Una historia general del Tercer Reich.
Publicado: Lun Abr 22, 2013 8:30 pm
Saludos cordiales.
La herencia del Tercer Reich puede que sea uno de los temas más tratados en los últimos años por la bibliografía tanto entre los especialistas en historia como por personas ajenas a dicho campo de investigación, y sigue despertando un interés creciente entre el público en general, pero en muchas investigaciones o libros suele pasarse por alto los antecedentes de cómo los nazis llegaron al poder, hay menos historias sobre la República de Weimar, y lógicamente el impacto de la guerra y el Holocausto han generado más atención. La última edición de la bibliografía más autorizada sobre el nazismo, publicada por Michael Ruck en el 2000 arrojó 37.000 entradas, y la primera edición de 1995, sólo incluía 25.000, números que testimonian el enorme interés que suscita el Tercer Reich.
Ha habido pocos intentos de sistematizar una historia del Tercer Reich a gran escala, es cierto que en años recientes, se han publicado algunos estudios breves excelentes como los trabajos de Norbert Frei y Ludolf Herbst, Detlev Peukert con su libro Inside Nazi Germany, y algunas colecciones de documentos con amplios comentarios, en cuatro volumenes de Jeremy Noakes.
Pero el número de historias globales de la Alemania nazi dirigidas al público en general son pocas; la primera de ellas y tuvo un gran éxito, fue The Rise and Fall of the Third Reich, de William L. Shirer, publicada en 1960 (que por cierto la he encontrado en un rastro de libros una edición de 1962 a 6 euros). Shirer fue un periodista estadounidense que informó sobre la Alemania nazi hasta que su país entró en guerra en diciembre de 1941, y con gran talento y sentido humano desgrana una historia que tiene interés desde el punto de vista humano y social, pero ha sido muy criticada su obra por los historiadores profesionales. El investigador alemán emigrado Klaus Epstein expresó la opinión mayoritaria de muchos historiadores al señalar que el libro de Shirer exponía una descripción “increíblemente tocas” de la historia alemana, haciendo ver que la toma de poder de los nazis fue un proceso histórico inevitable.
El politólogo alemán Karl Dietrich Bracher aportó un tipo de investigación nueva en su libro La Dictadura alemana publicada en 1969, y se centraba en los orígenes y el crecimiento del nazismo y su relación con la historia alemana precisamente en aquellos temas donde la obra de Shirer era más floja, y sigue siendo un clásico magistral que ha superado el paso del tiempo e incluso hoy en día se puede consultar aunque lógicamente ha sido superado por las investigaciones posteriores.
Se puede decir que Shirer representó el aspecto popular y Bracher el académico de la Alemania nazi, e Ian Kershaw tapó el vacío entre ambos con su magna obra “Hitler” en dos volúmenes donde dicho historiador inserta la vida de Hitler en la historia alemana moderna y muestra cómo su ascensión y caída estuvieron vinculadas a factores históricos más amplios. El éxito de la biografía de Hitler – que no es una historia general de Alemania – demostró que la investigación de la Alemania nazi es una tarea internacional. El tratamiento general a gran escala ha aparecido más recientemente en el historiador Michael Burleigh con su obra “El Tercer Reich: Una nueva historia”, y dicho historiador consigue transmitir al lector la violencia básica del régimen nazi, hasta un punto que pocos libros han logrado. El proposito de Burleigh fue aportar una historia moral del Tercer Reich y por eso su libro se concentra principalmente en el asesinato masivo, los crímenes y atrocidades reafirmando así la imagen de una Alemania nazi como una brutal dictadura totalitaria aspecto que parece minimizarse en los últimos años, pero sigue sin tocarse a fondo otros aspectos sociales, culturales, de estrategia militar, política exterior, economía, que fundamentaran un tratamiento global del Tercer Reich.
