El plan de Halder para derrocar a Hitler: otoño de 1939

Cuestiones generales relativas a la Segunda Guerra Mundial

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El plan de Halder para derrocar a Hitler: otoño de 1939

Mensaje por José Luis » Mar Nov 28, 2006 12:38 pm

¡Hola a todos!

Antes de comentar el “Plan de Halder” del otoño de 1939 para derrocar a Hitler, quisiera referirme brevemente a sus antecedentes. El primer plan para arrestar o asesinar a Hitler, seguido de un inmediato coup d’était, se elaboró durante septiembre de 1938 (principalmente entre el 15 y el 28 de septiembre) durante el periodo de la crisis checa. Véase viewtopic.php?t=2173

Durante los meses previos a la invasión alemana de Polonia, la resistencia político-civil-militar alemana continuó, aunque con una intensidad menor que la de septiembre de 1938, sus intentos y planificaciones para intentar evitar la guerra y derrocar a Hitler. En el exterior, buscaron en primer lugar convencer a las potencias occidentales de la decidida voluntad de Hitler de iniciar una guerra, y en segundo lugar solicitaron una declaración oficial y pública de los gobiernos francés y británico de que cualquier intento del Gobierno alemán de resolver la cuestión polaca (Danzig) por la fuerza tendría como consecuencia inmediata la inevitable declaración de guerra de Francia y Gran Bretaña.

En el interior, el grupo militar de la resistencia elaboró un plan para actuar contra Hitler en un futuro próximo. En noviembre de 1938 el general von Witzleben, la figura ejecutiva central del plan de coup d’était anterior, dejó Berlín para asumir el mando del Cuartel General del Grupo 2 en el oeste (Frankfurt on Main), recibiendo como jefe de estado mayor al mayor general von Sodenstern en diciembre. En poco tiempo de conversaciones ambos generales llegaron a la conclusión de que, a pesar de los éxitos políticos conseguidos por Hitler en los meses precedentes, la política del Führer llevaba a Alemania inexorablemente a la guerra, abocándola a un destino mucho peor que el deparado en la guerra anterior. Por tanto era necesario detener a Hitler. Entre junio y julio de 1939, Witzleben y Sodenstern acordaron un programa de largo alcance en la suposición de que Hitler no iniciaría una guerra (Polonia) hasta al menos la primavera de 1940. Programaron la creación de grupos de conspiración fiables en todas las capitales Gau para que todos los Gauleiter pudieran ser arrestados de inmediato; la captura de todas las estaciones de radio y el control de la prensa. Goerdeler debía ganarse la adhesión de los antiguos líderes de los sindicatos de trabajadores y, con su influencia, evitar una huelga general en el caso de que se produjese el coup d’était (los conspiradores no olvidaban lo que había sucedido casi 20 años atrás con el putsch de Kapp), objetivo que Goerdeler esperaba conseguir por la primavera de 1940. Por esas fechas, pues, los conspiradores deberían reunirse para establecer las fechas y los primeros pasos para el golpe. Pero la precipitada decisión, para ellos, de Hitler de invadir Polonia el 1 de septiembre los cogió totalmente por sorpresa, abortando sus planes el comienzo de la guerra.

Tras el éxito militar alemán de la campaña polaca y el quietismo que lo acompañó por parte de los ejércitos de Francia y Gran Bretaña, todos los conspiradores alemanes comprendieron que sus esperanzas para derrocar al régimen nazi se habían reducido considerablemente, si es que alguna vez habían tenido realmente perspectivas de éxito. Además, con el inmovilismo militar aliado en la campaña polaca durante los primeros días cruciales de la operación, habían desaparecido los peligros contra Alemania que los conspiradores habían previsto en el debilitado frente occidental, y el fulgurante éxito final de la campaña había terminado por disipar las inquietantes dudas que tenía la mayor parte de los oficiales superiores alemanes, y al mismo tiempo había reafirmado la adhesión popular hacia Hitler. Aunque los grupos de resistencia no se disolvieron, sus esperanzas de actuación eran mínimas.

Sin embargo, Hitler les iba a brindar la ocasión de reanudar los planes de coup d’était de septiembre de 1938. En efecto, después de observar cómo fracasaban las tentativas diplomáticas para lograr que Francia y Gran Bretaña aceptaran sus propuestas de paz de septiembre y principios de octubre para poner fin al conflicto, el 9 de octubre de 1939 Hitler cursó su “Directiva No 6 para la Conducción de la Guerra”, donde anunció su decisión de tomar la ofensiva en el caso de que Gran Bretaña y Francia no aceptasen inmediatamente poner fin a la guerra. Luego, el 27 de octubre, Hitler convocó a los líderes de la Wehrmacht y estableció la fecha para la ofensiva alemana en el oeste: 12 de noviembre de 1939.

