Periódicamente es objeto de controversia historiográfica y mediática el papel que jugo el Vaticano en la segunda guerra mundial en relación a las políticas genocidas de los nazis. Un documental producido en 2007 por la cadena franco--alemana Arte analiza críticamente la actuación delante de estos crímenes de otra institución con aureola de prestigio y autoridad moral: El Comité Internacional de la Cruz Roja --- CICR ---. El comité es una organización de derecho privado suizo, que es preciso no confundir con la liga de sociedades de la cruz roja y la media luna roja formadas por sociedades estatales. Estas últimas, a menudo vinculadas a los ejércitos, estaban vinculadas a los gobiernos y siguieron la política oficial de cada país.
El comité internacional, en cambio, lo presidían ciudadanos suizos a fin de subrayar la neutralidad y tenía como misión velar en tiempos de guerra por las convenciones de Ginebra. Es cierto que las tres primeras no incluían la protección de los civiles. En cualquier casio parece que fuese la falta de cobertura legítima, sino la falta de voluntad política, lo que impedía al CICR asumir desde 1933 , y más aún desde 1939, la defensa de los judíos perseguidos por Hitler, de los internados en campos de concentración, etcétera.
Los dos máximos jerarcas de la institución, los empresario Max Huber y Karl Bruhardt compartían con el III Reich el anticomunismo visceral y el antisemetismo y además incluso hacían negocios particulares. Por otra parte, el gobierno de Berna también presionaba con tal de no complicar más la difícil neutralidad suiza. Como consecuencia de todo ello, las abundantes noticias y pruebas del Holocausto que llegaban a Ginebra fueron ignoradas.El trabajo del comité se concentraba en los prisioneros de guerra, y en el verano de 1942 la idea de hacer una denuncia pública de las atrocidades nazis fue descartada; aún peor, las pocas visitas a algunos campos como al de Terezin, sólo sirvieron para alimentar la propaganda de los verdugos, y aún suerte que la actuación sobre el terreno en Budapest y Bratislava de algunos delegados que traspasaban sus instrucciones salvó el honor de su institución.
En abril de 2006 la asamblea del CICR reconoció su fracaso abte el genocidio y admitió que no hizo todo lo posible para entorpecer el horror de las ejecuciones nazis y ayudar a las víctimas, que no asumió el riesgo supremo de decantar a favor de las víctimas el peso de su actividad moral