay algunos que, por su posición oficial, intentan producir la
impresión de que tal alejamiento de la Iglesia, y consiguientemente la
infidelidad a Cristo Rey, es testimonio particularmente convincente y
meritorio de su fidelidad al actual régimen. Con presiones ocultas y
manifiestas, con intimidaciones, con perspectivas de ventajas económicas,
profesionales, cívicas o de otro género, la adhesión de los católicos a su
fe —y singularmente la de algunas clases de funcionarios católicos— se
halla sometida a una violencia tan ilegal como inhumana.


¿Donde se dice que la violencia del régimen hacia los judíos, hacia los que no sintonizan con la política oficial,
etc, etc es tan ilegal como inhumana? En ningún sitio.

El siguiente apartado tiene por título Genuina Fe en el Primado. Aqui se descalifica la idea de una Iglesia Nacional
Alemana y se defiende la Iglesia de Roma.

El siguiente apartado tiene por título Ninguna Adulteración de Nociones y Términos Sagrados. Tampoco hay aquí nada
referente al racismo o la raza, si no más bien cuestiones de semántica.

En el apartado siguiente Doctrina y Orden Moral, se vuelve a tratar el tema de la escuela confesional.

A continuación viene el apartado Reconocimiento del Derecho Natural. Aquí, al principio, parece que la Encíclica va
a poner el dedo en la llaga. Especialmente cuando habla de que las leyes que está en contra del Derecho Natural
están viciadas de origen, y que la persona tiene derechos recibidos que Dios que han de ser protegidos contra
cualquier intento de negarlos o abolirlos. Sin embargo, cuando concreta un poco más resulta decepcionante:

El creyente tiene un derecho inalienable a profesar su fe y a
practicarla en la forma más conveniente a aquélla. Las leyes que suprimen
o dificultan la profesión y la práctica de esta fe están en oposición con
el derecho natural.


Los padres, conscientes y conocedores de su misión educadora, tienen,
antes que nadie, derecho esencial a la educación de los hijos, que Dios
les ha dado, según el espíritu de la verdadera fe y en consecuencia con
sus principios y sus prescripciones. Las leyes y demás disposiciones
semejantes que no tengan en cuenta la voluntad de los padres en la
cuestión escolar, o la hagan ineficaz con amenazas o con la violencia,
están en contradicción con el derecho natural y son íntima y esencialmente
inmorales.


La Iglesia, que tiene como misión guardar e interpretar el derecho
natural, divino en su origen, tiene el deber de declarar que son efecto de
la violencia, y, por lo tanto, sin valor jurídico alguno, las
inscripciones escolares hechas en un pasado reciente en una atmósfera de
notoria carencia de libertad.


Es decir los únicos derechos cuya negación o abolición preocupa a la Iglesia son los relacionados con ella misma.
Solo las leyes que socaven tales derechos son inmorales, se oponen al derecho natural, o son jurídicamente inválidas.

El siguiente apartado lleva por título A la Juventud. Aquí se leen cosas como estas:

Sabemos que muchísimos de vosotros, por ser fieles a la fe y a la
Iglesia y por pertenecer a asociaciones religiosas, tuteladas por el
Concordato, habéis tenido y tenéis que soportar trances duros de
desprecio, de sospechas, de vituperios, acusados de antipatriotismo,
perjudicados en vuestra vida profesional y social.


Si el Estado organiza a la
juventud en asociación nacional obligatoria para todos, en ese caso,
dejando a salvo siempre los derechos de las asociaciones religiosas, los
jóvenes tienen el derecho obvio e inalienable, y con ellos sus padres,
responsables de ellos ante Dios, de exigir que esta asociación esté libre
de toda tendencia hostil a la fe cristiana y a la Iglesia; tendencia que
hasta un pasado muy reciente y aun hasta el presente angustia a los padres
creyentes con un insoluble conflicto de conciencia, por cuanto no pueden
dar al Estado lo que se les pide en nombre del Estado, sin quitar a Dios
lo que a Dios pertenece.



Con una indiferencia rayana
en el desprecio, se despoja al día del Señor de su carácter sagrado y de
su recogimiento que corresponde a la mejor tradición alemana. Esperamos
confiados que los jóvenes alemanes católicos reivindicarán explícitamente,
en el difícil ambiente de las organizaciones obligatorias del Estado, su
derecho a santificar cristianamente el día del Señor; que el cuidado de
robustecer el cuerpo no les hará olvidar su alma inmortal.


Es decir, los únicos que en la Alemania de 1937 tenían que soportar desprecio y sospechas; y se veían perjudicados
en su vida profesional y social eran los fieles católicos. Ni una sola palabra para otros grupos mucho más perseguidos.
Hay que exigir que las Juventudes Hitlerianas no difundan ideas anticristianas, pero del antisemitismo, del odio
racial, etc, etc ni una palabra.
Por último, un asunto preocupante era que los jovenes alemanes no pudieran ir los domingos a misa...
Una vez más la Iglesia se ocupa solo de lo que a ella le afecta.

El siguiente apartado Sacerdotes y Religiosos es un mensaje de ánimo y apoyo a los eclesiásticos alemanes. Es
interesante por que en él se cita por primera y única vez la existencia de campos de concentración. Asi se dice:

A todos aquellos, que han
conservado para con sus obispos la fidelidad prometida en la ordenación, a
aquellos que en el cumplimiento de su oficio pastoral han tenido y tienen
que soportar dolores y persecuciones —algunos hasta ser encarcelados o
mandados a campos de concentración—, a todos ellos llegue la expresión de
la gratitud y el encomio del Padre de la Cristiandad.


Es decir que en ocasiones la Iglesia no ocultaba la realidad, y no dejaba de señalar algunos de los aspectos más
negativos del régimen. Pero parece que dichos aspectos: persecuciones, discriminaciones, campos de concentración,
etc solo fueran criticables en tanto en cuanto afectasen a los católicos, y no en general.

El último apartado A los Fieles Seglares es una muestra de apoyo a los fieles católicos alemanes, y un nuevo recordatorio de los derechos a la escuela confesional y la educación católica (un asunto que la Encíclica trata
con mucha más extensión que el racismo).

En conclusión, esta Encíclica está dirigida exclusivamente a manifestar el rechazo de la Iglesia al incumplimiento del Concordato, y a las dificultades de las escuelas confesionales y de la educación católica.
Si el régimen se hubiera limitado a cumplir con lo acordado en el citado Concordato, lo más probable es que esta Encíclica nunca se hubiera escrito, a pesar de las continuas agresiones a otros sectores de la sociedad, que al Vaticano parecían no preocupar en demasía.