Los comandantes en jefe de los tres grupos de ejércitos alemanes previstos para la ofensiva de Hitler expusieron por escrito o verbalmente, ante Brauchitsch o ante Hitler, sus firmes objeciones ante lo que para ellos era una decisión suicida. El 7 de octubre de 1939 el coronel general Wilhelm Ritter von Leeb, comandante en jefe del Grupo de Ejércitos C, escribió unas notas donde, entre otras cosas, advertía: “Todas las instrucciones…..indican que se propone lanzar esta loca ofensiva, violando la neutralidad de Holanda, Bélgica y Luxemburgo. La alocución de Hitler [Leeb se refiere al discurso de paz de Hitler del 6 de octubre] por tanto fue simplemente una concesión al pueblo alemán.” (1) El 11 de octubre Leeb despachó a Brauchitsch un memorando titulado “Memorando sobre las Perspectivas y Efectos de un ataque sobre Francia e Inglaterra violando la neutralidad de Holanda, Bélgica y Luxemburgo.” Se envió una copia a Halder, mostrándose igualmente el documento al comandante en jefe del Grupo de Ejércitos B, coronel general Fedor von Bock. Leeb también envió, junto con el memorando, una carta privada a Brauchitsch en la que advertía al comandante en jefe del Heer de la gran responsabilidad “en esta grave hora que decidirá quizás el destino de nuestro pueblo durante décadas.”

El memorando de Leeb era similar a los dos memorandos que el general Ludwig Beck envió a Brauchitsch y Halder, el primero a finales de septiembre de 1939 con el título de “Sobre la situación de la guerra tras la conclusión de la campaña polaca”, y el segundo fechado el 10 de octubre de 1939 con el título “La oferta de paz alemana del 6 de octubre y el posible curso futuro de la guerra”. Leeb creía que el objetivo clásico de cualquier guerra, una paz favorable, no se podía conseguir a la manera de Hitler. En su opinión, una ofensiva en el oeste quedaría estancada ante las defensas belga y francesa, y el resultado sería el agotamiento y, en el mejor de los casos, una guerra posicional en la que decidirían las reservas humanas y materiales, que siempre serían favorables a las potencias occidentales. En la esfera política, Leeb concordaba con Beck, en tanto en cuanto la violación de la neutralidad belga pondría al mundo entero en contra de Alemania, demostrando una vez más lo embusteras que eran las propuestas de paz de Hitler. Leeb abogaba por una estrategia defensiva, donde la Wehrmacht podía defenderse de cualquier ataque aliado, y de las ventajas políticas que esta situación ofrecía, pues el pueblo alemán y el mundo tendrían que comprender entonces que la permanencia de Alemania en un estado de guerra venía dada por la voluntad franco-británica de atacar a Alemania.

El 31 de octubre de 1939 Leeb volvió a escribir a Brauchitsch, advirtiendo de la total falta de preparación de las fuerzas alemanas para una ofensiva inminente. Aseguraba que la mayor parte de la artillería estaba tan mal entrenada que constituía “una amenaza más grande para sus propias tropas que para las del enemigo.” (2) Aconsejaba la búsqueda de un acuerdo de paz mediante la concesión de un estado autónomo checo y una reorganización del estado polaco. Leeb dejaba entender a Brauchitsch que el futuro del pueblo alemán posiblemente estaba en sus manos.

Von Bock también escribió y envió un memorando a Brauchitsch, donde, ciñéndose exclusivamente a la esfera militar, advertía contra la violación de la neutralidad de Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Y el 9 de octubre discutió sobre esto con Halder.

El 31 de octubre el coronel general Gerd von Rundstedt, comandante en jefe del Grupo de Ejércitos A, preparó un memorando en el que mantenía que todos los comandantes superiores del oeste estaban en contra de la ofensiva que ellos mismos debían conducir (3). Omitiendo deliberadamente cualquier argumentación política, Rundstedt advertía de la desfavorable correlación de fuerzas alemanas con respecto a la de sus enemigos, factor que podría originar una ofensiva muy costosa. Aunque al final, Rundstedt tocaba el tema político al advertir los errores de cálculo cometidos por el liderazgo político alemán sobre las posturas de Francia y Gran Bretaña con la cuestión polaca. Ahora había que prepararse para una guerra larga y conservar la fuerza hasta el momento decisivo. Había que dejar que fuese el enemigo quien atacase, aunque no se podía esperar mucho tiempo, so pena de que Gran Bretaña completase su programa de rearme acelerado. En caso necesario, debería forzarse al enemigo a atacar.

En una entrevista personal con Hitler, el 25 de octubre de 1939, von Bock reiteró sus objeciones, e incluso, en esa misma entrevista, el coronel general von Reichenau, comandante del 6º Ejército en el Grupo de Ejércitos B, intentó convencer a Hitler para cancelar la ofensiva. Hitler le contestó que si no se atacaba ahora, los británicos podían moverse secretamente hacia Bélgica y evitar de esa forma cualquier posible victoria alemana. Reichenau le replicó diciendo que él prefería correr ese riesgo, que era mejor, de tener que hacerlo, que fueran los británicos quienes primero rompieran la neutralidad belga. Hitler ni se inmutó, pero Reichenau, y esto es poco conocido, actuó de la misma manera que lo haría Oster, advirtiendo a los belgas del ataque alemán (4).

Ésta era la atmósfera que se respiraba entre los líderes del Heer en octubre de 1939, y en esa tesitura esbozó el jefe del Estado Mayor General, Franz Halder, un nuevo plan para derrocar a Hitler.

(1) Peter Hoffmann, The History of the German Resistance 1933-1945 (MIT Press, primera edición 1977), p. 124.