Los tres manuales de Richard J. Evans, creo que llenan dicho vacío histórico, al tratar un amplio abanico de aspectos importantes de la historia del Tercer Reich: no sólo en política, diplomacia y asuntos militares, sino también en la sociedad, la economía, política racial, política y administración de justicia, literatura, cultura, artes, es ante todo una crónica narrativa como la de Shirer e intenta contar de forma cronológica cómo una cosa llevó a otra y sobre todo son tres libros que dan voz a la gente que vivió durante los años que se trata y dicho historiador abraza la tesis de que el ascenso nazi no fue una consecuencia inevitable de la historia alemana y que las cosas podrían haber pasado de otro modo. Es un libro que abandona todo juicio moral dado que Richard Evans entiende que no es tarea de los historiadores y que es un lujo que no deben permitirse, ya que uno no puede saber cómo se habría comportado si hubiese vivido bajo el terror nazi dado que hubieramos sido unas personas completamente diferentes. El concepto moral es útil para deterinar si se debería otorgar a un individuo o grupo de personas compensación por los sufrimientos padecidos bajo los nazis, o si, se debe imponer algún tipo de indemnización y en este contexto un juicio moral y jurídico es más que legítimo, pero no en una obra histórica. Como dice Kershaw “Para alguien ajeno, alguien que no fuese alemán y no hubiese tenido experiencia del nazismo, tal vez sea demasiado fácil criticar, esperar reglas de conductas a las que era casi imposible atenerse dadas las circunstancias”. (I. Kershaw, Popular Opinion and Political Dissent in the Third Reich: Bavaria 1933 – 1945).
Simplemente me atrevo a apuntillar que comparto dicho argumento sobre el juicio moral, pero creo que también es legítimo admirar a quien en dichas circunstancias tuvo un comportamiento decente.
Entender cómo y por qué llegaron los nazis al poder es muy importante y todavía más ahora que su recuerdo se desvanece para muchas personas, en la Europa del s. XX hubo otras catástrofes, la más notable tal vez el reinado de terror de Stalin en la Rusia de los años treinta, pero ninguna ha tenido efectos tan perdurables y profundos como la nazi. La historia de cómo Alemania, un país estable y moderno, en menos del transcurso de una vida humana llevó a Europa a la ruina y deseperación morales, materiales y culturales, es una historia que tiene lecciones instructivas para todos.
Explicar cómo sucedió todo ha tenido ocupado a comentaristas e historiaodres de muchos tipos y tendencias, intelectuales disidentes y emigrados como Konrad Heiden, Ernst Fraenkel y Franz Neumann publicaron análisis del partido nazi y del Tercer Reich durante los años treinta y cuarenta y aún merecen la pena su lectura y ejercieron una posterior influencia en la investigación posterior. Pero el primer intento real de situar el Tercer Reich en su contexto histórico lo escribió el principal historiador alemán de la época, Friedrich Meinecke, inmediatamente después de que acabase la Segunda Guerra Mundial.
Meinecke culpó de la crisis del Tercer Reich sobre todo a la creciente obsesión de Alemania por el poder mundial a partir de finales del s. XIX, que se inició con Bismarck y adquirió una intensidad mayor en la época del káiser Guillermo II y de la Primera Guerra Mundial. En opinión de dicho historiador se había difundido por toda Alemanai un espíritu militarista que otorgaba al Ejército una influencia decisiva sobre la situación política. Alemania adquirió un tremendo potencial industrial, pero para adquirirla se concentró en una educación muy técnica sacrificando la formación moral y cultural más amplia. “Buscabamos lo que era “positivo” en la obra de Hitler”, dice Meinecke refiriéndose a la élite de clase media alta culta a la cual pertenecía; Meinecke llegó a la conclusión de que algo había viciado al Estado nacional alemán desde el momento histórico de su fundación en 1871. El viejo historiador permaneció en Alemania durante todo el Tercer Reich, pero nunca ingresó en el Partido nazi, ni trabajó ni escribió a favor de ellos, pero aun así estaba condicionado por los planteamientos del nacionalismo liberal en los que se había formado. La catástrofe para él fue una castástrofe alemana, no judía, europea o mundial, y daba primacía a la diplomacia y a las relaciones internacionales – como la mayoría de los historiadores alemanes – como la causa de la catástrofe, en vez de a factores sociales, culturales o económicos, pasaba de puntillas por la política racial e incidía en la maquiavélica política de poder del Tercer Reich y su afán de dominación mundial que desembocó en su propia destrucción.
Pese a los peros que puedan ponerse a la obra de Meinecke planteó una serie de preguntas que siguen interesando hoy en día, ¿cómo una nación tan avanzada y culta como Alemania pudo ceder tan deprisa a la fuerza bruta del nacionalsocialismo?, ¿Por qué hubo tan poca resistencia a la toma de poder de los nazis? ¿Cómo pudo un partido insignificante de extrema derecha llegar al poder de una forma tan espectacular?, ¿Por qué hubo tantos alemanes que no se dieron cuenta de las consecuencias desastrosas que podía tener el carácter violento, racista y asesino de los nazis?. Las respuestas a estos interrogantes han variado mucho a lo largo del tiempo, entre historiadores y comentaristas.
