La actuación de Stalin en vísperas de Barbarroja
Publicado: Vie Sep 22, 2006 10:22 pm
¡Hola a todos!
¿Cómo pudo Hitler sorprender a Stalin de forma tan increíble con la Operación Barbarroja?
Esta pregunta da para mucha especulación y debate razonables siempre que nos atengamos a los hechos conocidos, y para auténtica ciencia-ficción si obviamos los hechos. Sea como fuere, aquí os dejo un texto –a modo de introducción- del coronel (retirado) Jerry D. Morelock, Ph.D., editor jefe de la revista Armchair General, titulado "The Mystery of Stalin’s Barbarossa", publicado en Armchair General de mayo de 2006 (páginas 34-37).
Me abstengo de traducir los primeros pasajes del artículo, que no son más que una mera introducción de cómo se sucedió el ataque alemán del 22 de junio de 1941 y cómo llegó hasta las puertas de Moscú.
[Lo que sabía Stalin
Aunque reunió y eliminó a los “sospechosos habituales” (1), por ejemplo, a los generales soviéticos que no tuvieron éxito, el mismo Stalin fue claramente culpable de los desastres de 1941. Un número de libros recientes ha arrojado luz sobre este misterioso fracaso en conocer la amenaza obvia representada por los alemanes y en preparar a sus ejércitos para la inminente invasión de Hitler.
Unos cuantos ejemplos principales incluyen Grand Delusión: Stalin and the German Invasión of Russia de Gabriel Gorodetsky; Stalin’s Folly: The Tragic Ten First Days of WWII on the Eastern Front de Constantine Pleshakov; y What Stalin Knew: The Enigma of Barbarossa de David E. Murphy. Aunque los tres presentan un gran detalle de información sobre el tema –la mayor parte recientemente extraída de los archivos soviéticos- el libro de Murphy va de lleno al corazón del misterio.
Antiguo jefe de estación de Berlín y más tarde jefe de las operaciones soviéticas para la CIA, Murphy detalla exactamente la inteligencia recibida por Stalin. Por ejemplo, el magistral espía soviético Richard Sorge conoció la fecha precisa del ataque nazi de fuentes de la embajada alemana en Tokio y pasó esta información a Stalin. Sin embargo, más que honrar a Sorge por su trabajo, Stalin repudió al desafortunado agente después de su captura por los japoneses. Cuando ofrecieron cambiarlo por prisioneros japoneses en poder de los rusos, Stalin respondió: “¿Richard Sorge? No conozco a ninguna persona con ese nombre.”. Los japoneses colgaron a Sorge en 1944.
Stalin ignoró incluso el caudal de inteligencia de Barbarroja proporcionado por la fiable red de espías “Orquesta Roja” de Europa Occidental, llevada por el agente soviético de origen polaco Leiba Domb. Harto de recibir informes de Domb que contradecían sus propias creencias, Stalin garabateó en el margen de uno de esos mensajes: “Encontrar y castigar al autor de esta provocación”. Domb sobrevivió a esta sentencia de muerte por los pelos.
La evidencia presentada por Murphy –en realidad, por los tres autores- es una acusación condenatoria de la política dictatorial y represiva de Stalin y su rechazo resuelto y misterioso de conocer la verdad.
¿Por qué Stalin falló en actuar?
El inexplicable fracaso de Stalin para actuar cuando fue advertido de la inminente invasión nazi ha generado varias teorías. Quizás, alguien ha sugerido, estaba demasiado absorto en la planificación de su propio ataque sobre la Alemania nazi. Otros achacan el complaciente modo de pensar de Stalin al exitoso plan de engaño nazi, subrayando que la desinformación alemana cuidadosamente plantada ya había ayudado a volcar al dictador soviético contra líderes del Ejército Rojo como el mariscal Mikhail Tukhachevsky, que fue eliminado en las purgas de 1937. Aunque no fue ni de cerca un plan tan elaborado como el plan de engaño aliado que dio cobertura a la invasión de Normandía, los esfuerzos alemanes para ocultar Barbarroja fueron realmente importantes, si no particularmente ingeniosos.
Una teoría incluso realiza la increíble afirmación de que Stalin prohibió al Ejército Rojo prepararse para la invasión porque estaba realmente incitando a Hitler a atacarle para así atraer a las fuerzas nazis a una trampa cuidadosamente planificada dentro de la Rusia Occidental. Semejante especulación sólo sirve para realzar cuán ilógico muchos consideran que fue Stalin a raíz de su extraordinario autoengaño.
