- "Cuando los recursos del poder gubernamental arrastran a todo un pueblo hacia la decadencia, cada uno de los componentes de tal nación debe rebelarse, no sólo haciendo uso de su derecho, sino también por obligación... El Derecho natural domina al Derecho político... La diplomacia ha de procurar que un pueblo subsista con sentido práctico en lugar de hacerlo sucumbir heroicamente. Por tanto, es racional todo camino conducente a ese fin, y su inexistencia debe ser conceptuada como un caso de prevaricación..."
Mein Kampf, Adolf Hitler
Entre 1933 y 1939 pasó por los campos de concentración un millón de alemanes aproximadamente, sufriendo detenciones más o menos largas. En el mismo período de tiempo fueron condenadas por motivos políticos 225.000 personas. Entre 1907 y 1932, es decir, en un cuarto de siglo dentro del cual estaban comprendidos los años de la PGM fueron pronunciadas en Alemania unas 1.400 condenas de muerte, de las que sólo 345 se cumplieron; en los diez años comprendidos entre 1934 y 1944, fueron 13.000 las condenas de muerte pronunciadas, de las que se cumplieron casi 12.000. A pesar de que los partidos y sindicatos habían sido disueltos y prohibidos, y aunque el sistema de terror de la Gestapo imposibilitaba la organización de un amplio movimiento, penetrando en la tupida red con su minucioso trabajo de vigilancia mediante confidencias que permtían practicar innumerables detenciones, en Alemania existía, en efecto, la Resistencia interna.
Durante los primeros años transcurridos tras el acceso al poder, la oposición estuvo representada esencialmente por los afiliados a aquellos partidos que con anterioridad habían sido los verdaderos defensores de la República proclamada en Weimar. Sin embargo, sus dirigentes más activos desaparecieron entre muros carcelarios y alambradas o hubieron de franquear las fronteras. Los grupos exiliados prosiguieron la lucha, encauzándola por conductos clandestinos, pero, como era de rigor, no tardaron en ser descubiertos y la hecatombe fue espantosa. Puede decirse que entonces finalizó el ataque político abierto. En su lugar surgió una estructuración celular, constituida particularmente por las fuerzas laborales y sobre todo por los sindicalistas de ambas orientaciones, con Wilhelm Leuschner y Jakob Kaiser al frente. Ello equivalió en la práctica a un estado permanente de alerta, aunque faltaron todas las condiciones previas para que desembocara en un levantamiento. Mucho antes de la guerra prevalecían ya las circunstancias que, en 1939, Leuschner describió sucintamente a un sindicalista inglés con estas palabras: "Somos como presidiarios en una inmensa penitenciaría. La rebelión equivaldría al suicidio, como sucedería al presidiario que se insurreccionara contra un grupo de celadores armados hasta los dientes".
Pese a todo, en varias ocasiones se llegó a un primer levantamiento, especialmente entre la gente joven, ansiosa de exteriorizar su indignación. La viuda del socialista Julius Leber, quien era asimismo una pieza fundamental entre los jefes políticos de la oposición, cita diversos ejemplos de esa actitud en dos obras escritas con gran talento. También participan de esas manifestaciones los estudiantes de Munich, los hermanos Scholl y sus amigos. En verdad, todos ellos obedecieron a una ley tácita que les impedía permanecer inactivos. "La reputación alemana decía una de las octavillas, se sumirá para siempre en el deshonor si la juventud alemana no se levanta, si no procura vengar y purgar los delitos cometidos... e infundir un nuevo espíritu a Europa". Esos jóvenes no eran fanáticos ni sectarios. Seguían su camino con inalterable rectitud, entre peligrosas acechanzas y grandes sufrimientos hacia una muerte prevista e incluso ¿por qué no?, alegre, "dando la cara al sol sin odio, dejándolo atrás todo, absolutamente todo", como así lo hicieron Sophie y Hans Scholl.