Desde un punto de vista de pensadores de izquierdas o marxistas el hecho de que Alemania fuera un país industrializado y avanzado fue la causa de que los nazis llegaran al poder, su economía que era la más fuerte de Europa y su sociedad encarnaban la economía capitalista a un nivel de organización alto y según los marxistas estos significó que la lucha de clases entre los propietarios del capital y aquellos a los que explotaban se había agudizado hasta llegar a un punto de ruptura. El gran capital y sus adláteres, ante la perspectiva de perder su poder y sus beneficios hicieron uso de toda la influencia y de todos los medios de propaganda de que disponían para crear un movimiento de masas que estuviera al servicio de sus intereses – el partido nazi – y para elevarlo al poder y beneficiarse de él cuando estuviera allí. Esta visión marxista ha inspirado una amplia gama de trabajos académicos, pero plantea muchas dudas como explicación amplia y general ya que suele pasar por alto la mayoría de las doctrinas raciales del nazismo y no explicaba en absoluto el hecho de que los nazis desplegasen un odio tan venenoso contra los judíos no sólo en la retórica sino también en la realidad. Dado los considerables recursos que dedicó el Tercer Reich a perseguir a millones de personas y acabar con ellas, incluidas muchas que eran impecables burgueses, productivos, acomodados y en no pocos casos capitalistas, no resulta muy convincente que se pueda reducir el fenómeno del nazismo al producto de una lucha de clases contra el proletariado o a un intento de preservar el sistema capitalista que tantos judíos de Alemania contribuyeron a sostener. Además si el nazismo era el resultado inevitable de la aparición del capitalismo monopolista e imperialista, ¿cómo explicar el hecho de que sólo surgiese en Alemania y no en otras economías capitalistas similarmente avanzadas como Inglaterra, Bélgica o los EEUU?.
Muchos comentaristas aseguraban que el ascenso y triunfo del nazismo del nazismo eran el resultado inevitable de siglos de historia alemana. Según dicha tesis postulada por autores tan diversos como el periodista William Shirer, el historiador inglés A.J.P. Taylor y el investigador francés Edmond Vermeil, los alemanes ya habían rechazado antes la democracia y los derechos humanos y se habían doblegado ante caudillos fuertes y se habían entregado a vagos sueños de dominio mundial. Esto se ajustaba a la versión de la historia de los nais, en la que los alemanes habían atenido por algún rasgo racial básico a esos rasgos fundamentales de su historia pero que se habían desviado de ellos por influencias extranjeras como la Revolución francesa. Pero esta explicación simplista plantea interrogantes de por qué los alemanes no sucumbieron antes a una dictadura similar a los nazis mucho antes de 1933. Pasa por alto el hecho de que existen muchas tradiciones liberales y democráticas en la historia de Alemania que hallaron su expresión en convulsiones políticas como la revolución de 1848 que derribaron régimenes autoritarios por toda Alemania, y no tiene en cuenta también la amplia oposición al nazismo que existía en Alemania incluso en 1933 y nos impide con ello la pregunta crucial de por qué fue derrotada esa oposición.
Una corriente distinta de pensamiento expresa la idea del alemán apolítico, creación en gran medida del novelista Thomas Mann durante la Primera Guerra Mundial y que se convirtió luego en coartada para la clase media ilustrada del país, que se absolvería así de su culpa por apoyar al nazismo aceptando la crítica por el delito menos grave de no haberse opuesto a él. Historiadores de muchos tipos han afirmado que la clase media alemana se había apartado de la actividad política después de la debacle de 1848 y se había refugiado en hacer dinero o en las artes, pero hay pruebas abundantes de lo contrario, lo que padeció Alemania en los años 20 no fue compromiso político y si pecó de algo fue de lo contrario.
