Ian Kershaw - Entrevista mayo 2001 (Revista "Lateral")

La vida cotidiana en la Alemania del Reich

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Ian Kershaw - Entrevista mayo 2001 (Revista "Lateral")

Mensaje por Eckart » Mié Oct 19, 2005 7:05 am

Entrevista aparecida en la revista de cultura "Lateral", Mayo de 2001.

Entrevista de Thomas Roman
Traducción de Josep Pradas

Usted es conocido por sus trabajos sobre el nazismo, pero su especialidad es la historia medieval. ¿Cómo se explica esta reconversión?
No es algo que haya ocurrido de un día para otro, sino de una forma más gradual. Todo empezó cuando me puse a estudiar alemán, en 1970. Era más un hobby que otra cosa. Pero tuve la suerte de contar con una buena profesora que me contagió su entusiasmo por todo lo alemán, la política, la cultura, la historia, la literatura. De manera que, a medida que progresaba en la lengua, me di cuenta de que no quería ser un medievalista sino emprender una investigación sobre la historia de Alemania. En 1972 tuve la ocasión de ir a Alemania para participar en un curso intensivo en el Goethe Institut. Durante la estancia topé por azar, en la barra de un café, con un viejo nazi. En medio de la conversación me dijo: ''Ustedes, los ingleses, perdieron una ocasión. Debieron haberse aliado con nosotros y juntos habríamos destruido a los bolcheviques y dominado el mundo''. Me chocó tanto su comportamiento que sentí la necesidad de saber qué había podido pasar en Alemania en los años treinta. Ese fue otro gran momento de mi reconversión. Después, en 1975, tuve la fortuna de poder cambiar mi empleo de profesor de historia medieval por un puesto de historia contemporánea. Poco después, Martin Broszat, gran historiador alemán del periodo nazi, me invitó a integrarme en su equipo para colaborar en un proyecto de historia social del nazismo. Se puede decir que mi reconversión fue entonces completa.

¿Eso quiere decir que su estudio sobre Hitler se inscribe en su interés general por el periodo nazi? ¿Cuándo decidió comenzar esta biografía?
De hecho, hacia finales de los ochenta. Llevaba entonces unos quince años trabajando sobre el periodo nazi. Sin embargo, yo no diría que Hitler se inscribía lógicamente en esta investigación. Lo que me interesaba al principio no era el personaje del Führer, sino más bien comprender las actitudes y los componentes de los alemanes, y los tipos de estructuras políticas que habían modelado sus opiniones. Fue el estudio de las estructuras lo que me condujo a Hitler. En aquel momento, el debate historiográfico entre los llamados estructuralistas y los intencionalistas estaba en pleno apogeo. La batalla que se estaba librando había agudizado mi interés por este debate, y sobre todo por la cuestión del papel particular que Hitler había jugado en Alemania. En 1987, el editor inglés Longmann me pidió una obra sobre el carisma de Hitler (Hitler. Essai sur le charisme en politique, Paris, Gallimard, 1995). No se trata de una biografía, sino de un análisis del poder hitleriano. Un año después, en 1988, la editorial Penguin me pidió la biografía de Hitler. De entrada rechacé este encargo, porque recordé que ya había muy buenos libros sobre el tema. Pero, ya que en esa época trabajaba sobre Hitler y su poder, finalmente acepté. De hecho el ensayo sobre el carisma del Führer me ayudó a emprender después la biografía, dándome una idea del tema y de cómo lo debía encarar. No se trataba sólo de una enorme empresa, sino de presentar un trabajo que aportase algo nuevo sobre la cuestión. Si no, ¿qué interés podía tener? Mi ambición era escribir una biografía de Hitler que llegase más lejos que todo lo escrito hasta entonces.

Para conseguirlo tuvo que recurrir a nuevas fuentes de información. ¿En relación con las biografías precedentes, qué nuevos documentos ha podido utilizar?
Este trabajo ha exigido efectivamente una intensa documentación, y he logrado acceder a nuevos documentos. Desde el principio sabía que esta obra no podía basarse en documentos inéditos, ya que no queda por exhumar nada sensacional de la vida de Hitler. Se trataba sobre todo de profundizar en lo ya conocido. Sin embargo, una nueva fuente me ha servido de mucho en mi trabajo: la colección completa de los diarios de Goebbels, descubierta en Moscú en 1990, y conservada en el Instituto de Historia Contemporánea de Munich. Este documento es muy importante si se tiene en cuenta lo cerca que estaba Goebbels de Hitler. Su diario es un comentario cotidiano de los pensamientos, hechos y gestos de Hitler. Fue para mí la fuente más importante. Además de este diario, utilicé otros materiales para aclarar ciertos aspectos o ciertos momentos de la vida de Hitler, tales como cartas suyas de los años veinte, que se conservan también en Moscú, o incluso informes de sus últimos días, que pueden consultarse en Londres y también en un pequeño centro de documentación cerca de Berchtesgaden, donde yo encontré referencias posteriores a la guerra escritas por el ayudante y el mayordomo de Hitler, relativas a las últimas horas del Führer.