Si alguien es capaz de encontrar en esta Encíclica una condena clara y explícita al racismo, le ruego que me lo señale por que yo no he sido capaz de encontrarlo.
Puede que, a lo mejor, el lenguaje empleado en la Encíclica sea tan críptico que haya que ser muy perspicaz para encontrar críticas soterradas, semiocultas, etc. En tal caso, yo me pregunto porque al tratar de la escuela confesional, o de los problemas para practicar la religión, no se usa ese lenguaje críptico sino que por el contrario se es muy claro y concreto. Por último recomendaría que se leyese, del mismo Papa y del mismo año, la Encíclica Divini Redemptoris (sobre el comunismo ateo) para que se vea como, cuando quiere, la Iglesia sabe ser clara y explícita en sus condenas.
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Mensaje por José Luis » Mié Oct 14, 2009 9:27 pm

¡Hola a todos!
fermat escribió: Yo no diría que Mit Brennender Sorge constituye una crítica al racismo; y desde luego mucho menos, como bien dices,
a Hitler o al Nacionalsocialismo. Tampoco creo que el objetivo de dicha Encíclica tuviera nada que ver con la directiva de 1928 sobre el antisemitismo, ya que nada al respecto se menciona en ella.
Just what was the “new direction” of Pius XI, and what evidence is there for it? Perhaps anticipating fascist antisemitism, the Vatican issued an important statement on antisemitism in 1928. The directive broke no ground theologically, referring as it did to the Jews as blind for rejecting their messiah and as the former people of God, but it condemned all antisemitic hatred and stated that the Vatican wished to protect Jews from unjust treatment.2 Acting consistently with the 1928 directive, Pius XI published his famous encyclical in 1937, Mit brennender Sorge..... (Phayer, 1-2).

En cuanto a Mit brennender Sorge, déjame discrepar, estimado fermat, de tus interpretaciones. Sólo voy a subrayar dos textos comentados por ti para no hacer tedioso el asunto, y porque creo que son suficientes para interpretar, yo al menos, que sí había una condena al racismo.

Primero pongo tu texto vaticano español:

1 Si la raza o el pueblo, si el Estado o una forma determinada del mismo, si los representantes del poder estatal u otros elementos fundamentales de la sociedad humana tienen en el orden natural un puesto esencial y digno de respeto, con todo, quien los arranca de esta escala de valores terrenales elevándolos a suprema norma de todo, aun de los valores religiosos, y, divinizándolos con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios, está lejos de la verdadera fe y de una concepción de la vida conforme a esta.

Ahora, dada mi desconfianza rayana en la paranoia con las traduciones, sobre todo en materia diplomática y sobre todo en materia diplomática vaticana, copio el mismo texto ingllés vaticano:

8. Whoever exalts race, or the people, or the State, or a particular form of State, or the depositories of power, or any other fundamental value of the human community - however necessary and honorable be their function in worldly things - whoever raises these notions above their standard value and divinizes them to an idolatrous level, distorts and perverts an order of the world planned and created by God; he is far from the true faith in God and from the concept of life which that faith upholds.

Y traduzco lo sustancial a mi leal saber y entender:

8. Quienquiera que exalta la raza.......................quienquiera que eleva estas nociones por encima de sus valores clásicos y las diviniza a un nivel de idolatría, deforma y pervierte un orden del mundo planeado y creado por Dios.....

No será una condena absoluta del racismo, pero deja claro que el racismo (colocar la raza por encima de su valor clásico y divinizarla) es contrario a los valores de Dios.

El segundo texto, español vaticano, que has extraido:

2 Este Dios ha dado sus mandamientos de manera soberana, mandamientos independientes del tiempo y espacio, de región y raza.

Es interesante ponerla en toda su extensión, y ahí va el texto vaticano inglés:

10. This God, this Sovereign Master, has issued commandments whose value is independent of time and space, country and race. As God's sun shines on every human face so His law knows neither privilege nor exception. Rulers and subjects, crowned and uncrowned, rich and poor are equally subject to His word. From the fullness of the Creators' right there naturally arises the fullness of His right to be obeyed by individuals and communities, whoever they are. This obedience permeates all branches of activity in which moral values claim harmony with the law of God, and pervades all integration of the ever-changing laws of man into the immutable laws of God.

Y mi traducción:

Este Dios, este Maestro Soberano, ha decretado mandamientos cuyo valor es independiente de tiempo y espacio, país o raza. Como el sol de Dios brilla sobre todo rostro humano, así Su ley no conoce privilegio ni excepción. Gobernantes y súbditos, coronados y no coronados, ricos y pobres están sujetos igualmente a Su palabra.......

Y aquí es igualmente visible el concepto de que la raza no está fuera de los mandamientos de Dios, que no se puede esgrimir la raza para incumplir sus mandamientos, concepto que rematan las dos frases siguientes.

El texto vaticano inglés:
http://www.vatican.va/holy_father/pius_ ... ge_en.html

Saludos cordiales
José Luis
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Mensaje por José Luis » Mié Oct 14, 2009 10:19 pm

En cuanto a la declaración de 1928:

ON APRIL 2, 1928, the Vatican's Holy Office published a decree declaring that "the Catholic Church has always prayed for the Jewish people, depositories, until the coming of Jesus Christ, of the divine promise, regardless of their subsequent blindness, or rather, precisely because of it. Moved by that spirit of charity, the Apostolic See has protected this same people against unjust vexations, and just as it reproves all hatreds and animosities between people, so it especially condemns hatred against the people elected by God, a hatred that today is vulgarly called `anti-Semitism.'"
http://www.times.com/books/first/z/zucc ... ndows.html

JL
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Mensaje por fermat » Jue Oct 15, 2009 7:15 am

José Luis escribió:¡Hola a todos!

fermat escribió:
Yo no diría que Mit Brennender Sorge constituye una crítica al racismo; y desde luego mucho menos, como bien dices,
a Hitler o al Nacionalsocialismo. Tampoco creo que el objetivo de dicha Encíclica tuviera nada que ver con la directiva de 1928 sobre el antisemitismo, ya que nada al respecto se menciona en ella.