A los historiadores alemanes les irritó lógicamente esas generalizaciones sobre el carácter alemán, y en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial hicieron todo lo posible para desviar la crítica hacia los alemanes señalando las raíces europeas más amplias de la ideología nazi, adujeron – entre otros factores – que teniendo en cuenta el colapso general de la democracia europea en el periodo de 1917 a 1933, la llegada de los nazis al poder debería considerarse no como la culminación de una serie de procesos históricos largos y no exclusivamente alemanes, sino más bien como el hundimiento del orden establecido en Alemania, lo mismo que en otros países, como consecuencia del cataclismo de la Primera Guerra Mundial. Según este enfoque, la irrupción de la sociedad industrial lleva por primera vez a las masas a la escena política. La guerra destruyó la jerarquía social, los valores morales y la estabilidad económica por toda Europa. El Imperio de los Habsburgo, el alemán, el zarista y el otomano se desmoronaron todos ellos, y los nuevos Estados democráticos que surgieron después cayeron muy pronto víctimas de la demagogia de agitadores sin escrúpulos que sedujeron a las masas para que votaran por su propia esclavización. El siglo XX se convirtió en un periodo de totalitarismo que culminó con los intentos de Hitler y Stalin de entronizar un nuevo tipo de orden político basado en un control policial total, el terror y represión implacable y el asesinato de millones de adversarios reales o imaginarios, por una parte, y en una movilización de masas continua y un entusiasmo fomentado mediante refinados métodos propagandistícos, por otra.
Fue una versión que vino bien durante la época de la guerra Fría, y es claro que no existe nada ilícito en comparar ambos régimenes, pero las diferencias entre las fuerzas que hay tras los orígenes, la ascensión y el triunfo final del nazismo y el estalinismo es tan notorio que son demasiado acusadas para que el concepto de “totalitarismo” explique gran cosa en este campo concreto. Al final es más útil como descripción que como explicación, y probablemente sirva más para ayudarnos a entender cómo actuaron las dictaduras del s. XX después de que alcanzaran el poder que para explicar cómo lo lograron. Hay muchas similitudes, pero también grandes diferencias entre ambos régimenes, los bolcheviques nunca lograron el grado de apoyo público en elecciones libres que aportó la base esencial para que los nazis llegasen al poder. Rusia esta atrasada, era abrumadoramente rural, carecía de muchos elementos de la sociedad civil alemana, pero sus viejos órdenes eran diferentes en ambos países y se destruyó de formas diferentes, con consecuencias diferentes.
Al buscar una explicación de los orígenes y ascensión del nazismo en la historia de Alemania es indiscutible que se corre el peligro de hacer que todo el proceso parezca inevitable. Sin embargo, las cosas podrían haber sido distintas casi en cada cambio. El triunfo de los nazis distó mucho de ser una conclusión prevista hasta los primeros meses de 1933, pero tampoco fue un accidente. El nazismo aunque lejos de ser una consecuencia inevitable del curso de la historia alemana es indudable que recurrió para triunfar a tradiciones y procesos políticos e ideológicos que eran por su naturaleza específicamente alemanes. Esas tradiciones pueden que se remonten hacia Lutero, pero es indudable que podían rastrearse en el curso de la historia alemana a lo largo del s. XIX y sobre todo hasta el proceso por el que el país se convirtió con Bismarck en un Estado unificado en 1871.
Politólogos e historiadores como Karl Dietrich Bracher produjeron importantes obras sobre el hundimiento de la República de Weimar y la toma nazi del poder. En los años 60 y 80 la atención pasó a centrarse en la historia del periodo comprendido entre 1933 y 1939 con la ayuda del retorno de los archivos alemanes de gran cantidad de documentos capturados por los aliados y que éstos mantenían bajo custodia. Martin Broszat y Hans Mommsen en particular elaboraron una serie de estudios innovadores sobre las estructuras internas del Tercer Reich en que rebatían las tesis predominantes de que se trataba de un sistema totalitario en el que las decisiones se tomaban en la cúspide, por Hitler y luego iban transmitiéndose hacia abao, y analizaban el conjunto de centros de poder que competían entre sí, cuya rivalidad, aseguraban, llevó al régimen a adoptar políticas cada vez más radicales. Se complementó sus obras con una gran masa de investigaciones sobre la vida cotidiana bajo los nazis que se centró en los años que precedieron al inicio de la 2GM. Desde la década de 1990 la investigación ha entrado en una nueva fase, en la que se ha prestado una atención preferente a los años de la guerra. El descubrimiento de nuevos descubrimientos en los archivos soviéticos y la creciente prominencia pública otorgada al exterminio judío por los nazis y de otros grupos han aportado una agran cantidad de nueva información importante.
Creo que la trilogía de Richard Evans es un buen intento de sintetizar una historia general del Tercer Reich y pese a ser eso no empequece su detalle del contexto histórico más amplio de la política nazi hacia los judíos en la historia general del Tercer Reich, es una historia dirigida no a especialistas únicamente, sino a un público amplio y creo que para cualquier aficionado a la historia de la 2GM es un buen comienzo.
