Hitler en el diván

Cuestiones generales relativas a la Segunda Guerra Mundial

Moderador: Francis Currey

Avatar de Usuario
José Luis
Administrador
Administrador
Mensajes: 9916
Registrado: Sab Jun 11, 2005 3:06 am
Ubicación: España

Mensaje por José Luis » Vie Ene 25, 2008 1:47 pm

¡Hola a todos!

En este inciso que estamos realizando a la exposición del texto de Shindler, y precisamente por causa de la introducción que nos ha facilitado, de la que hemos subrayado algunos errores históricos, quiero llamar la atención sobre un presupuesto que, a mi juicio, es clave en todo este tema de la psique de Hitler.

Será un craso error, en mi opinión, asumir que los posibles trastornos de la personalidad de Hitler hayan tenido influencia decisiva alguna en sus decisiones de estado durante el tiempo de su liderazgo del Tercer Reich. Quienes busquen una explicación de todo el horror que supuso Hitler y el Tercer Reich en la “mente enfermiza” de Adolf Hitler acabarán sin comprender nada de la historia política, social, cultural y económica de la Alemania de la primera mitad del siglo XX y, por extensión, de la Europa del mismo periodo.

El compañero vikingo ha citado, a través de la reseña que nos facilitó, la obra del Dr. Redlich, Hitler: Diagnosis of a Destructive Prophet. Redlich remató la exposición de su libro con un epílogo muy ilustrativo e inteligente, donde utiliza a su mujer para dar un “diagnóstico” de Hitler en base a toda su exposición anterior. En efecto, Redlich escribe que su mujer Herta le preguntó una vez qué tipo de persona era Hitler y qué lo había hecho ser como era, a lo que Redlich, intentando salir por la tangente, contestó que era una cuestión imposible de responder en una breve declaración. Alegó que Hitler confundía deliberadamente a la gente sobre sí mismo y sus motivaciones, que unas veces mentía y otras simplemente decía la verdad, y que a menudo no tenía claro lo que iba a hacer.

Pero la mujer no cejó en su actitud y le pidió que le explicara en unas pocas frases los rasgos esenciales de Hitler. Así que Redlich no tuvo más remedio que complacer a su esposa y señaló que Hitler era un hombre dotado de una notable inteligencia con un gran bagaje de conocimientos, aunque la mayoría de ese bagaje, y en áreas fundamentales, sólo era semi-conocimiento. El eje de su Weltanschauung venía dado por su darwinismo social y su antisemitismo; era un fanático, pero al mismo tiempo y a menudo era ambivalente y defensivo. De su actitud defensiva y especialmente de sus proyecciones, dice Redlich, podía extraerse material con el que llenar un manual de psiquiatría. Estaba aferrado a una creencia paranoica de una conspiración judía mundial contra Alemania, y cuando sus programas políticos y militares fracasaron, se mostró inflexible y extremadamente vengativo. Su destructividad excedió con mucho su programa constructivo, lo que lo convirtió en uno de los más grandes criminales del mundo. Redlich sigue hablando sobre Hitler y sus ambiciones para concluir con una sentencia muy esclarecedora para lo que se trata en este topic, y que traduzco literalmente:

[Describí las complejas enfermedades somáticas y psicosomáticas moderadamente graves durante los últimos años de la vida de Hitler y concluí que no tuvieron ningún impacto decisivo sobre sus acciones políticas o militares, excepto en tanto en cuanto aceleraron sus operaciones debido a su temor de que no tuviera tiempo suficiente. Con toda probabilidad Hitler abusó de las anfetaminas, pero no era adicto a ellas, como su gran antagonista, Sigmund Freud, que usó cocaína durante algún tiempo pero no se convirtió en un adicto. No se puede citar ninguna evidencia sólida que indique que el abuso de anfetaminas de Hitler causara sus crímenes, aunque puede haber jugado un papel rebajando sus inhibiciones y cuando cometió tan graves errores, como declarar la guerra a los Estados Unidos. No existe una prueba final para esta suposición] Fritz Redlich, Hitler: Diagnosis of a Destructive Prophet (New York: Oxford University Press, 2000), p. 341

Redlich remata su epílogo con la interrupción de su mujer, que le pregunta: “¿Estaba mentalmente enfermo?”, a lo que el doctor responde: “En una manera, sí estaba”. “¿Y cuál era la diagnosis?”, le preguntó la esposa. “Farfullé algo como paranoia política”, respondió Redlich. Ante esto la mujer se sentó tranquila y pensativamente, y luego dijo: “Er war ein schlechter Mensch” (Era una persona malvada). (p. 341).