(2) Ibid., p. 125

(3) Ibid., p. 126

(4) Ibid., p. 127

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Mensaje por José Luis » Mar Nov 28, 2006 7:55 pm

Al analizar las reuniones y conversaciones secretas que mantuvieron los conspiradores del grupo militar en torno a Franz Halder y Walther von Brauchitsch, y considerándolo en retrospectiva, es fácil concluir que si el plan de otoño de 1939 para derrocar a Hitler no se llevó finalmente a cabo fue por culpa de la pusilanimidad de esos dos generales. Y ciertamente hay bastante de verdad en ello, aunque en mi opinión no fue ésta la época en que semejante cobardía deba ser echada en cara, pues los acontecimientos que entonces estaban todavía lejos por llegar –los crímenes horripilantes que se iban a cometer a la sombra de la Wehrmacht en la Unión Soviética- sí marcan el momento en que semejante actitud era y es difícilmente justificable.

Franz Halder era un militar competente, un producto típico del Estado Mayor General prusiano-alemán, dotado de la inteligencia suficiente como para tener formada una perspectiva general realista de las probables consecuencias que la política de Hitler iba a acarrear al pueblo alemán. Pero la determinación, el coraje y la energía de carácter necesarias para afrontar con firmeza el reto que tenía por delante no eran cualidades que poseyera este jefe del Estado Mayor General, que estaba dominado por sus propias contradicciones morales y profesionales. Quizás el siguiente ejemplo no necesite más explicación. En las fechas de las que hablamos, Halder había “decidido” matar a Hitler él mismo. Durante infinidad de veces, cada vez que visitaba la Cancillería del Reich, llevaba un revólver cargado en su bolsillo con la intención de disparar sobre Hitler. Se lo había confiado a su compañero conspirador el teniente coronel Helmuth Groscurth (oficial del Estado Mayor General destinado en el OKW), y lo confirmó más tarde cuando fue confrontado con los diarios de Groscurth, quien había escrito en su diario privado el 1 de noviembre de 1939: “Con lágrimas en los ojos H[alder] dijo que durante semanas había ido a ver a Emil [Hitler] con una pistola en su bolsillo con la intención de tener la posibilidad de abatirlo.” (1). Sin embargo, Halder jamás fue capaz de decidirse. En 1942 le dijo al Dr. Hasso von Etzdorf, otro conspirador civil, que para matar a Hitler, uno tenía que haber nacido asesino, y que él no había nacido para serlo.

Si Halder carecía de carácter, su jefe inmediato, el coronel general Walther von Brauchitsch, era todavía más débil. Cuando Halder le confió el golpe de estado que estaba preparando para que se uniera a él, Brauchitsch le respondió que no quería saber nada del asunto, aunque dejó bien claro que, si el plan tenía éxito, el comandante en jefe del Heer no se opondría a las decisiones consecuentes de los conspiradores. Este manojo de nervios no le comentó a su subordinado que llevaba hipotecado a Hitler desde el día mismo que lo había nombrado Oberbefehlshaber des Heeres. Pero vayamos a los planes.

A partir del 14 de octubre de 1938 Halder comenzó a convencerse de la necesidad de llevar a cabo un coup d’était mediante el uso de la fuerza. No más tarde del 31 de octubre o del 2 de noviembre de 1938, Halder y el teniente general Karl-Heinrich Stülpnagel, segundo del Halder en el Estado Mayor General, dieron a Groscurth y su grupo el visto bueno para preparar el golpe. Como en 1938, Berlín debía ser rodeada y ocupada por las tropas; tenían que asaltarse los centros de mando del Partido Nazi, la Gestapo y las SS, y ocuparse las emisoras de radio y oficinas de telégrafos y comunicaciones. El general Erich Hoepner debía traer a Berlín una división panzer, y el general Alexander Freiherr von Falkenhausen, al mando del IV Wehrkreis (Dresden), debía participar con las tropas que tuviera disponibles. Guderian, al mando del XIX Cuerpo, también debía participar.

El mayor general Hans Oster, segundo de Canaris en el Abwehr, realizó un plan (“estudio Oster”) en el que se incluía la lista de personalidades del régimen que debían ser arrestadas y la lista de quienes deberían formar el nuevo gobierno. Entre los primeros estaban Hitler, Ribbentrop, Himmler, Heydrich, Göring, Goebbels y “Dietrich” (presumiblemente Sepp Dietrich, el comandante del Leibstandarte SS); la autoridad del nuevo gobierno provisional sería ejercida por un triunvirato dirigido por el coronel general Ludwig Beck, y entre los miembros del nuevo gobierno aparecían los nombres de Witzleben, Hoepner, “Geyer” (presumiblemente el teniente general Geyr von Schweppenburg), Falkenhausen, Reichenau, Schacht, Goerdeler, Fritz-Dietlof Graf von der Schulenburg, el Gauleiter Josef Wagner, y Helldorff. Las tropas que debían utilizarse eran el 9º Regimiento de Infantería (Potsdam), 3º Regimiento de Artillería (Frankfurt on Oder) y el 15º Regimiento Panzer estacionado en Sagan.