Retomando el debate estructuralismo / intencionalismo, usted se sitúa claramente como estructuralista frente a eso que se ha llamado hitlerocentrismo. Dicho esto, tras la lectura de los dos volúmenes de esta biografía se dibuja una evolución en la distribución de los papeles. En Hubris (subtítulo del primer volumen) se insiste sobre el carácter ''accidental'' de la llegada al poder de Hitler, que será menos el fruto del ''triunfo de la voluntad'', como él se atrevía a decir, que la consecuencia de un contexto histórico y social particular que Hitler habría aprovechado brillantemente. En el segundo volumen, Nemesis, se muestra que el poder de Hitler, una vez asentado, crece sin parar hasta el punto de hacer del dictador un objeto de culto sin el cual la historia de Alemania no habría sido la misma. Entonces, ¿no habría existido Hitler sin un contexto singular, ni un III Reich sin Hitler?
Exactamente. Tras la aparición del primer volumen, insistí sobre el hecho de que Hitler fue absolutamente indispensable en el proceso histórico que condujo a Alemania de una derrota a otra. Su papel en los momentos cruciales fue decisivo en esta historia. Hitler no podría ser reemplazado por cualquiera sin alterar la historia. Sin Hitler, ¿habríamos tenido el mismo tipo de estado policial actuando sin tener en cuenta los derechos? Sin Hitler, ¿el Holocausto habría tenido lugar? La respuesta a esta preguntas es que probablemente no. Resulta totalmente apropiado que el primer volumen muestre cómo Hitler es fruto de un contexto, de una sociedad, mientras que el segundo describa la utilización de esta misma sociedad por un hombre convertido en dictador. Esos dos momentos marcan un proceso. El primer volumen finaliza con la configuración de una forma de poder muy personalista, un Estado moderno personificado en esta autoridad carismática. Este carisma, uniendo a Hitler con todos los alemanes, conduce después, poco a poco, a la pulverización de toda forma de poder fuera del suyo. El culto al Führer tuvo dos efectos principales: primero, que la fe en Hitler sirvió para debilitar toda posible oposición; segundo, lo que yo llamo ''trabajar en la dirección del Führer'', es decir, la adaptación de los alemanes a la visión del mundo propuesta por el dictador. La ideología exaltada de Hitler se encarnó, sin que él interviniese directamente, en objetivos realizables... y realizados. La sacralización del poder y su intensa personificación hizo que, conforme a ese proceso, los alemanes siguieran a Hitler hasta su destrucción.

Usted dice que Hubris, esa voluntad de poder, conduce a la Nemesis, la destrucción, destrucción del otro y también de sí mismo. ¿El suicidio de Hitler en mayo de 1945 se inscribe en la lógica del sistema que el mismo había puesto en marcha?
Creo que el suicidio y la autodestrucción son parte integral del personaje. Hitler advirtió a su entorno muchas veces sobre esta eventualidad. Tenía un perfil de prima dona y resolvía las crisis, ya en los años veinte, mediante salidas extremas, por el todo o nada. No se comprometía, ni aceptaba un posible término medio. Evidentemente no tenía previsto poner fin a sus días, pero el tipo de visión tan dualista que le animaba, ya desde el Mein Kampf, explica que una vez desencadenada la guerra no había otra alternativa al triunfo que la destrucción total y el suicidio. Naturalmente, su objetivo era la victoria, la dominación. Pero a medida que sus esperanzas se desvanecían, y falto de soluciones políticas, no quedaba más que la destrucción. De hecho creo que la destrucción deriva de la arrogancia del poder, de la Hubris hitleriana. Cuando se gobierna un país, se implica en una política a toda una nación, se invaden territorios para provocar una guerra con las potencias occidentales, después con Rusia y después con Estados Unidos, en cierta forma se está llamando a la destrucción, porque después de eso no hay un punto de retorno. A la histeria hitleriana y a la lógica que imprimió sobre Alemania, hay que añadir un elemento histórico determinante para Hitler y los alemanes. El fantasma de 1918 sobrevolaba todavía en los años cuarenta. La vergüenza nacional nacida de la derrota y de la paz de Versailles había dejado, veinte años después, profundas cicatrices. Para Hitler, el escenario de 1918 no debía repetirse, no estaba dispuesto a una nueva capitulación. Pero cuando la victoria ya no es posible, ¿qué otra cosa puede hacerse?

¿Qué balance final saca usted de esta biografía?
Para mí, desde el punto de vista histórico, lo más importante ha sido mostrar hasta qué punto Hitler será sin duda recordado como la figura más importante del siglo xx. La Guerra Fría, los genocidios más recientes, el trauma que aquellos terribles años provocan aún, todo ello remite a Hitler. La lección más importante que se deriva del estudio de este personaje es que la democracia no es un regalo, sino una adquisición que carece de garantía, que es frágil, mortal. Olvidarlo supone condenar a muerte a la democracia, como ocurrió con la república de Weimar en los años veinte.
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Saludos.

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