Que Hitler era una persona malvada es una conclusión que pocos discutirán, aunque yo quiero precisar que la maldad, en el caso de Hitler, no viene determinada por los crímenes horrorosos que cometió u ordenó cometer. Los crímenes fueron la consecuencia última y atroz de su maldad. Y quizás tampoco sea maldad la palabra más apropiada, pues en el caso de Hitler y otros personajes similares, lo que determina sus pensamientos y acciones no es la maldad en sí, sino la carencia de unos valores morales que son comunes a la mayoría de los mortales. Esos personajes carecen del mecanismo inhibidor que poseemos la mayoría de nosotros, ese mecanismo que nos impide cometer actos contrarios a nuestro principios morales y, en última instancia, nos reprime de cometer actos criminales.

Tomemos el caso tan manido del antisemitismo en Hitler y el menos explicado del antisemitismo en la sociedad alemana. Ese sentimiento negativo era bastante común en la Europa del primer tercio del siglo XX, y particularmente en la Europa central, con especial notoriedad en Austria. Pero no dejaba de ser un prejuicio. La mayoría de las personas con este tipo de prejuicios, antes y ahora, no traspasa jamás el umbral que separa el pensamiento negativo, el desdén e incluso el insulto o la ofensa física contra los judíos. Incluso entre los radicales hay algo en ellos que los inhibe de ir más lejos de lo anteriormente citado. Ese algo quizás sea lo que les resta de moral o incluso el temor a las leyes, cuando las hay. Sólo los que carecen de moral son capaces de llegar al crimen. Y Hitler fue ante todo, a mi juicio, no un inmoral, sino un amoral. No tenía mecanismo inhibidor alguno que lo reprimiera de llevar su política racial hasta las últimas consecuencias, esto es, hasta el crimen masivo. Naturalmente, esta política infame resultaría imposible en su desarrollo y ejecución si Hitler no contara con la colaboración y obediencia de un buen número de líderes de su partido, y, por supuesto, de las especiales circunstancias político-propagandísticas (además de históricas, económicas, sociales y culturales) a las que estuvo sometida una gran parte de la sociedad alemana.

Lo que diferenciaba a Hitler y sus más estrechos colaboradores antisemitas de la parte de la sociedad alemana que era antisemita era precisamente la diferencia que existe entre el antisemitismo como prejuicio social y el antisemitismo como armazón ideológico y objetivo primordial político. La sociedad alemana antisemita, como cualquier otra sociedad antes y ahora que padezca prejuicios raciales y/o sociales, podía seguir conviviendo perfectamente con los judíos alemanes (como de hecho lo hizo durante todo el siglo XIX y parte del XX), pero Hitler y sus antisemitas, los nazis, estaban determinados a erradicar de Alemania la cuestión judía para siempre, primero mediante una legislación anti-judía, luego mediante la emigración cuasi-forzosa y la deportación, después mediante los campos de concentración y, finalmente, mediante el exterminio masivo, no sólo de los judíos alemanes sino de los judíos de Europa.

Hoy, visto desde la retrospectiva histórica, toda esa política monstruosa nos parece que ya era algo evidente en el Tercer Reich de preguerra. Pero entonces, salvando a quienes tenían una lúcida perspectiva general de la situación (que eran los menos), la mayor parte de la sociedad alemana era incapaz de imaginar que la política antisemita de Hitler y sus nazis iba a desembocar finalmente en el Holocausto de la guerra.

Sin embargo, el “mal” ya se había asentado en su trono mucho tiempo antes de que ocurrieran esos crímenes atroces. Comenzó a ejercer su reinado cuando una pandilla de amorales se hizo cargo del gobierno de la nación y llevó a cabo, utilizando todos los resortes del terror que brinda el poder totalitario, una perversión sistemática del estado, de sus instituciones, de los medios de comunicación y, a través de estos canales e instituciones, de la moral pública y/o la ética ciudadana.

Todo ello no fue el resultado de una mente enferma o de un orate; ni siquiera semejante prostitución de un estado de derecho, como lo era el alemán, se vio influenciada por los trastornos de la personalidad de Hitler. Esas “enfermedades” pueden servir para comprender al individuo Hitler, pero no para explicar al Führer del Tercer Reich.