El Dr. Hans von Dohnanyi redactó la proclamación, aprobada y corregida por el general Ludwig Beck, para informar al público. “Decían que Hitler había ordenado una ofensiva en el oeste que involucraba la violación de la neutralidad de Holanda y Bélgica y que esto sólo podía traer una gran miseria para Alemania. Para prevenir esto, el coronel general (retirado) Ludwig Beck había decidido reasumir su servicio activo y había tomado el control de la oficina del Comandante en Jefe del Ejército, ofrecida a él por Brauchitsch, y también el mando de toda la Wehrmacht. El Führer estaba enfermo y había sido mal aconsejado por su personal; estaría retirado temporalmente de los asuntos oficiales. Ribbentrop, Himmler y Göring habían sido arrestados porque a su vez ellos mismos habían intentado arrestar a los oficiales responsables de las medidas actuales. Göring había desfalcado millones de los impuestos pagados por los trabajadores; Himmler había encarcelado a miles de personas inocentes; las pruebas estaban disponibles y serían publicadas en breve. La Gestapo y el Ministerio de Propaganda iban a ser abolidos; Beck convocaría muy pronto elecciones libres; como prueba de los esfuerzos genuinos que se estaban realizando por la paz, debía levantarse el bloqueo.” (2)

Canaris recomendó que el coup d’était no debía ser declarado tan pronto como estando dirigido contra Hitler, sino contra elementos criminales y corruptos del Partido que habían formado una conspiración que ahora había sido frustrada por la Wehrmacht.

(1) Peter Hoffmann, obra citada, p. 129

(2)Ibid., p. 130

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Mensaje por José Luis » Vie Dic 01, 2006 2:07 pm

¡Hola a todos!

El largo y tenso periodo que transcurrió desde octubre de 1939 a mayo de 1940 entre las filas de los grupos conspiradores alemanes tuvo siempre como centro de referencia a Halder y Brauchitsch, por una parte, y al Gobierno británico, por la otra. En el primer caso, los auténticos líderes de la conspiración (Beck, Oster, Goerdeler, Dohnanyi, Groscurth, Hassell, Müller, Kordt, Etzdorf, etc.) intentaron, en vano, convencer a los generales Halder y Brauchitsch de involucrarse de lleno en la planificación del coup d’était contra Hitler y en su ejecución. En principio, sin la participación y voluntad de esos dos generales era imposible llevar a cabo el golpe deseado. En el segundo caso, los cabecillas de la conspiración enviaron emisarios de su plena confianza a negociar con el Gobierno británico, a través de varios canales, para conseguir la “seguridad” en dos cuestiones principales: la primera, que los aliados no aprovecharan el momento de debilidad alemán durante el golpe de estado de la oposición a Hitler para desencadenar una ofensiva en el frente; la segunda, que se comprometieran a negociar una paz en la que se respetasen las fronteras alemanas de 1937.

El general Beck continuó enviando memorandos a Halder y Brauchitsch para advertirles de que las probabilidades de victoria de Alemania en una guerra mundial eran nulas, sobre todo teniendo en cuenta que tarde o temprano Estados Unidos se sumaría a la guerra a favor de los franco-británicos. Era, pues, necesario poner un fin político a la guerra, pero como los gobiernos británico y francés no estaban dispuestos a negociar ningún acuerdo con los líderes del actual gobierno alemán, no quedaba otro remedio que derrocar a Hitler, cuestión que sólo se podía lograr desde dentro del ejército. Beck tuvo varias entrevistas con Halder, y en la última de ellas, ante la indecisión de Halder, le dijo a su antiguo subordinado que el noble y peligroso objetivo que tenían por delante no se podía afrontar sentado cómodamente en una silla en el despacho de su oficina. Por tanto, había que decidirse sin vuelta atrás y actuar con determinación sin importar las consecuencias. Halder no quiso volver a entrevistarse con Beck, y cerró toda posibilidad de que ello ocurriera, a pesar de las numerosas peticiones que, en ese sentido, le hicieron los conspiradores.

Ernest von Harnack y Otto John elaboraron un memorando, destinado a Brauchitsch, donde se recogía la verdadera opinión que había entre la gente. Era un manifiesto de Popitz y Goerdeler representando a la derecha conservadora, de Josef Wirmer y Jakob Kaiser representando a la clase trabajadora católica, de Ernst von Harnack y Julius Leber representando al partido socialista clandestino, y de Wilhelm Leuschner en representación de los sindicatos de trabajadores; todos ellos se manifestaban completamente unidos detrás del general Ludwig Beck. El memorando iba acompañado de una carta del príncipe Luis Fernando, en la que éste declaraba su total disponibilidad para con los conspiradores. La respuesta de Halder y Brauchitsch fue que, de ser cierto lo que se decía en el memorando, entonces debían ser los propios trabajadores los que derrocaran a Hitler mediante una huelga general. Cuando Leuschner oyó esta respuesta por medio de Dohnanyi, el sindicalista se enfureció sin reservas, y dijo a Dohnanyi que esos caballeros, los oficiales, serían los primeros en disparar contra los trabajadores, como siempre habían hecho contra la izquierda, pero nunca contra la derecha.

