- "¡Camaradas alemanes!
Si me dirigo a vosotros, lo hago para que oigáis mi voz y para que sepáis que no he sido herido. Y también para que sepáis que acaba de cometerse un crimen sin precedentes en la Historia.
Una pequeña camarilla de oficiales, a un tiempo ambiciosos, irreflexivos, estúpidos e insensatos, ha urdido un complot para eliminarme y, conmigo, al Estado Mayor del Alto Mando de la Wehrmacht.
La bomba puesta por el coronel conde Stauffenberg ha estallado a dos metros de mí. Ha herido gravemente a varios de mis fieles y leales colaboradores, matando uno de ellos. Pero yo he resultado totalmente indemne, salvo algunos rasguños, contusiones y quemaduras superficiales. Esto es, para mí, la confirmación de la misión que me ha sido confiada por la providencia...
Los usurpadores sólo constituyen un grupo muy pequeño, que no tiene nada en común con el espíritu de la Wehrmacht y, sobre todo, con el pueblo alemán. Se trata de una banda de criminales que serán exterminados despiadadamente.
En consecuencia, doy orden a todas las autoridades militares... de no obedecer las órdenes que emanen de estos impostores. Doy asimismo la orden a todos de arrestar o, en caso de resistencia, matar sin previo aviso, a cualquiera que diese o ejecutase tales órdenes..."
La crueldad de los nazis con sus propios conciudadanos llegó a su apogeo. Hubo una terrible ola de detenciones seguidas de horribles torturas, de consejos de guerra, de condenas a muerte realizadas, en la mayoría de los casos, por estrangulación lenta: se colgaba a las víctimas con una cuerda de piano a ganchos de carnicero pedidos a las carnicerías y mataderos. Los parientes y los amigos de los sospechosos fueron reunidos por millares y enviados a los campos de concentración, donde muchos murieron. Las pocas personas valerosas que dieron asilo a los que se ocultaban fueron sumariamente ejecutados.
Presa de un furor delirante y de una sed inextinguible de venganza, Hitler hostigó a Himmler y a Kaltenbrunner para que dieran caza incansablemente a todos los que se habían atrevido, por poco que fuera, a conspirar contra él. Él en persona estableció el procedimiento que había que aplicar para liquidarlos.
- "Esta vez (vociferó durante una de las primeras conferencias que siguieron a la explosión de Rastenburg) los criminales serán liquidados rápidamente. Nada de tribunal militar. Los arrastraremos ante el Tribunal del Pueblo. No podrán hacer largos discursos. El tribunal actuará con la rapidez del relámpago. Y la sentencia será ejecutada dos horas después de haber sido pronunciada. Con horca y sin piedad".
Continuaremos en el siguiente mensaje con el inicio del proceso de los consipiradores del 20 de julio ante el Tribunal del Pueblo, que tuvo lugar en Berlín los días 7 y 8 de agosto de 1944.
Saludos!