Just what was the “new direction” of Pius XI, and what evidence is there for it? Perhaps anticipating fascist antisemitism, the Vatican issued an important statement on antisemitism in 1928. The directive broke no ground theologically, referring as it did to the Jews as blind for rejecting their messiah and as the former people of God, but it condemned all antisemitic hatred and stated that the Vatican wished to protect Jews from unjust treatment.2 Acting consistently with the 1928 directive, Pius XI published his famous encyclical in 1937, Mit brennender Sorge..... (Phayer, 1-2).
No pongo en duda que Phayer considere que Mit brennender Sorge fue escrita consistentemenete con la directiva de 1928. Lo que digo es que eso no se ve en la Encíclica por ningún lado. De lo contrario, por favor, indícame en que párrafo/s de Mit brennender Sorge se puede encontrar una condena al antisemitismo o un deseo de "proteger a los judíos de un trato injusto". La directiva de 1928 está clara, desde luego, pero parece que en un documento de categoría superior como es una Encíclica no se quiso ser tan claro; o simplemente no era el asunto a tratar en una Encíclica cuyo fin como mencioné antes era tratar la situación de la Iglesia Católica, y solo eso, en Alemania.
José Luis escribió:Ahora, dada mi desconfianza rayana en la paranoia con las traduciones, sobre todo en materia diplomática y sobre todo en materia diplomática vaticana, copio el mismo texto ingllés vaticano:
En primer lugar, veo que tampoco tu has encontrado otras y más contudentes alusiones al racismo que las que mencioné en mi anterior mensaje, lo cual confirma que no es ni mucho menos el objeto de la Encíclica.
En segundo lugar, no tengo nada que objetar a las traducciones que propones, ya que no alteran para nada el sentido de lo que dice la Encíclica; y porque si al fin y a la postre, depende de como se traduzca una frase el que se perciba una condena del racismo o no, entonces se puede concluir que tal condena no está ni mucho menos clara. Pero además de eso, si no queremos traducciones, ¿por que considerar el texto en inglés como referencia? Al fin y al cabo también es una traducción del original en alemán. Por último, aunque insisto en que tus traducciones me parecen válidas, las que yo he considerado proceden directamente del Vaticano, y son por tanto las que la Iglesia da por buenas. Piensa, estimado José Luis, que pudiera ser que el Vaticano no suscribiese totalmente las traducciones que tu has hecho. En ese caso no estaríamos discutiendo sobre lo que se escribió en la Encíclica sino sobre otra cosa.
José Luis escribió:Y traduzco lo sustancial a mi leal saber y entender:

8. Quienquiera que exalta la raza.......................quienquiera que eleva estas nociones por encima de sus valores clásicos y las diviniza a un nivel de idolatría, deforma y pervierte un orden del mundo planeado y creado por Dios.....

No será una condena absoluta del racismo, pero deja claro que el racismo (colocar la raza por encima de su valor clásico y divinizarla) es contrario a los valores de Dios.
En mi opinión lo que condena no es el racismo, si no el colocar a la raza por encima de todo. Es decir dar al concepto de raza un valor superior al que había tenido hasta entones (el valor clásico que dice la Iglesia). Esto no ataca el problema de fondo que no es si el concepto de raza es el valor supremo, si no el hecho de que se persiga a aquellos que no pertenecen a un determinado modelo racial (del mismo modo que no es problema situar a Dios como valor supremo, si no perseguir a aquellos que crean en un Dios diferente, o no crean en ningún Dios en absoluto). Por otro lado yo me pregunto a que se refiere la Iglesia cuando habla del valor clásico de raza. ¿Cual puede ser ese valor en 1937, cuando en paises como Estados Unidos, por decir uno, existía una segregación racial que persistió hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX? ¿Es ese el racismo clásico que la Iglesia no encuentra condenable?
José Luis escribió:Y aquí es igualmente visible el concepto de que la raza no está fuera de los mandamientos de Dios, que no se puede esgrimir la raza para incumplir sus mandamientos, concepto que rematan las dos frases siguientes.


Si, lo malo es que esos mandamientos no dicen cosas como:
- No impedirás matrimonios, o relaciones, mixtas.
- No prohibirás el acceso a determinadas profesiones.
- No boicotearás.
Etc, etc.

¿Asi que al final que es lo que nos queda? Una vez más falta de claridad y falta de condena a lo que de verdad estaba pasando en aquel momento en Alemania. Y eso contrasta, y mucho, con la claridad con la que se condenan otras prácticas contra la Iglesia católica, tal como he señalado en mi anterior mensaje.
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Mensaje por José Luis » Jue Oct 15, 2009 10:49 am