Esa postura caracteriza también a muchos hombres de la Resistencia pertenecientes a generaciones anteriores, tanto por el pensamiento de una expiación previa, según lo expresaron con frases casi idénticas, diversas personalidades de la categoría de von Hassell y von Tresckow, Planck y Goerdeler, como por la trascendencia del trance moral. El hecho de que murieran para "despojarse de todo lo caduco de nuestro ser" a fin de dar paso al nacimiento de una "criatura nueva", como lo describió, por ejemplo, el conde de Lehndorff en la carta de despedida a su mujer, o porque, según palabras de Halem, el "campo visual del propio yo comenzab a a hacerse tan difuso, tras la superación de los últimos y despreciables disturbios, que era necesario abarcarlo desde la copa de un árbol antes de ser despeñado", y el hecho de que se siguiera actuando cuando la coyuntura parecía ofrecer todavía alguna posibilidad de evitar un mal extremo a Alemania y Europa, aunque sobre todo se actuara para probar que el pueblo alemán deseaba evadirse de su encierro y declararse contrario a los crímenes cometidos cada día y cada hora en su nombre, no fueron tan sólo una expresión del altruismo que caracterizaba a la Resistencia alemana, sino también la voz auténtica de una política activa. Ello es suficiente, al menos para desvirtuar la identificación, insinuada tan a menudo, de Alemania con el nacionalsocialismo. Y también sirve para oponer a la imagen del "eterno alemán", como la conciben Vansittart y Morgenthau, otra enraizada en la Historia y perpetuada por el martirio...
Los mejores de la Resistencia sabían que su posición sería objeto de controversia jurídica y que ellos mismos se entregaban a la misericordia de Dios. Pero ese conocimiento no les hizo desligarse de su palabra; más bien les fortaleció en el deber de atacar a un sistema que violentaba a la conciencia humana, hacía a todo un pueblo cómplice de sus crímenes y lo conducía al holocausto.
Con ello se perfila una situación extrema donde se pone en entredicho la escala tradicional de valores, y sólo cabe recurrir a las leyes eternas de la Humanidad. Eso ya lo había experimentado la Resistencia alemana, y sobre todo aquel círculo que se atenía con singular fortaleza a los preceptos tradicionales. Por cierto, un miembro de ese círculo, el conde de Yorck, definió claramente esas delimitaciones ante el Tribunal Popular: "Parece que lo esencial es lograr que las pretensiones totalitarias del Estado prevalezcan frente al ciudadano, con exclusión de sus convicciones religiosas y morales".
Es necesario rememorar tales experiencias y situaciones, no con el único objetivo de que resplandezcan la verdad y la justicia, sino también para vislumbrar las posibilidades del presente y el porvenir. Esa readaptación de valores por la que anticipó su vida y su muerte la Resistencia alemana ejemplifica nuestra época, al menos allá donde impere o amenace el totalitarismo: readaptación del frente legítimo e internacional de lo humanitario contra lo inhumano. Hay una sentencia, citada muy a menudo y escrita por otro miembro del círculo de Kreisau, Hellmuth von Moltke, donde se dice que el problema planteado por el futuro de Europa no depende tanto de fronteras y soldados, organizaciones policéfalas y grandiosos planes, como de los medios hacederos para poder reconstruir "la imagen del hombre".
Del informe de Hans Rothfels sobre la Resistencia alemana. Die deutsche opposition gegen Hitler, eine würdigung. (La oposición alemana contra Hitler, una evaluación) Rothfels, Hans. Zurich 1994.
Me gustaría en este hilo tratar la resistencia efectuada por los miembros de los partidos políticos SPD (socialdemócratas) y KPD (comunistas) y de los sindicatos. Cuando trate algún tema ya abarcado en algún hilo del foro, indicaré el enlace correspondiente por si alguien desea profundizar algo más en su conocimiento.
Saludos cordiales a todos!