Fuente: capítulo introductorio del Libro "La llegada del Tercer Reich", Richard J. Evans.
La herencia del Tercer Reich puede que sea uno de los temas más tratados en los últimos años por la bibliografía tanto entre los especialistas en historia como por personas ajenas a dicho campo de investigación, y sigue despertando un interés creciente entre el público en general, pero en muchas investigaciones o libros suele pasarse por alto los antecedentes de cómo los nazis llegaron al poder, hay menos historias sobre la República de Weimar, y lógicamente el impacto de la guerra y el Holocausto han generado más atención. La última edición de la bibliografía más autorizada sobre el nazismo, publicada por Michael Ruck en el 2000 arrojó 37.000 entradas, y la primera edición de 1995, sólo incluía 25.000, números que testimonian el enorme interés que suscita el Tercer Reich.
Ha habido pocos intentos de sistematizar una historia del Tercer Reich a gran escala, es cierto que en años recientes, se han publicado algunos estudios breves excelentes como los trabajos de Norbert Frei y Ludolf Herbst, Detlev Peukert con su libro Inside Nazi Germany, y algunas colecciones de documentos con amplios comentarios, en cuatro volumenes de Jeremy Noakes.
Pero el número de historias globales de la Alemania nazi dirigidas al público en general son pocas; la primera de ellas y tuvo un gran éxito, fue The Rise and Fall of the Third Reich, de William L. Shirer, publicada en 1960 (que por cierto la he encontrado en un rastro de libros una edición de 1962 a 6 euros). Shirer fue un periodista estadounidense que informó sobre la Alemania nazi hasta que su país entró en guerra en diciembre de 1941, y con gran talento y sentido humano desgrana una historia que tiene interés desde el punto de vista humano y social, pero ha sido muy criticada su obra por los historiadores profesionales. El investigador alemán emigrado Klaus Epstein expresó la opinión mayoritaria de muchos historiadores al señalar que el libro de Shirer exponía una descripción “increíblemente tocas” de la historia alemana, haciendo ver que la toma de poder de los nazis fue un proceso histórico inevitable.
El politólogo alemán Karl Dietrich Bracher aportó un tipo de investigación nueva en su libro La Dictadura alemana publicada en 1969, y se centraba en los orígenes y el crecimiento del nazismo y su relación con la historia alemana precisamente en aquellos temas donde la obra de Shirer era más floja, y sigue siendo un clásico magistral que ha superado el paso del tiempo e incluso hoy en día se puede consultar aunque lógicamente ha sido superado por las investigaciones posteriores.
Se puede decir que Shirer representó el aspecto popular y Bracher el académico de la Alemania nazi, e Ian Kershaw tapó el vacío entre ambos con su magna obra “Hitler” en dos volúmenes donde dicho historiador inserta la vida de Hitler en la historia alemana moderna y muestra cómo su ascensión y caída estuvieron vinculadas a factores históricos más amplios. El éxito de la biografía de Hitler – que no es una historia general de Alemania – demostró que la investigación de la Alemania nazi es una tarea internacional. El tratamiento general a gran escala ha aparecido más recientemente en el historiador Michael Burleigh con su obra “El Tercer Reich: Una nueva historia”, y dicho historiador consigue transmitir al lector la violencia básica del régimen nazi, hasta un punto que pocos libros han logrado. El proposito de Burleigh fue aportar una historia moral del Tercer Reich y por eso su libro se concentra principalmente en el asesinato masivo, los crímenes y atrocidades reafirmando así la imagen de una Alemania nazi como una brutal dictadura totalitaria aspecto que parece minimizarse en los últimos años, pero sigue sin tocarse a fondo otros aspectos sociales, culturales, de estrategia militar, política exterior, economía, que fundamentaran un tratamiento global del Tercer Reich.