¡Hola a todos!
fermat escribió:
No pongo en duda que Phayer considere que Mit brennender Sorge fue escrita consistentemenete con la directiva de 1928. Lo que digo es que eso no se ve en la Encíclica por ningún lado. De lo contrario, por favor, indícame en que párrafo/s de Mit brennender Sorge se puede encontrar una condena al antisemitismo o un deseo de "proteger a los judíos de un trato injusto". La directiva de 1928 está clara, desde luego, pero parece que en un documento de categoría superior como es una Encíclica no se quiso ser tan claro; o simplemente no era el asunto a tratar en una Encíclica cuyo fin como mencioné antes era tratar la situación de la Iglesia Católica, y solo eso, en Alemania.
Bueno, eso depende de cómo deseemos considerar la encíclica en dicho aspecto. Un crítico puede opinar legítimamente como tú, pero también como yo, que doy por incluido en la condena del racismo de la encíclica el antisemtismo, al igual que cualquier otro prejuicio o fobia racial. En este sentido, y desde mi perspectiva, la encíclica no requiere necesariamente el uso explícito del término antisemitismo para dejar constancia de su condena global de cualquier forma de racismo. Es cierto, tal como has señalado con agudeza, que la encíclica de Pío XI se centra principalmente en el concordato Vaticano-Alemania y en la Iglesia católica alemana, y que sólo en un grado comparativamente mucho menor, se refiere al racismo. Pero está ahí, y su significado no nos puede escapar, pues, tal como también has señalado, la encíclica, contrariamente a la tradición, fue escrita en alemán.
fermat escribió: ¿por que considerar el texto en inglés como referencia? Al fin y al cabo también es una traducción del original en alemán. Por último, aunque insisto en que tus traducciones me parecen válidas, las que yo he considerado proceden directamente del Vaticano, y son por tanto las que la Iglesia da por buenas. Piensa, estimado José Luis, que pudiera ser que el Vaticano no suscribiese totalmente las traducciones que tu has hecho. En ese caso no estaríamos discutiendo sobre lo que se escribió en la Encíclica sino sobre otra cosa.
Sospechaba que tocarías este punto. Hubiera traducido del original alemán, si dominara ese idioma, pero estoy lejos de eso. Sin embargo, mi experiencia personal con las traducciones españolas, en general, de textos extranjeros, especialmente inglés (y terminología alemana política y militar del Tercer Reich, donde ya me defiendo mucho más), me ha vuelto un escéptico, en general, con las mismas debido a sus numerosos errores (y horrores). De los textos que yo he puesto y traducido del inglés, he cotejado el original alemán, y es mi opinión no autorizada que la traducción inglesa refleja mucho mejor la literalidad y el sentido exacto del original que la traducción española. Por otra parte, tengo mis reservas sobre que el Vaticano haya sancionado oficialmente esas traducciones. En todo caso, yo veo diferencias entre el texto inglés y el español, y a la vista están para quien las quiera cotejar (sirva de muestra la comparación de los extractos que he puesto arriba). Humildemente, creo que el sentido de condena al racismo en el extracto núm. 1 está más claro en el texto inglés que en el español. De todas formas, no voy a hacer de las traducciones un argumento de mi posición sobre la condena al racismo que yo veo en esa parte de la encíclica.
fermat escribió:
En mi opinión lo que condena no es el racismo, si no el colocar a la raza por encima de todo. Es decir dar al concepto de raza un valor superior al que había tenido hasta entones (el valor clásico que dice la Iglesia). Esto no ataca el problema de fondo que no es si el concepto de raza es el valor supremo, si no el hecho de que se persiga a aquellos que no pertenecen a un determinado modelo racial (del mismo modo que no es problema situar a Dios como valor supremo, si no perseguir a aquellos que crean en un Dios diferente, o no crean en ningún Dios en absoluto). Por otro lado yo me pregunto a que se refiere la Iglesia cuando habla del valor clásico de raza. ¿Cual puede ser ese valor en 1937, cuando en paises como Estados Unidos, por decir uno, existía una segregación racial que persistió hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX? ¿Es ese el racismo clásico que la Iglesia no encuentra condenable?.
Tu última pregunta la vamos a tratar más adelante. Pero desde luego yo no llevaría el matiz tan lejos como tú. Para mí, como para todos los historiadores críticos y no críticos que he leído, que se han pronunciado al respecto, la interpretación es la misma: condena al racismo. Pueden diferir en cuanto al grado o contundencia de dicha condena, sobre todo cuando lo comparan con la terminología y extensión que la encíclica dedica al concordato y a los católicos en Alemania, pero la condena del racismo está ahí.
fermat escribió: ¿Asi que al final que es lo que nos queda? Una vez más falta de claridad y falta de condena a lo que de verdad estaba pasando en aquel momento en Alemania. Y eso contrasta, y mucho, con la claridad con la que se condenan otras prácticas contra la Iglesia católica, tal como he señalado en mi anterior mensaje.
Esto no te lo discuto, estimado fermat, pero trato de ser objetivamente crítico (no significo que tú no lo seas). Se ha criticado al Vaticano por no condenar el antisemitismo y el racismo; esto, strictu sensus, no es cierto.

Ahora, si me lo permites, quiero desarrollar el texto de la declaración sobre antisemitismo de 1928 que he dado en mi última intervención (que veo además que el enlace no lleva directamente al texto). Bien, se trata de un extracto del libro de Susan Zuccotti, Under His Very Windows. The Vatican and the Holocaust in Italy, de 2002 si no recuerdo mal. Es el extracto (no completo) del primer capítulo del libro, The Vatican and Anti-Semitism, cortesía del New York Times.

Esto nos va a colocar fuera del riguroso periodo de tiempo que marca el título de este hilo (Hitler y la Iglesia), pero creo que es obligado referirse a ello. Voy a traducir casi toda la parte que hace referencia a la declaración del Santo Oficio de 1928, donde Zuccotti quiere contextualizar esa declaración.

<<<<<
El 2 de abril de 1928, el Santo Oficio del Vaticano publicó un decreto declarando que “La Iglesia Católica siempre ha rezado por el pueblo judío, depositario, hasta la llegada de Jesucristo, de la promesa divina, al margen de su posterior ceguera, o más bien, precisamente a causa de ella. Movida por ese espíritu de caridad, la Sede Apostólica ha protegido a este mismo pueblo contra injustas vejaciones, y así como reprueba todo odio y animosidad entre la gente, también condena especialmente el odio contra el pueblo elegido por Dios, un odio que hoy se llama vulgarmente 'antisemitismo'”.

A pesar de la desfavorable referencia a la ceguera judía, esta condena del antisemitismo fue con mucho la más fuerte, más inequívoca y más pública declaración sobre el asunto que salió del Vaticano durante el período de entreguerras. La subida al poder de Adolf Hitler en enero de 1933 no despertó ninguna amonestación papal del vicioso programa antisemita de los nazis. Por el contrario, a medida que el nuevo Führer impuso sus medidas anti-judías iniciales durante esa primera primavera y verano, los representantes del Vaticano dirigidos por Eugenio Pacelli, el futuro Papa Pío XII, negociaron exitosamente un concordato entre la Santa Sede y Alemania. Cuando los nazis anunciaron las exhaustivas medidas anti-judías en Nuremberg en septiembre de 1935, Pío XI no expresó ninguna desaprobación. Dieciocho meses más tarde, el Papa publicó una encíclica, Mit brennender Sorge, criticando las violaciones alemanas del concordato y, en menor grado, el racismo. No obstante, como veremos en detalle abajo, nunca mencionó antisemitismo o judíos. El terrible año 1938 fue testigo de la absorción alemana de Austria y de las inmediatas humillaciones públicas de judíos en la católica Viena, las primeras leyes anti-judías en la Italia de Mussolini, y la Kristallnacht y los asesinatos resultantes de unos noventa judíos y el encarcelamiento de unos treinta mil más en Alemania. Pero nada impulsó una denuncia papal de antisemitismo incluso remotamente próxima a la claridad de la declaración del Vaticano de 1928 [recuérdese que posiblemente Pío XI tenía pensado denunciar todo eso en su frustrada encíclica, José Luis]. Ni, por ese asunto, hubo una declaración papal similar durante el Holocausto propio.

