¡Hola a todos!
Berghof escribió:
Y entonces el nacismo encumbra la madurez de la Reichswehr, compuesta por la Herr, la Luftwaffe y una Kriegsmarine todas ellas en pañales por entonces, hasta llegar a su tan ansiada Wehrmacht.
La frase citada es contradictoria en sus términos (“madurez” y “pañales”). Si se “encumbra” (se ensalza, eleva o engrandece) la “madurez” (plenitud) de algo, en este caso unas fuerzas armadas (Reichswehr), no puede decirse al mismo tiempo que está en “pañales”.
El cambio de denominación de “Reichswehr” por “Wehrmacht” fue un cambio puramente nominal, sin más. Dentro de esas fuerzas armadas, el ejército de tierra (Reichsheer-Heer) estaba ya, en 1935 cuando tuvo lugar ese cambio nominal, muy cerca de su plenitud teórica (doctrina) y práctica (entrenamiento), fruto de muchos años (1921-1935) de estudios, organización, entrenamiento, juegos de guerra y maniobras de campaña de un ejército selecto y profesional integrado por unos 100.000 hombres, de los cuales la graduación más baja era de suboficial. Este ejército profesional de 100.000 oficiales y suboficiales fue el cuadro que sirvió de base para la ampliación del mismo, en los términos previstos por Hitler luego de las leyes que dictó al respecto en 1935 (incluyendo el servicio militar obligatorio). “Sólo” faltaba equipar ese ejército con el armazón bélico necesario y entrenar al nuevo y componente humano de su enorme ampliación. En otras palabras, el reto que se planteó en 1935 fue revisar las cifras previas de expansión del ejército de tierra para pasar de algo más de un par de centenares de miles de hombres a varios centenares de miles, lo que implicaba cambios sustanciales en su organización, entrenamiento y equipamiento. Pero el “software” ya estaba prácticamente definido (“maduro”) y “sólo” se necesitaba para hacerlo operativo el “hardware” adecuado.
La Reichsmarine-Kriegsmarine y la Luftwaffe, en 1935, estaban cerca del Heer en la definición de su “software”, pero puede decirse que casi en pañales en su componente “hardware”. Todo con matices.
Lo que pretendo subrayar con lo dicho es que la llegada de Hitler a la Cancillería del Reich en enero de 1933 y su consolidación en el poder (1933-34) sirvieron a las fuerzas armadas alemanas para poner a andar un ejército de tierra, fundamentalmente, que su liderazgo ya había diseñado, construido, organizado y entrenado durante los años de la República de Weimar. Sin esa etapa previa de maduración teórica y práctica, todas las grandes cifras presupuestarias que el gobierno del Tercer Reich puso a disposición de su ejército de tierra, para su expansión y rearme, no habrían servido a su propósito final. Y viceversa, sin la inédita dotación económica del gobierno nazi (entonces la mayor que un país en tiempos de paz presupuestó a sus fuerzas armadas), el ejército de tierra alemán no hubiera pasado de ser un excelente y selecto ejército profesional carente del equipamiento necesario para hacerlo operativo. Y matices al margen, sucedió algo similar con su marina de guerra y su fuerza aérea. Después, especialmente a partir de principios de 1938, Hitler depuró el liderazgo de la Wehrmacht, especialmente del Heer, para sustituirlo por uno más dispuesto y servil a sus objetivos bélicos.
Berghof escribió:
¿Ha sido la Wehrmacht el mejor ejército de la Era Moderna?
En vísperas de la guerra, el ejército de tierra alemán (su ejército de campaña) era el ejército mejor preparado para una guerra localizada de entre todos los ejércitos de tierra existentes. Al margen de su armamento (en comparación con el de otros ejércitos de tierra), que no voy a discutir aquí, su componente humano no tenía rival en cuanto a doctrina, entrenamiento, iniciativa y cadena de mando, especialmente en los mandos subalternos. Esta ventaja cualitativa en su organización y personal, junto con el uso novedoso (que no original) del empleo relativamente coordinado de armas combinadas, fue el factor principal que posibilitó el éxito de sus campañas militares de 1939 y 1940. Sin embargo, más allá de la ilusión de una guerra localizada, una guerra corta, el ejército de tierra alemán carecía de los recursos humanos y materiales necesarios para afrontar con ciertas expectativas de éxito una guerra prolongada contra las mayores potencias del mundo, que fueron finalmente sus enemigas.
La Luftwaffe tampoco tenía rival, en esas fechas, en su aspecto táctico o en su papel de apoyo al suelo. Fue, dentro del empleo conjunto de armas combinadas, un factor decisivo para las campañas victoriosas de la Wehrmacht en 1939-40. Pero al igual que el Heer, carecía de los presupuestos estratégicos necesarios para una guerra casi total.
En cuanto a la Kriegsmarine, fue la rama de la Wehrmacht que comenzó la guerra en peores condiciones de partida, no siendo rival para las marinas de guerra de sus principales enemigos. Tuvo que conformarse con jugar un digno papel en una guerra de aproximación.
Que la Wehrmacht no estaba preparada, en su fundamento estratégico, para emprender con ciertas esperanzas de éxito una guerra prolongada quedó patente en el verano de 1940, cuando tras su espectacular éxito contra Francia fue incapaz de encontrar la manera de coronar esa victoria derrotando militarmente a Gran Bretaña, o neutralizando la voluntad de su liderazgo político y militar para seguir en la guerra. Cierto es que tampoco Gran Bretaña podía, por sí sola, cambiar el cuadro estratégico europeo resultante de la campaña militar de la primavera de 1940. Eso sólo se pudo conseguir, muy lentamente, con la formación de alianzas militares resultante de los acontecimientos militares y políticos desatados por Hitler en 1940-41. Una vez que cuajó, a su manera, la alianza anglo-soviética-estadounidense, dejó de ser un factor decisivo la superioridad alemana en el arte militar operacional y táctico, arrollados finalmente por la enorme superioridad estratética de la alianza que se formó contra el Eje.
Con los matices de rigor, el liderazgo político y militar alemán cometió, en 1939, el mismo error estratégico que su antecesor cometió en su insensata aventura de 1914. En ambas ocasiones contaron con un ejército de tierra, sin rival en doctrina y liderazgo, al que confiaron la “campaña-batalla decisiva”, un concepto trasnochado en una guerra prolongada y casi total.
Saludos cordiales
JL