Kordt, Etzdorf y Groscurth elaboraron otro memorando titulado “La calamidad amenazante”, donde advertían que si Hitler decidía ordenar el ataque en el oeste invadiendo Bélgica, eso significaría el final de Alemania. Por tanto, había que detener la ofensiva cuando se diese la orden de ejecución, y eso sólo se podía conseguir eliminando a Hitler. Argumentaban que los éxitos anteriores de Hitler eran de naturaleza espuria o resultado del desarrollo natural de las cosas, pues tanto la recuperación de la soberanía alemana en cuestiones militares, como la anexión de Austria o la inclusión de Checoslovaquia en la esfera de influencia alemana, eran objetivos que habrían podido conseguirse más tarde o más temprano por el camino tradicional de la diplomacia. La ocupación por la fuerza de Checoslovaquia y el ataque a Polonia, en cambio, echaban por tierra todas las ventajas anteriores, poniendo al mundo en contra de Alemania. El memorando desarrollaba otras argumentaciones políticas y decía que “la comparativa impopularidad de la aventura debe ser enfrentada por tanto con el grado necesario de coraje civil”, y tras la caída de Hitler el pueblo alemán sería claramente informado de los crímenes que había cometido y que pensaba cometer. Concluía el memorando asegurando que la objeción de los oficiales en cuanto a que debían cumplir su juramento de lealtad era una completa falacia, pues ese juramento había quedado hacía mucho tiempo sin valor alguno desde el momento en que Hitler había ignorado sus propias obligaciones y se disponía a sacrificar Alemania en aras de sus propios propósitos criminales. La lealtad del oficial debía prestarse al pueblo alemán por encima de cualquier objeción de esa naturaleza, tal como había hecho en 1812 el general Yorck en Tauroggen al concluir un tratado de neutralidad con un general ruso en contra de la voluntad de su rey. El memorando fue enviado a Halder y Brauchitsch y a otros oficiales superiores como Witzleben.

Continuaremos en otro momento,
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Mensaje por José Luis » Lun Dic 04, 2006 8:49 pm

¡Hola a todos!

El 24 de octubre de 1939, Halder fue informado por los comandantes superiores de ejército que la fecha que Hitler había ordenado para comenzar la ofensiva en el oeste (domingo, 12 de noviembre de 1939) era inaceptable. El día siguiente, 25 de octubre, Brauchitsch y Halder discutieron con Hitler los inconvenientes de la ofensiva, y ese mismo día por la tarde lo hicieron Bock y Reichenau, poniendo igualmente objeciones. El viernes 27 de octubre, Hitler recibió en la Cancillería del Reich a Brauchitsch, Halder, diez generales, un coronel, un teniente y un teniente segunda para ser condecorados con la Cruz de Caballero, y después de la comida ofrecida por el Führer, los dos jefes del Heer intentaron convencer en vano a Hitler de que pospusiera la fecha de la ofensiva. Al día siguiente, a las 10:00 horas de la mañana, Halder volvió a discutir con Hitler, inútilmente.

El 29 de octubre Halder envió a Stülpnagel a un viaje por las unidades de línea de frente con el propósito oficial de informar de los planes e intenciones para la ofensiva del oeste, pero en realidad para averiguar si comandantes como Bock, Leeb, Rundstedt, etc., obedecerían a Halder, si el jefe del EMG así se lo pedía. El resultado fue desesperanzador, pues Rundstedt y Bock, aunque estaban totalmente en contra de iniciar una ofensiva en el oeste, no querían saber nada de participar en un golpe de estado. Rundstedt temía que sus oficiales no siguieran, en general, sus órdenes y que la situación se complicase y le estallase en sus propias narices. Por su parte, Leeb, el otro comandante de grupo de ejército, estaba dispuesto a actuar sin reservas, al igual que Witzleben, el comandante del Primer Ejército. Pero a Halder no le llegaba eso.

Es cierto que algunas de las tropas de Leeb podían ser enviadas a Berlín o que el golpe podía intentarse sólo con las tropas disponibles en la ciudad, pero para esto se necesitaba el apoyo del general Fromm, comandante del Ejército de Reemplazo, pero Fromm dijo que no quería saber nada de un golpe.

El 31 de octubre de 1939, Ludwig Beck envió otro memorando a Halder y Brauchitsch titulado “Respiro después del fracaso de la oferta de paz alemana”. Beck subrayaba los efectos catastróficos que podía tener la continuación de la guerra. Cuenta Peter Hoffmann en la obra ya citada, página 135: “Aunque esta declaración había sido hecha a menudo antes, dijo, muy importante, de hecho la prueba decisiva de su exactitud ya había aparecido en el ínterin: el 27 de octubre el Senado de los Estados Unidos había seguido a la Cámara de Representantes para levantar el embargo de armas impuesto como resultado de la declaración de neutralidad de Estados Unidos al estallido de la guerra. Francia y Gran Bretaña podían ahora ser suministradas. Sin embargo, por razones políticas, estratégicas y económicas (el blocaje), Alemania estaba bloqueada en suministros de armas y material de guerra. La exactitud de otro pronóstico estaba también convirtiéndose día a día más clara, el aislamiento de Alemania en Europa. El pacto anglo-franco-turco de 19 de octubre era prueba de eso. El pacto sujetaría las manos de Italia en el Mediterráneo oriental, reforzaría la posición de las Potencias Occidentales en el Medio Oriente y animaría a los pueblos de la Europa sur-oriental a resistir la política expansionista rusa con el resultado de que todos esos países serían perdidos por Alemania como socios….”.

Beck concluía su memorando con una petición inequívoca: “Diariamente se convierte en más urgente extraer las conclusiones políticas de tal situación.”

Continuaremos en otro momento.
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Mensaje por José Luis » Lun Dic 11, 2006 11:15 am

¡Buenos días a todos!

Al anochecer del 1 de noviembre de 1939 Brauchitsch y Halder partieron de viaje de inspección al frente; pasaron el 2 de noviembre en el área del Grupo de Ejércitos B, por la mañana con el Sexto Ejército en Düsseldorf y por la tarde con el Cuarto y Segundo ejércitos en Colonia. A la mañana siguiente estuvieron en el área del Grupo de Ejércitos A, con el Decimosegundo Ejército en Mayen y, por la tarde, con el Decimosexto Ejército en Bad Bertrich. Los resultados de esta inspección eran claros: no se podía llevar a cabo en esos momentos una ofensiva con objetivos de largo alcance. “Ninguno de los cuarteles generales superiores considera la ofensiva ordenada por el OKW con probabilidad de éxito. Desde el punto de vista de la guerra terrestre no puede esperarse una victoria decisiva.”