Saludos cordiales
José Luis
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Vie Ene 25, 2008 4:50 pm

José Luis escribió: (...)
Efectivamente no podemos analizar a un individuo que causó cientos de males por su resultado final, es decir, que para analizarlo debemos hacer a un lado por un momento la personalidad (Hitler) y analizar o tratar de sacar las conclusiones de un individuo como cualquier otro ¿No es así?.

Pero... ¿No es el Tercer Reich el resultado del trabajo constante de ese individuo? SI lo es pero las cuestiones políticas y de gobierno también tienen su lado oscuro en todo esto, después de todo los engaños, complots, ajusticiamientos, alianzas y demás son armas o herramientas que el ser humano ha utilizado en todos los aspectos políticos de la historia desde antes que Roma hasta nuestros días y eso no son enfermedades (ni tampoco vamos a decir que cada político que las haya usado tenga trastornos o enfermedades) sino como dije herramientas de la política que pueden ser justificadas en pro del fin.

Es más el carácter o personalidad puede haber o no influenciado en determinadas decisiones políticas y militares de AH pero no es esa la cuestíon.

¿Muy complejo no?



Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Mié Feb 13, 2008 3:36 pm

Disculpen la demora en la continuidad de este topic pero ciertos problemas y falta de tiempo me impiden concentrarme mucho. Me gustaría si es posible tratemos entre todos los que hayan leído distintas fuentes sobre la relación de AH con su madre confirmen o aporten datos de dicha relación.¿Se puede hablar de un complejo de Edipo? ¿Que hijo no siente una admiración desde temprana edad por su madre y a veces la competencia por el cariño de esta con su padre hace que el conflicto sea mas arraigado a la psiquis del individuo? Pero en el caso de AH esa admiración ¿no sería enfermiza? Veamos que nos plantea el libro que he propuesto;

¿Posible complejo de Edipo?

>>>>Desde que Freud señalò la importancia de los conflictos de la infancia sobre el desarrollo psicosexual del adulto, es imposible emprender el estudio de un neurótico sin describir las emociones de sus primeros años.
Por desgracia, tenemos sobre este punto pocos documentos. Los únicos que nos han llegado hasta ahora son los que el doctor Kurt Krueger publicò en su libro Inside Hitler. Este medico tuvo en tratanmiento a Adolfo Hitler desde 1919 a 1934. El paciente era muy irregular en su asistencia al consultorio y Kurt Krueger no pudo obtener de el sino parcos y muy incompletos recuerdos. Hemos estudiado el conflicto que habìa rebelado a Adolfo contra su padre. Todos aquellos que tienen cierto conocimiento del psicoanàlisis comprenderàn inmediatamente que la oposicion promovida entre ambos y cuyo pretexto fue la futura profesion de Adolfo, no hubiera cobrado un caràcter tan agudo de no disimular un conflicto pasional de muy distinta importancia. Esa lucha no ha sido sino uno de los aspectos de su complejo de Edipo.

Llàmase complejo de Edispo la tendencia de cada niño a permanecer ligado a su madre, al tiempo que experimenta un sentimiento de rivalidad para con su padre. Esos mismos sentimientos se encuentran, recìprocamente, en las niñas. Llegan a su apogeo entre los 2 y 6 años, luego son reprimidos y conservan en la subconsciencia cierto dinamismo que les permite gravitar mas tarde sobre el destino del individuo. Cuando esos sentimientos evolucionan normalmente, la acciòn de lo inconsciente
se atenùa y la realidad cobra su ascendiente sobre ellos. Los niños terminan por acordar su preferencia a aquel de los padres que realmente la merece. Krueger nos refiere una serie de incidentes que prueban la existencia de emociones edipianas en el pequeño Adolfo. Hasta la edad de diez años, a menudo se asustaba de noche y se refugiaba en el lecho de sus padres.(1) Una escena tipica se produjo cuando el tenìa entre siete y diez años. Su madre, que tomaba un baño, le pidio que le trajera el reloj, porque tenìa una cita importante a las dos de la tarde. Cuando el se lo llevìo, su madre lo tomo en el baño con ella.(2)

Esa escena impresiono tan fuertemente a Hitler que, en la edad adulta, empezò a bañarse todos los dìas a las dos de la tarde. Aun cuando tuviera una cita importante, preferìa faltar antes que renunciar a su baño. No sabìa que, inconscientemente, trataba de revivir esa hora pasada con su madre. Fue Krueger quien se lo hizo saber, cuando Hitler le comunico su recuerdo de la edad de siete años. Otro incidente, a los diez, debia imprimirle un odio implacable y eterno. Una noche que habìa salido a tenderse en la hierba (hacía un calor insoportable) le sorprendio, de pronto, la risa de su madre, que vibraba a pocos pasos de alli. Mira, la ve acostada, y cerca de ella el almacenero, un judio llamado Sachs, que la besa. Espantado, volviò a su cuarto silenciosamente y allì vomito su cena. Nunca confesò a su madre que habia sorprendido esa escena.(3)Ese recuerdo no explica solamente el odio que Hitler profesò mas tarde a los judìos, su deseo de atormentarlos en la forma màs atroz, sino que reforzò ciertamente la hostilidad que le inspiraba su padre, incapaz de vigilar a su madre.

