¡Hola a todos!
Yamashita escribió: De la misma forma la doctrina soviética economizaba poco sus bajas y la preparación militar de los soldados era deficiente y a cualquier general sovietico le habría sido muy dificil combatir con un ejercito de igual potencia humana y material simplemente por que la doctrina y reglas de combate de los alemanes eran superiores.
Lo de la doctrina militar soviética es totalmente incierto, Yamashita, y en cuanto a la preparación militar de sus tropas ya comentaré al final.
La doctrina militar soviética era igual de buena que la alemana (en mi opinión personal, mejor). Y ciertamente se preocupaba por la seguridad de sus tropas y sus bajas innecesarias. Fíjate hasta que punto es cierto lo que digo que el PU-36 ponía gran atención en subrayar que la seguridad de las tropas tenía que ser la preocupación capital del comandante y su ineludible deber. Debía conocer a sus subordinados, interactuar con ellos, atender sus preocupaciones y necesidades, y dar ejemplo personal. En batalla, el comandante estaba obligado a exigir lo máximo de sus soldados, pero también a preocuparse por ellos, a alimentarlos, a darles el suficiente descanso, atender continuamente a los heridos, mantener la disciplina....Y en el PU-44 se dedicaron varios apartados a esta cuestión. Por poner sólo un ejemplo, el punto 2 de su introducción ya establecía que la experiencia de la Guerra Patriótica mostraba que el deseo de los comandantes de llevar personalmente sus unidades al ataque propiciaba a menudo un abandono del liderazgo general de la ofensiva, por lo que se sufrían pérdidas innecesarias de comandantes que, a su vez, repercutía en la desorganización de las formaciones de combate (y consecuentemente más bajas). Que esto era el resultado de una infravaloración del papel del comandante como organizador del combate y una falta de comprensión de que el comandante es la figura central en las formaciones de combate....Por tanto, el PU requería que los comandantes de regimiento y división permanecieran detrás de las formaciones de combate de sus unidades, donde pudieran tener y obtener una visión general del combate.
Toda doctrina militar tiende, por encima de todo, a economizar bajas innecesarias, pues ello es una de las condiciones del éxito. Otra cosa bien distinta es que el régimen político sienta casi desprecio por la pérdida de las vidas de sus tropas, o que haya comandantes a todos los niveles que sientan igual, es decir, que las bajas de sus propias tropas sea algo que se encuentre al final de sus prioridades.
En cuanto a la deficiente preparación militar de tropas y mandos soviéticos, salvo excepciones, es un hecho que nadie puede ignorar, pero es un hecho que se dio durante los dos primeros años de la guerra (en grado decreciente). Quiere esto decir que a partir de 1943, especialmente a partir del verano de 1943, el entrenamiento de cuadros y tropas y la experiencia de combate ya no eran disculpas para justificar el número intolerable de bajas que el Ejército Rojo cosechó en la mayoría de sus ofensivas hasta el final de la guerra.
Yamashita escribió: Hubo un general llamado Grant que dijo que no es mejor general quien pierde menos hombres sino aquel que gana batallas.
Hombre, de nada sirve perder pocos hombres si la constante de tal conducta es perder siempre las batallas. Pero no se trata de eso. Se trata de evitar bajas innecesarias, sobre todo cuando la batalla ya está decidida de antemano. Ahí tenéis a Monty, cuya crítica sistemática está de moda (de forma bastante injustificada), un comandante que jamás permitió bajas innecesarias entre sus propias tropas, y por dos razones fundamentales: primero, porque tenía órdenes de no hacerlo (porque los políticos y los militares de las democracias tienen que rendir cuentas al parlamento, que representa al pueblo), pues Gran Bretaña tenía graves problemas de reservas, y segundo, porque la guerra (primero en África, en El Alamein, y luego en Normandía y Francia) ya estaba ganada, y sólo un dirigente político o un jefe militar fanático y criminal mandan a sus hombres a la muerte cuando no es necesario. El Ejército Rojo, sólo en la liberación de Polonia, Rumania, Bulgaria, Hungría y Checoslovaquia en 1944-45, perdió 1.100.000 hombres (cifras rusas). Los americanos perdieron 60.000 hombres en sus combates de Francia, Bélgica y Países Bajos, y los británicos unos 40.000.
Dada la aplastante superioridad numérica soviética en armamento y hombres sobre la Wehrmacht, el increíble número de sus bajas sólo puede ser atribuido a una deficiente conducción de sus campañas (política de por medio), más allá de la resistencia y pericia del enemigo.
Por tanto y en mi opinión, el comandante más capacitado es aquél que, para el cumplimiento de sus misiones, explota al máximo sus recursos (y la debilidad del enemigo) y minimiza al máximo sus pérdidas, sin que esto último vaya en detrimento de la consecución final de sus objetivos asignados. El comandante que no mira por sus tropas está condenado de antemano, salvo que la vida de sus tropas apenas valga nada para el régimen político que representa o para él mismo. Decenas de miles de oficiales subalternos y soldados del Ostheer perdieron la fe en su alto mando cuando éste los dejó impotentes ante las inclemencias del invierno ruso en 1941-1942; cientos de miles de ellos perdieron la fe en su comandante supremo (Hitler) cuando éste permitió que el entonces ejército más poderoso del Ostheer, el 6. Armee, sus hermanos de sangre, se perdiera inútilmente en la defensa de Stalingrado. Nadie se atreverá a decir que las bajas innecesarias que ocurrieron en el Ostheer se debieron a la doctrina militar alemana.
Saludos cordiales
José Luis