Los tres manuales de Richard J. Evans, creo que llenan dicho vacío histórico, al tratar un amplio abanico de aspectos importantes de la historia del Tercer Reich: no sólo en política, diplomacia y asuntos militares, sino también en la sociedad, la economía, política racial, política y administración de justicia, literatura, cultura, artes, es ante todo una crónica narrativa como la de Shirer e intenta contar de forma cronológica cómo una cosa llevó a otra y sobre todo son tres libros que dan voz a la gente que vivió durante los años que se trata y dicho historiador abraza la tesis de que el ascenso nazi no fue una consecuencia inevitable de la historia alemana y que las cosas podrían haber pasado de otro modo. Es un libro que abandona todo juicio moral dado que Richard Evans entiende que no es tarea de los historiadores y que es un lujo que no deben permitirse, ya que uno no puede saber cómo se habría comportado si hubiese vivido bajo el terror nazi dado que hubieramos sido unas personas completamente diferentes. El concepto moral es útil para deterinar si se debería otorgar a un individuo o grupo de personas compensación por los sufrimientos padecidos bajo los nazis, o si, se debe imponer algún tipo de indemnización y en este contexto un juicio moral y jurídico es más que legítimo, pero no en una obra histórica. Como dice Kershaw “Para alguien ajeno, alguien que no fuese alemán y no hubiese tenido experiencia del nazismo, tal vez sea demasiado fácil criticar, esperar reglas de conductas a las que era casi imposible atenerse dadas las circunstancias”. (I. Kershaw, Popular Opinion and Political Dissent in the Third Reich: Bavaria 1933 – 1945).
Simplemente me atrevo a apuntillar que comparto dicho argumento sobre el juicio moral, pero creo que también es legítimo admirar a quien en dichas circunstancias tuvo un comportamiento decente.
Entender cómo y por qué llegaron los nazis al poder es muy importante y todavía más ahora que su recuerdo se desvanece para muchas personas, en la Europa del s. XX hubo otras catástrofes, la más notable tal vez el reinado de terror de Stalin en la Rusia de los años treinta, pero ninguna ha tenido efectos tan perdurables y profundos como la nazi. La historia de cómo Alemania, un país estable y moderno, en menos del transcurso de una vida humana llevó a Europa a la ruina y deseperación morales, materiales y culturales, es una historia que tiene lecciones instructivas para todos.
Explicar cómo sucedió todo ha tenido ocupado a comentaristas e historiaodres de muchos tipos y tendencias, intelectuales disidentes y emigrados como Konrad Heiden, Ernst Fraenkel y Franz Neumann publicaron análisis del partido nazi y del Tercer Reich durante los años treinta y cuarenta y aún merecen la pena su lectura y ejercieron una posterior influencia en la investigación posterior. Pero el primer intento real de situar el Tercer Reich en su contexto histórico lo escribió el principal historiador alemán de la época, Friedrich Meinecke, inmediatamente después de que acabase la Segunda Guerra Mundial.
Meinecke culpó de la crisis del Tercer Reich sobre todo a la creciente obsesión de Alemania por el poder mundial a partir de finales del s. XIX, que se inició con Bismarck y adquirió una intensidad mayor en la época del káiser Guillermo II y de la Primera Guerra Mundial. En opinión de dicho historiador se había difundido por toda Alemanai un espíritu militarista que otorgaba al Ejército una influencia decisiva sobre la situación política. Alemania adquirió un tremendo potencial industrial, pero para adquirirla se concentró en una educación muy técnica sacrificando la formación moral y cultural más amplia. “Buscabamos lo que era “positivo” en la obra de Hitler”, dice Meinecke refiriéndose a la élite de clase media alta culta a la cual pertenecía; Meinecke llegó a la conclusión de que algo había viciado al Estado nacional alemán desde el momento histórico de su fundación en 1871. El viejo historiador permaneció en Alemania durante todo el Tercer Reich, pero nunca ingresó en el Partido nazi, ni trabajó ni escribió a favor de ellos, pero aun así estaba condicionado por los planteamientos del nacionalismo liberal en los que se había formado. La catástrofe para él fue una castástrofe alemana, no judía, europea o mundial, y daba primacía a la diplomacia y a las relaciones internacionales – como la mayoría de los historiadores alemanes – como la causa de la catástrofe, en vez de a factores sociales, culturales o económicos, pasaba de puntillas por la política racial e incidía en la maquiavélica política de poder del Tercer Reich y su afán de dominación mundial que desembocó en su propia destrucción.
Pese a los peros que puedan ponerse a la obra de Meinecke planteó una serie de preguntas que siguen interesando hoy en día, ¿cómo una nación tan avanzada y culta como Alemania pudo ceder tan deprisa a la fuerza bruta del nacionalsocialismo?, ¿Por qué hubo tan poca resistencia a la toma de poder de los nazis? ¿Cómo pudo un partido insignificante de extrema derecha llegar al poder de una forma tan espectacular?, ¿Por qué hubo tantos alemanes que no se dieron cuenta de las consecuencias desastrosas que podía tener el carácter violento, racista y asesino de los nazis?. Las respuestas a estos interrogantes han variado mucho a lo largo del tiempo, entre historiadores y comentaristas.