Puesto que Stalin no dejó tras sí memoria alguna –sólo un reguero sangriento de cadáveres y un estado policial represivo- nosotros nunca conoceremos sus verdaderos pensamientos en los meses que precedieron al ataque alemán de junio de 1941. Sin embargo, parece irrefutable que estaba convencido de que Hitler no se atrevería a lanzar un ataque contra la Unión Soviética mientras que Gran Bretaña todavía resistiese. Realmente, la decisión de Hitler de atacar en el este mientras la daga inglesa todavía pendía sobre sus espaldas conmocionó incluso a los propios generales del dictador nazi. Según Pleshakov, Stalin declaró: “Hitler y sus generales no son tan idiotas como para comenzar una guerra en dos frentes. Los alemanes se deslomaron con esto en la IGM. Hitler jamás se arriesgaría a semejante cosa.”
Antes del 22 de junio de 1941, Stalin temía en grado sumo arriesgarse con cualquier acción defensiva que pudiera “provocar” un ataque alemán, y fue tan lejos como prohibir disparar a sus unidades de defensa aérea sobre las docenas de sobre-vuelos de la Luftwaffe que se introdujeron en el espacio aéreo soviético en las semanas previas a la invasión. Sospechando que Alemania podía utilizar las acciones defensivas del Ejército Rojo como pretexto para justificar un ataque, Stalin llegó incluso a imaginar que un conciliábulo de generales alemanes podría estar planeando obligar a Hitler a una guerra con Rusia lanzando un ataque de su propia iniciativa destinado a provocar una respuesta soviética. Según Murphy, Hitler envió una carta a Stalin un mes antes de Barbarroja sugiriendo la existencia de tal complot y explicando que la agrupación de tropas nazis en la frontera de Rusia era simplemente “ejercicios de tropas”. Refiriéndose all rumor de que el masivo agrupamiento alemán señalaba un ataque inminente sobre Rusia, Hitler escribió: “Le aseguro por mi honor como jefe de Estado que éste no es el caso.”. Aparentemente, Stalin creyó a un hombre que ya había demostrado que rara vez cumplía su palabra.
Increíblemente, Stalin supuso que cualquier ataque nazi sobre Rusia estaría precedido por un ultimátum listando las demandas alemanas, y que el ataque sería cancelado o pospuesto simplemente accediendo a ellas. El chaparrón de actividad diplomática soviética en los meses anteriores a Barbarroja subrayaba la gran ansiedad del dictador soviético para calmar a Hitler.
No es tampoco un secreto de estado que Stalin desconfiaba de los líderes capitalistas –especialmente del virulento anti-bolchevique Churchill- más que de Hitler. Cuando el Premier británico le envió un mensaje personal el 19 de abril de 1941, avisando del ataque nazi, Stalin sospechó que se trataba simplemente de un pobre intento de recuperar la tambaleante fortuna de Gran Bretaña metiendo a Rusia en la guerra. Según el Grand Delusión de Gorodetsky, Stalin mostró la carta de Churchill a Zhukov y comentó: “Mire esto, estamos siendo amenazados por los alemanes y los alemanes por la Unión Soviética, y ellos nos están enfrentado al uno contra el otro. Es un astuto juego político.”
Finalmente, parece más probable que Stalin ignoró la evidencia y se engañó a sí mismo sobre Barbarroja porque no podía comprender que algún otro –Hitler, en este caso- buscase la guerra. Stalin había estado jugando su personal juego de política maquiavélica y siguió con resolución su propia agenda diplomática por tanto tiempo que asumió que sólo sus decisiones determinarían el destino de Rusia. Cuando la evidencia acumulada sugirió otra cosa, Stalin simplemente optó por ignorarla o interpretarla como refuerzo de sus ideas preconcebidas. Por su misma naturaleza, el sistema represivo que él había creado reprimió el disenso, castigó el desacuerdo, y evitó la prudente consideración de estrategias alternativas al afrontar la amenaza nazi. Que un sistema así permitió a Stalin revolcarse en el autoengaño conduciendo a los desastres de 1941 no es realmente un misterio en absoluto]
(1) He puesto esta llamada porque, y esto está completamente al margen del tem, el entrecomillado de Jerry me ha recordado el callejón sin salida en que se encontraron los guionistas que remataron finalmente la película Casablanca. No sabían cómo salir de la escena en que Rick mata al mayor nazi que quería avisar por teléfono de la fuga en avión de Victor Laslo y justo después aparece la policía francesa de Vichy. Una noche, mientras iban en coche, se le ocurrió la genial idea a uno de los dos guionistas (creo recordar que eran hermanos) para salir del brete en que quedaba el comisario Renau, que estaba con Rick ante el cadáver del mayor Strasser. Cuando los policías preguntaron con la mirada a su jefe qué había sucedido, Renaud (el gran Claude Rains) respondió: "Detengan a los sospechosos habituales".