No obstante, en su contexto original, la condena de 1928 no fue en absoluto tan clara. Formaba parte de un anuncio vaticano oficial de que el Santo Oficio había examinado los Amigos de Israel, una sociedad católica dedicada a demostrar la buena voluntad de los judíos y a rezar por su conversión, y decidido su abolición. El anuncio original declaraba solamente que “con el tiempo, la sociedad.....ha adoptado una manera de operar y hablar ajena al sentido de la Iglesia”. Pero estaba próxima una mejor explicación. El 19 de mayo de 1928, un autor anónimo en el periódico jesuita La Civiltà Cattolica, informó a los lectores que los miembros de los Amigos de Israel, aunque admirables en su dedicación a la conversión judía, erraban, quizá inadvertidamente, cuando “encubrían no sólo los defectos [de los judíos], sino también sus históricos crímenes, y atenuaban el lenguaje tradicional [de la Iglesia] e incluso el usado en la sagrada liturgia”. Al parecer los miembros se mostraban demasiado amistosos hacia los judíos y perdían de vista las enseñanzas de la Iglesia sobre sus fechorías. En cualquier caso, la sociedad fue disuelta y pronto olvidada la condena del antisemitismo del Santo oficio.

De hecho, el mismo artículo sin firma en La Civiltà Cattolica el 19 de mayo, elaborando sobre la condena original del antisemitismo, parecía deliberadamente destinado a debilitarla. Los judíos seguramente serían los sujetos de las plegarias de los cristianos, decía, “ya que las plegarias son mucho más necesarias y urgentes cuando los pecadores parecen ciegos o empedernidos en su culpa”. La animosidad hacia los judíos debe ser condenada especialmente porque están “mucho más expuestos al odio que otras gentes a causa de sus propias fechorías”. Tras hablar de boquilla de la denuncia del Santo Oficio del antisemitismo, el artículo explicaba cuidadosamente que había sido dirigido sólamente contra el antisemitismo “en su forma y espíritu anti-cristianos, según lo interpretaban y aplicaban.....[individuos] ajenos al genuino catolicismo y algunas veces incluso a toda práctica de la vida cristiana: adversarios de los judíos a causa de la lealtad a partidos políticos o nacionalidad, por intereses materiales, envidias y competición con respecto al comercio o dinero, y razones similares, ninguna de ellas justificada moral y religiosamente”.

¿Había entonces otra forma de antisemitismo “moral y religiosamente justificado”? El artículo no lo respondía directamente, pero continuaba, “De hecho, el liberalismo ha sacado a los judíos de la condición especial que [antiguamente] los distinguía del resto de la nación y los confinaba, más por cautela preventiva que como medida punitiva, a una agrupación de sus propias casas, es decir, en el gueto; [el liberalismo] los ha vuelto audaces y poderosos, creando para ellos, bajo el pretexto de igualdad, una condición de privilegio nunca más predominante, especialmente económica, en la sociedad moderna”.

Sin embargo, la Iglesia continuaría protegiendo “incluso a sus enemigos y perseguidores más implacables, que son los judíos”. Y no sólo los protegería, sino que trabajaría para procurarles “la más grande buena e individual conversión y la salvación eterna”.

El extenso artículo seguía enfatizando el papel decisivo de los judíos en el triunfo del bolchevismo en Rusia, así como su control de la banca, finanzas y política internacionales. La suya era una influencia muy fuera de proporción a su número.................

Todos los elementos de la posición tradicional de la Iglesia con respecto a los judíos están aquí. Los judíos están errados y son profundamente culpables......Deben ser castigados por las ofensas espirituales, pero no perseguidos por razones políticas o nacionalistas......
>>>>>>

Zuccotti se pregunta si tales conclusiones sobre las actitudes del Vaticano se pueden extraer de un artículo de La Civiltà Cattolica. Y pasa a argumentarlo. Ese periódico bimensual, comienza, era producido por el liderazgo jesuita en Roma, pero los lectores contemporáneos reconocerían sus publicaciones como las fidedignas reflexiones del Vaticano. Había sido fundado por los jesuitas en 1850 por orden del Papa Pío IX (1846-78) y con financiación papal. El sucesor de Pío IX, León XIII (1878-1903) reforzó la relación vaticana-jesuita. Durante el pontificado de Pío X (1903-14), el editor de La Civiltà Cattolica comenzó a ser nombrado por el Papa o con su directa aprobación. Luego comenta Zuccotti la opinión de varios prominentes historiadores de la Iglesia que consideraron que el periódico en las décadas de 1920 y 1930 era, en sus artículos, muy autorizado por su estrecha relación con el secretario de estado del Vaticano, que sus opiniones siempre estaban de acuerdo con las del pontífice o que, durante Pío XII, sus artículos pasaban censura de un funcionario de la secretaría de estado antes de su publicación. También dice Zuccotti que muchos artículos de La Civiltà Cattolica, incluyendo los referidos a los judíos, se reimprimían o resumían en L'Osservatore Romano. En fin, "La opinión del Vaticano obviamente nunca fue monolítica, y ningún simple individuo, ni siquiera el Papa, podía imponer sus opiniones sobre toda la jerarquía católica. Pero las actitudes hacia los judíos expresadas en La Civiltà Cattolica desde al menos la década de 1890 hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial permanecieron consistentes y nunca fueron desafiadas en sus páginas".

Tenga o no tenga relevancia lo publicado en dicho periódico al efecto de sacar conclusiones tajantes, el texto de Zuccotti es interesante en el aspecto de que las críticas o defensas del Vaticano (con respecto al antisemitismo, racismo, Holocausto, etc.) no debieran basarse exclusivamente en una especie de ejercicio de encontrar palabras escondidas en una sopa de letras. Y en este sentido el compañero fermat lleva toda la razón, aunque no en su argumentación "sopa de letras" (si me permite la expresión, que la aplico igualmente a mi argumentación "sopa de letras" contraria), sino en su comparación de la claridad del lenguaje y la extensión del mismo empleado por el Vaticano para defender sus auténticos intereses (concordato e Iglesia Católica, en el caso de la encíclica de Pío XI) y su contrapartida dada al problema del racismo (o del antisemitismo, caso 1928, aunque los términos de esa encíclica son muy claros). Pero más aún veremos la posición real del Vaticano hacia los judíos cuando examinamos su trayectoria histórica al respecto, y en dicho sentido hemos tenido que esperar al Concilio Vaticano II para que se comenzara oficialmente a desechar el antisemitismo, al exonerar al pueblo judío (no todos los judíos, creo decía el texto) del deicidio de Jesús.