Desde un punto de vista de pensadores de izquierdas o marxistas el hecho de que Alemania fuera un país industrializado y avanzado fue la causa de que los nazis llegaran al poder, su economía que era la más fuerte de Europa y su sociedad encarnaban la economía capitalista a un nivel de organización alto y según los marxistas estos significó que la lucha de clases entre los propietarios del capital y aquellos a los que explotaban se había agudizado hasta llegar a un punto de ruptura. El gran capital y sus adláteres, ante la perspectiva de perder su poder y sus beneficios hicieron uso de toda la influencia y de todos los medios de propaganda de que disponían para crear un movimiento de masas que estuviera al servicio de sus intereses – el partido nazi – y para elevarlo al poder y beneficiarse de él cuando estuviera allí. Esta visión marxista ha inspirado una amplia gama de trabajos académicos, pero plantea muchas dudas como explicación amplia y general ya que suele pasar por alto la mayoría de las doctrinas raciales del nazismo y no explicaba en absoluto el hecho de que los nazis desplegasen un odio tan venenoso contra los judíos no sólo en la retórica sino también en la realidad. Dado los considerables recursos que dedicó el Tercer Reich a perseguir a millones de personas y acabar con ellas, incluidas muchas que eran impecables burgueses, productivos, acomodados y en no pocos casos capitalistas, no resulta muy convincente que se pueda reducir el fenómeno del nazismo al producto de una lucha de clases contra el proletariado o a un intento de preservar el sistema capitalista que tantos judíos de Alemania contribuyeron a sostener. Además si el nazismo era el resultado inevitable de la aparición del capitalismo monopolista e imperialista, ¿cómo explicar el hecho de que sólo surgiese en Alemania y no en otras economías capitalistas similarmente avanzadas como Inglaterra, Bélgica o los EEUU?.
Muchos comentaristas aseguraban que el ascenso y triunfo del nazismo del nazismo eran el resultado inevitable de siglos de historia alemana. Según dicha tesis postulada por autores tan diversos como el periodista William Shirer, el historiador inglés A.J.P. Taylor y el investigador francés Edmond Vermeil, los alemanes ya habían rechazado antes la democracia y los derechos humanos y se habían doblegado ante caudillos fuertes y se habían entregado a vagos sueños de dominio mundial. Esto se ajustaba a la versión de la historia de los nais, en la que los alemanes habían atenido por algún rasgo racial básico a esos rasgos fundamentales de su historia pero que se habían desviado de ellos por influencias extranjeras como la Revolución francesa. Pero esta explicación simplista plantea interrogantes de por qué los alemanes no sucumbieron antes a una dictadura similar a los nazis mucho antes de 1933. Pasa por alto el hecho de que existen muchas tradiciones liberales y democráticas en la historia de Alemania que hallaron su expresión en convulsiones políticas como la revolución de 1848 que derribaron régimenes autoritarios por toda Alemania, y no tiene en cuenta también la amplia oposición al nazismo que existía en Alemania incluso en 1933 y nos impide con ello la pregunta crucial de por qué fue derrotada esa oposición.
Una corriente distinta de pensamiento expresa la idea del alemán apolítico, creación en gran medida del novelista Thomas Mann durante la Primera Guerra Mundial y que se convirtió luego en coartada para la clase media ilustrada del país, que se absolvería así de su culpa por apoyar al nazismo aceptando la crítica por el delito menos grave de no haberse opuesto a él. Historiadores de muchos tipos han afirmado que la clase media alemana se había apartado de la actividad política después de la debacle de 1848 y se había refugiado en hacer dinero o en las artes, pero hay pruebas abundantes de lo contrario, lo que padeció Alemania en los años 20 no fue compromiso político y si pecó de algo fue de lo contrario.