Saludos cordiales
José Luis
¿Cómo pudo Hitler sorprender a Stalin de forma tan increíble con la Operación Barbarroja?
Esta pregunta da para mucha especulación y debate razonables siempre que nos atengamos a los hechos conocidos, y para auténtica ciencia-ficción si obviamos los hechos. Sea como fuere, aquí os dejo un texto –a modo de introducción- del coronel (retirado) Jerry D. Morelock, Ph.D., editor jefe de la revista Armchair General, titulado "The Mystery of Stalin’s Barbarossa", publicado en Armchair General de mayo de 2006 (páginas 34-37).
Me abstengo de traducir los primeros pasajes del artículo, que no son más que una mera introducción de cómo se sucedió el ataque alemán del 22 de junio de 1941 y cómo llegó hasta las puertas de Moscú.
[Lo que sabía Stalin
Aunque reunió y eliminó a los “sospechosos habituales” (1), por ejemplo, a los generales soviéticos que no tuvieron éxito, el mismo Stalin fue claramente culpable de los desastres de 1941. Un número de libros recientes ha arrojado luz sobre este misterioso fracaso en conocer la amenaza obvia representada por los alemanes y en preparar a sus ejércitos para la inminente invasión de Hitler.
Unos cuantos ejemplos principales incluyen Grand Delusión: Stalin and the German Invasión of Russia de Gabriel Gorodetsky; Stalin’s Folly: The Tragic Ten First Days of WWII on the Eastern Front de Constantine Pleshakov; y What Stalin Knew: The Enigma of Barbarossa de David E. Murphy. Aunque los tres presentan un gran detalle de información sobre el tema –la mayor parte recientemente extraída de los archivos soviéticos- el libro de Murphy va de lleno al corazón del misterio.
Antiguo jefe de estación de Berlín y más tarde jefe de las operaciones soviéticas para la CIA, Murphy detalla exactamente la inteligencia recibida por Stalin. Por ejemplo, el magistral espía soviético Richard Sorge conoció la fecha precisa del ataque nazi de fuentes de la embajada alemana en Tokio y pasó esta información a Stalin. Sin embargo, más que honrar a Sorge por su trabajo, Stalin repudió al desafortunado agente después de su captura por los japoneses. Cuando ofrecieron cambiarlo por prisioneros japoneses en poder de los rusos, Stalin respondió: “¿Richard Sorge? No conozco a ninguna persona con ese nombre.”. Los japoneses colgaron a Sorge en 1944.
Stalin ignoró incluso el caudal de inteligencia de Barbarroja proporcionado por la fiable red de espías “Orquesta Roja” de Europa Occidental, llevada por el agente soviético de origen polaco Leiba Domb. Harto de recibir informes de Domb que contradecían sus propias creencias, Stalin garabateó en el margen de uno de esos mensajes: “Encontrar y castigar al autor de esta provocación”. Domb sobrevivió a esta sentencia de muerte por los pelos.
La evidencia presentada por Murphy –en realidad, por los tres autores- es una acusación condenatoria de la política dictatorial y represiva de Stalin y su rechazo resuelto y misterioso de conocer la verdad.
¿Por qué Stalin falló en actuar?
El inexplicable fracaso de Stalin para actuar cuando fue advertido de la inminente invasión nazi ha generado varias teorías. Quizás, alguien ha sugerido, estaba demasiado absorto en la planificación de su propio ataque sobre la Alemania nazi. Otros achacan el complaciente modo de pensar de Stalin al exitoso plan de engaño nazi, subrayando que la desinformación alemana cuidadosamente plantada ya había ayudado a volcar al dictador soviético contra líderes del Ejército Rojo como el mariscal Mikhail Tukhachevsky, que fue eliminado en las purgas de 1937. Aunque no fue ni de cerca un plan tan elaborado como el plan de engaño aliado que dio cobertura a la invasión de Normandía, los esfuerzos alemanes para ocultar Barbarroja fueron realmente importantes, si no particularmente ingeniosos.
Una teoría incluso realiza la increíble afirmación de que Stalin prohibió al Ejército Rojo prepararse para la invasión porque estaba realmente incitando a Hitler a atacarle para así atraer a las fuerzas nazis a una trampa cuidadosamente planificada dentro de la Rusia Occidental. Semejante especulación sólo sirve para realzar cuán ilógico muchos consideran que fue Stalin a raíz de su extraordinario autoengaño.