El 4 de noviembre de 1939, tras su regreso de la inspección, Halder repitió sus instrucciones a Oster para recomponer y completar el anterior plan de 1938 para acabar con Hitler. Beck, Goerdeler y Schacht debían estar preparados. Erich Kordt, sin el conocimiento de Halder, se dispuso él mismo a asesinar a Hitler; tan sólo necesitaba que Oster le facilitara los explosivos, pero el intento de asesinato de Hitler llevado a cabo el 8 de noviembre en la Bürgerbräukeller tuvo entre sus consecuencias la dificultad de procurarse posteriormente cualquier clase de explosivos.

El 5 de noviembre de 1939 tuvo lugar una entrevista entre Hitler y Brauchitsch, durante la cual el jefe del ejército le expuso al dictador el punto de vista general entre los comandantes de ejército de que la ofensiva en esos momentos tendría consecuencias catastróficas. Le habló de la moral de las tropas, diciendo que no se podía comparar a la que tenían las de 1914. Hitler se enfureció y le pidió pruebas de indisciplina entre las tropas, preguntando cuántas sentencias de muerte se habían pronunciado como consecuencia de la misma, como si las cuestiones de moral pudieran expresarse en cifras. Estaba dispuesto a volar esa misma noche al frente para comprobar las mentiras de Brauchitsch. La bronca fue en aumento hasta adquirir la forma de una humillación indecente en la figura de Brauchitsch a través de los canallescos insultos de Hitler. Antes de dejarlo plantado en la habitación de la Cancillería donde tuvo lugar ese tormentoso encuentro, Hitler le habló a Brauchitsch del “espíritu de Zossen” y de la cobardía de los generales alemanes, que él iba a desenmascarar. Zossen era el cuartel general del OKH, y cuando Brauchitsch le dio cuenta a Halder del contenido de la entrevista, ambos sospecharon y temieron que Hitler, a través de la Gestapo o la SD, estuviera al tanto de la conspiración, lo que era falso, pero que ni Halder ni Brauchitsch podían saber entonces. A Halder, recordando la Noche de los Cuchillos Largos de junio de 1934, le entró el pánico. Tan pronto llegó a Zossen ordenó la destrucción de toda prueba que pudiera confirmar las sospechas de Hitler. Se quemaron todos los papeles relativos al coup d’état, a excepción de los que pudieron salvar Dohnanyi y Groscurth.

El 5 de noviembre de 1939 por la noche, a su regreso a Zossen, Halder le dijo a Groscurth que ya no había nada que hacer y que la guerra debía decidir. No podría llevarse a cabo el golpe. “De esta forma las fuerzas con las que habíamos contado ya no están por más tiempo obligadas. Usted entiende lo que quiero decir.”, así se expresó Halder con Groscurth. Hoffmann, en la obra citada, dice que la única explicación para el cambio de actitud de Halder era “el pánico, incapacidad para decidir su mente, falta de sinceridad o tardía comprobación de que no podía contar con Brauchitsch, que tenía la autoridad de mando sobre las tropas.”

Sin embargo, el mismo 5 de noviembre por la tarde Brauchitsch había recuperado la serenidad de ánimo suficiente para “determinarse” a parar la ofensiva que Hitler había ordenado para el 12-11-1939. Cómo hacerlo era algo que Brauchitsch prefería dejar en manos de Halder y sus socios en el negocio, asegurándole a su segundo que él, por sí mismo, no haría nada activo en el golpe, pero que no se resistiría a nada de lo que ejecutasen los conspiradores. Si el golpe no se dio entonces, con unas condiciones tan favorables para los conspiradores, la razón estuvo en la falta de determinación de Halder. Todo el tiempo se movió como un péndulo, oscilando entre la decisión de asesinar a Hitler y entre el coraje que hacía falta para ejecutar el coup d’état. Ese mismo día por la noche, Halder le pidió a Groscurth que se pusiera en contacto con Canaris para informarle de la situación, pidiéndole al mismo tiempo que asesinara a Hitler.

A Canaris no le gustaba esta pusilánime actuación de Halder, pasándole a él la pelota, pero además no era hombre que aprobase tales métodos, el asesinato, para sacar a Hitler del poder. Así que mandó recado a Halder diciendo que lo primero que había que hacer era comprobar la viabilidad de un putsch militar, y que debía ser el propio Halder quien tomara la iniciativa y la responsabilidad.

Quien tomó la iniciativa fue Oster, que, con permiso de Canaris, se fue a visitar a Witzleben llevándose a Gisevius con él. Primero hablaron con el general Georg Thomas, jefe de la Oficina Económica de la Wehrmacht, para discutir los planes con él. Thomas se declaró dispuesto a visitar a los comandantes de los tres grupos de ejércitos con la esperanza de ganárselos para el proyecto. Informaron igualmente a Beck, quien se dispuso a asumir el mando del ejército tan pronto comenzase el golpe.