Finalmente, cuando se toca el antisemitismo cristiano, la Iglesia Católica lo tiene crudo. Sus intentos de diferenciar entre el antisemitismo religioso (del que acepta culpabilidad) del antisemitismo racial (del que no acepta culpa alguna) no son convincentes, al menos para mí, pues no superan los hechos históricos. Es cierto que el antisemitismo religioso (en realidad, aquí debemos emplear el término anti-judaísmo, pues el otro apareció a finales de la década de 1800) no tenía que desembocar necesariamente en el Holocausto (de hecho nunca había sucedido en esa escala inimiginable en la historia anterior), pero no es menos cierto que el antisemitismo racial jamás podría haberse implantado en la sociedad sin el anti-judaísmo religioso que le precedió y que le acompañó.

Y con todo y eso, simplemente decirle al compañero fermat que estoy muy satisfecho de mantener estas disquisiciones con él.

Saludos cordiales
José Luis
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Mensaje por fermat » Vie Oct 16, 2009 3:21 am

José Luis escribió:Bueno, eso depende de cómo deseemos considerar la encíclica en dicho aspecto. Un crítico puede opinar legítimamente como tú, pero también como yo, que doy por incluido en la condena del racismo de la encíclica el antisemtismo, al igual que cualquier otro prejuicio o fobia racial. En este sentido, y desde mi perspectiva, la encíclica no requiere necesariamente el uso explícito del término antisemitismo para dejar constancia de su condena global de cualquier forma de racismo.
Si, en efecto, se puede considerar el antisemitismo incluido dentro del racismo, aunque la Iglesia en aquella época, y yo creo que tampoco ahora, no consideraba a los judíos como una raza diferente (de hecho para la Iglesia un judío deja de ser judío en el momento en que se convierte al catolicismo). Por otro lado tratándose de una Encíclica dirigida a Alemania, y puesto que en esa época el racismo en Alemania se manifestaba muy, pero que muy, especialmente en forma de antisemitismo, creo que no hubiera estado de más un poco más de claridad.
José Luis escribió:De los textos que yo he puesto y traducido del inglés, he cotejado el original alemán, y es mi opinión no autorizada que la traducción inglesa refleja mucho mejor la literalidad y el sentido exacto del original que la traducción española. Por otra parte, tengo mis reservas sobre que el Vaticano haya sancionado oficialmente esas traducciones.
Tampoco yo tengo una constancia, digamos oficial, de que dichas traducciones hayan sido sancionadas. Ahora bien está claro que esas traducciones se encuentran en una página web oficial, está si, del Vaticano. Sus enlaces se encuentran en la misma página y al mismo nivel que la versión original en Alemán... Son, desde luego, lo más parecido que yo conozco a una sanción oficial. Y lo que también está claro es que nuestras traducciones no han tenido dicha sanción, así pues... De todos modos coincido contigo en no hacer de este asunto materia de debate.
José Luis escribió:Esto no te lo discuto, estimado fermat, pero trato de ser objetivamente crítico (no significo que tú no lo seas). Se ha criticado al Vaticano por no condenar el antisemitismo y el racismo; esto, strictu sensus, no es cierto.
No digo que el Vaticano no haya condenado el racismo y/o el antisemitismo. Sin duda lo ha hecho en más de una ocasión. Lo que digo es que esa condena no se percibe (o mejor dicho yo no la percibo) en Mit brennender Sorge. Lo que sobre el asunto se lee en la encíclica me parece más bien un conjunto, breve, de frases rutinarias de esas que se repiten mecánicamente, y con un significado a veces muy difícil de desentrañar. Me imagino a un sencillo campesino de la Baviera católica, con un nivel cultural medio-bajo, cuando el 21 de marzo de 1937 acudió como todos los domingos a la misa matinal, y escuchó a su párroco decir que iba a proceder a la lectura de un importante mensaje que, nada menos, que el Papa dirigía a Alemania. Y cuando hubiera concluido la misa y el campesino volviera a su casa, y por el camino viera paredes forradas con el Stürmer, y escuchase a un grupo de las HJ voceando canciones contra los judíos, y viese a la entrada de su pueblo carteles diciendo: Los judíos no son bienvenidos o No compreis en las tiendas de los judios; y cuando luego al llegar a su casa su mujer le comentase que su vecino, aquel médico judío que les había tratado de toda la vida, había emigrado dejando atrás todo lo que tenía, ya que no se le permitía ejercer su profesión en Alemania por el solo hecho de ser judío; yo me preguntó si ese campesino pensaría que todas esas cosas que acababa de ver iban, tal como el Papa había escrito claramente en su mensaje, contra la Ley de Dios; eran injustas e inmorales y a los ojos de la Iglesia constituían pecado. O tal vez, por el contrario, ni siquiera se le pasaría por la cabeza relacionar lo que acababa de ver, con lo que el párroco les acababa de leer. ¿Tu que crees que ocurriría?
José Luis escribió:Ahora, si me lo permites, quiero desarrollar el texto de la declaración sobre antisemitismo de 1928 que he dado en mi última intervención (que veo además que el enlace no lleva directamente al texto). Bien, se trata de un extracto del libro de Susan Zuccotti, Under His Very Windows. The Vatican and the Holocaust in Italy, de 2002 si no recuerdo mal. Es el extracto (no completo) del primer capítulo del libro, The Vatican and Anti-Semitism, cortesía del New York Times.
Te agradezco sinceramente la molestia que te has tomado para traducir y publicar aquí el extracto de Under his very windows. Me ha parecido ciertamente muy interesante.
José Luis escribió:Finalmente, cuando se toca el antisemitismo cristiano, la Iglesia Católica lo tiene crudo. Sus intentos de diferenciar entre el antisemitismo religioso (del que acepta culpabilidad) del antisemitismo racial (del que no acepta culpa alguna) no son convincentes, al menos para mí, pues no superan los hechos históricos. Es cierto que el antisemitismo religioso (en realidad, aquí debemos emplear el término anti-judaísmo, pues el otro apareció a finales de la década de 1800) no tenía que desembocar necesariamente en el Holocausto (de hecho nunca había sucedido en esa escala inimiginable en la historia anterior), pero no es menos cierto que el antisemitismo racial jamás podría haberse implantado en la sociedad sin el anti-judaísmo religioso que le precedió y que le acompañó.
Este párrafo lo suscribo plenamente.
José Luis escribió:Y con todo y eso, simplemente decirle al compañero fermat que estoy muy satisfecho de mantener estas disquisiciones con él.
Lo mismo digo compañero José Luis. Espero que pronto volvamos a coincidir y, ¿por que no?, a discrepar (puesto que la discrepancia y la crítica es lo que enriquece los debates) en algún otro hilo de discusión.
Nunca se hace el mal tan plena y alegremente como cuando se hace por motivos de conciencia (B. Pascal)

