Mensaje
por Eckart » Dom Dic 30, 2007 3:10 pm
¡Hola a todos!
En primer lugar, quisiera corregir un gazapo que cometí antes y que he visto ahora: quien dijo aquello de la dificultad de explicar lo irracional en términos racionales no fue Fest, sino Kershaw. Disculpadme.
Sigamos:
Se os olvida otra persona a la que Hitler quiso muchísimo: su madre.
Por muy raro que nos parezca en la actualidad, el ideario de Hitler era un ideario político. Que sea racional, decente y humano es otra cosa, pero aquello era política. El origen de esas ideas y los motivos que le llevaron a decidir quién y cómo podía habitar Europa sigue siendo el gran interrogante. Me pregunta Sila si de verdad creo que Hitler se movía por motivos políticos. Sólo puedo responder que depende de a qué parte de su vida o hechos de su gobierno nos refiramos. Si estamos refiriéndonos al Holocausto, diré que, en orígen, se movía por odio, pero ese odio fue convertido previemante al periodo de ejecución efectiva en política.
Insisto en que Hitler era humano y no estaba loco. Si no fuera así, el misterio estaría ya resuelto: un loco no sabe lo que hace y no es dueño de sus impulsos. Entonces incluso tendríamos que disculparle en cierto modo. Esto está relacionado con la historia de la historiografía de posguerra, principalmente en la alemana occidental. En ella se tiende a explicar el nazismo envolviendo sus argumentos en premisas que parten de una base moral (condena continua, muestras de horror por lo sucedido), filosófico-teológica (Hitler es la consumación de la crisis de la civilización, o la personificación del pensamiento de Nietzsche) y justificativa (había otra Alemania aparte del nazismo, Hitler fue el centro y motor único de todas las fuerzas destructivas). A partir de los años 70, la historiografía da muestras de dejar de lado (en la medida de lo posible) esas posturas justificativas y las valoraciones morales para tratar de investigar de manera más aséptica: verbigracia, se puede hablar y explicar la Solución Final sin tener que estar continuamente mostrando horror por ella ni valorarla moralmente. Lo mismo para Hitler –y es adónde quería llegar-: se puede y se debe investigar a Hitler sin necesidad de ver en él un ser de color rojo, con cuernos y cola. Las cosas son más complejas y un historiador debe de dejar aparte todo el rechazo moral que le produzca Hitler y el nazismo para poder aproximarse más a ellos. De todos modos, esta es una posición difícilmente alcanzable en su totalidad, estamos de acuerdo.
Retomo el hilo de nuevo: Hitler sabía muy bien lo que hacía y, a pesar de moverse muchas veces por impulsos, su ideario respecto a los judíos, el espacio vital y la guerra estaba perfectamente racionalizado y entretejido con coherencia. Cuando hablamos de ideario racionalizado y coherente, nos referimos a que su odio y visión del mundo podían ser perfectamente explicados por él mismo con orden y lógica (una lógica inaceptable, pero hilvanada) alejándose de una postura que sólo denotase antisemitismo y odio visceral sin base o explicación. Racionalizado y coherente quiere decir que la base sobre la que movilizó toda la fuerza destructiva que movilizó, no estaba motivada por un "los judíos son perniciosos, por que sí, y ya está", sino que estaba motivada por toda una teoría racial y racista apoyada en unos principios darwinistas también válidos en todo su alcance para el ser humano. El que esos principios y la concepción racial nos gusten o no, nos produzcan rechazo o no, es aparte. Y no creo que haga falta decir que a mí me lo producen. Por todo lo anterior, y por muy inhumano que sea, insisto en que el ideario de Hitler era un ideario político. Encontrar el origen y las causas de todo ese proceso que va desde el odio visceral al odio racionalizado y su posterior aplicación efectiva en política seguirá intentando explicarse durante muchos años, desde diferentes puntos de vista.
Una vez visto que Hitler era humano y no estaba loco, podemos encontrar a lo largo de su vida gestos de ternura o amor, aunque con cuentagotas, y no sabemos hasta qué punto sinceros o reales. Educado y amable en el día a día con su personal de servicio y con aquellos con los que no tenía nada que decidir o competir, sí que lo era. Constan muchos testimonios. Que quería mucho a sus animales y a su madre, también. Sin embargo, también sabemos que era una persona casi incapaz de sentir y vivir la amistad (ya veis cómo trató a Kubizek, o a Röhm). Nunca supo relacionarse hasta el punto de la amistad con las personas, por más formas correctas que presentase en las distancias cortas. Era incapaz. Sus amigos eran tales mientras le fueran útiles. Tal vez su único verdadero amigo fuera Dietrich Eckart, pero el hecho de la muerte de este en un año tan temprano como 1923, nos priva de poder comprobar si realmente fue una amistad sincera o una amistad de conveniencia, como otras tantas.
En resumen, Hitler era un ser humano de carne y hueso, y como tal, a pesar de su visión del mundo, podía comportarse como las personas.
Un saludo.
«El conocimiento es mejor que la ignorancia; la historia es mejor que el mito».
Ian Kershaw