El 8 de noviembre de 1939 Oster y Gisevius llegaron al cuartel general de Witzleben, y pasaron a explicarle la situación y los planes. Éste se mostró muy pesimista sobre las posibilidades de un coup, pues, según él, no se podían depositar las esperanzas ni en Brauchitsch ni en Halder. Comentó que cuando lo visitaron (a primeros de noviembre, en el viaje de inspección) no le hablaron para nada del coup. Además, los oficiales subalternos estaban muy bien dispuestos hacia Hitler, y nadie podía saber si ejecutarían las órdenes recibidas. La única solución, según Witzleben, era que los comandantes en jefe de los grupos de ejércitos se negaran a ejecutar la orden de ofensiva de Hitler. Cuando Oster y Gisevius lo presionaron para que intentara convencer a esos comandantes, Witzleben consintió con la única condición de que recibiera el consentimiento y apoyo del general Leeb, su comandante en jefe.

El 13 de noviembre de 1939, con la fecha de la ofensiva ya pospuesta por Hitler a causa del mal tiempo para el 19 de noviembre de 1939, Stülpnagel llegó a Frankfurt y mantuvo una discusión con Witzleben, en la que ambos acordaron que debían continuar los esfuerzos para el coup d'état. Al mismo tiempo, el teniente coronel Henning von Tresckow, de la sección de Operaciones del OKH, estaba intentando convencer a su tío, el coronel general von Bock, y a los comandantes de cuerpo y división como el teniente general Geyr von Schweppenburg, aunque sin éxito.

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Akeno
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Mensaje por Akeno » Mar Jun 03, 2008 6:56 pm

Hola José Luis, ya ves, leyéndote de después de tanto tiempo.

La verdad es que con la cantidad de intervenciones diarias, se hace difícil repasar otros hilos antiguos.

Me ha parecido estupenda esta primera lectura, y añadiría que esta llamada "conspiración de Zossen" fue posterior a un primer intento de acabar con el Führer en los primeros días de la guerra.

El general von Hammerstein, llamado temporalmente de su largo retiro en vísperas del ataque contra Polonia, había recibido mando en el oeste. Durante la primera semana de la guerra, apremió a Hitler para que fuera a su cuartel general a fin de demostrar que no olvidaba este frente mientras el Fúhrer conquistaba Polonia. Fabian von Schlabrendorff había pasado ya el informe sobre este complot a Ogilvie Forbes el día en que Inglaterra declarara la guerra, el 3 de septiembre, en el curso de un breve encuentro en el Hotel Adlon, en Berlín. Pero el Führer, olfateando la trampa, se negó a visitar al antiguo comandante en jefe del Ejército, y , poco tiempo después, lo destituyó.

¿Se podría considerar este como el primer intento de acabar con la vida del Führer una vez comenzada la SGM?
José Luis escribió:Si Halder carecía de carácter, su jefe inmediato, el coronel general Walther von Brauchitsch, era todavía más débil. Cuando Halder le confió el golpe de estado que estaba preparando para que se uniera a él, Brauchitsch le respondió que no quería saber nada del asunto, aunque dejó bien claro que, si el plan tenía éxito, el comandante en jefe del Heer no se opondría a las decisiones consecuentes de los conspiradores. Este manojo de nervios no le comentó a su subordinado que llevaba hipotecado a Hitler desde el día mismo que lo había nombrado Oberbefehlshaber des Heeres.
Ha quedado claro que Halder, jefe del Estado Mayor del Ejército, se mostraba irresoluto, vacilante y falto de ideas claras. En el curso de su intervención en Nuremberg, explicó que "el Ejército de campaña (Feldheer) no podía organizar la rebelión porque tenía un enemigo perfectamente armado frente a él". Dijo que había acudido al Ejército de reemplazo (Ersatzheer), estacionado en el interior del país, pero que no había podido obtener de su jefe, el general Friedrich (Fritz) Fromm, más que la promesa de cumplir cualquier orden que Brauchitsch, "de acuerdo con mi deber de soldado".

Brauchitsch, por su parte, era todavía más blando que su Jefe de Estado Mayor, como bien has comentado. "Si Brauchitsch no tiene suficiente fuerza de carácter (dijo el general Beck a Halder) para tomar una decisión, entonces debe tomarla usted y ponerle ante el hecho consumado". Pero Halder insistía sobre el hecho de que, siendo Brauchitsch comandante en jefe del Ejército, la responsabilidad final le correspondía a él. De esta forma, cada cual dejaba que la decisión la tomara otro. "Halder (se quejaba Hassell en su diario a finales de octubre) no está a la altura de la situación, ni por su capacidad ni por su autoridad". En cuanto a Brauchitsch, deciá Beck, era "un subordinado".

Saludos y reitero mi agradecimiento por el texto.

Saludos!

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José Luis
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Mensaje por José Luis » Mar Jun 03, 2008 7:42 pm

Akeno escribió:
¿Se podría considerar este como el primer intento de acabar con la vida del Führer una vez comenzada la SGM?!
No es que se pueda considerar, es que fue el primero (de los militares+civiles) de la guerra.

Ciao
JL
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Mensaje por Akeno » Mar Jun 03, 2008 7:51 pm

Gracias por la respuesta José Luis.

La verdad es que no era nada fácil organizar un coup d'Etat después de la movilización general y la expansión del Ejército. Los miembros civiles insistían, más que antes, en que el Ejército era el único organismo del Reich que poseía los medios para detener a Hitler: su autoridad y su importancia habían aumentado de forma considerable. Pero como Halder trató de explicar a los civiles, el aumento de efectivos del Heer era también un hándicap. Los efectivos de oficiales habían sido completados con reservistas, muchos de los cuales eran fanáticos nazis, y la masa de las tropas estaba completamente adoctrinada.