A los historiadores alemanes les irritó lógicamente esas generalizaciones sobre el carácter alemán, y en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial hicieron todo lo posible para desviar la crítica hacia los alemanes señalando las raíces europeas más amplias de la ideología nazi, adujeron – entre otros factores – que teniendo en cuenta el colapso general de la democracia europea en el periodo de 1917 a 1933, la llegada de los nazis al poder debería considerarse no como la culminación de una serie de procesos históricos largos y no exclusivamente alemanes, sino más bien como el hundimiento del orden establecido en Alemania, lo mismo que en otros países, como consecuencia del cataclismo de la Primera Guerra Mundial. Según este enfoque, la irrupción de la sociedad industrial lleva por primera vez a las masas a la escena política. La guerra destruyó la jerarquía social, los valores morales y la estabilidad económica por toda Europa. El Imperio de los Habsburgo, el alemán, el zarista y el otomano se desmoronaron todos ellos, y los nuevos Estados democráticos que surgieron después cayeron muy pronto víctimas de la demagogia de agitadores sin escrúpulos que sedujeron a las masas para que votaran por su propia esclavización. El siglo XX se convirtió en un periodo de totalitarismo que culminó con los intentos de Hitler y Stalin de entronizar un nuevo tipo de orden político basado en un control policial total, el terror y represión implacable y el asesinato de millones de adversarios reales o imaginarios, por una parte, y en una movilización de masas continua y un entusiasmo fomentado mediante refinados métodos propagandistícos, por otra.
Fue una versión que vino bien durante la época de la guerra Fría, y es claro que no existe nada ilícito en comparar ambos régimenes, pero las diferencias entre las fuerzas que hay tras los orígenes, la ascensión y el triunfo final del nazismo y el estalinismo es tan notorio que son demasiado acusadas para que el concepto de “totalitarismo” explique gran cosa en este campo concreto. Al final es más útil como descripción que como explicación, y probablemente sirva más para ayudarnos a entender cómo actuaron las dictaduras del s. XX después de que alcanzaran el poder que para explicar cómo lo lograron. Hay muchas similitudes, pero también grandes diferencias entre ambos régimenes, los bolcheviques nunca lograron el grado de apoyo público en elecciones libres que aportó la base esencial para que los nazis llegasen al poder. Rusia esta atrasada, era abrumadoramente rural, carecía de muchos elementos de la sociedad civil alemana, pero sus viejos órdenes eran diferentes en ambos países y se destruyó de formas diferentes, con consecuencias diferentes.
Al buscar una explicación de los orígenes y ascensión del nazismo en la historia de Alemania es indiscutible que se corre el peligro de hacer que todo el proceso parezca inevitable. Sin embargo, las cosas podrían haber sido distintas casi en cada cambio. El triunfo de los nazis distó mucho de ser una conclusión prevista hasta los primeros meses de 1933, pero tampoco fue un accidente. El nazismo aunque lejos de ser una consecuencia inevitable del curso de la historia alemana es indudable que recurrió para triunfar a tradiciones y procesos políticos e ideológicos que eran por su naturaleza específicamente alemanes. Esas tradiciones pueden que se remonten hacia Lutero, pero es indudable que podían rastrearse en el curso de la historia alemana a lo largo del s. XIX y sobre todo hasta el proceso por el que el país se convirtió con Bismarck en un Estado unificado en 1871.
Politólogos e historiadores como Karl Dietrich Bracher produjeron importantes obras sobre el hundimiento de la República de Weimar y la toma nazi del poder. En los años 60 y 80 la atención pasó a centrarse en la historia del periodo comprendido entre 1933 y 1939 con la ayuda del retorno de los archivos alemanes de gran cantidad de documentos capturados por los aliados y que éstos mantenían bajo custodia. Martin Broszat y Hans Mommsen en particular elaboraron una serie de estudios innovadores sobre las estructuras internas del Tercer Reich en que rebatían las tesis predominantes de que se trataba de un sistema totalitario en el que las decisiones se tomaban en la cúspide, por Hitler y luego iban transmitiéndose hacia abao, y analizaban el conjunto de centros de poder que competían entre sí, cuya rivalidad, aseguraban, llevó al régimen a adoptar políticas cada vez más radicales. Se complementó sus obras con una gran masa de investigaciones sobre la vida cotidiana bajo los nazis que se centró en los años que precedieron al inicio de la 2GM. Desde la década de 1990 la investigación ha entrado en una nueva fase, en la que se ha prestado una atención preferente a los años de la guerra. El descubrimiento de nuevos descubrimientos en los archivos soviéticos y la creciente prominencia pública otorgada al exterminio judío por los nazis y de otros grupos han aportado una agran cantidad de nueva información importante.
Creo que la trilogía de Richard Evans es un buen intento de sintetizar una historia general del Tercer Reich y pese a ser eso no empequece su detalle del contexto histórico más amplio de la política nazi hacia los judíos en la historia general del Tercer Reich, es una historia dirigida no a especialistas únicamente, sino a un público amplio y creo que para cualquier aficionado a la historia de la 2GM es un buen comienzo.
Fuente: capítulo introductorio del Libro "La llegada del Tercer Reich", Richard J. Evans.