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José Luis
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Hitler y la iglesia

Mensaje por José Luis » Vie Oct 16, 2009 8:04 am

¡Hola a todos!
fermat escribió: No digo que el Vaticano no haya condenado el racismo y/o el antisemitismo. Sin duda lo ha hecho en más de una ocasión. Lo que digo es que esa condena no se percibe (o mejor dicho yo no la percibo) en Mit brennender Sorge. Lo que sobre el asunto se lee en la encíclica me parece más bien un conjunto, breve, de frases rutinarias de esas que se repiten mecánicamente, y con un significado a veces muy difícil de desentrañar. Me imagino a un sencillo campesino de la Baviera católica, con un nivel cultural medio-bajo, cuando el 21 de marzo de 1937 acudió como todos los domingos a la misa matinal, y escuchó a su párroco decir que iba a proceder a la lectura de un importante mensaje que, nada menos, que el Papa dirigía a Alemania. Y cuando hubiera concluido la misa y el campesino volviera a su casa, y por el camino viera paredes forradas con el Stürmer, y escuchase a un grupo de las HJ voceando canciones contra los judíos, y viese a la entrada de su pueblo carteles diciendo: Los judíos no son bienvenidos o No compreis en las tiendas de los judios; y cuando luego al llegar a su casa su mujer le comentase que su vecino, aquel médico judío que les había tratado de toda la vida, había emigrado dejando atrás todo lo que tenía, ya que no se le permitía ejercer su profesión en Alemania por el solo hecho de ser judío; yo me preguntó si ese campesino pensaría que todas esas cosas que acababa de ver iban, tal como el Papa había escrito claramente en su mensaje, contra la Ley de Dios; eran injustas e inmorales y a los ojos de la Iglesia constituían pecado. O tal vez, por el contrario, ni siquiera se le pasaría por la cabeza relacionar lo que acababa de ver, con lo que el párroco les acababa de leer. ¿Tu que crees que ocurriría?
Resistencia, asco, resignación o júbilo. Esas fueron las conductas, si se me permite generalizarlas en cuatro términos, de la sociedad alemana como reacción ante las injusticias y crímenes nazis de preguerra y guerra. La primera, la resistencia política organizada, fue eliminada o forzada a la clandestinidad desorganizada por la represión nazi ya en los primeros dos años de su gobierno, especialmente durante 1933. Aunque ésta poco o nada tenía que ver con los judíos (aunque también hubiera judíos dentro de ella). El asco, o algo similar, por el trato dado a los judíos por la legislación criminal contra sus derechos civiles, contra sus propiedades y contra sus vidas, lo sintió una parte importante (no necesariamente por su aspecto cuantitivo) de la sociedad alemana, y su contrapartida, o júbilo, debió correr en las mismas proporciones. Pero la mayoría, tengo para mí, se rersignó, mirando o no para otro lado. Tu campesino reaccionaría probablemente con asco, resignación o júbilo, y la encíclica papal, o lo que entendió de la misma, iría en consonancia con cualquiera de las tres posiciones citadas.

El problema, no obstante, viene dado por la falta de liderazgo moral (sea político, religioso, intelectual, etc.) o por la corrupción moral de dicho liderazgo. La sociedad, salvo raras excepciones individuales, es incapaz de reaccionar ante cualquier tipo de injusticia estatal si no está organizada y carece de líderazgo. Esto es aplicable, en mi opinión, a todas las épocas históricas, y la actual no está exenta. Hans Mommsen ha dicho que la corrupción moral del liderazgo alemán de preguerra degradó la moral social, y yo comparto plenamente esa opinión. Y quizás no haya leído un ensayo más lúcido sobre el asunto que el de Haffner y su Historia de un alemán. Si se aplica esta circunstancia a la pérdida de autoridad moral, y en muchísimos casos corrupción moral, del liderazgo católico en Alemania y fuera de ella (Vaticano), pero sobre todo en Alemania, no es difícil entender la decadencia moral sufrida, en general, por la comunidad católica alemana durante el Tercer Reich. Y quizás la mejor corroboración de lo que digo es el seguimiento y el apoyo que los católicos alemanes, en general, dieron a sus líderes espirituales cuando éstos se enfrentaron abiertamente con el régimen en las raras ocasiones que lo hicieron. Aunque es pura especulación, sería harto improbable que los nazis siguieran con su escalada de terror, judía incluida, si los obispos de la Iglesia Católica, dentro y fuera de Alemania, y el Vaticano con una sola voz se opusieran y denunciaran, con firmeza y claridad, ese terror nazi. Pero la Iglesia, dividida, optó por prioridades, la suya la primera; la judía la última. Divide y vencerás.

Saludos cordiales
José Luis
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
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maximus

Hitler y la iglesia

Mensaje por maximus » Mar Dic 01, 2009 3:25 pm

Acabo de leer yo también el libro del señor Cornwell "El Papa de Hitler" que en este topic se juzga como exagerado, pero no del todo inexacto sobre todo en el tema de la actitud del Papa Pacelli respecto a la persecución a los judíos y la Shoah.

Pero en el tema "Hitler y la Iglesia" hay otro asunto que aborda Cornwell y es la actitud de Pacelli, antes de ser Papa, cuando era Secretario de Estado, abogando por alcanzar a toda costa un Concordato con el Reich, más o menos equivalente al ya alcanzado con la Italia de Mussolini.

Según Cornwell, Pacelli aceptó el trato ofrecido por Hitler de ayudarle a tomar el poder mediante la neutralización del partido Zentrum a cambio de unas determinadas condiciones en el Concordato que Roma llevaba años buscando con el Reich. Más extensamente, el trato sería que los católicos alemanes se desentenderían de toda actividad política (lo que implicaba la "implosión" del Partido del Centro). Esto ayudó a Hitler a tomar el poder en 1933.

Según Cornwell esto demuestra una filosofía antidemocrática de Pacelli, que preferiría gobiernos autoritarios (más estables a todos los efectos, y firmes en la lucha contra el comunismo) y que más tarde apoyaría como gobierno ideal para la Iglesia Católica dictaduras católicas de extrema derecha como las de Franco y Salazar. En el libro apenas se menciona el caso de la Francia de Petain, pero sí las simpatías de Pacelli por los conspiradores antinazis de Ludwig Beck que también tenían planes de nacionalismo autoritario pero lejos de las peculiaridades del fascismo.