"Será dificil, hizo notar Harlder (era aficionado a poner de relieve las dificultades, tanto al amigo como al enemigo), encontrar una formación militar en la que se pueda confiar para alzarse contra el Führer".

Había otra consideración que los generales hicieron, y que los miembros civiles apreciaron plenamente. Si iban a organizar una rebelión contra Hitler, ¿no aprovecharían los ingleses y franceses la confusión que se produciría en el Ejército y en el país para penetrar por el oeste, ocupar Alemania e imponer una paz rigurosa a los alemanes, aunque se hubieran desembarazado de su criminal jefe?

Era necesario, por lo tanto, conservar el contacto con los ingleses de forma que se llegara a un acuerdo formal: los aliados no obrarían con ventaja ante un golpe de estado antinazi para invadir Alemania.

Saludos!

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Mensaje por Akeno » Mar Jun 03, 2008 8:08 pm

En referencia al contacto que los conspiradores mantenían con los aliados por esas fechas, se utilizaron varías vías.

Una, la del Vaticano, por intermedio de Josef Müller, uno de los primeros abogados de Munich, católico devoto, hombre de una tal corpulencia, de una energía y de una tenacidad tan formidable, que en su juventud le habían apodado "Jo el Buey" (Ochsensepp). A comienzos de octubre de ese año, con la complicidad del coronel Oster, del Abwehr, Müller había ido a Roma y entrado en contacto en el Vaticano con el embajador inglés ante al Santa Sede. Según fuentes alemanas, consiguió, no sólo un apromesa de los ingleses, sino el consentimiento del Papa de actuar en calidad de mediador entre el nuevo régimen alemán antinazi e Inglaterra.

El otro contacto fue en Suiza, en Berna. Weizsäcker había instalado allí a Theodor Kordt, hasta poco antes encargado de negocios alemán en Londres, como agregado en la legación alemana, y era en la capital suiza donde veía de vez en cuando a un inglés, el doctor Philipp Conwell-Evans, a quen el profesorado en la Universidad de Königsberg había convertido en un experto en nazismo y, hasta cierto punto, en un simpatizante. En los últimos días de octubre, Conwell-Evans transmitió a Kordt lo que este último presentó más tarde como una promesa solemne de Chamberlain de actuar con justicia y comprensión respecto a un futuro Gobierno alemán antinazi. En realidad, el inglés no había hecho más que llevar algunos extractos del discurso de Chamberlain en la Cámara de los Comunes, en el cual, al tiempo que rechazaba las propuestas de paz de Hitler, el Primer Ministro declaraba que Inglaterra no desearía "excluir del puesto que correspondía en Europa a una Alemania que quiera vivir en amistad y confianza con las demás naciones". Aunque esta declaración y algunas otras, claramente amistosas respecto al pueblo alemán, hubieron sido radiadas en Londres y probablemente escuchadas por los conspiradores, éstos acogieron el "compromiso" llevado a Berna por el representante oficial inglés como si fuera de la máxima importancia.

Confiando en esta "promesa" y en las seguridades británicas que creían haber obtenido a través del Vaticano, los conspiradores se volvieron con esperanza pero también desesperadamente hacia los generales alemanes.

"Nuestra única posiblidad de salvación (dijo Weizsäcker a Hassell el 17 de octubre) está en un coup d'Etat militar. Pero, ¿cómo?

Además, el tiempo apremiaba, ya que como bien ha comentado José Luis, la ofensiva alemana a través de Bélgica y Holanda estaba fijada para el 12 de noviembre. El complot debía ser realizado antes de esta fecha, pues Hasell advirtió a los otros que sería imposible obtener una "paz honrosa" después de la violación de la neutralidad belga por Alemania.

La fuente consultada ha sido Historia de la SGM y del III Reich, de Océano-Instituo Gallach 1985.

Saludos!

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El plan de Halder para derrocar a Hitler: otoño de 1939

Mensaje por CARLOS ANDRES » Sab Ene 03, 2009 11:44 pm

José Luis, quiero hacer un parentésis en este post, pues es de tu autoría solo para felicitarte por tu medalla virtual Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro con Hojas de Roble y Espadas, que se otorgó según lo referenciado en la sección de Galardonados con fecha de hoy...
En horabuena y felicidades...

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El plan de Halder para derrocar a Hitler: otoño de 1939

Mensaje por expersonalidad naval » Vie Feb 26, 2010 6:22 pm

Antiguo pero interesantísimo hilo. Desconocía totalmente estas conjuras "tempranas" para derrocar a Hitler. Ello demuestra que mucha gente en Alemania y en el mismo ejército había calado hondo a Hitler. Es una pena que los que entonces tuvieron claro el discernimiento tuvieran floja la voluntad... Desde luego la historia hubiera cambiado bastante...

¿Creeis que si Halder y Braustlich se hubieran decidido el ejército les hubiera apoyado y habrían coronado el éxito? O más bien habría quedado en un intento frustrado como años más tarde quedó el golpe de Stauffenberg?
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El plan de Halder para derrocar a Hitler: otoño de 1939

Mensaje por expersonalidad naval » Vie Feb 26, 2010 6:47 pm

Humilde aportación. La foto de Halder ( Fuente: Wikepedia)

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