En la vida del adulto sucede a menudo que las emociones del conflicto edipiano se transfieren a otros objetos, porque el complejo en si mismo ha sido rechazado. Es lo que ocurriò con Hitler, en quien el odio al padre mudóse en una necesidad de destruir el mundo, y el amor a la madre vino a ser la adoración de la patria. A la muerte de su padre, Adolfo pudo tener a su madre para sí solo; esa situaciòn, deseada inconscientemente, comportaba sin duda una mancha de culpabilidad. Criado por su madre, èsta vino a ser, a la vez, objeto de ternura y sìmbolo de autoridad, circunstancia que con frecuencia favorece una identificaciòn con la madre, caso en que el niño se convierte en un afeminado. En cambio, cuando el padre vive, el niño entra en conflicto con el, reprime esa hostilidad y se identifica con elhombre adulto. Durante su adolescencia, y hasta la edad de treinta años, la falta de virilidad ha sido en Hitler muy característica. En ese período mujer alguna desempeñó un papel en su vida; incluso durante la guerra no se le conocio ninguna amistad femenina, pròxima o lejana. En todo caso, durante sus primeros años en el partido nacionalsocialista amparò con su autoridad ciertas pràcticas escandalosas, y solo a partir de 1934 tomò posicion publicamente contra la homosexualidad. De todos modos, desde el punto de vista eròtico debemos reconocer que le atraìan màs los hombres que las mujeres. La camaraderìa era para èl preciosa. La estructura social del Tercer Reich, tan fuertemente impregnada de sus ideas, fue màs homosexual (*) que heterosexual; la vida del partido era màs importante que la de la familia; la amistad desempeñaba alli un papel mas grande que el amor.<<<<

¿Alguien puede aportar sobre los puntos 1,2 y 3 algun dato que confirme estos acontecimientos?
* Es algo muy visto en las filas del ejército ciertos comportamientos homosexuales, a veces como parte de juegos o bromas y en la mayoría de los casos es un "tirar verdes para recojer maduras". Las prácticas homosexuales en los ejércitos es algo que acompaña los inicios más remotos de la beligerancia, pero ese es otro tema.



Continuaré...

Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Avatar de Usuario
Eckart
Miembro fundador
Miembro fundador
Mensajes: 4624
Registrado: Sab Jun 11, 2005 9:07 pm
Ubicación: Valencia (España)
Contactar:

Mensaje por Eckart » Mié Feb 13, 2008 6:47 pm

Shindler escribió:¿Alguien puede aportar sobre los puntos 1,2 y 3 algun dato que confirme estos acontecimientos?
¡Hola, Shindler!
Las memorias del Dr. Kruger son un fantasía ya demostrada, así que no hay que darle crédito.

Un saludo.
«El conocimiento es mejor que la ignorancia; la historia es mejor que el mito».
Ian Kershaw

Avatar de Usuario
Shindler
Miembro distinguido
Miembro distinguido
Mensajes: 2585
Registrado: Mar Dic 05, 2006 10:31 pm

Mensaje por Shindler » Mié Feb 13, 2008 7:01 pm

Eckart escribió:
Shindler escribió:¿Alguien puede aportar sobre los puntos 1,2 y 3 algun dato que confirme estos acontecimientos?
¡Hola, Shindler!
Las memorias del Dr. Kruger son un fantasía ya demostrada, así que no hay que darle crédito.

Un saludo.
Bien, pero entonces ¿Que datos se pueden aportar con referencia a su relación con su madre? (si no es mucha molestia claro) Datos que confirmen o no un posible complejo de Edipo, animo a los demás compañeros lectores tambien ¡A moverse! :lol:

Gracias por estar
P.D. Los datos de Kruger se menciona que además de ser escasos son difusos por eso pedí la colaboración de lectores :roll:
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

Responder

Volver a “Historia general”

TEST