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Torifune
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Hitler y la iglesia

Mensaje por Torifune » Dom Dic 13, 2009 12:47 am

Hola a todos, queridos amigos, he leído todo lo que se ha escrito en este foro sobre el cardenal Pacelli y todo me ha gustado mucho. Yo también era de los que decían que Pio XII no quería exacerbar la brutalidad nazi, que no pudo hacer más de lo que hizo y que sólo pecó de prudente. En Italia no gustan de discutir sobre esta figura y todos dicen, arriba abajo, los tópicos de siempre. Los italianos no son como nosotros. Ellos están enamorados de su país y de su historia. Es un país totalmente unificado. No existe ninguna "memoria histórica" vindicativa, y prefieren pasar página, un poco al estilo de los franceses con el tema del colaboracionismo.
A tenor de lo que he leído en este foro estoy seguro de que el Papa estuvo toda su vida interrogándose, y quién sabe si atormentándose, sobre si se comportó con pasividad durante la IIGM.
Sólo quería añadir unas cosas con respecto a su actitud como Jefe de Estado. En primer lugar, creo que siempre tuvo más libertad en sus críticas frente a la Italia fascista que frente a la Alemania nazi. Por ejemplo, cuando el Papa publicó en L'Osservatore Romano una amarga crítica al bombardeó de Rotterdam y al ataque sobre Bélgica y Holanda, el estado Italiano mandó secuestrar el número y poco, después, se organizó una quema pública de los diarios intervenidos.
Ya en 1942, el Papa empezó a insistir en la necesidad de que Roma fuese declarada a toda costa, ciudad abierta. El embajador italiano transmitió a Mussolini el mensaje que le había comunicado el Papa y, para asombro de Pío XII, este se mostró de acuerdo. El Papa insistía, sobre todo, en que toda autoridad militar italiana y alemana habrían de salir de Roma. Los aliados fueron consultados y exigieron, además, que el Rey y el Gobierno abandonaran la ciudad, y, encima, que una comisión aliada vigilara los términos de la neutralidad. Estas exigencias eran excesivas y el Gobierno italiano canceló las negociaciones.
Cuando el 25 de julio, Mussolini fue detenido y confinado en la isla de Ponza, el papa volvió a la carga, ante el nuevo gobierno, con la necesidad de que Roma fuese declarada ciudad abierta. Badoglio se mostró enteramente de acuerdo. Y se cursó la petición a los aliados. Los aliados declararon que el nuevo gobierno italiano no tenía para ellos aún ninguna confianza y que las negociaciones eran imposibles. El día 13 de agosto Roma fue bombardeada. Y el 14 los aliados aceptaron la neutralidad de Roma.
Los alemanes reaccionaron inmediatamente y violaron la independencia del Estado Vaticano. La cosa llegó a tal nivel que el propio Papa se dirigió, el 9 de febrero de 1944, al conjunto de sacerdotes y monjas del Vaticano levantándoles la obligación del servicio a su persona y aconsejándoles que huyeran.
Finalmente, como ya sabéis, el dos de junio los alemanes empezaban a abandonar Roma. Y el día cuatro los aliados empezaron a llegar.
También hay que decir que muchos miembros del gobierno vaticano ( entre otros, monseñor Spellman) presionaron al Papa hasta lo indecible para que abandonase Roma y se refugiase en algún país neutral. Algo a lo que el Papa se negó de plano.
Sobre las cosas postivas de su pontificado en guerra, ya habéis mencionado lo del Gran Rabino de Roma, Zoli, los convoyes de camiones, etc. y, también, hay que mencionar que creó unas cocinas populares en Roma, que todavía hoy siguen siendo recordadas.
Con respecto a la frase de Stalin, igual no conocéis la respuesta del Papa. Como recordáis, fue Stalin en la conferencia de Yalta el que se refirió al Vaticano preguntando irónicamente " ¿ Y el Vaticano cuántas divisiones tiene ? ". Por cierto, que fue Churchill el que contó la frasecita. Cuando años más tarde le comunicaron al Papa la muerte del zar rojo, este guardó silencio un momento y después dijo, " Bueno, por fin podrá ver nuestras divisiones".
Un saludo de vuestro amigo Torifune
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Re: Hitler y la iglesia

Mensaje por jucabi » Vie Nov 05, 2010 8:04 pm

los temas son buenos hasta que se cae en el desprestigio y descredito de la iglesia catolica, se ofende a mucha gente que profesamos esa religion y por muy poca intervencion de la iglesia en epoca de guerrra, no quita que igual se intercedio por muchos mas, no la acusemos como hacen hoy en día los no ateos y gnosticos.

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Re: Hitler y la iglesia

Mensaje por MariscalVonRundstedt » Mar Feb 26, 2013 5:06 pm

Este tema sin duda es espinoso y muy delicado. Resulta bastante extraño que el papa Pío XII no haya condenado categóricamente el nazismo por su carácter racial y especialmente antisemita, pero esto hay que abordarlo desde diferentes ópticas.Primero, ¿ustedes creen que si Pío XII hubiera condenado el nazismo, algo hubiera cambiado?. Ya no estaban en la Europa de la Edad Media, donde el papa podía convocar una cruzada contra un reino o imperio. Sus palabras hubiera caído en el vacío, en parte porque la mayoría de países católicos de Europa o ya estaban bajo la bota nazi o se encontraban gobernados por regímenes totalitarios, es decir, no sería efectiva una oposición católica. Además, hay que tener en cuenta el porcentaje de católicos que obedecerían al papa. En este número no se cuentan los que simplemente fueron bautizados y ya, si no los que regularmente cumplían con sus obligaciones propias de su religión. Segundo, Hitler no le tomó demasiada importancia al tema religioso después de comenzada la guerra, ya que sus preocupaciones e intereses estaban puestos en otros temas, como el teatro de operaciones y sus relaciones diplomáticas con otros países. Tercero, yo creo (mi opinión personal) que ninguna personalidad judía hubiera agradecido al papa Pío XII por haber salvado miles de judíos si es que este en verdad haya sido simpatizante de los nazis y un claro antisemita. Finalmente, hay que ver los posibles beneficios de esa condena. Si Pío XII condenaba a Hitler, lo más probable es que este haya mandado capturar al papa, y de paso atrayendo su atención (y por ende de las SS) sobre la Iglesia, lo cuál pudo haber frustrado varios intentos de escape de judíos. Esto hubiera significado un mayor número de muertes en la guerra. Posible beneficio de haber actuado así: Quedar bien para la posteridad.

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