El cine bajo la Italia fascista

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Pierre Le Gloan
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El cine bajo la Italia fascista

Mensaje por Pierre Le Gloan » Sab Ago 20, 2011 7:38 pm

Bonjour,

Más aún que la Alemania nazi y su omnipresente ministerio de Propaganda, la Italia de Mussolini invierte considerablemente en el sector del cine, hasta el punto de hacer de éste, el sistema de producción más importante de Europa.
Después de la I Guerra Mundial, la producción de películas no para de reducirse y pasa a menos de diez films al año, en 1920. El desinterés del público por las tramas históricas del siglo anterior, aunque haya sido la época que vio el nacimiento de la patria italiana, y la competencia feroz de las películas del otro lado del Atlántico explican esta caída vertiginosa simbolizada en 1923 por el fracaso de la Unión Cinematográfica Italiana (UCI). Incluso el mismo Mussolini no ve a su llegada al poder en 1922, sino un interés limitado a la ficción cinematográfica. A la inversa de su devoción por revistas de actualidad y sobre todo por la prensa escrita. Para el Duce el séptimo arte es solamente un “divertimennto” sobre el que conviene estar atento para vigilar la moral y el respeto a las instituciones políticas.

Sin embargo, será por esta débil voluntad de control, que el régimen fascista va cobrar, con el paso del tiempo, cada vez más importancia dentro del sistema de producción italiano. Desde 1924, un comité de censura vela para limitar las diversiones responsables de desórdenes en la opinión pública. Con la llegada del sonido al cine a finales de los años 20, las películas en lengua extranjera se prohíben y, en 1930, se difunde la primera película en la lengua nacional. A partir de ahí y por el hecho de varias reformas e intervenciones, el cine italiano se convierte en una fuerza estatal. Lo primero de todo, una legislación integrará en el seno de la Banca Nacional del Trabajo una sección destinada al crédito cinematográfico. A continuación, en 1935, una escuela encargada de formar a los profesionales bajo la sorprendente denominación de Centro experimental de Cinematografía. Sin embargo lo que la historia retendrá sobre todo, es la celebración, de una parte, del festival de Venecia (La Mostra en 1932) y de otra, la construcción, en las afueras de Roma, de un gigantesco complejo creado sobre las ruinas aún humeantes de los estudios Cines ( que se quemaron en 1936): la Cinnecittà. Cerca de 20.000 metros cuadrados y diez platós de rodaje se instalan sobre la Via Tuscolana, cuya inauguración en 1937 marca por algunos decenios la supremacía del cine italiano sobre el europeo. Allí se rodarán producciones de prestigio, a menudo internacionales, como Ben- Hur entre otras.

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Gracias al régimen fascista, el cine italiano va a salir de la crisis y, con una producción de 120 películas, se convertirá en 1942 líder de la producción europea. Sin embargo, la intervención del Estado no se parece a la que se conoce en Alemania en esta misma época. La propaganda tan querida por Goebels, no reviste el mismo interés en la Italia del Duce. En efecto, según Mussolini, el cine no debe provocar la adhesión de las masas a una doctrina, sino más bien divertir, e incluso “dormir”, a la opinión pública. De ahí la proliferación de un género, inofensivo e inocente, de cine de evasión denominado “teléfonos blancos” (comedias mundanas, películas de costumbres…) que va a perdurar hasta la llegada del neorrealismo. A pesar de todo, la propaganda, al menos la de sensibilización hacia las ideas nacionalistas, no está ausente totalmente de estas obras. Simplemente está más hábilmente explotada que en el cine alemán. El monumental péplum (película de romanos) Escipión el Africano de Carmine Gallone (1937) es un buen ejemplo, con una riqueza pictórica y épica digna de las realizaciones de Cecil B. Demille, la película crea un paralelismo evidente entre la grandeza imperial de la Roma antigua y la fortaleza del imperio fascista. Le figura de Escipión evoca la de Mussolini, aún más que la película se rodó en la época de la invasión de Etiopía. Sin embargo el film de Gallone no tiene un gran éxito. Este relativo desinterés del público no impide que el régimen recaiga en la producción de obras históricas, principalmente con Condottieri (Luis Trenker, 1937).

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Junto a estas películas, documentales u obras de ficción apoyan abiertamente la política fascista: Camicia nera (Camisa negra) de Giovacchinno, realizada en 1933, o Vecchia Guardia (Vieja Guardia) de Alessandro Blasseti, estrenada en 1935. Si el título de la primera habla por sí misma, la segunda hace apología de la familia, legitima la intervención fascista como única garantía de orden frente a la amenaza socialista. Estas películas de propaganda directa justifican por sí mismas las razonas intervencionistas del régimen de una producción, no obstante, mantenida por el sector privado industrial. Si el cine italiano puede ser objeto de consenso, debe también, por el momento, glorificar y justificar las acciones del régimen fascista.
Así la paradoja del cine italiano antes y durante la Segunda Guerra Mundial: a la vez instrumento político para justificar lo innombrable, pero también el inicio del renacimiento del séptimo arte en Italia.

Fuente: Traducción y adaptación propias del artículo titulado “Le cinéma sous l’Italie fasciste” de Jerémy Ferrando en la revista Histoires de la dernière guerre, nº 12 de julio/agosto de 2011, pags 88/89.

À bientôt

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