Puesto que Stalin no dejó tras sí memoria alguna –sólo un reguero sangriento de cadáveres y un estado policial represivo- nosotros nunca conoceremos sus verdaderos pensamientos en los meses que precedieron al ataque alemán de junio de 1941. Sin embargo, parece irrefutable que estaba convencido de que Hitler no se atrevería a lanzar un ataque contra la Unión Soviética mientras que Gran Bretaña todavía resistiese. Realmente, la decisión de Hitler de atacar en el este mientras la daga inglesa todavía pendía sobre sus espaldas conmocionó incluso a los propios generales del dictador nazi. Según Pleshakov, Stalin declaró: “Hitler y sus generales no son tan idiotas como para comenzar una guerra en dos frentes. Los alemanes se deslomaron con esto en la IGM. Hitler jamás se arriesgaría a semejante cosa.”
Antes del 22 de junio de 1941, Stalin temía en grado sumo arriesgarse con cualquier acción defensiva que pudiera “provocar” un ataque alemán, y fue tan lejos como prohibir disparar a sus unidades de defensa aérea sobre las docenas de sobre-vuelos de la Luftwaffe que se introdujeron en el espacio aéreo soviético en las semanas previas a la invasión. Sospechando que Alemania podía utilizar las acciones defensivas del Ejército Rojo como pretexto para justificar un ataque, Stalin llegó incluso a imaginar que un conciliábulo de generales alemanes podría estar planeando obligar a Hitler a una guerra con Rusia lanzando un ataque de su propia iniciativa destinado a provocar una respuesta soviética. Según Murphy, Hitler envió una carta a Stalin un mes antes de Barbarroja sugiriendo la existencia de tal complot y explicando que la agrupación de tropas nazis en la frontera de Rusia era simplemente “ejercicios de tropas”. Refiriéndose all rumor de que el masivo agrupamiento alemán señalaba un ataque inminente sobre Rusia, Hitler escribió: “Le aseguro por mi honor como jefe de Estado que éste no es el caso.”. Aparentemente, Stalin creyó a un hombre que ya había demostrado que rara vez cumplía su palabra.
Increíblemente, Stalin supuso que cualquier ataque nazi sobre Rusia estaría precedido por un ultimátum listando las demandas alemanas, y que el ataque sería cancelado o pospuesto simplemente accediendo a ellas. El chaparrón de actividad diplomática soviética en los meses anteriores a Barbarroja subrayaba la gran ansiedad del dictador soviético para calmar a Hitler.
No es tampoco un secreto de estado que Stalin desconfiaba de los líderes capitalistas –especialmente del virulento anti-bolchevique Churchill- más que de Hitler. Cuando el Premier británico le envió un mensaje personal el 19 de abril de 1941, avisando del ataque nazi, Stalin sospechó que se trataba simplemente de un pobre intento de recuperar la tambaleante fortuna de Gran Bretaña metiendo a Rusia en la guerra. Según el Grand Delusión de Gorodetsky, Stalin mostró la carta de Churchill a Zhukov y comentó: “Mire esto, estamos siendo amenazados por los alemanes y los alemanes por la Unión Soviética, y ellos nos están enfrentado al uno contra el otro. Es un astuto juego político.”
Finalmente, parece más probable que Stalin ignoró la evidencia y se engañó a sí mismo sobre Barbarroja porque no podía comprender que algún otro –Hitler, en este caso- buscase la guerra. Stalin había estado jugando su personal juego de política maquiavélica y siguió con resolución su propia agenda diplomática por tanto tiempo que asumió que sólo sus decisiones determinarían el destino de Rusia. Cuando la evidencia acumulada sugirió otra cosa, Stalin simplemente optó por ignorarla o interpretarla como refuerzo de sus ideas preconcebidas. Por su misma naturaleza, el sistema represivo que él había creado reprimió el disenso, castigó el desacuerdo, y evitó la prudente consideración de estrategias alternativas al afrontar la amenaza nazi. Que un sistema así permitió a Stalin revolcarse en el autoengaño conduciendo a los desastres de 1941 no es realmente un misterio en absoluto]
(1) He puesto esta llamada porque, y esto está completamente al margen del tem, el entrecomillado de Jerry me ha recordado el callejón sin salida en que se encontraron los guionistas que remataron finalmente la película Casablanca. No sabían cómo salir de la escena en que Rick mata al mayor nazi que quería avisar por teléfono de la fuga en avión de Victor Laslo y justo después aparece la policía francesa de Vichy. Una noche, mientras iban en coche, se le ocurrió la genial idea a uno de los dos guionistas (creo recordar que eran hermanos) para salir del brete en que quedaba el comisario Renau, que estaba con Rick ante el cadáver del mayor Strasser. Cuando los policías preguntaron con la mirada a su jefe qué había sucedido, Renaud (el gran Claude Rains) respondió: "Detengan a los sospechosos habituales".
Saludos cordiales
José Luis